05 Jun

El Reinado de Carlos IV y la Guerra de la Independencia

El reinado de Carlos IV (1788-1808) se caracterizó por una grave crisis interna, que estuvo condicionada por la Revolución Francesa. Al estallar esta, la monarquía española reaccionó con una ley de Riguroso Silencio. Además, Carlos IV reemplazó a Floridablanca por Manuel de Godoy, quien asumió el liderazgo del gobierno.

España mantuvo una postura de neutralidad ante la Francia revolucionaria, aunque esto cambió tras la ejecución de Luis XVI en 1793, integrándose en la coalición militar internacional antifrancesa. Sin embargo, en 1795 se firmó la Paz de Basilea debido a las derrotas militares. En 1796, España restableció la alianza con Francia con el Tratado de San Ildefonso. La monarquía española sufrió un bloqueo marítimo por parte de Gran Bretaña, dando lugar a la derrota de Trafalgar, perdiendo así su poder marítimo.

Napoleón estableció un bloqueo continental, dirigiendo campañas contra Austria y Prusia al no poder conquistar Inglaterra. La alianza con Francia se vio afectada en España y en las colonias americanas. El Estado se encontraba en bancarrota, así que Godoy realizó una desamortización de bienes eclesiásticos. La oposición política crecía, incluso en la familia real, agrupándose en el Partido Fernandino, donde apoyaban al Príncipe de Asturias y rechazaban a Godoy.

En 1807 se descubrió la primera conspiración de Fernando, donde los reyes ordenaron un registro (Proceso del Escorial). Además, la situación económica y social se agravó. Portugal, al incumplir el bloqueo continental, fue invadido por Napoleón. En 1807 se firmó el Tratado de Fontainebleau, que pactaba repartir Portugal entre España y Francia. Sin embargo, las tropas francesas dirigidas por Murat seguían entrando a España. Los españoles, que apoyaban a Fernando VII y estaban descontentos por la ocupación, provocaron el Motín de Aranjuez (1808), donde Godoy y Carlos IV se refugiaron en Bayona.

Al entrar Fernando VII en Madrid, se encontró con Murat y Napoleón le invitó al Norte, donde ocurrieron las abdicaciones de Bayona. Napoleón presionó a Fernando VII para que devolviese la Corona a Carlos IV y cediera el trono a José I Bonaparte. Carlos IV se centró en la Corona y en la religión católica.

Mientras tanto, en Madrid, la mañana del dos de mayo de 1808 se produjo un enfrentamiento entre los ciudadanos madrileños y las tropas francesas. El ejército español se mantuvo al margen, salvo algunos oficiales que sublevaron el Cuartel de Artillería de Monteleón. La rebelión se extendió por toda España tras los fusilamientos en Príncipe Pío.

España quedó dividida en dos bandos: los afrancesados y los partidarios de Fernando VII, quienes se dividían en liberales y absolutistas, partidarios del antiguo régimen. Se formaron Juntas locales y provinciales, y la Junta Central Suprema convocó Cortes Generales, culminando en la Constitución de 1812.

En la Guerra de Independencia se pueden diferenciar tres fases.

Fases de la Guerra de Independencia

Desde los inicios hasta diciembre de 1808, tras el levantamiento del 2 de mayo de 1808, los franceses intentaron sofocar las rebeliones en España, destacando el sitio de Zaragoza. Sin embargo, su derrota en la batalla de Bailén en julio y las victorias del ejército inglés en Lisboa forzaron a José Bonaparte a abandonar Madrid. Napoleón respondió enviando 250,000 soldados, que derrotaron a las tropas españolas y tomaron Madrid.

En la segunda fase ocurre la guerra de guerrillas (1809-1810), caracterizada por el predominio militar francés y el surgimiento de las guerrillas españolas para desgastar a las tropas invasoras. Se organizó la Junta Central Suprema.

Entre 1811 y 1813 se produce la derrota francesa, donde los franceses fueron derrotados en Torres Vedras y abandonaron Portugal. Las tropas españolas e inglesas vencen en Arapiles y Vitoria. Napoleón firmó el Tratado de Valençay, cediendo el trono a Fernando VII. Las consecuencias de la guerra supusieron un colapso demográfico, daños materiales en Zaragoza y Gerona, y daños económicos en la industria textil catalana.

Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

A finales del siglo XVIII y principios del XIX, el Antiguo Régimen sufrió una crisis, sustituyendo un modelo de estado absolutista por uno liberal, basado en una Constitución.

Durante la Guerra de la Independencia se enfrentan dos modelos políticos: el reformismo francés de José Bonaparte, donde en el Estatuto de Bayona (1808) establece cortes estamentales y reconoce algunos derechos, y, por otro lado, una revolución política liberal provocada por organismos locales y provinciales.

Las Juntas Provinciales, formadas por clérigos, ilustrados y militares, se unificaron en una Junta Suprema Central en Aranjuez. La Junta Suprema Central creó una Comisión de Cortes que implantó el sufragio universal y unas cortes constituyentes y bicamerales. Tras disolverse, entregó el testigo a un Consejo de Regencia, convocando así elecciones para junio de 1810.

Las Cortes, compuestas por diputados, variaron en número, clase social y su opinión, aunque los reformistas eran mayoritarios. Las ideas liberales triunfaron en Cádiz, defendiendo la libertad individual y la propiedad privada, y abogando por leyes del mercado para garantizar la libertad económica. Se anteponen los derechos del individuo sobre los colectivos o sociales.

En la primera sesión, las Cortes anunciaron que representaban a la soberanía nacional y comenzaron a elaborar una Constitución. Es por ello que podemos diferenciar, por un lado, la Constitución de 1812, y por otro, la labor legislativa de las Cortes de Cádiz.

Constitución de 1812

Se aprobó el 19 de marzo de 1812, y con ella nace el constitucionalismo español e influyó en las nuevas repúblicas americanas. Está inspirada en el racionalismo francés y consta de 10 títulos y 384 artículos.

La Constitución de 1812 sostenía que la soberanía reside en la nación, declaraba al Estado como una monarquía moderada hereditaria y garantizaba los derechos fundamentales del individuo. Además, se estableció un Ejército permanente, la religión oficial es la católica y la Administración local recae en los ayuntamientos.

Además, se realizó una división de poderes. El poder legislativo reside en “las Cortes del Rey”, que puede promulgar y vetar las leyes. La representación nacional reside en las Cortes. El poder ejecutivo tiene un carácter dual: el Gobierno que responde ante las Cortes, y el rey que tiene un poder limitado. El rey conserva la participación en el poder legislativo y un veto suspensivo. El consejo de Estado es el principal órgano consultivo del rey. El poder judicial reside en los tribunales.

Labor Legislativa

Los diputados de Cádiz realizaron una destacada labor legislativa destruyendo los fundamentos del Antiguo Régimen. Para ello, abolieron el régimen jurisdiccional, sustituyendo los derechos de los señores por rentas sobre la tierra. Se realizó la desamortización de bienes propios y baldíos, la eliminación del mayorazgo y la supresión de los gremios. También se estableció la libertad de imprenta y el Estado intervino en asuntos religiosos, como la supresión de la Inquisición.

El Reinado de Fernando VII y la Cuestión Sucesoria

El reinado de Fernando VII (1814-1833) supuso un intento de restauración del absolutismo, intensificando el conflicto entre liberales y absolutistas.

Tras el Tratado de Valençay (1813), Fernando VII se preparó para regresar a un país donde predominaban principios políticos totalmente opuestos a sus ideales absolutistas. Fernando VII entró en España en marzo de 1814, y en abril un grupo de diputados le presentaron el Manifiesto de los Persas, donde reclamaban la vuelta al absolutismo.

El 4 de mayo de 1814, el rey emitió en Valencia un decreto por el que disolvía las Cortes y abolía la Constitución de 1812, volviendo así al absolutismo. El Decreto de 4 de mayo dio comienzo a un nuevo periodo y la vuelta al Antiguo Régimen y al absolutismo.

Fernando VII, indiferente a los asuntos exteriores, no logró que España obtuviera beneficios en el Congreso de Viena de 1815, pese a haberse enfrentado a Napoleón. Con una economía arruinada y colonias improductivas, Fernando VII se negó a realizar formas fiscales que aumentaran los ingresos del Estado en crisis. En cambio, restauró el régimen señorial y de la Inquisición, persiguiendo a liberales.

Por otra parte, militares que fueron héroes en la Guerra de la Independencia apoyaban las ideas liberales y se reunían en sociedades secretas liberales como la masonería. Los militares llevaron a cabo distintos pronunciamientos que fueron reprimidos. Finalmente, un pronunciamiento liberal triunfó en Cabezas de San Juan, dirigido por el teniente coronel Riego, donde proclamó la Constitución de 1812. En marzo de 1820, Fernando VII juró la Constitución de 1812.

Comenzaba un periodo conocido como el Trienio Liberal (1820-1823), aplicando así por primera vez la Constitución de 1812 en una situación de paz. Fernando VII trató de obstruir la labor de los gobiernos liberales, provocando así una fractura política. Por un lado, los doceañistas, más moderados, querían modificar la Constitución buscando el poder del rey. Los veinteañistas o exaltados pedían la aplicación de la Constitución de 1812.

Los liberales aplicaron una política anticlerical, expulsando a los jesuitas y suprimiendo el diezmo y la Inquisición. Surgieron movimientos de protesta contra el gobierno liberal de Madrid, provocando partidas de campesinos influenciados por la Iglesia en el País Vasco y Navarra. Alentados por estas protestas, la oposición absolutista se aventuró a crear la Regencia Suprema de España.

Sin embargo, las grandes potencias absolutistas reunidas en el Congreso de Viena se comprometieron a intervenir en cualquier amenaza liberal. En 1822, en el Congreso de Verona, los “Cien Mil Hijos de San Luis” (ejército francés) entraron y conquistaron España. Tras ser liberado por el ejército francés, Fernando VII anuló las leyes del Trienio y restauró el absolutismo, comenzando la Década Ominosa. Se persiguió a los liberales, con ejecuciones como la de Riego, y la represión se intensificó con las Juntas de Fe y la depuración de la administración. A pesar de la persecución, las conspiraciones liberales siguieron, lo que llevó al monarca a disolver el ejército.

La falta de descendencia del rey produjo una reacción entre absolutistas, dando lugar a los “apostólicos” o “realistas puros”, quienes se levantaron en Cataluña. Por otro lado, los pronunciamientos liberales fueron reprimidos. Sin embargo, los absolutistas moderados como Cea Bermúdez realizaron unas reformas para solucionar la crisis de la Hacienda Real, como el nuevo Banco de San Fernando.

Los últimos años del reinado de Fernando VII se caracterizaron por la Cuestión Sucesoria. En 1829, la falta de descendencia del monarca haría que el trono pasara a su hermano Carlos María Isidro, quien lideraba a los apostólicos. Sin embargo, Fernando VII se casó con Cristina de Borbón y nació Isabel, provocando así un conflicto dinástico. Fernando VII recuperó la Pragmática Sanción para que su hija pudiera subir al trono. Los carlistas se opusieron a la decisión y pedían la vuelta al Antiguo Régimen.

El Proceso de Independencia de las Colonias Americanas y el Legado Español en América

A lo largo del siglo XVIII, la burguesía criolla había aumentado su riqueza gracias a la reactivación del comercio y la explotación de numerosas plantaciones como el tabaco, donde se empleaba mano de obra esclava africana. La burguesía criolla inició proyectos de independencia provocados por el trato discriminatorio a los criollos en los cargos coloniales, por el control que ejercía España sobre la economía y el comercio, debido a que el monopolio comercial de Cádiz bloqueaba su capacidad de enriquecimiento.

La independencia de Estados Unidos mostró la posibilidad de enfrentarse a la metrópoli y vencer. Por otro lado, Gran Bretaña apoyó los movimientos independentistas. El proceso independentista fue liderado por las élites criollas y se distinguen tres fases.

La primera fase coincidió con la Guerra de la Independencia. La burguesía criolla promovió juntas en las ciudades, en nombre de Fernando VII, y depuso a los virreyes y capitanes generales. Rechazaron la autoridad de la Junta Central y se formaron juntas revolucionarias. Sin embargo, en 1813, los ejércitos realistas comenzaron a reconquistar las ciudades sublevadas. El envío de un ejército en 1814 fue clave para restablecer el control. Un caso especial fue el de México, donde el levantamiento fue una rebelión popular contra los sectores ricos.

En la segunda fase se produjo la restauración del absolutismo en España. En el sur, los delegados enviados al Congreso de Tucumán proclamaron la Independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica. El general José de San Martín derrotó a las tropas españolas y permitió la independencia de Chile en 1808. Por otra parte, Simón Bolívar dirigió el proceso desde Venezuela y en 1819 proclamó la República de la Gran Colombia (Venezuela y Colombia).

La última fase se desarrolló tras la revolución de 1820 en España, debilitando así al ejército colonial. San Martín y Bolívar convergieron hacia el virreinato de Perú para acabar con el ejército peninsular. En 1821, las tropas americanas proclamaron la independencia del Perú, y en diciembre de 1824, la victoria de Ayacucho aseguró la independencia de Bolivia. En México, el general Agustín de Iturbide derrotó a los realistas y proclamó la independencia mediante el Plan de Iguala. En 1825, Puerto Rico y Cuba estaban sometidos a la corona española.

El legado español en América es un motivo de controversia, debido a la esclavitud o elementos de la religión. En cuanto al legado material, se puede trazar una visión aproximada de la herencia española tras tres siglos de dominación colonial. A finales del siglo XVIII, la población de América era mayoritariamente indígena. En relación a la educación, se cerraron seis universidades jesuitas, aunque doce seguían abiertas, donde se encontraban cátedras de Medicina o lenguas indígenas. México era la ciudad más grande, destacando también Lima o Caracas. Estas ciudades estaban diseñadas según planos racionales imitando al modelo europeo.

La aportación más significativa fue la lengua española, que convivía con otras como el quechua o el guaraní. También nace un urbanismo, donde la Ciudad de México presenta un arte colonial o virreinal.

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