05 Jun

La Cuestión de la Realidad en la Filosofía Antigua

El problema de la realidad ha sido un tema central en la filosofía desde sus inicios. Con los presocráticos se inicia el pensamiento que originaría tanto la filosofía como la ciencia, ambas centradas en el problema de la realidad. En los planteamientos presocráticos vemos ya las dos características básicas que, según Popper, caracterizan el saber tanto científico como filosófico: la reflexión crítica y el desarrollo de una teoría explicativa. Frente a los mitos, dogmáticos, cerrados e indiscutibles, el pensamiento racional de los presocráticos intenta formular una serie de teorías generales que permitan explicar las causas de los fenómenos naturales.

Los Presocráticos: Origen del Pensamiento Racional

La conjetura de Tales (la existencia de una sustancia primordial de la que se generan todas las cosas, el *arjé*) se convirtió en un modelo para las teorías posteriores.

Monistas y Pluralistas

En este sentido, encontramos autores monistas que supusieron que todo lo que hay en el universo, a pesar de su gran diversidad, está hecho de la misma sustancia que se ha diversificado dando origen a los seres concretos (como el agua para Tales, el *apeiron* para Anaximandro, o el aire para Anaxímenes). En oposición a estos, los autores pluralistas afirman que la realidad no ha surgido de un único principio o elemento, sino de diversos elementos preexistentes que se combinan formando la *physis*, como en el caso de Empédocles (teoría de los cuatro elementos), Anaxágoras con su teoría de las semillas, o el atomismo de Leucipo y Demócrito, para quienes la realidad se compone de átomos que se mueven en el espacio vacío.

La escuela pitagórica, por su parte, no se interesó tanto por el origen de la *physis* sino por su estructura, considerándola matemática.

Heráclito y Parménides: El Ser y el Devenir

Y por último, Heráclito y Parménides representan, en cierto modo, un nuevo planteamiento con respecto a los anteriores, puesto que no se preguntan *qué son* las cosas (ya sea su origen, como los milesios, o su estructura, como los pitagóricos), sino que se preguntan *qué significa que las cosas sean*. En este sentido, Heráclito sostuvo que la realidad, tal y como aparece a los sentidos, es múltiple y cambiante, y que el fuego es el principio de todo. Parménides presentó una visión opuesta, argumentando que el cambio es una ilusión y que la realidad es una, eterna e inmutable. Como hemos visto, los filósofos presocráticos, al iniciar el pensamiento racional, intentaron explicar los fenómenos por sus causas, pero no fueron más allá de las causas físicas.

Platón: La Dualidad de los Mundos

Fue Platón quien intentó ir más allá de lo que nos muestran los sentidos (salir de la caverna) y descubrir, detrás de las causas físicas, otras que dieran razón de *qué son* las cosas y *por qué son como son*. Platón fue, pues, el primero en construir un gran sistema metafísico cuya base es la separación de dos mundos: el Mundo de las Ideas, que constituye la verdadera realidad y que solo podemos conocer mediante la razón; y el mundo sensible, formado por las cosas concretas que nacen, se transforman y perecen, y que conocemos a través de los sentidos. La existencia de estos dos mundos la representa metafóricamente Platón en su conocido *Mito de la Caverna* (Libro VII de *La República*).

El Mundo de las Ideas y el Mundo Sensible

Platón comparte con Sócrates la idea de que el conocimiento científico es conocimiento de lo universal y necesario. Sin embargo, la experiencia enseña que las cosas del mundo en que vivimos son particulares y contingentes. Para Platón, debe haber, por lo tanto, otro mundo en el que exista lo universal y necesario: ese es el Mundo de las Ideas. De esta forma, soluciona la oposición entre Parménides y Heráclito. Las Ideas no son meras representaciones abstractas de las cosas; son algo objetivo, realidades extramentales, esencias puras desprovistas de toda individualidad material, y existen en sí mismas, fuera del tiempo y el espacio. Son el ser auténtico, realidades inmateriales, inmutables e intemporales (como el ser de Parménides).

Propiedades de las Ideas

En el diálogo *Fedón*, atribuye a las Ideas tres propiedades:

  • Son el objeto de conocimiento racional, ya que por su carácter universal e inmaterial no pueden conocerse por los sentidos, sino por la razón (facultad del alma que es inmaterial como las Ideas mismas).
  • Son los criterios de las cosas sensibles, ya que son los principios en que nos basamos para atribuir propiedades a las cosas sensibles (por ejemplo, para juzgar si dos cosas son iguales entre sí, nos valemos de la Idea de igualdad).
  • Son las causas ejemplares de las cosas naturales, convirtiéndose en modelos o paradigmas de las cosas sensibles.

Por ello, decimos que las cosas de este mundo lo son por imitación o participación de las Ideas.

Aristóteles: La Realidad en el Mundo Sensible

Para Platón, hay tantas clases de Ideas como clases de cosas sensibles, por lo que todas las cosas particulares del mundo sensible tienen en el Mundo Inteligible su correspondiente Idea, forma o esencia de la que participan. Pero no todas tienen la misma entidad ontológica: el *Bien*, la *Belleza* y la *Justicia* ocupan la cima, seguidas de las entidades matemáticas y, en el escalón inferior, los arquetipos de los seres físicos. Por otro lado, el mundo sensible es el mundo de las cosas materiales y corpóreas sujetas al devenir (como el ser de Heráclito). La causa eficiente del mundo es el Demiurgo, una especie de inteligencia ordenadora que pertenece al Mundo de las Ideas y que toma como modelo el Mundo de las Ideas, ordenando la materia caótica en conformidad con el modelo eterno de las Ideas, tal y como explica de manera alegórica en el diálogo *Timeo*.

A diferencia de Platón, la filosofía de Aristóteles vuelve la mirada al mundo sensible y parte de la observación para comprender la realidad. Para este filósofo, solo hay una realidad verdadera, que es el mundo material cambiante. Si para Platón las esencias de las cosas del mundo físico están fuera de las cosas, en otro mundo distinto, para Aristóteles las esencias están en los mismos seres, siendo la esencia ese «algo» en común compartido por los seres de una misma clase. Admite, por tanto, que la esencia es real, pero niega que tenga una existencia independiente, que subsista por sí misma, tal y como afirmaba su maestro Platón. Las «Formas» o *eidos* están en las cosas mismas, en la materia.

El Problema del Cambio: Acto y Potencia

Por otro lado, Aristóteles buscará una explicación diferente al problema del cambio. Si Platón consigue sintetizar el problema del cambio y la permanencia (iniciado por Heráclito y Parménides) desarrollando su ontología dualista, Aristóteles solucionará el problema afirmando que entre el ser y el no ser hay un término medio: el *poder ser*. Cada ser que *es ya en acto* puede llegar a ser otra cosa que *todavía no es*. El *ser ya es el acto*; el *no ser todavía es la potencia*. Pero cuando una sustancia actualiza una de sus potencialidades, lo hace en función de la forma o esencia. Esta forma, junto a la materia, explica la estructura interna de los seres naturales (teoría *hilemórfica*). La *materia* se refiere a la realidad de la que está hecha una cosa, y la *forma* se refiere al conjunto de rasgos característicos de un ente, siendo lo que determina que un ser sea aquello que es. Aristóteles se basa, pues, en la idea de que el movimiento es parte de la realidad.

El Helenismo: Estoicismo y Epicureísmo

Como se ha expuesto, desde la antigüedad, la filosofía ha explorado la naturaleza de la realidad desde múltiples perspectivas: desde el enfoque materialista de los presocráticos hasta la idealista concepción de Platón y la visión del cambio en Aristóteles.

El Cambio en el Helenismo

Durante el Helenismo, tanto el Estoicismo como el Epicureísmo también abordaron el cambio y el movimiento. Por su parte, el Estoicismo proponía una visión del universo como un todo lógico y ordenado, donde el cambio es parte de un plan divino y racional. El movimiento es considerado una manifestación de la razón universal (*logos*). El Epicureísmo también reconocía el cambio como parte de la naturaleza, pero con un enfoque más materialista, donde los átomos se mueven en el vacío para generar los cambios en el mundo.

Legado y Continuidad

Estas ideas sentaron las bases para el desarrollo del pensamiento filosófico posterior y continúan influyendo en la filosofía contemporánea.

Deja un comentario