25 Jul

La gaviota y el pingüino

Autor : Merce Jou Armengol

Había una vez una blanca gaviota llamada Carlota.

Carlota, a pesar de ser feliz surcando los cielos, se sentía muy

sola pues no tenía familia. En

seguida se hizo amiga del jovencito pingüino, que se llamaba

Rufino. Rufino era el más pequeño de la familia.

Ambos charlaron durante horas, conocíéndose el uno al otro,

hasta que el pingüino dijo a la gaviota:

– Como me gustaría poder volar como tú

La gaviota le contesto:

-Si, yo puedo volar y es muy divertido, pero envidio el que tu

tengas esta gran familia que yo no tengo.

– ¿ En serio ? – grito dando pequeños saltitos.

Carlota puso su ala encima del hombro de Rufino y le dijo:

– Espérame aquí, regresaré pronto, en unos días estaré de

vuelta.

La gaviota Carlota emprendíó el vuelo y se alejo volando

mientras Rufino la miraba embelesado.

Al cabo de unas semanas Rufino vio como Carlota se acercaba

por el aire moviendo sus majestuosas alas y planeando en el

cielo. – pensó.

Carlota aterrizó a su lado algo cansada y le dijo a Rufino:

– Vas a poder volar

Rufino abríó sus ojos como platos

– ¿ Lo dices de verdad ?

Carlota señalo a un montículo de hielo y Rufino lo miro nervioso

y excitado.

– Ohhh!! – exclamó Rufino

La gaviota Carlota había volado hasta la morada de su amigo el

mago y contándole el deseo de Rufino le había pedido que lo

ayudara.

El mago, con toda solemnidad dijo:

– Rufino, yo puedo hacer que vueles, pero para ello necesito

algo a cambio.

– ¿ el uno por el otro ? – preguntó Carlota

– Si – respondíó el mago- tu, Carlota, te quedarás a vivir con

esta gran familia, cumpliendo tu sueño de tener padres y

hermanos, pero a cambio no podrás volver a volar y tu, Rufino,

volarás lejos surcando los cielos disfrutando de lo que siempre

soñaste, poder volar.

Carlota, que deseaba enormemente tener familia asintió con la

cabeza – Yo también estoy de acuerdo. IMANHO !!

Una poderosa luz azulada con hilos blancos serpenteantes

envolvíó a los dos amigos.

Al cabo de unos instantes la luz desaparecíó y Carlota y Rufino

se miraron el uno al otro. Rufino había desarrollado unas largas

plumas en sus antes minúsculas alas y asombrado comenzó a

moverlas.

– ¡ Estoy volando ! – mientras Carlota lo miraba

emocionada.

Rufino se elevó un poco más y más, sentía el aire en su cara

mientras revoloteaba en círculos, podía ver más allá de su casa,

las montañas nevadas, las grandes llanuras blancas, el mar

sembrado de pequeños bloques de hielo blanco. Sin poder dejar

de mover sus alas, llevado por una fuerza desconocida, Rufino

se elevó y elevó en el cielo y de repente dijo gritando para que

lo oyeran:

– Querido mago ¿ acaso no voy a poder despedirme de mi

familia ?

– No- respondíó el mago mirando al cielo hacia donde

revoloteaba Rufino – Ya no, debes volar lejos o el hechizo se

romperá.

Rufino algo apenado por su familia pero emocionadísimo por

poder finalmente surcar los cielos cómo siempre había soñado,

siguió volando y volando hasta perderse en el horizonte.

Carlota se dirigíó tímidamente hacia la gran familia que

habitaba ese lugar que estaba ya reuníéndose para pasar la

noche.

El verano pronto llegó y tanto Rufino como Carlota vivían su

nueva vida bajo los rayos del sol.

Rufino volaba y volaba recorriendo mundo.

Muy lejos al Este, en Islandia, el joven mago dormía ya en la

cama de su humilde cabaña, cuando de repente abríó los ojos y

mirando hacia la ventana iluminada por la luz de las estrellas,

se sentó en la cama.

El mago, que no solo era un gran mago, sino que además era

muy muy sabio, sabiendo en seguida lo que ocurría se dispuso

a partir. Dio tres

pasos hasta colocarse sobre una piel de oso que vestía el suelo

de madera de su cabaña y con los pies descalzos sobre la

mullida alfombra, cerró los ojos y pronunció en un lenguaje

extraño tres palabras

– Ruimcala….Amstala…IMANHO !!

Una explosión de humo color ceniza alrededor del Mago le hizo

desaparecer.

No habían pasado ni tres segundos cuando envuelto en una

neblina amarilla aparecíó el joven mago frente al desolado

pingüino Rufino.

Rufino se sobresalto al ver la neblina amarilla, pero ya era algo

familiar para él, así que no se sorprendíó al ver aparecer al

mago. , ¡ el mago !

Rufino agacho la cabeza y dijo :

– Si amigo mago, me hiciste muy feliz pudiendo volar y viajar,

pero me he dado cuenta de que echo muchísimo de menos a mi

familia.

– ¿ Quieres regresar con tu familia ? – le pregunto el mago a

Rufino

Rufino respondíó – Nada me haría más feliz

El joven, dijo a Rufino

– cierra los ojos

Rufino cerró los ojos y el mago, cogiendo con su mano su negra

capa, levantó el brazo y envolvíó con la tela a Rufino, el cual por

unos instantes sintió un ligero mareo y un cosquilleo por todo su

cuerpo antes de quedar profundamente dormido.

Su amigo el mago había aparecido frente a ella.

– Estoy aquí amiga Carlota. He sabido de tu aflicción.

Carlota, poniéndose en pie desperezándose ahuecando sus

plumas, dijo:

Sí, soy feliz con mi nueva familia, pero hecho muchísimo de

menos poder volar y viajar por el mundo.

– ¿ Quieres volver a volar ? – preguntó el mago

– Carlota respondíó – Nada me haría más feliz

– Cierra los ojos – dijo el mago

Carlota cerró los ojos y el mago, al igual que había hecho con

Rufino, envolvíó bajo su negra capa a Carlota, la cual quedó

profundamente dormida.

– Despertad – dijo el mago – abrid los ojos

Rufino y Carlota abrieron los ojos y poniéndose de pie

preguntaron al unísonó

– ¿ Que ha pasado ? ¿ Dónde estamos ?

– ¿ Que quieres decirnos ? Pregunto Rufino tambaleándose un

poco aún un ligeramente mareado.

El mago dio dos pasos para acercarse más a ellos y con voz

serena, mirada sabia y semblante tranquilizador comenzó a

hablarles:

– Los dos teníais una vida de la que disfrutabais. Habéis vivido todo

aquello que deseabais, tu Rufino, volar por el cielo visitando

hermosos lugares, y tu, Carlota, tener la familia que siempre

habías deseado.

Carlota y Rufino lo miraban en silencio y ante las sabias

palabras del mago no fueron capaces de responder.

Ambos fueron felices el resto de su vida


Deja un comentario