25 Jul

  1. PRINCIPALES CORRIENTES ÉTICAS (DESARROLLO) (ex 1)



  2. Relativismo frente a universalismo moral

 Intentando responder de diversos modos a las problemáticas morales los pensadores se han organizado en dos grupos:

  1. Los que consideran que las leyes morales son convencionales y dependen del momento histórico en el que se viva y de los intereses de los sujetos individuales. Postura defendida por los sofistas, que afirman un relativismo moral o un agnosticismo moral. Si no podemos saber nada a ciencia cierta sobre la moralidad de los actos, lo mejor es seguir la conveniencia propia; y al revés, para seguir el propio interés, lo mejor es afirmar que no se puede saber nada con certeza en las cuestiones morales.
  2.  Los que consideran que existen leyes morales objetivas. Se logra a través de una razón moral universal. A los sofistas se opone con esta actitud Sócrates, que pide buscar dentro de uno mismo la verdad y el bien natural que surgirá indefectiblemente si la persona es capaz de superar sus deseos y su falso conocimiento.
  1. Las éticas de la felicidad


Los grandes intelectuales griegos siguen a Sócrates en la búsqueda de una moral objetiva que diferencia el bien del mal. Quieren actuar justamente
. Platón hace referencia a 4 virtudes morales: prudencia, fortaleza, templanza y justicia; su discípulo Aristóteles es quien da nombre a la Ética, este es  eudemonista, considera que el objetivo de la Ética es alcanzar la felicidad.
Dependiendo de la naturaleza que tenga cada uno, así será el camino de su felicidad. La felicidad del ser humano no está unida al placer, las riquezas o al honor; sino que consiste en desarrollar la contemplación de la verdad. El problema es que la felicidad perfecta es difícilmente alcanzable en es esta vida, en la que solo cabe una felicidad limitada, la cual es frágil y precaria.


El camino para alcanzar esa plenitud es la virtud, definida por Aristóteles como un hábito racional que se sitúa entre el exceso y el defecto. Aristóteles distingue las virtudes intelectuales o dianoéticas (relacionadas con el conocimiento) y las éticas (relacionadas con el buen obrar). La vida que nos procuran las virtudes éticas consiste en una multiplicidad de actividades ordenadas conforme a la razón.

Aristóteles no desprecia ni el placer ni el bienestar. La felicidad precisa de un cierto acompañamiento de los bienes de fortuna, a los que dedica los capítulos finales de “la Ética a Nicómaco”.

En los siglos siguientes la pregunta por la felicidad se hace más angustiosa. En los últimos siglos de la Edad Antigua surgen dos escuelas que proponen dos respuestas contrarias al problema de la felicidad.

Epicuro fundará en el S.III una corriente con su nombre y que se caracteriza por su tendencia hedonista. Este distingue dos tipos de placeres: el dinámico (acción de gozar procurándose un placer o satisfaciendo una necesidad), el cual es peligroso pues provoca más desasosiego que felicidad, y el estático (consiste en la ausencia de dolor  y turbación. Sólo el placer estático da felicidad. Esta consiste en liberarse de las falsas opiniones y de las complicaciones; por ello los epicúreos se apartaban de la vida política y se recluían en el jardín, que es como llamaban a su escuela.

El epicureísmo no distingue el estado de placer ni el bien que lo provoca, por eso, hace depender la moralidad de un cambiante estado de ánimo.

En torno a los porches de la plaza pública surge el estoicismo.
Famosos pensadores estoicos fueron Zenón de Citio, Séneca y el emperador Marco Aurelio. El estoico considera que la sola virtud asegura la armónía interior y la paz del alma.

Durante la Edad Media, Tomás de Aquino revitaliza la ética aristotélica en el contexto de la doctrina del derecho natural. Para Tomás de Aquino, el único bien que cumple las condiciones plenas del bien es el bien infinito (Dios).  Este plantea la continuidad entre la virtud y la bienaventuranza eterna: la felicidad imperfecta que podemos obtener aquí es ya una participación y una incoación de la felicidad perfecta que se obtendrá en la eternidad y que culmina la anterior.

Emotivismo y utilitarismo


     Surge el emotivismo cuyo pensador más destacado es David Hume. Contra el Racionalismo, considera que la acción voluntaria no depende de la razón práctica, sino de la esperanza de experimentar una sensación de placer  o evitar un sentimiento de dolor. Segú Hume, el sentimiento domina la moral y no nuestros actos libres y racionales.

   En el S.XIX se desarrolla el utilitarismo, predominante en el ámbito anglosajón. Uno de sus primeros autores es Jeremy Bentham. Este considera que las acciones y las cosas son buenas si generan útiles y útiles si generan placer. John Stuart Mill coincide con Bentham en que la felicidad consiste en el placer  puede reducirse a un egoísmo insolidario y en que la búsqueda del puro placer inmediato puede producir más infelicidad que su contrario. El verdadero placer se mide de forma cuantitativa.

El problema del utilitarismo es que es siempre instrumental y está subordinado a otro bien. Si la utilidad es el criterio del bien, entonces no tiene un criterio propio, depende de las circunstancias. Por ello no puede ser criterio de moralidad.

DESARROLLO (ex 1) PRINCIPALES CORRIENTES ÉTICAS


Éticas del deber


Entre el emotivismo y el utilitarismo se sitúala ética deontológica de Kant. Critica el emotivismo por su falta de racionalidad pero reacciona igualmente contra la ética eudaimonista de Aristóteles; las considera heterónomas, Kant llama a estas éticas materiales frente a la moral kantiana, que sería puramente formal. Kant no considera que pueda haber un concepto objetivo de felicidad, esta dependería de la voluntad subjetiva del individuo.

El eudemonismo aristotélico contesta a la crítica que sus objeciones sólo alcanzan a la ética hedonista, como la de Epicuro o Home. No todas las éticas eudemonistas se rigen por un impulso egoísta.

Es por tanto una ética autónoma, universal e incondicionada.
Lo único que nos debe mover en la actuación moral es la sola idea del deber. Con independencia de la actuación contra el deber existen dos posibilidades: La actuación conforme al deber (se sigue el deber pero sólo de forma aparente, coincide con nuestro interés). La verdadera actuación moral tiene que ser por deber por encima de cualquier otra valoración.

Kant formula un imperativo categórico: “obra de tal modo que puedas querer que la máxima de tu actuación se convierta en norma de conducta universal”. Cada persona debe convertirse, siguiendo su razón en criterio universal de comportamiento.

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