18 May

Tema: El liberalismo (ideario y corrientes) y la oposición al mismo

El liberalismo es el tránsito del antiguo régimen hacia otra sociedad basada en los principios liberales.

El ideario político contempla derribar la monarquía absoluta e instaurar la monarquía constitucional. Defienden el dogma rousoniano de la soberanía nacional, la división de poderes de Montesquiu y un parlamento elegido por sufragio universal masculino. Se formula el concepto de Nación, depositaria de la soberanía nacional, referida al conjunto de los españoles con igualdad de derechos políticos. El Estado liberal es unitario y centralizado.

El liberalismo configurará una nueva sociedad centrada en el individuo, de quien proclamará sus derechos inalienables, entre ellos la libertad de expresión. Acabará con los privilegios de la nobleza y el clero, instaurará la igualdad legal y suprimirá los señoríos. Supondrá el paso de la sociedad estamental, basada en la función y el privilegio, hacia la sociedad de clases, basada en la plutocracia, en que la burguesía quedará encumbrada (a pesar de contradecir el principio de igualdad).

En economía se impone el principio sacrosanto liberal-burgués de propiedad privada.
Quedarán abolidos los bienes vinculados y comunales. Se abogará por el liberalismo económico, la total libertad de cultivos, la supresión de la Mesta, la libertad de comercio e industria, la extinción del régimen gremial, la libertad de contratación de trabajadores (las relaciones entre señor y vasallo se convierten en contratos de particular a particular) y una fiscalidad común.

La reformas religiosas del liberalismo español son ambiguas. Establecen que “la religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera” (art. 12 de la Constitución de Cádiz)
, contradiciendo la tolerancia ilustrada, pero plegándose a la realidad del país. Intentan disminuir y secularizar las órdenes religiosas como primer paso a la desamortización eclesiástica llevada a cabo por los liberales progresistas en 1836, que erosionará el poder económica de la Iglesia. Se suprime el Tribunal de la Inquisición.
La política religiosa de los liberales originará una fuerte propaganda antiliberal por parte de la Iglesia, contestada por el anticlericalismo.

Corrientes


En las Cortes de Cádiz (1812)
 hallamos dos grupos de renovadores; por una parte los ilustrados reformistas (jovellanistas), que deseaban reformar España de acuerdo con la tradición; y por otra los innovadores (liberales)
, que pretendían adoptar un Nuevo Régimen. Los liberales, aunque eran una minoría, impusieron el proceso reformador gracias a su mayor capacidad intelectual, habilidad e iniciativa. Su extracción social y cultural corresponde a una minoría urbana ilustrada en una España mayoritariamente rural e iletrada.


En el Trienio Liberal (1820-1823)
 los liberales se escinden en moderados (doceañistas), que eran partidarios de un proceso reformista en colaboración con el Rey, yradicales o exaltados (veinteañistas)
, que quieren eliminar el absolutismo y llevar la revolución hacia sus últimas consecuencias.

Oposición al Liberalismo:


 Fernando VII restauró el Absolutismo iniciando El sexenio absolutista (1814-1820).
Se deroga la legislación liberal, se lleva a cabo una represión antiliberal y de afrancesados. Estos últimos eran personas que durante la guerra de Independencia colaboraron con el poder francés; eran ilustrados reformadores, respetuosos de la ley y el orden. Muchos de ellos defendieron una nueva vía para resolver los problemas de España.

Esta etapa se caracteriza por las conspiraciones liberales apoyadas por militares (liberales y guerrilleros descontentos) y burgueses. De los varios pronunciamientos (golpes militares contra el poder para introducir reformas políticas), triunfó el pronunciamiento de Riego (1/I/1820) que dará paso al Trienio Liberal, que acabará con la intervención de las potencias europeas de la Santa Alianza (7/IV/1823), iniciándose el segundo período absolutista:

La Década ominosa (1823-1833)

con la reimplantación del absolutismo, represión y segundo exilio de los liberales. Pero se llevará a cabo un reformismo moderado que disgustará a los realistas radicales, que se agruparán en torno al infante don Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII. El problema sucesorio: proclamación de la Pragmática Sanción (plasmada en las Partidas) que concedía los derechos de la corona a Isabel, único vástago de Fernando, anulando la Ley Sálica borbónica, que daba preeminencia al parentesco masculino, hará que María Cristina, esposa de Fernando VII, se alíe con los liberales para defender los derechos de su hija. Se inició la primera Guerra civil (1833-1840) entre Carlistas (absolutistas) e Isabelinos (liberales).

El carlismo era el símbolo de la oposición a la revolución liberal. Defendían las ideas tradicionales de la Monarquía por derecho divino, la Religión y las formas de vida tradicionales. Su lema era la alianza del “altar y el trono” frente a “igualdad, libertad y fraternidad”. Defendían el sistema foral (gobiernos autonómicos, exenciones fiscales, justicia según las leyes tradicionales y jueces propios, exención del servicio militar) frente a la centralización liberal.

Su apoyo social se hallaba en las zonas rurales. Se ha hablado de una “Lucha del campo contra la ciudad” y también de descontento por la proletarización provocada por las desamortizaciones y por las ventas de bienes comunales, que deterioraban su situación. Hallamos artesanos proletarizados tras la abolición gremial, pequeña nobleza y al clero. Aunque las insurrecciones carlistas se generalizaron por todo el país, sólo llegaron a cuajar plenamente en el País Vasco, en Navarra, en Cataluña y en la zona del Maestrazgo.

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