29 Mar

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La crisis de 1898 y sus consecuencias: el regeneracionismo:


CRISIS DEL 98:

Casi todo el Imperio español había conseguido la independencia durante el reinado de Fernando VII, solo quedaban Cuba y Puerto Rico en América y Filipinas en Asía.  Fue a finales del S.XIX cuando los problemas coloniales se agudizaron por dos motivos: El auge del imperialismo europeo El creciente expansionismo de EE.UU. Cuba y Puerto Rico eran sentidas desde la Península de manera similar a como lo eran las Baleares o las Canarias. No obstante, para tener previamente una idea más exacta de la situación conviene tener en cuenta cómo era percibido el conflicto por la «otra parte»(los rebeldes cubanos y los Estados Unidos) como guerra de liberación e independencia por los primeros y como imperialista por los segundos. Para las oligarquías económicas (criollas o norteamericanas), el interés era también manifiesto, ya que la economía cubana había entrado progresivamente en la órbita económica de los Estados Unidos.  Tanto en Cuba como en España o en Norteamérica se era consciente de que la guerra independentista cubana podría desembocar en un enfrentamiento directo entre España y los Estados Unidos. En 1895 se produjo la insurrección nacionalista que dio lugar a la última guerra cubana, que primero enfrentará al ejército español con los sublevados nativos, para más tarde producirse la intervención directa de EE.UU. La guerra hispano-cubana se desarrolló en cuatro etapas. De la sublevación en Febrero de 1895 conocida como “grito de Baire” hasta la muerte del líder independentista cubano José Martí.

Martínez Campos se ve incapaz de frenar a los sublevados cubanos.
General Weyler sustituye a Mtnez. Campos bajo la consigna de guerra hasta el final, aunque fracasó. Ya con el General Blanco al frente de las tropas españolas, se produce la intervención directa estadounidense. -La intervención de los Estados Unidos se había producido realmente antes, en forma de presiones para que España les vendiera la isla. España se negó a la venta de la isla por múltiples razones.  En Febrero de 1898 estalló en el puerto de La Habana el acorazado Maine, de la marina de los Estados Unidos; y a pesar de lo fortuito del accidente, el Gobierno de los Estados Unidos lo utilizó como pretexto para declarar la guerra a España. Las fuerzas terrestres españolas dieron en Cuba el ejemplo que no supieron dar los políticos y las oligarquías del sistema en aquel momento decisivo. El ejército español era muy superior en número al norteamericano, pero mal armado, mal abastecido y minado por las enfermedades tropicales. A pesar de estas circunstancias salíó victorioso ante los insurgentes cubanos y a las tropas norteamericanas, que acabaron huyendo. La armada española era similar a la americana en cuanto al número de barcos, pero inferior en cuanto al armamento de los navíos de guerra, claramente inferior al norteamericano y de menos alcance. La destrucción de la flota hizo imposible la resistencia de las tropas de tierra. Cuba se perdíó definitivamente, y también Puerto Rico, donde no existía rebelión alguna contra España. Las islas Filipinas se perdieron igualmente tras el desastre de Cuba.  Como hecho anecdótico cabe destacar la resistencia de un puñado de españoles –

Los últimos de Filipinas-

que resistieron en el noroeste de Manila, un año después de haber terminado la guerra. Por la Paz de París, nuestro país tuvo que renunciar a Cuba y ceder Puerto Rico, Guam y las Filipinas a los Estados Unidos, a cambio de 20 millones de dólares.  La derrota puso fin al Imperio español y marcó el principio de un período de poder colonial de Estados Unidos.

CONSECUENCIAS DEL DESASTRE DEL 98:

La derrota de 1898 sumíó a la sociedad y a la clase política española en un estado de desencanto y frustración. Para quienes la vivieron, significó la destrucción del mito del Imperio español, en un momento en que las potencias europeas estaban construyendo vastos imperios coloniales en Asía y África, y España era relegada a un papel secundario en el contexto internacional. Además, la prensa extranjera presentó a España como una nacíón moribunda, con un ejército totalmente ineficaz, un sistema político corrupto y unos políticos incompetentes. Y esa visión cuajó en buena parte de la opinión pública española. Más que política o económica, fue fundamentalmente una crisis moral e ideológica, que causó un importante impacto psicológico entre la población. La crisis colonial favorecíó la aparición de movimientos que, desde una óptica cultural o política, criticaron el sistema de la Restauración y propugnaron la necesidad de una regeneración y modernización de la política española.  Tras el 98 surgieron una serie de movimientos regeneracionistas que contaron con cierto respaldo de las clases medias y cuyos ideales quedaron ejemplificados en el pensamiento de Joaquín Costa, que propugnaba la necesidad de dejar atrás los mitos de un pasado glorioso, modernizar la economía y la sociedad y alfabetizar a la población («escuela y despensa y siete llaves al sepulcro del Cid»).
También defendía la necesidad de organizar a los sectores productivos de la vida española al margen del turno dinástico con unos nuevos planteamientos que incluyesen el desmantelamiento del sistema caciquil y la transparencia electoral. Además, el «desastre» dio cohesión a un grupo de intelectuales, conocido como la Generación del 98.
Todos ellos se caracterizaron por su profundo pesimismo, su crítica frente al atraso peninsular y plantearon una profunda reflexión sobre el sentido de España y su papel en la Historia.

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