18 May

La poesía desde 1939 a los años 70: tendencias [testimonial, social y del conocimiento], autores y obras representativos. La lírica española de los primeros años de posguerra no puede entenderse sin tener en cuenta la situación histórico-política y social del momento. Tras la Guerra Civil, la sociedad española queda dividida en dos bandos, el de los vencedores y el de los vencidos y la brecha que los separa afectará de forma muy particular al ámbito cultural. El exilio exterior de buena parte de los escritores vivos, afines a la República como los malagueños Emilio Prados y Manuel Altolaguirre. El asesinato de Federico García Lorca y el encarcelamiento del joven Miguel Hernández dejarán apenas sin modelos a las nuevas generaciones poéticas y la producción lírica de aquellos que se quedan en el llamado exilio interior deberá esquivar la fuerte presión de la censura. Década de los 40: La poesía testimonial.La producción lírica de los poetas que se quedan en España girará, principalmente, en torno a las revistas literarias. -La revista Garcilasoagrupará a los escritores afines al régimen oficial, la llamada «juventud creadora» (Luis Rosales, Leopoldo Panero o Luis Felipe de Vivanco, entre otros) que practicará lo que Dámaso Alonso llamó poesía arraigada
: una poesía que presentaba un mundo coherente, ordenado y sereno, inclinada hacia temas como Dios, la patria y la familia y formalmente caracterizada por una perfección de corte clásico. -Como contrapunto a Garcilaso nace en León Espadaña, revista que reúne a los poetas contrarios al régimen cuya visión del mundo está marcada por el pesimismo ante el caos y la injusticia. Se trata de una poesía desarraigada, la de aquellos para quienes «el mundo nos es un caos, una angustia y la poesía una frenética búsqueda de ordenación y de ancla» (en palabras de Dámaso Alonso). Se trataba de una poesía de corte existencialista y de tono trágico, más preocupada por indagar en las causas del sufrimiento humano que por los primores estéticos. La religiosidad, también presente, estará tratada con un tono de desesperanza y de duda en poemas en los que se e increpa a Dios sobre las causas de tanto dolor. Los primeros poemarios de Gabriel Celaya y de Blas de Otero se enmarcarán dentro de esta corriente desarraigada cuya cumbre se alcanza, sin duda, en el año 1944 con la publicación de Sombra del paraíso, de Vicente Aleixandre e
Hijos de la ira,de Dámaso Alonso. Década de los 50: La poesía social. El tono individualista de la lírica anterior irá dejando paso a una poesía concebida como comunicación, en la que el poeta se erigirá portavoz del sufrimiento colectivo. De la poesía de indagación del dolor humano se pasa a la poesía de denuncia directa de los males sociales: es lo que se conoce como poesía social, una poesía que debe tomar partido ante los problemas del mundo y ser instrumento de cambio político y social, para lo cual es necesario un lenguaje sencillo y directo con el que llegar a «la inmensa mayoría». El mensaje prima sobre la forma poética y que, alejada de los propósitos juanramonianos, seguirá la estela de poetas como Miguel Hernández o Antonio Machado. – Gabriel Celaya (Cantos Íberos, 1955): –Blas de Otero (Pido la paz y la palabra, 1955) Primera etapa: La angustia existencial y la búsqueda de una respuesta para combatir el dolor son el núcleo de la obra poética de Blas de Otero.
Ángel fieramente humano (1950) y Redoble de conciencia (1951) Ya estamos en 1952, año importante en la biografía y escritura de Otero. Con la venta de casi toda su biblioteca se sufraga un viaje a París. Tras largos diálogos con Jorge Semprún, ingresa en el Partido Comunista de España. Mantendrá la militancia durante el resto de su vida. El poeta que gritaba en vano a la divinidad encuentra cierto alivio en las explicaciones marxistas. Nos comunica su lema en un verso: “Definitivamente, cantaré para el hombre”. Y en 1954 da un paso simbólico en compañía de los artistas Agustín Ibarrola e Ismael Fidalgo. Opina que por coherencia política debe participar en los trabajos del proletariado. –Segunda etapa:

Pido la paz y la palabra(1955), representan un cambio drástico en su literatura. Otero abandona su agónico deseo de liberación individual y las preguntas religiosas. Elige participar en la actividad política. Viaja a Rusia, China y Cuba. Permanece en La Habana durante tres años y se casa con Yolanda Pina. Convertido en modelo de poeta social, frecuenta a Gabriel Celaya, Jorge Oteiza, los hermanos Goytisolo, Jaime Gil de Biedma, Claudio Rodríguez o Agustín García Calvo. Varias veces menciona a Nazim Hikmet, y los lectores sienten la respiración de César Vallejo en las páginas del español. De súbito, un reproche en el texto “Epístola moral a mí mismo”: “No pienses que toda la vida es esta / mano muerta, este redivivo pasado, / hay otros días espléndidos que compensan, / y tú los has visto y te orientaron”. Modifica la forma de su expresión utilizando la ironía popular, los retruécanos, otros juegos verbales.

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