19 May

La Filosofía de José Ortega y Gasset: Raciovitalismo y Perspectivismo

Ortega rechaza las interpretaciones realista e idealista del conocimiento, proponiendo frente a ellas su raciovitalismo, una filosofía que parte de lo que Ortega entiende que es la “realidad radical”. Ortega piensa que la realidad radical, en la que todas las demás realidades se apoyan y desde la que toman sentido, es la vida, pero no la concebida desde el punto de vista biológico, ni la vida como un concepto abstracto, sino la vida vinculada siempre a un individuo y a una circunstancia concretos, en la que sujeto y objeto, yo y mundo, se implican mutuamente.

Enfrentado a una circunstancia, respecto de la cual tiene que saber “¿a qué atenerse?”, el yo utiliza su razón para aclararse sobre lo que es el mundo que le rodea. El conocimiento, pues, se halla en Ortega al servicio de la vida, y la razón es “razón vital”. Nada tiene que ver, por tanto, con la razón abstracta de la que hablaban los racionalistas.

El conocimiento se da, asimismo, desde una perspectiva determinada, porque vida y perspectivas se implican mutuamente. La realidad, según Ortega, se descompone en infinidad de perspectivas diferentes, y su conocimiento requiere la suma de todas ellas, a fin de recomponer “el torrente de lo real”: ninguna perspectiva es inútil, sino que todas son insustituibles, pues todas ofrecen un determinado punto de vista sobre la realidad. Tampoco existe ninguna perspectiva absoluta, que sirva de criterio a todas las demás y componga una visión completa de la realidad.

La razón vital y el conocimiento son, para Ortega, además, históricos. Porque la vida es, ante todo, temporal, y, en consecuencia, las interpretaciones que ofrece la razón de la realidad que nos rodea van cambiando con el tiempo, por eso, la razón vital es también “razón histórica”, como históricas son las diversas perspectivas que el sujeto va teniendo sobre la realidad.

El conocimiento de la realidad que ofrecen tales perspectivas viene determinado por dos factores:

  1. Las creencias, que condicionan el conocimiento vigente en cada momento histórico, como presupuestos indiscutibles. Las hemos heredado y sobre ellas se asienta nuestra vida.
  2. Las ideas, que implican nuevas perspectivas sobre la realidad, las cuales, sustituyendo con el tiempo a las creencias del pasado, anticipan un nuevo periodo de la historia humana, siempre que sean las élites -es decir, aquellos individuos que postulan las nuevas ideas-, y no las masas, quienes dirijan el destino de la sociedad. Cuando son aceptadas por la comunidad, se convierten en creencias.

La Filosofía de Friedrich Nietzsche: Nihilismo y Transvaloración

La consecuencia más grave del idealismo unido al cristianismo ha sido el triunfo del mal característico de nuestra época: el nihilismo, proceso por el cual, al producirse la muerte de Dios, los valores más elevados pierden su sustento religioso y la vida se precipita en la nada. La superación del nihilismo requiere una filosofía activa, creadora, que ofrezca una alternativa a la metafísica occidental y que recupere el pensamiento griego presocrático.

Frente a la decadencia de la moral cristiana, Nietzsche propone una transvaloración de todos los valores. Critica la “moral de esclavos” promovida por el cristianismo, que exalta la humildad, el sufrimiento y la obediencia, y propone en su lugar una “moral de señores”, afirmativa, vital y creadora. Esta nueva forma de vida la encarna el superhombre (Übermensch), figura que representa al individuo capaz de vivir sin necesidad de Dios, asumiendo la responsabilidad de dar sentido a su propia existencia. El superhombre no busca consuelo en ideales trascendentes, sino que afirma la vida tal como es, incluso bajo la idea del eterno retorno, que plantea que todo debe ser vivido como si fuera a repetirse infinitamente. Su fuerza interior proviene de la voluntad de poder, entendida como impulso fundamental que lleva al ser humano a superarse, crear y afirmar la vida desde su propio centro.

En este contexto, Nietzsche propone la figura del superhombre (Übermensch), el individuo que supera el nihilismo y crea sus propios valores, más allá del bien y del mal. Este ser no se somete a una moral impuesta, sino que vive según su voluntad de poder, que no se reduce a dominar a otros, sino que es la fuerza interna que impulsa a todo ser vivo a crecer, afirmarse y crear. Habrá de ser una moral que renuncie a proyectar los valores morales en un mundo ideal y que acepte el eterno retorno, como alternativa al tiempo lineal del cristianismo: las fuerzas que componen la realidad retornan cíclicamente, pero no de forma mecánica, sino aumentando en cada ciclo el valor creativo de la vida.

El representante de la nueva “moral de señores”, el “superhombre” (Übermensch), es un “espíritu libre” que, habiendo atravesado las tres transformaciones del espíritu se ha liberado, como el “león” de la carga de la ley moral que porta pasivamente el “camello” cristiano, para ser, finalmente, como un “niño” inocente, que crea nuevos valores, atendiendo solamente al presente, diciendo sí a la vida. Mediante esta transvaloración de los valores morales, el “superhombre” sustituirá a los decadentes ideales morales reactivos de nuestra civilización en declive por nuevos valores que llenen nuestra existencia.

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