23 Sep

La protagonista del lenguaje de algún modo es la palabra en su materialidad fónica, visual, significante más allá de los significados que se han ido adhiriendo a lo largo del tiempo.

con Mallarmé, empieza una oposición interesante, explícita entre dos tipos de lenguajes. Esta oposición que se da es entre un lenguaje considerado como mera habladuría, ese lenguaje que especialmente tiene presencia se despliega, se desarrolla.

Un lenguaje que será tildado de habladuría por determinados intelectuales, escritores, poetas en especial. La palabra poética, esa palabra que se representaría a sí misma. Esta oposición empieza en Mallarmé y va a tener un gran desarrollo a principios del s.XX cuando empiece en la prensa periódica toda la propaganda bélica.

El lector votante, de novela frente al lector de poesía hay un desprecio que se puede entender de muchos modos en relación a la habladuría.

Mallarmé “no hay en mis poemas ni una sola palabra que no pertenezca al idioma cotidiano y sin embargo nadie entiende lo que digo” eso lo dice con orgullo, lo que dice en el fondo va dirigido a una determinada élite de lectores.

Ahí es interesante comparar Mallarmé con Baudelaire, Baudelaire dice “hipócrita lector mi hermano” el poeta y el lector están juntos en Baudelaire y cuando hay distancia él lo vive como una fracaso de la realidad, del mundo capitalista que está levantándose.

En Mallarmé ya no ocurre, el lector tiene que estar a distancia, en otro espacio y ese es el triunfo del poeta. No ser leído por la masa, por los lectores de diario.

La idea de Mallarmé en ese sentido es como proteger, ocultar, cuidar, la poesía dentro de la lengua. Como que quede ahí, no exhibirla, no exponerla al desgaste de lo público.

El lenguaje establecido es el enemigo en el caso de Baudelaire por esa pulsión representacional que tiene, esa necesidad del lenguaje establecido que simplifica este mismo. La poesía en Mallarmé en ese aspecto se plantea no como espejo sino como lámpara. Y el lenguaje cotidiano no puede hacerse cargo de esta potencialidad que tiene la poesía.

El lenguaje en Mallarmé quiere tener aún un cierto poder iniciático, como el que ha tenido en el Romanticismo. En ese aspecto cuanto menos dice ese lenguaje, más pleno es, más poderoso, más capacidad de iluminación tiene.

Proust “cuanto menos dice un poema más dice”, en la propia novela de Proust, la realidad se va construyendo y deconstruyendo hay una sensibilidad poética en él.

¿Cómo va a llamarse finalmente ese absoluto entorno al cual Mallarmé trabaja el lenguaje? Nada. Esa e sea diferencia de alguna modo de los poetas ROMánticos, esa magia del lenguaje que permite tocar el absoluto pero en Mallarmé se acaba tocando lo que él denomina “nada”. “Después de encontrar la nada, encontré la belleza” esta nada tiene que ver con la transcendencia a la propia inmanencia de las palabras.

Se podrán a trabajar en ir desmontando toda la referencialidad de las palabras, deshacer esa referencialidad como para darle a la nada toda su presencia. La poesía de Mallarmé es una poesía que busca decir nada, no se trata de no decir nada. Busca presentar de algún modo la nada del lenguaje igual que por ejemplo la poesía de Borrimbó que quiere desordenar los sentidos del lenguaje de la prensa.

un lenguaje que no podrá ser vendible, cambiable, busca ser un lenguaje que esté fuera del lenguaje de los signos.

Busca estar fuera de la posibilidad de ser apropiable, hay también en este sentido una dimensión política en Mallarmé, para que no sea su lenguaje usado ni intercambiable.

La poesía de Mallarmé es una poesía que está llena de objetos, estos están colocados de tal manera en el verso que en realidad no podemos llegar a figurarnos nunca una referencialidad. Es una poesía que apunta al referente pero rápidamente lo oculta.

El poema está todo el rato hurtándonos la oportunidad de llegar a un referente porque las protagonista son las palabras, eso es lo que hay que leer, el trabajo del lenguaje.

Duchamp también está quitándole sentido a los objetos hasta construir eso tan extraño como es El urinario.

Mallarmé poema “Sainte”, es un poema interesante, en el que hay diversos objetos pero es muy complicado establecer ahí exactamente qué está pasando, ahí hay todo un campo semántico. Hay una cierta espiritualidad pero habría que entenderla no tanto como una espiritualidad codificada sino una espiritualidad como un misterio, cómo sensualidad en cuanto al goce del lenguaje. En Mallarmé hay un goce de escritura.

La espiritualidad es como una invitación a un cierto recogimiento, a la interioridad. En ese sentido de cobijar y mantenerla ahí como no expuesta.

El problema por así decirlo del poema es que esos objetos no sabemos muy bien en qué relación están entre ellos. Hay un arpa, una falange en el dedo, que toca en realidad esta Santa. No sabemos muy bien ese libro tampoco dónde está.

El poema es una sola frase y eso es también interesante y además no tiene punto final con una especie de suspensión, no finaliza propiamente. Las palabras no acaban colocándose una al lado de la otra. La poesía de Mallarmé es una de las más radicales de la distancia entre el mundo y su representación.

En la jugada de dados está probando visualmente una reconstrucción de la metafísica, esta nos dice cómo tenemos que leer, nos lo dice todo.

Mallarmé es más que poesía visual así que el rótulo empobrece lo que los poetas se traen entre manos pero esta jugada de dados por decirlo así de alguna manera es la poesía que no solo se va a leer sino que se va a ver.

Antes de Mallarmé hay dos momentos decisivos:

Por una parte el momento de la poesía trovadoresca y por otra parte el Barroco. Son dos momentos clave donde el lenguaje también adquiere esa materialidad que presenta Mallarmé.

La poesía trovadoresca es un fenómeno muy particular con un grado de perfeccionamiento extraordinario muy grande y recrea una situación muy curiosa que son los amores de un grupo de poetas hacia unas damas que por otro lado nunca responden, por lo tanto imposibles.

En este contexto hay un poema en concreto que es el que ha permitido hablar de cómo la poesía trovadoresca nace bajo el signo de la paradoja, el enigma.

Poema Farai un vers de dreyt nien. No está mal que la poesía trovadoresca empiece con un poema que diga “haré un verso sobre absolutamente nada”.

Habla de nada, una nada que no está tematizada sino que está actuando todo el rato.

Poema donde las palabras se enfrentan a ellas mismas y donde no hay manera de atar nada. Pero hay algo que no es la ironía exactamente.

Lo que se erosiona en el humorismo es la verdad que le presuponemos a las palabras.


En el Barroco el mundo deviene infinito, el mundo pierde sus coordenadas habituales, se ha convertido en infinito y en ese sentido es muy complejo apresarlo el ser.

Hasta ese momento nos encontramos en el Barroco con un mundo de continuidades donde no se sabe muy bien donde empieza el mundo y donde acaba. Se han perdido los límites.

Por ello el gran tema del Barroco es la representación, se representa la representación porque la representación es ya problemática.

En este contexto hay algo muy destacado que es el pliegue, un pliegue que no oculta nada en concreto, unos pliegues que se despliegan al infinito lo que no es sino otro pliegue, solo encontramos otro pliegue. Con el concepto de pliegue nos encontramos con un destronamiento, con un fin del viejo dualismo que se ha heredado desde el pensamiento platónico que habla de dos realidades, el pliegue desdice ese dualismo, es siempre el pliegue de lo uno, de lo mismo, pero no ese uno identitario. En el mundo del Barroco encontramos a Góngora. Su escritura es una escritura apartada ya del ser, desontologizada, apartada de la metafísica, por eso recibe una gran cantidad de críticas en las que se le reprocha que en realidad no esté diciendo nada y que al mismo tiempo muchas cosas, que esté diciendo tonterías, etc.

En la poesía de Góngora ocurre algo similar a la poesía de Mallarmé que hay una cierta eliminación del paisaje, borradura del paisaje. Es un lenguaje replegado que es difícil saber a que se refiere Góngora. Apunta al Nihilismo del propio ser y la metafísica.

Con relación a Góngora, nos interesa el hecho de que a Góngora no lo leeríamos como lo haces actualmente si no fuese por todo lo que puso sobre mesa u autor como Mallarmé. Gracias a la existencia de Mallarmé se puedo recuperar a Góngora. Es un ejemplo de cómo lo moderno modifica lo antiguo. Góngora hereda y pone fin al Renacimiento, por eso es el lenguaje del repliegue del lenguaje del Renacimiento.

En el poema  Una jugada de dados de Mallarmé se habla de la cuestión del azar. Las palabras parece que estén arrojadas al azar. Ese pensamiento fijado y detenido por verdadero frente al pensamiento logocéntrico.  El azar no puede contener ningún tipo de realidad representativa. El azar apunta a un juego cuyas leyes no están escritas, y eso es lo que Mallarmé quiere trabajar con este poema. El pensamiento del azar es el que pretende dar voz o visibilidad a ese problema.

Mallarmé es un poeta especialmente leído en el Siglo XXX y en los años 60, 70.

Hay dos cuestiones de Mallarmé que interesan en ese momento:

La referencialidad, como la poesía de Mallarmé es una poesía en la que se deshichala la referencialidad, es muy difícil configurar algún tipo de imagen, la pérdida de referencialidad de Mallarmé.

Poema como objeto más allá de la fuerza locutora del yo, más a allá de la emotividad y del yo o como sujeto, des-romantizándose.
Poesía no representativa, que no representa y en la que lo real y lo sujeto que se haría cargo de esa realidad, están difuminados. No representa ni el yo ni la realidad, no hay a veces donde agarrarse.

Pensadores que se han hecho cargo y han pensado la escritura de Mallarmé son:

Blanchot, uno de los grandes pensadores de la poesía. «Quien profundiza el verso escapa del “ser” como certeza», esto dice Blanchot de la poesía de Mallarmé.

Roland Barthes, habla de la autoría, del autor.

Todos estos autores hacen hincapié en la cuestión de la desaparición de la referencialidad.


El silencio en relación con la palabra o la poesía ha ido travesando todo el curso en tanto lo hemos entendido la poesía como esa modalidad de discurso que sitúa el lenguaje ante sus propios límites. Mallarmé, quien trata este lenguaje llevado hasta sus limites posibles, habla una “nada”. Es una poesía en la que la “nada” suena. La poesía de Mallarmé llega a ese misterio de la nada que el identifica con la belleza, un misterio en el que llega con el cálculo del lenguaje, casi con la matemática. Se aleja del poeta ROMántico.

Mallarmé que lleva el lenguaje a sus últimas posibilidades que son ya sonoras, el lenguaje desvinculado de la semántica y conducido a una especie de música donde ya no podemos articular una gramática o frase, se disuelve todo es esta música.

En Beckett nos toparíamos con algo que tiene que ver en parte con lo real que tienen mucho que ver con la muerte, ese llevar el lenguaje al limite que en Becket nos toca y nos permite tocar lo real y que a su vez se vincula con la muerte, es muy interesante esa resonancia que hay en Becket, espacio en el que se abre la vida.

En Mallarmé cuando se lleva el lenguaje al limite esa nada. Hay una determinada inmanencia (el lenguaje está ahí hablando y diciendo nada) en Mallarmé que de algún modo podríamos definir como la versión contemporánea o moderna de, en parte, la vieja trascendencia(como si el viejo Dios hubiese bajado y habitado en el lenguaje)

Ese Dios de la mística que no es representable no es decible, se escapa a las posibilidades del habla. Donde si ha sido decible es en el discurso de la teología, por ello es el discurso del poder en el ámbito de la iglesia, porque ha definido el dictado de Dios.

El Dios de la mística no es apresable.

«Ruego a Dios que me vacié de Dios» dice El Maestro Edgar (siglo 13). Es una frase lapidaria de la mística y extraordinaria en su potencia verbal. Aquí está manifestando que la experiencia de Dios no se puede definir con una palabra, porque Dios está más allá de una palabra o una definición, Dios es una totalidad que no es decible.

Por ello para los místicos Dios es vacío, silencio. Con esto esta rogando a Dios que le vacíe de cualquier representación o conceptualización que pueda tener de él, porque Dios es más grande. Solo donde no haya ninguna representación ni palabra.

Los místicos y místicas son los primeros en enfrentarse a la problemática del lenguaje en tanto necesitan hablar en un momento determinado de aquello para lo cual no hay palabras. Ante esta dificultad de hablar de lo que no puede decirse porque escapa del lenguaje, al místico se le abren dos posibilidades:

  1. La del silencio literal: que hable el cuerpo, que es le que habla en la mística. La mística es una experiencia del cuerpo, lo indecible atraviesa el cuerpo, posee el cuerpo y lo hace hablar. Se abandona las posibilidades del lenguaje y habla el cuerpo.

  2. El lenguaje de la subversión: la subversión del lenguaje. Los místicos se refieren a sus lenguajes en tanto como enloquecimiento. Este lenguaje es el de la poesía, es por excelencia el delirio. También sumerge en algún registro de lo narrativo o cinematográfico. Paradójicamente uno de los elementos de subversión fue permitir al lenguaje hacer sus propios silencios, para que lo que tenga que hablar hable ahí, en los silencios del propio lenguaje.

Aquí podemos hablar de un poema de José Ángel Valente. En él hay una nostalgia aun de aquel silencio elocuente del silencio de lo místico, que no hay en Mallarmé. Llamado Borrarse, un poema muy visual. Este poema se relaciona con la frase de «Ruego a Dios que me vacíe de Dios». Es un poema que se ha de ver aparte de escuchar porque ha dejado espacios que hacen referencia a los silencios del lenguaje.

La escritura mística trabaja en esto, en el despojamiento del representacional en el empobrecimiento de lo representacional, la pobreza como una de las virtudes de la tradición mística, es el ejercicio de quitarle representación al lenguaje.

José Ángel Valente con su obra límite(como umbral) “que oscuro el borde de la luz donde ya nada aparece.”

Recordamos la teoría de la mística “ver a Dios es ver nada” el borde de la luz es el borde de la palabra donde se abre el limite de lo ilimitado. Es uno de los poemas concentrados, sustantivos donde está escorándose hacia lo místico. Lo místico interesa en este contexto del pensamiento, poéticamente un poeta como Valente está heredando esta tradición mística.

Hay algo interesante de destacar. Heidegger es el que vuelve a re-mitologizar la poesía. Esa poesía que ha quedado debilitada, Heidegger la dignifica y la mitologizar de nuevo, algo contra lo que después trabajará un autor como Paúl Celan. En Heidegger se establece una dicotomía entre lo que él llama la habladuría y la palabra poética.

La habladuría es ese hablar pesado, con adherencias, nos envía a un lenguaje, a un hablar usado, un hablar manoseado, un hablar instrumentalizado, la palabra se ha convertido en instrumento de algo, es como el parloteo. Un hablar mercantilizado donde la palabra es moneda de cambio y circula en el mercado de los signos, se usa como moneda, esa es la habladuría para Heidegger y Valente.

“Poeta en tiempo de miseria” de La memoria y los signos (1966) de Valente: El “hablaba” va estructurando el poema y adquiere protagonismo todo el rato. Este “hablaba” es la habladuría a la que se refiere Heidegger y consiste en la verborrea. En este hablar falta la percepción, ese otro, pero no hay un interlocutor, «Hablaba como el que huye». «Hablaba sin puntuación y sin silencios», es como un hablar vacuo porque carece de lo que se necesita en el lenguaje para que algo advenga que son la puntuación y los silencios, si no se tienen eso, en ese hablar nada puede emerger, es una ocupación de la lengua. El hablar requiere silencios igual que el espacio requiere vacíos.  Quien habla muy rápido es que quizá de esa manera evita la posible pregunta incomoda del receptor. De hablar pasa a comprar y luego acaba. Entre el hablar y el comprar ha habido un cambio. El poema se estructura con el verbo: al principio es “hablaba” y pasa a “compraba”. Asimilación de los dos verbos. “Compraba” hace referencia a esa habladuría donde el lenguaje es un instrumento, es una moneda de cambio, está mercantilizado.

Frente el lenguaje manoseado de la habladuría surge la palabra poética. La palabra poética tenía la intención de ser una palabra liberada de la instrumentalización, una palabra capaz de remontarse a un determinado origen donde la materia se iba formando y conformado, un espacio originario y primigenio. Es una palabra abierta a lo ilimitado. El significante como la apertura a la infinitud de significados que en el ámbito místico histórico tienen que ver con Dios. Es un planteamiento metafísico, pero no es la metafísica hegemónica vinculada al poder, es una metafísica arraigada en la materia, es una metafísica del cuerpo.

En el ámbito teatral, tenemos el teatro de Liddell. En este el cuerpo habla pero no porque cobije a Dios como en el caso de las místicas(habla Dios desde el interior) en el caso de Liddell habla no porque hable Dios.

En Liddell el cuerpo habla desde toda la potencialidad de la extrañeza que es también la extrañeza de la existencia, no tenemos un cuerpo sino que somos un cuerpo. En ese sentido el cuerpo es un acceso no A algo distinto que es lo que ocurría siempre en la tradición metafísica sino que es un acceso a ese exceso de lo que es el cuerpo.

De ahí algo muy vinculado a Liddell es también la angustia, cuando dice Nancy el cuerpo es nuestra angustia puesta al desnudo porque el cuerpo nos abisma de algún modo a esa nada que somos y que tocamos en el fondo a través del cuerpo. El cuerpo es lo que escapa a toda posibilidad, es lo extraño más cercano. Esa angustia de algún modo no es un estado que tal y como lo entiende Liddell no es algo que nos postre ni nos anule, esa angustia es liberadora. A veces en el teatro de Liddell los cuerpos son muñecos, los escenarios no son decorados sino como instalaciones del arte contemporáneo. Son personajes que hablan pero no dicen, un hablar sin decir.

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