08 Dic

1 CELTAS E ÍBEROS


En el primer milenio A.C. En la península ibérica aparecen 2 aéreas culturales diferentes, aunque interrelacionadas entre sí; la celta y la ibera.
Pero además, en la zona de confluencia de celtas e iberos surgíó la cultura celtíbera, la cual tenía rasgos de ambas culturas (celta e ibera), aunque eran más cercanos a la cultura celta. El área celta estaba situada en la zona norte, centro y oeste de la península ibérica. Los celtas eran un pueblo indoeuropeo que llegó a la península por los Pirineos, y que tenían un nivel de desarrollo más atrasado que los iberos al estar alejados de la influencia de los pueblos colonizadores del Mediterráneo oriental. Era un área heterogénea  cuya principal actividad económica era la ganadería y la agricultura, las cuales estaban poco evolucionadas, al igual que el comercio; pero destacaban en el uso de la metalurgia del hierro. Sus asentamientos más representativos eran los castros, su organización social se basaba en sociedades tribales, y eran pueblos belicosos, además de que no conocían la escritura. El área ibera estaba situada en la zona sur y mediterránea de la península ibérica. Los iberos eran un conjunto de pueblos con carácterísticas comunes, pero que nunca tuvieron ningún tipo de unidad política entre sí. Su economía estaba basada en la agricultura y la ganadería, peor era mucho mas rica que la celta, además se desarrolló una importante actividad comercial debido a la presencia de Fenicios, griegos y cartaginenses; esto pueblos colonizadores les aportaron un mayor nivel de desarrollo, por lo que llegaron a usar la moneda y la escritura, e incluso llegaron a influir en su arte (griegos y cartaginenses) que era básicamente religioso o fúnebre, destacando piezas como la Dama de Elche o la Dama de Baza. Los iberos tenían una sociedad tribal y jerarquizada según del poder económico y militar, se organizaban políticamente mediante ciudades estado y el modelo político más frecuente  era la monarquía. Los pueblos colonizadores del Mediterráneo (Fenicios, griegos y cartaginenses) se asentaron en la península por intereses económicos y comerciales.
Los fenicios, que procedían del actual Líbano, llegaron a la península sobre el siglo IX A.C., se extendieron por las costas andaluzas y el sur de Portugal y fundaron ciudades cono Gadir (Cádiz).
Los griegos llegaron a la península sobre el siglo VIII y VII A.C., se asentaron en la costa norte del Mediterráneo y fundaron Emporion (Ampurias) o Rhode (Rosas). Además, se expandieron por la costa mediterránea para comerciar y obtener metales, aceite de oliva o sal. Los cartagineses, que procedían del norte de África, llegaron a la península en el siglo VI A.C. Y sustituyeron a los fenicios en el sur del Mediterráneo. Fundaron ciudades como Carago Nova (Cartagena) o Ebusus (Ibiza), y apartir del sigo III A.C., su presencia en la peninsular tuvo rasgos de conquista militar debido a su enfrentamiento con Roma por la hegemonía del Mediterráneo. El primer estado de la península ibérica fue el reino de Tartessos (siglo VIII al VI A.C.) que podría situarse en Andalucía oriental, en torno al rio Guadalquivir. Era un reino de gran riqueza, con una economía basada en la minería y con un gran comercio internacional, sobre todo con fenicios y griegos. A partir del siglo VI A.C este reino entro en decadencia y desparecíó.

2 ROMANIZACIÓN


Durante la Segunda Guerra Púnica frente a los cartagineses, los romanos desembarcaron en la península en el 218
A.C. La presencia romana comenzó entonces en la península prolongándose esta desde finales del siglo III
A.C hasta el siglo V.
La conquista fue un proceso lento y dilatado dividido en tres fases, el cual culminó con una total integración y asimilación del territorio hispánico en el Imperio romano. El concepto de romanización hace referencia al proceso de asimilación e integración, voluntaria o por la fuerza, del modelo económico, social, político y cultural romano, por parte de los pueblos peninsulares. La romanización varíó según las zonas y las épocas. El Mediterráneo, el sur peninsular y los valles del Ebro y del Guadalquivir fueron las zonas que más se romanizaron. En cualquier caso, en mayor o menor medida, toda la península fue asimilando la lengua, religión, derecho o arte romanos. Entre los factores que hicieron posible la romanización destacan:

Factores económicos

: la península sufríó un gran impulso comercial y productivo, puesto que los romanos extraían productos como sal, aceite o ‘garum’. Esto derivó en la introducción de avances como el regadío y el barbecho, así como en la imposición del modelo económico romano, basado en una economía urbana, monetaria y esclavista.

Presencia del ejército romano

: esta facilitó la expansión de la forma de vida romana y el reclutamiento de tropas auxiliares indígenas, favoreciendo la romanización de estas.

Progresiva concesión del derecho de ciudadanía

: esto favorecía la romanización en una sociedad que destacaba por las desigualdades jurídicas.La organización administrativa romana de la península favorecíó el control político de la misma, quedando esta dividida en provincias: Citerior y Ulterior. Más tarde, se dividíó en Tarraconense, Bética y Lusitania. Por último, las provincias fueron seis: Tarraconense, Bética, Lusitania, Gallaecia, Cartaginense y Mauritania. La urbanización desarrollada por los romanos fue también un elemento clave, puesto que desarrolló los núcleos urbanos ya existentes y la creación de nuevas ciudades. Estas fueron centros políticos y económicos que ofrecían una amplia gama de servicios (acueductos, termas, teatros…). La excelente red de calzadas permitía asegurar el control militar y administrativo del territorio cumpliendo además importante funciones económicas y culturales. Destacan la Vía Augusta, que unía Andalucía con la capital romana a través del Mediterráneo; y la Vía de la Plata, que unía Emérita Augusta (Mérida) con Asturica Augusta (Astorga).
F
actores culturales
: el latín se difundíó como lengua de prestigio y se empleó como lengua oficial. Artísticamente, destacan los acueductos, puentes, anfiteatros…El derecho romano regulaba las relaciones privadas y las instituciones. También se difundieron las creencias religiosas romanas, que incluía el culto al emperador y a los dioses. A partir del siglo III también se difundíó el cristianismo tras el decreto de libertad religiosa del emperador Constantino, convirtiéndose este, en el año 380, en la religión oficial del Imperio con el emperador Teodisio.

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