14 Jul
La Empatía: Pilar de la Inteligencia Emocional y las Relaciones Humanas
La Empatía en la Inteligencia Emocional
Por Alberto Enrique Aquino Rodríguez
Uno de los elementos clave que forma parte de la inteligencia emocional es la empatía, la cual pertenece al dominio interpersonal. La empatía es el rasgo característico de las relaciones interpersonales exitosas.
Pero, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de la empatía? La empatía no es otra cosa que «la habilidad para estar consciente de, reconocer, comprender y apreciar los sentimientos de los demás». En otras palabras, ser empático es ser capaces de «leer» emocionalmente a las personas.
Es, sin duda, una habilidad que, empleada con acierto, facilita el desenvolvimiento y progreso de todo tipo de relación entre dos o más personas. Así como la autoconciencia emocional es un elemento importantísimo en la potenciación de las habilidades interpersonales de la inteligencia emocional, la empatía viene a ser algo así como nuestra conciencia social, pues a través de ella se pueden apreciar los sentimientos y necesidades de los demás, dando pie a la calidez emocional, el compromiso, el afecto y la sensibilidad. Veamos su importancia.
El Radar Social
Si, por un lado, el déficit de nuestra capacidad de autoconciencia emocional nos lleva a ser vistos como analfabetos emocionales (iletrados en el «abc» del reconocimiento de las propias emociones), una insuficiencia de nuestra habilidad empática es el resultado de una sordera emocional, pues a partir de ello, no tardan en evidenciarse fallas en nuestra capacidad de interpretar adecuadamente las necesidades de los demás, aquellas que subyacen a los sentimientos expresos de las personas.
Por ello, la empatía es algo así como nuestro radar social, el cual nos permite navegar con acierto en el propio mar de nuestras relaciones. Si no le prestamos atención, con seguridad equivocaremos el rumbo y difícilmente arribaremos a buen puerto. Revisemos ahora con detenimiento en qué nos es útil.
A Través de los Cristales del Otro
No es raro que se crea comprender al otro solo en base a lo que notamos superficialmente. Pero lo peor puede venir al confrontar su posición con la nuestra y no «ver» más allá de nuestra propia perspectiva y de lo aparentemente «evidente».
Debemos saber que nuestras relaciones se basan no solo en contenidos manifiestos verbalmente, sino que existen muchísimos otros mecanismos llenos de significado y de los que no siempre sabemos sacar partido. La postura, el tono o intensidad de la voz, la mirada, un gesto e incluso el silencio mismo, todos son portadores de gran información, que siempre está ahí para ser decodificada y darle la interpretación apropiada. De hecho, no podemos leer las mentes, pero sí existen sutiles señales, a veces «invisibles» en apariencia, las cuales debemos aprender a «leer».
Un individuo empático puede ser descrito como una persona habilidosa en leer las situaciones mientras tienen lugar, ajustándose a las mismas conforme estas lo requieran; al saber que una situación no es estática, sacan provecho de la retroalimentación, toda vez que saben que ignorar las distintas señales que reciben puede ser perjudicial en su relación. Es también alguien que cuenta con una buena capacidad de escucha, diestra en leer «pistas» no verbales; sabe cuándo hablar y cuándo no, todo lo cual le facilita el camino para influenciar y regular de manera constructiva las emociones de los demás, beneficiando así sus relaciones interpersonales. Pueden ser buenos negociadores, orientados hacia un escenario donde todas las partes salgan ganando.
Por otro lado, las personas débiles en esta habilidad tienen dificultades para «leer» e interpretar correctamente las emociones de los demás, no saben escuchar, y muchas veces son ineficientes leyendo las señales no verbales, razón por la que pueden evidenciar una torpeza social, al aparecer como sujetos fríos e insensibles. Está claro que no ser sensible a las emociones de los demás socava las relaciones interpersonales. Los individuos que manifiestan incapacidad empática no saben leer su radar social, motivo por el que –algunas veces sin proponérselo– dañan la intimidad emocional de las personas con quienes tratan, pues al no validar los sentimientos y emociones del otro, este se siente molesto, herido o ignorado.
En el grado extremo de esta habilidad están, por una parte, los alexitímicos (personas incapaces de expresar los propios sentimientos y de percibir adecuadamente los sentimientos de otros) y, por la otra, están los elementos antisociales o los psicópatas, quienes guardan poca o ninguna consideración por los sentimientos ajenos y pueden más bien manipular a las personas en su propio beneficio.
Cualquier tipo de relación marital, familiar o de trabajo puede verse afectada por esta capacidad. De hecho, investigaciones demuestran que la empatía es una habilidad esencial en muchas ocupaciones, especialmente aquellas que tienen que ver con el trato público, las ventas, las relaciones públicas, los recursos humanos, la administración, por citar algunas. Lo cierto es que sus aplicaciones pueden ser diversas: en la formación de los líderes, en estudios de identificación de necesidades organizacionales o de mercado, en consultoría organizacional, en psicoterapia, en medicina, entre otros. En todas estas es una habilidad crucial para alcanzar la excelencia.
La Habilidad de Ponerse en los Zapatos del Otro
Por Gustavo Novelo Mascarúa
Si echamos a andar nuestra memoria y tratamos de recordar a aquellas personas con quienes hemos tenido largas charlas agradables o que nos han sabido escuchar u orientar en momentos críticos de nuestra vida, o en personas desconocidas que nos han ayudado en momentos difíciles como cuando, por ejemplo, se nos ha descompuesto el coche, o un empleado que nos ha dado una solución a nuestra petición como clientes, encontraremos algo común en ellas: han sido empáticas. Pero, ¿qué es ser empático? Podemos definir la empatía como la habilidad para captar los sentimientos, necesidades e intereses ajenos. Se dice fácil, pero en la vida moderna actual en las grandes ciudades, muchos de nosotros nos hemos vuelto egoístas e insensibles y agradecemos cuando encontramos un oído presto a comprendernos.
Percibir lo que otros sienten, sin decirlo, es la esencia de la empatía. Ser empático es cuando otra persona no nos dice lo que siente, pero con su tono de voz, su expresión facial, su mirada, podemos intuir su estado emocional. Esta habilidad se inicia en nosotros mismos; en la medida que nos conocemos y sabemos autointerpretarnos, nos hacemos más sensibles con los otros. Si no podemos percibir nuestros propios sentimientos, muy difícilmente podremos interpretar el estado de ánimo del prójimo.
Cuando nos falta esa sensibilidad, nos quedamos desconectados y corremos el riesgo de quedarnos sin amigos, pareja y hasta sin trabajo. La falta de oído emocional nos conduce a ser torpes socialmente y nos lleva a interpretar mal los sentimientos ajenos o a manifestar una indiferencia que aniquila la afinidad. Algunas personas pueden fingir que son muy empáticas, pero tarde o temprano son descubiertas al mostrar su verdadera intención de sacar provecho de la situación, ya sea para vendernos algo, escalar una posición, manipularnos o algo peor.
En una etapa inicial, la empatía implica interpretar correctamente las emociones, pero en un plano más elevado implica dar una respuesta a las necesidades del otro, y esto no todos estamos preparados para hacer.
Cuando vemos una cara alegre, por ejemplo, somos empáticos al evocar en nosotros la emoción correspondiente. En el grado en que nos interesamos en ponernos en los zapatos del otro, entonces se inicia la sincronización emocional. Al faltar ese radar emocional, corremos el riesgo de solo relacionarnos en la parte racional de los seres humanos. La empatía es esencial en las relaciones interpersonales. Cuando existe, facilita la comunicación y la manera en que influimos en otros.
La empatía es importante sobre todo en aquellas actividades que se centran en la gente, donde se requiere interpretar con habilidad los sentimientos de una persona, como es el caso de la medicina, la psicoterapia, la atención a clientes, la religión, por mencionar algunos ejemplos.
Un elemento clave de la empatía es que exista un oído bien afinado. Para poder ser empáticos en cualquier actividad es esencial saber escuchar.
Quienes no saben escuchar dan la impresión de ser indiferentes o insensibles, lo cual provoca en el otro un deseo de no seguir hablando y no volver, en lo posible, a interactuar con esa persona.
Consejos para Desarrollar la Empatía
- Invitar al diálogo a través del contacto visual. Si vemos los ojos de nuestro interlocutor, tendrá la sensación de que nos interesa lo que está diciendo.
- Hay que concentrarse en la persona y en lo que está diciendo, posponiendo el deseo de dar nuestra propia opinión para evitar cortar su deseo de hablar y expresar lo que siente.
- Mostrar cercanía en una distancia en que ambos se sientan cómodos.
- Asentir con la cabeza para que el otro sienta que lo estamos siguiendo en la conversación.
- Evitar gestos nerviosos como mirar el reloj a cada rato, tener un objeto en nuestras manos, etc.
- En lo posible, no permitir interrupciones como puede ser estar contestando el teléfono o estar atendiendo a otras personas simultáneamente.
- Usar palabras para estimular la conversación, como «continúa», «sigue», «dime más»…
- Hacer preguntas aclaratorias, como «¿Qué quieres decir con esto?».
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