08 Mar
Rousseau: El Problema Político/Social
Rousseau aborda el problema de la política destacando cómo la sociedad corrompe la libertad humana. A diferencia de Hobbes y Locke, que justifican el poder del soberano o el gobierno limitado para proteger derechos individuales, Rousseau sostiene que el ser humano, en su estado natural, es bueno y libre. La creación de la propiedad privada es lo que da origen a la desigualdad y la corrupción en la sociedad.
Para Rousseau, el contrato social debe basarse en la voluntad general, que representa el bien común, no en los intereses individuales. La verdadera libertad, según él, radica en someterse a esta voluntad general, ya que, al obedecer las leyes que todos han creado colectivamente, los individuos se realizan como libres. El objetivo es establecer una sociedad igualitaria donde el poder político resida en el pueblo, garantizando justicia e igualdad para todos.
Hume: El Problema de la Ética
Hume, al rechazar el racionalismo en la ética, sostiene que la razón no puede ser el fundamento de las normas morales. Para él, la razón solo puede describir los hechos y las relaciones de ideas, pero no puede prescribir cómo deben ser las cosas. En su opinión, las distinciones morales como el Bien y el Mal no son ni cuestiones de hecho ni relaciones de ideas, sino que pertenecen al ámbito del “deber ser”, algo que la razón no puede establecer por sí sola. La confusión entre el “ser” y el “deber ser” constituye lo que Hume llama la falacia naturalista. Esta falacia ocurre cuando se intenta derivar un juicio moral de una descripción natural, como en el caso de argumentar que lo egoísta es moralmente bueno solo porque es natural en los seres humanos.
En lugar de la razón, Hume propone que la moralidad se basa en los sentimientos y emociones que surgen en nosotros al percibir ciertas acciones. Según él, juzgamos si algo es bueno o malo a partir de la respuesta emocional que nos provoca, como el agrado o desagrado ante un acto. Sin embargo, Hume no cae en un relativismo moral, ya que considera que los seres humanos comparten una naturaleza común y que existe una regularidad en los sentimientos morales. Así, aunque las reglas morales se derivan de las emociones, la simpatía, que Hume entiende como una forma de empatía, juega un papel crucial en la cooperación y en la creación de un bien común. A través de esta capacidad de sentir lo que otros sienten, el ser humano no solo busca su propio beneficio, sino también el bienestar de los demás, lo que contribuye a la construcción de una ética basada en la emoción más que en la razón.
Descartes: El Problema del Conocimiento
René Descartes, filósofo y matemático del siglo XVII, es conocido por su enfoque radical en la búsqueda de un conocimiento seguro y universal. Rechazando las filosofías previas basadas en la autoridad religiosa, Descartes propuso un método que se fundamenta en la duda sistemática, cuestionando todo lo que no sea indudable. Su célebre frase “Cogito ergo sum” (pienso, luego existo) resume su descubrimiento de que la única certeza inquebrantable es la existencia del ser pensante. A partir de esta certeza, Descartes deduce la existencia de Dios, cuya perfección asegura la veracidad de nuestras percepciones. Su método cartesiano se basa en cuatro principios: evidencia, análisis, síntesis y enumeración, que buscan llegar a verdades claras y evidentes como las matemáticas. Este enfoque no solo cimenta la base de la filosofía moderna, sino que también proporciona las bases para el desarrollo de las ciencias, influyendo profundamente en el pensamiento occidental posterior. Descartes, al poner la razón como la herramienta fundamental del conocimiento, marca un hito crucial en la historia del pensamiento.
Descartes: El Problema de Dios
En el sistema filosófico de René Descartes, Dios cumple una función esencial como garante de la certeza del conocimiento. Tras alcanzar la primera certeza indudable del cogito ergo sum (pienso, luego existo), Descartes se enfrenta al desafío de validar la existencia del mundo exterior sin caer en el solipsismo. La duda metódica lo lleva a cuestionar todo, incluidos los contenidos de la mente, que clasifica en tres tipos: ideas adventicias, ideas facticias e ideas innatas. Las ideas adventicias son las producidas por los sentidos, pero no aseguran la correspondencia con una realidad externa, pues pueden ser alteradas por un genio maligno que manipula nuestra percepción. Las ideas facticias, generadas por la imaginación, son aún más sospechosas, ya que son construcciones mentales que no corresponden a ninguna realidad perceptible, como la fantasía de criaturas mitológicas. Las ideas innatas, en cambio, son ideas claras y distintas que no dependen de la experiencia sensorial, como la noción de la substancia o la idea de Dios, y son universales, es decir, comunes a todo ser humano desde su nacimiento. De todas ellas, Descartes se enfoca especialmente en la idea de Dios, pues esta representa una substancia infinita y perfecta, una idea que no puede haber sido producida por una mente finita y limitada, como la humana. Siguiendo el principio de causalidad, Descartes argumenta que la causa de una idea debe ser más real que el efecto que genera, y dado que la idea de un ser infinito no puede proceder de un ser finito, la causa de esta idea solo puede ser un ser infinito, es decir, Dios. En este sentido, Descartes reformula el argumento ontológico de San Anselmo, sosteniendo que la existencia es una perfección inherente a la naturaleza de Dios, y que, como ser perfecto, debe necesariamente existir. Una vez demostrada la existencia de Dios, Descartes puede eliminar la posibilidad de un engaño sistemático, pues, siendo Dios perfecto, no permitiría que nos engañáramos permanentemente, lo que otorga validez a las ideas claras y distintas. La certeza de la existencia de Dios actúa, así, como la clave para superar la duda radical y afirmar la veracidad del conocimiento humano y del mundo externo.
Descartes: El Problema del Ser Humano/Realidad
El dualismo cartesiano plantea una visión de la realidad dividida en dos sustancias fundamentales: la res cogitans, o sustancia pensante, que corresponde a la mente o alma, e inmaterial, y la res extensa, que es la sustancia material, definida por la extensión y su sujeción a las leyes físicas. Descartes introduce además a Dios como una res infinita, independiente y perfecta, que se diferencia de las sustancias finitas. En su concepción del universo, Descartes adopta el mecanicismo, explicando todos los fenómenos materiales, incluido el cuerpo humano, como procesos regidos por leyes mecánicas. Sin embargo, el reto central de su filosofía es la relación entre cuerpo y alma, pues ambas son sustancias completamente distintas. Para resolver este problema, Descartes sugiere que la glándula pineal, ubicada en el cerebro, es el punto de interacción entre ambas, aunque su explicación ha generado controversia y permanece en debate. Esta división radical entre el cuerpo y la mente da lugar a una serie de cuestionamientos sobre la naturaleza del ser humano y la interacción entre lo físico y lo mental.
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