25 May


LA CASA DE Bernarda Alba


Nos encontramos ante un fragmento perteneciente a La casa de Bernarda Alba, escrita por Federico García Lorca.
Este nacíó en Granada en 1898 y, entre 1919 y 1928, vivíó en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Viajó por España, Cuba y Estados Unidos, fundando a su regreso la compañía teatral La Barraca. En 1936 murió asesinado en Víznar por sus posiciones antifascistas. Pertenece al movimiento literario conocido como la Generación del 27, grupo de poetas iniciado con el apoyo de Juan Ramón Jiménez y Ortega y Gasset que recibe su nombre por el tercer centenario de la muerte de Góngora y agrupa autores como Alberti, Salinas y Dámaso Alonso. Respecto a su obra, podemos señalar 3 etapas: la Neopopularista, en la que destaca el Romancero gitano; la Surrealista, con obras como Poeta en Nueva York; y la de equilibrio, a la que pertenece esta obra.// En referencia al contexto histórico que le tocó vivir, en este se producen en España el régimen de Primo de Rivera; la II República, en la que se difundíó la cultura con intención de regenerar y europeizar el país, surgiendo intelectuales que apoyaban ideas republicanas y los vanguardismos; y la Guerra Civil, que implantó un arte al servicio del poder.

El tema de la obra es la pugna entre Bernarda y sus hijas, el enfrentamiento entre la tradición y los nuevos valores que quieren introducir las jóvenes cansadas de tanta represión. Otros temas que subyacen son la pasión, la frustración, la honra, la muerte… En concreto, en esta escena, que es la última del tercer acto, se relata el descubrimiento de la relación entre Adela y Pepe el Romano y la discusión familiar que esto provoca. Ante esto, Bernarda y Martirio deciden fingir la muerte del amado, a lo que Adela responde suicidándose. Su madre, al descubrirlo, reacciona de manera autoritaria, preocupándose más de evitar la deshonra que del sufrimiento de sus hijas. Como personajes destacan Adela, la más joven de las hermanas, que no quiere ser dominada por nadie y representa de la rebeldía; Pepe el Romano, a quien nunca llegamos a ver ni oír pero es calificado por las mujeres de la obra, ya que casi todas las conversaciones giran en torno a él; Bernarda, quien de modo viril asume e impone por fuerza un código de conducta represivo a sus hijas; Angustias, la mayor de las hijas, que está comprometida con Pepe porque este tiene intereses económicos; y Martirio, la primera que se percata de los encuentros de Adela y el Romano y demuestra con su actitud que ella también está enamorada.

La obra se divide en tres actos, que representan tres días a lo largo de un caluroso verano. Cada uno de los actos transcurre a lo largo de un tramo del día, de tal manera que el primer acto acontece por la mañana, el segundo al mediodía y el tercero al anochecer.  Es un espacio cerrado, siendo el único contacto con el exterior el patio, las ventanas y los encuentros de las jóvenes con Pepe el Romano. // Las carácterísticas de la Generación del 27 que podemos apreciar son el uso de figuras tradicionales como metáforas y repeticiones; el amor, reflejado en Pepe el Romano y Adela, quien también representa la denuncia social y la plenitud del presente; la muerte vivida con resignación, como vemos en Bernarda, que escenifica de igual modo la honra; y abundantes símbolos, entre los que podemos señalar el bastón de Bernarda, que se corresponde con la autoridad.//  Es de género teatral, pues su finalidad es ser representada, está escrita en forma de diálogos y contiene acotaciones que explican los ambientes en que acontecen las escenas. Concretamente es una tragedia, porque su acción presenta conflictos de apariencia fatal que mueven a la compasión y el espanto y termina en un desenlace funesto.

En La casa de Bernarda Alba abundan los símbolos, entre los que se encuentra el bastón, símbolo de la represión y la tradición, y los propios nombres de los personajes, como el de Bernarda, que significa fuerza, o el de Poncia, que significa puente pues pone en contacto a la casa con el exterior. Encontramos del mismo modo otros recursos como las hipérboles o exageraciones: “¡Hubiera volcado un río de sangre sobre su cabeza!”, “nos hundiremos todas en un mar de luto” o “mil veces”. También hay abundantes comparaciones: “vestirla como si fuera doncella”, “ahí fuera está, respirando como si fuera un león”, “en voz baja como un rugido”. Del mismo modo encontramos metáforas, consistentes en la identificación de un elemento real con uno imaginario, por ejemplo “rayo entre los dedos”; y prosopopeyas, exactamente personificaciones, que atribuyen cualidades humanas a los objetos, como “los muros defienden” o “la muerte hay que mirarla cara a cara”.

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