10 May
Razón y Fe: Perspectivas de Diversos Autores
Tertuliano (s. II)
Tertuliano rechaza la razón por considerarla superflua y nociva.
- Es superflua porque la Biblia contiene todas las verdades que el ser humano necesita para su salvación.
- Es nociva porque lo que no aparece en la Biblia son mentiras.
Dios es suprarracional, está por encima de lo que la razón pueda llegar a alcanzar.
San Justino Mártir (s. II)
San Justino sostiene que la filosofía descubre alguna verdad de la fe. La filosofía podría presentarnos algunas verdades parciales (logoi spermatikoi o semillas del Verbo), mientras que la teología (basada en la revelación plena en Cristo) nos ofrece la verdad absoluta.
San Agustín de Hipona (s. V)
San Agustín afirma que la razón y la fe tienen el mismo objetivo: encontrar la Verdad. Cada ámbito debe aportar lo que le es propio, colaborando así en la búsqueda de la verdad («Crede ut intelligas, intellige ut credas» – Cree para entender, entiende para creer).
Averroes (Ibn Rushd, s. XII)
Averroes, desde un aristotelismo interpretado como puro, es asociado con la teoría de la doble verdad (aunque él mismo no la formuló explícitamente así, sino que defendió la autonomía de la filosofía). Esta postura implicaría que:
- Desde la filosofía racional, se podría concluir que el mundo es eterno.
- Desde la fe revelada, se sostiene la creación del mundo y la inmortalidad del alma individual (aspectos que la filosofía podría cuestionar o interpretar de otra manera, como la mortalidad del alma individual y la eternidad del intelecto agente).
Santo Tomás de Aquino (s. XIII)
Tomás de Aquino, en línea con San Agustín y en oposición a la interpretación averroísta de la «doble verdad», rechaza tal teoría, afirmando que la verdad es única, ya que Dios es fuente de toda verdad, tanto natural como revelada. Considera que los motivos o el ámbito propio de la investigación filosófica de Averroes son válidos en su esfera, pero la conclusión de una doble verdad contradictoria es inaceptable.
Razón y fe son complementarias pero tienen ámbitos y métodos distintos:
- La razón se ocupa del mundo natural y de las verdades accesibles por la luz natural del entendimiento (ciencia, filosofía).
- La fe se ocupa del mundo sobrenatural y de las verdades reveladas por Dios, que exceden la capacidad de la razón.
Distinciones sobre las Verdades en Relación con la Fe y la Razón
- Preludios de la fe (Praeambula fidei): Incluyen verdades que, siendo naturalmente cognoscibles por la razón (pertenecen al ámbito de la filosofía y la teología natural), también han sido reveladas para facilitar su conocimiento universal y cierto, dada la dificultad que muchos tendrían para alcanzarlas por sí mismos. Ejemplos: la existencia de Dios, la inmortalidad del alma.
- Verdades reveladas (Artículos de fe – Articuli fidei): Aquellas verdades que solo pueden ser conocidas a través de la revelación divina y exceden la capacidad de la razón natural para ser descubiertas. Son propiamente los objetos de la fe teologal.
- Misterios de fe: Son un tipo de verdad revelada que no solo excede la capacidad de la razón para descubrirlas, sino también para comprenderlas plenamente una vez reveladas, aunque la razón pueda mostrar que no son contradictorias. Ejemplos: la Santísima Trinidad (Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo), la Encarnación, la Resurrección de Cristo.
- Verdades naturales: Conocimiento que se puede alcanzar utilizando la luz natural de la razón, sin necesidad de revelación divina. Ejemplo: los descubrimientos científicos, los principios filosóficos básicos (e.g., el principio de no contradicción).
La Existencia de Dios: Argumentos Filosóficos
San Agustín de Hipona
San Agustín argumenta a favor de la existencia de Dios a partir de:
- El consenso universal (la idea de Dios presente en todos los pueblos).
- La existencia de verdades eternas, inmutables, universales y morales. Se pregunta por su origen:
- ¿El mundo sensible (experiencia)? No, porque es cambiante y contingente.
- ¿Nuestra alma (mente)? No, porque nuestra mente también es cambiante y juzga conforme a ellas, lo que implica que son superiores a ella.
- Concluye que su origen debe ser una Verdad subsistente, que es Dios, conocido mediante la iluminación divina (vía de la interioridad).
San Anselmo de Canterbury (s. XI)
San Anselmo presenta el célebre argumento ontológico (Proslogion, capítulos 2-4):
- Dios es «aquello más grande que lo cual nada puede ser pensado» (aliquid quo nihil maius cogitari possit).
- Este concepto existe al menos en el entendimiento, pues lo entendemos cuando lo oímos.
- Pero aquello más grande que lo cual nada puede ser pensado no puede existir solo en el entendimiento, porque si existiera solo en el entendimiento, se podría pensar algo más grande: aquello que existe también en la realidad.
- Por lo tanto, aquello más grande que lo cual nada puede ser pensado (Dios) debe existir no solo en el entendimiento, sino también en la realidad.
Santo Tomás de Aquino
Tomás de Aquino, aunque respeta a Anselmo, no acepta el argumento ontológico como una demostración válida para nosotros (pues parte de la esencia de Dios, que no conocemos directamente). En su lugar, demuestra la existencia de Dios mediante las Cinco Vías (Quinque Viae), que son argumentaciones a posteriori (parten de los efectos observables en el mundo para remontarse a su Causa primera):
- Vía del movimiento (motor inmóvil).
- Vía de la causalidad eficiente (causa incausada).
- Vía de la contingencia y el ser necesario (ser necesario por sí mismo).
- Vía de los grados de perfección (ser máximamente perfecto).
- Vía del gobierno del mundo o finalidad (inteligencia ordenadora).
Análisis del Artículo 1 (Suma Teológica, I, q. 2): ¿Es la existencia de Dios evidente por sí misma?
Objeciones: Argumentos a favor de que la existencia de Dios es evidente por sí misma
Objeción 1:
- Aquellas cosas de las que tenemos un conocimiento connatural (innato) son evidentes por sí mismas.
- El conocimiento de que Dios existe es un conocimiento innato en nosotros, como dice San Juan Damasceno.
- Conclusión: El conocimiento de que Dios existe es evidente por sí mismo.
Objeción 2 (basada en el argumento de San Anselmo):
- Aquellas cosas que, al entender su nombre, inmediatamente se concibe que existen, son evidentes por sí mismas.
- Al entender lo que significa el nombre ‘Dios’, se concibe inmediatamente que Dios existe, pues por ‘Dios’ entendemos aquello más grande de lo cual nada mayor puede ser pensado.
- Y es más grande existir en la realidad y en el entendimiento que existir sólo en el entendimiento.
- Por lo tanto, una vez entendido el significado del nombre ‘Dios’, se sigue que Dios existe en la realidad.
- Conclusión: La existencia de Dios es evidente por sí misma.
Objeción 3:
- Que la verdad existe es evidente por sí mismo, pues quien niega que la verdad existe, concede que existe la verdad de que la verdad no existe.
- Dios es la Verdad misma, como se dice en Juan 14,6: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida».
- Conclusión: Que Dios existe es evidente por sí mismo.
Contraargumento (Sed contra)
- Nadie puede pensar lo contrario de aquello que es evidente por sí mismo, como enseña Aristóteles.
- Pero se puede pensar lo contrario de la proposición «Dios existe», pues dice el necio en su corazón: «No hay Dios» (Salmo 52,1).
- Conclusión: Que Dios existe no es evidente por sí mismo.
Respuesta (Respondeo dicendum)
- Una proposición es evidente en sí misma (per se nota) cuando el predicado está incluido en la esencia o concepto del sujeto (ej. «el hombre es animal»).
- Hay dos tipos de evidencia:
- Evidente en sí misma y para nosotros (secundum se et quoad nos): Cuando la esencia del sujeto y del predicado es conocida por todos. Ejemplo: los primeros principios de la demostración (e.g., «el todo es mayor que la parte»).
- Evidente en sí misma, pero no para nosotros (secundum se sed non quoad nos): Cuando la esencia del sujeto y del predicado no es conocida por todos, aunque el predicado esté realmente incluido en el sujeto. Ejemplo: «el ángel no está corporalmente en un lugar» es evidente para quien conoce la naturaleza del ángel, pero no para quien la ignora.
- La proposición “Dios existe” es evidente en sí misma (per se nota secundum se), porque el predicado (existir) se identifica con el sujeto (Dios, cuya esencia es su mismo ser – ipsum esse subsistens).
- Sin embargo, esta proposición no es evidente para nosotros (quoad nos), ya que no conocemos la esencia de Dios de manera directa e intuitiva en esta vida. No sabemos qué es Dios en su esencia.
- Por tanto, aunque la existencia de Dios sea evidente en sí misma, para nosotros necesita ser demostrada a partir de aquello que es más conocido para nosotros y menos conocido en su naturaleza, es decir, a partir de sus efectos.
Respuesta a las Objeciones
Respuesta a la Objeción 1:
- El conocimiento de que Dios existe está, en cierto modo general y confuso, impreso en nuestra naturaleza, en cuanto Dios es la bienaventuranza del ser humano y el ser humano apetece naturalmente la bienaventuranza, y lo que naturalmente se apetece, naturalmente se conoce.
- Pero esto no es conocer absolutamente que Dios existe; así como conocer que alguien viene no es conocer a Pedro, aunque sea Pedro el que viene. Muchos estiman que el bien perfecto del hombre, que es la bienaventuranza, son las riquezas, otros los placeres, otros cualquier otra cosa.
- Por lo tanto, este conocimiento natural y confuso no equivale a saber de modo evidente que Dios existe; esto último necesita demostración.
Respuesta a la Objeción 2:
- No todo el que oye el nombre ‘Dios’ entiende que con él se significa «aquello más grande que lo cual nada puede ser pensado», pues algunos han creído que Dios es un cuerpo.
- Aun concediendo que todos entiendan por el nombre ‘Dios’ «aquello más grande que lo cual nada puede ser pensado», no se sigue necesariamente que entiendan que tal ser exista en la realidad efectiva, sino solo que existe en la aprehensión del entendimiento.
- No se puede argumentar que exista en la realidad, a no ser que se conceda que en la realidad existe algo más grande que lo cual nada puede ser pensado; lo cual no es concedido por quienes sostienen que Dios no existe.
- Conclusión: El argumento ontológico, tal como se presenta en la objeción, no prueba que la existencia de Dios sea evidente por sí misma para nosotros.
Respuesta a la Objeción 3:
- La existencia de la verdad en general es evidente por sí misma para nosotros.
- Pero que exista la Verdad Primera y Absoluta (que es Dios) no es evidente por sí misma para nosotros.
- Conclusión: Que Dios, como Verdad Suprema, existe no es evidente para nosotros y, por tanto, requiere demostración a partir de sus efectos.
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