11 May

0. Introducción. El reinado de Alfonso XIII comprende dos periodos claramente diferenciados: la crisis del régimen de la Restauración, que culminó en 1923; y la Dictadura del general Primo de Rivera (1923-1930), que puso fin al sistema parlamentario y acabó arrastrando en su fracaso, en 1931, a la Monarquía. 1. Intentos de modernización. Regeneracionismo y revisionismo político. 1.1. Características generales del reinado de Alfonso XIII. Papel activo del rey. En 1902 Alfonso XIII alcanzó la mayoría de edad. El monarca, a diferencia de su padre Alfonso XII y de su madre María Cristina de Habsburgo, regente desde 1885, no se limitó a seguir las indicaciones de los partidos del turno en el ejercicio de su papel de árbitro de las instituciones del Estado, sino que intervino en los asuntos de Estado, sobre todo en los relacionados con el ejército.  Debilidad de los partidos del turno. Su desprestigio ante la opinión pública fue en aumento tras el Desastre colonial. Además, estaban divididos como consecuencia de la desaparición de sus líderes históricos, Cánovas y Sagasta. Debilitamiento del caciquismo, debido al incremento del voto urbano, donde el fraude electoral era difícil. Crecimiento de la oposición política (republicanos y nacionalistas y movimiento obrero). 1.2. Problemas del reinado de Alfonso XIII. Aumento de las luchas sociales, sobre todo en Barcelona y el campo andaluz. Reaparición de la “cuestión religiosa” y el resurgir del anticlericalismo. El “problema militar”, es decir, la recuperación de la intervención del Ejército en la vida pública y política española. El crecimiento del nacionalismo catalán y vasco, interpretado por la oligarquía y el Ejército como una grave amenaza para la unidad de la Patria. El problema de Marruecos. El dominio del Protectorado marroquí significó una larga guerra colonial salpicada de desastres militares. 1.3. Regeneracionismo. A raíz del Desastre del 98 un grupo de intelectuales tomaron conciencia de la postración de España y de la necesidad “regenerar” su vida pública y superar su atraso económico y social.
Propusieron renovar el sistema político garantizando la limpieza de las elecciones y anteponiendo el bien común a los intereses de la oligarquía. La figura principal del regeneracionismo fue Joaquín Costa (1846-1911), para quien los peores males de España eran el caciquismo y la oligarquía. Defendió un reparto más justo de la propiedad agraria y la generalización de la enseñanza primaria (“escuela y despensa”). Propuso una ambiciosa política hidráulica -basada en la construcción de embalses que sirvieran para producir electricidad y extender el regadío- y que una figura autoritaria –un “cirujano de hierro”- dirigiera la regeneración de España, ideas que influyeron en la dictadura de Miguel Primo de Rivera. En Castilla y León destacan Macías Picabea y Julio Senador, autor de Castilla en escombros (1915). 1.4. Revisionismo político. El espíritu del regeneracionismo fue adoptado por algunos políticos de la generación que sucedió a Cánovas del Castillo y Sagasta al frente de los partidos conservador y liberal, dando lugar al llamado revisionismo político, que es una respuesta reformista a la toma de conciencia del atraso de España. Los dos políticos revisionistas más destacados fueron el conservador Antonio Maura y el liberal José Canalejas. De 1907 a 1909 hubo un gobierno conservador presidido por Antonio Maura, con un programa revisionista que él calificaba de “revolución desde arriba” o “descuaje del caciquismo”. Pretendía ampliar las bases de régimen de la Restauración, tanto desde el punto de vista social -incorporando a los profesionales liberales y a la burguesía catalana-como político, ganándose al nacionalismo catalán. Para lograr esto último, propuso la formación de una mancomunidad que reuniera las diputaciones provinciales de la región. Aunque la mancomunidad sólo tendría competencias administrativas y no políticas, era un primer paso que atrajo al sistema a la Lliga Regionalista, liderada por Francesc Cambó. En 1908 Maura estableció el primer organismo estatal de protección social, el Instituto Nacional de Previsión. El gobierno de José Canalejas (1910-1912) representó el intento revisionista del partido liberal. Continuó la tramitación de la ley de mancomunidades, iniciada por Maura. Suprimió los consumos y la redención del servicio militar con dinero. Era partidario de la completa separación de Estado e Iglesia, a la que quiso someter a una nueva ley de asociaciones, prohibiendo el establecimiento de nuevas órdenes religiosas en España hasta que no se aprobara (“ley del candado”). Tuvo que hacer frente a la grave conflictividad social en Cataluña -promovida por anarquistas, socialistas y republicanos y a la generalización de la guerra en Marruecos. Su asesinato a manos de un anarquista, en 1912, puso fin a las experiencias políticas revisionistas. Fue sustituido por el Conde de Romanones, bajo cuyo gobierno, finalmente, se aprobó la ley de mancomunidades.2 2. La quiebra del sistema: conflictividad social y crisis de 1909, 1917 y 1921. 2.1. La crisis de 1905. Bajo un gobierno liberal estalló una crisis que devolvió a los militares al primer plano de la escena política. A finales de 1905 un grupo de oficiales asaltó las imprentas de dos publicaciones catalanas como respuesta a unos chistes y comentarios que consideraban ofensivos para el Ejército. El gobierno decidió ceder y apoyar a los militares. Las Cortes promulgaron la Ley de Jurisdicciones (1906) que puso bajo jurisdicción castrense los delitos contra el ejército (incluidas las injurias), considerados como delitos contra la Patria. En Cataluña, nacionalistas, republicanos y obreros se opusieron frontalmente a la ley. Se formó Solidaritat Catalana, coalición de nacionalistas y republicanos, que obtuvo una importante victoria en las elecciones de 1907, año en el que los anarquistas catalanes fundaron el sindicato Solidaritat Obrera. 2.2. La crisis de 1909. En julio de 1909 tuvieron lugar en Barcelona los violentos acontecimientos que se conocen como Semana Trágica. Fue un estallido de violencia popular relacionado con la huelga del 26 de julio convocada por Solidaritat Obrera y la UGT contra el envío de tropas a Marruecos, impopular servicio militar que se podía redimir con dinero. Las masas desbordaron a sus líderes y se produjeron asaltos y quemas de conventos y fuertes enfrentamientos con la policía y el ejército. La violencia cesó el 31, dejando un balance de 100 muertos, 300 heridos y más de 80 edificios religiosos dañados o destruidos. Después siguió una fuerte represión: 2.500 obreros detenidos, 1.700 procesados y 17 condenas a muerte, de las que se
ejecutaron cinco. La más sonada fue la del intelectual anarquista Francisco Ferrer Guardia, acusado de ser el instigador de
la revuelta. Su juicio y ejecución generaron una oleada internacional de protestas. La revuelta tuvo tres componentes:
lucha obrera, antimilitarismo y anticlericalismo. Como consecuencia de la Semana Trágica el partido liberal rompe relaciones con el conservador e inicia una campaña contra Maura (“Maura no”) sin tener en cuenta, por primera vez, el turno
pacífico. El rey retiró su confianza a Maura y nombró presidente al liberal Moret. Por su parte, los anarquistas fundaron la
CNT y socialistas y republicanos se presentaron unidos a las elecciones de 1910, siendo elegido diputado Pablo Iglesias.
2.3. La crisis de 1917.
En 1914 estalló la Primera Guerra Mundial. España permaneció neutral, pero su opinión pública se dividió en aliadófilos (izquierda burguesa y partido liberal) y germanófilos (conservadores). La neutralidad trajo consigo un fuerte crecimiento de las exportaciones y de los beneficios empresariales y financieros, pero la coyuntura no fue aprovechada para adoptar reformas estructurales que modernizaran los sectores productivos de la economía española. La desaceleración comenzó en 1917. El paro y la inflación aumentaron.
En el verano de 1917 la continuidad del régimen de la Restauración estuvo seriamente amenazada. En junio comenzó
una crisis militar. Los oficiales “peninsulares” se organizaron en juntas de defensa clandestinas para exigir mejoras salariales y la supresión de los ascensos por méritos, que permitía promocionar con rapidez a los militares “africanistas”, que
combatían en Marruecos. Sus reivindicaciones eran profesionales y corporativistas, pero su lenguaje demagógico adoptó
tintes de crítica política y “regeneracionista”. La presión de las juntas hizo caer el gobierno liberal de García Prieto, que fue
sustituido por uno conservador presidido por Eduardo Dato.
En julio tuvo lugar la crisis nacionalista, protagonizada por el desafío institucional de la Lliga Regionalista, cuyos diputados, como reacción al cierre de las Cortes desde el mes de febrero, convocaron en Barcelona una asamblea de parlamentarios que acordó celebrar elecciones a Cortes constituyentes.
En agosto, un comité conjunto de la CNT y la UGT, aprovechando la debilidad del gobierno por el desafío de las juntas
militares y la asamblea de parlamentarios, convocaron una huelga general revolucionaria de carácter nacional con el objetivo de constituir un gobierno provisional, que fue reprimida por el ejército con dureza (80 muertos, 2000 detenidos). La
amenazada revolucionaria salvó al régimen y forjó la alianza de la oligarquía, la burguesía catalana y los militares, convertidos en garantes del orden social y la unidad de España. Se formó un “gobierno de concentración” en el que participaron
líderes conservadores (Dato, Maura), liberales (Romanones, García Prieto) y, rompiendo el tradicional bipartidismo, catalanistas (Cambó).
2.4. Violencia social y lucha de clases.
Desde 1917 hasta 1923 la oposición se radicalizó. Frente al catalanismo moderado y colaboracionista de la Lliga surgió un nacionalismo radical de base más popular con la fundación por Francesc Maciá de Estat Catalá (1921). Más importante fue el incremento de la fuerza del movimiento obrero (en 1921, UGT 211.000 afiliados y CNT 700.000) y la conflictividad laboral, tanto en la Cataluña industrial como en el campo andaluz, animada por el triunfo bolchevique en Rusia. La
máxima conflictividad se dio entre 1919 y 1921, periodo conocido como “trienio bolchevique”. Los jornaleros andaluces
protagonizaron huelgas y ocupaciones de tierras. En Cataluña se desató una espiral de violencia sin precedentes. Los patronos recurrieron al cierre temporal de sus fábricas (lockout), dejando a cientos de miles de trabajadores sin trabajo, y
usaron a los pistoleros del somatén contra los anarquistas. Éstos respondieron con atentados. Los gobiernos conservadores endurecieron la represión y desde 1921 se comenzó a aplicar la “ley de fugas”, que permitía al asesinato impune de los
detenidos. Los anarquistas mataron al presidente del gobierno, Eduardo Dato.
2.5. La guerra colonial en Marruecos (1909-1926). La crisis de 1921 (el desastre de Annual).
En la Conferencia de Algeciras de 1906, España y Francia acordaron establecer sendos protectorados en Marruecos.
España pretendía compensar con la región de Rif la pérdida de las posesiones de ultramar, restablecer su prestigio internacional y estimular la autoestima de una nación en profunda crisis.
La ocupación del montañoso territorio rifeño resultó más difícil de lo esperado. En 1909 las cabilas rifeñas se subleva-3
ron y se inició una guerra colonial que supuso una sangría constante de hombres y dinero, enfrentó a los oficiales “peninsulares” con los “africanistas” y provocó el resentimiento militar hacia los políticos, a quienes responsabilizaron de sus
fracasos por no proporcionarles suficientes medios (la guerra comenzó mal, con el desastre del Barranco del Lobo).
En 1919 la guerra se complicó cuando los rebeldes rifeños encontraron un líder en Abd el Krim. Para En 1920 se formó un cuerpo militar profesional, la Legión, organizado por los generales Millán Astray, Sanjurjo y Franco. En 1921 tuvo
lugar el desastre de Annual, en el que perecieron 13.000 soldados españoles como consecuencia de una acción mal planeada y las carencias materiales del ejército español. Las críticas al alcanzaron a Alfonso XIII como instigador de la operación militar, mal proyectada por el general Silvestre. A pesar de la oposición del ejército, se abrió una investigación para
depurar responsabilidades (“expediente Picasso”), que descubrió graves negligencias.
El desenlace de la guerra de Marruecos tuvo lugar en 1926, durante la dictadura de Miguel Primo de Ribera, resultado
de la colaboración con el ejército francés y el éxito del desembarco en Alhucemas (1925). Abd el Krim se entregó a las
autoridades francesas y el territorio colonial quedó pacificado.
3. La dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1930).
La conflictividad social y el desastre de Annual decidieron a los militares, encabezados por el general Miguel Primo de
Rivera, a tomar el poder mediante un golpe de Estado, el 12 de septiembre de 1923. Primo de Rivera expresó su intención
de “regenerar” España haciendo suya la figura del “cirujano de hierro” de J. Costa. La opinión pública se mantuvo en actitud de esperanzada expectación. El 14, Alfonso XIII, que en ocasiones había hablado de una solución autoritaria para España, nombró a Primo de Rivera “ministro único”, asesorado por un Directorio Militar, que desde 1925 permitió a participación de civiles en el gobierno (Directorio Civil).
La dictadura suspendió la Constitución de 1876 y prohibió los partidos y sindicatos, aunque la represión se centró en
la prensa (censura), los nacionalistas y, sobre todo, los anarquistas. El Somatén catalán se extendió a toda España. En Cataluña, la mancomunidad fue disuelta y se obligó a usar el castellano en actos públicos u oficiales. La victoria en Marruecos
fue el principal éxito de la dictadura.
Miguel Primo de Rivera intentó institucionalizar la dictadura. Para ello, fundó la Unión Patriótica (partido único, conservador y católico), convocó una Asamblea Nacional Consultiva para que elaborara un proyecto constitucional. Como
base ideológica para reorganizar el Estado adoptó el corporativismo del fascismo italiano, según el cual la familia, el municipio y las organizaciones profesionales por oficios son la base de la sociedad, y deben sustituir al individualismo liberal.
La dictadura de Primo de Rivera representó una fase de recuperación económica y de estabilidad del empleo y los salarios, favorecida por el contexto internacional (”felices años veinte”). La conflictividad social y laboral disminuyó. La polí-
tica social tuvo un carácter paternalista pero con medidas como subsidios de familia numerosa y maternidad y construcción de “casas baratas”. Se organizaron comités paritarios de obreros y empresarios para solucionar los conflictos laborales, en los que participó la UGT.
La política económica se caracterizó por el intervencionismo estatal y la inversión en infraestructuras. Se amplió y mejoró la red de carreteras adaptándola a la circulación de automóviles, se aplicó una política hidráulica inspirada en J. Costa
(formación de Confederaciones Hidrográficas, construcción de pantanos para extender el regadío y producir electricidad).
Se fundaron bancos públicos (Banco de Crédito Local, Banco Hipotecario, Banco Exterior y Banco de Crédito Industrial) y
se fundaron importantes monopolios públicos, como Telefónica (CTNE, Compañía Telefónica Nacional de España) y CAMPSA (Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos, S.A.). El mercado nacional quedó a salvo de la competencia
extranjera con la aplicación de un fuerte proteccionismo. Los primeros efectos del crac de Wall Street fueron la devaluación de la peseta y aumento de la inflación.
La oposición a la dictadura creció con el paso de los años. Los socialistas dejaron de colaborar. Hubo movimientos
universitarios de protesta. Un sector del ejército retiró su apoyo a Primo de Rivera por rivalidades personales y por su
política de ascensos y en 1929 protagonizó un intento de sublevación. A todo ello se sumaron los efectos del crack de Wall
Street. Las huelgas obreras se reactivaron y la oligarquía comenzó a criticar un régimen que ya no garantizaba la prosperidad económica y ni la paz social. El 27 de enero de 1930 el dictador dimitió. Su caída arrastrara al rey, su valedor.
Alfonso XIII nombró presidente del gobierno al general Berenguer. El objetivo era reinstaurar el sistema de la Restauración como si nada hubiera pasado (“error Berenguer”), para lo cual se restableció la Constitución de 1876.
El desprestigio de Alfonso XIII favoreció el crecimiento del republicanismo. En agosto de 1930 republicanos y nacionalistas firmaron contra la monarquía el Pacto de San Sebastián, al que después se sumaron el PSOE y la CNT. Un Comité
Revolucionario, presidido por Niceto Alcalá-Zamora, se encargó de organizar un levantamiento republicano. Hubo dos
intentos fallidos en Jaca y Cuatro Vientos (Madrid). Obreros y estudiantes universitarios se movilizaron durante los procesos judiciales. Destacados intelectuales (Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, Pérez de Ayala) firmaron un manifiesto a
favor de la República. Berenguer dimitió el 14 de febrero de 1931.
Alfonso XIII confió el gobierno al almirante Aznar, el cual convocó elecciones municipales. La oposición planteó las
elecciones como un plebiscito contra la monarquía. Se celebraron el 12 de abril de 1931. Los republicanos ganaron en
todas las capitales de provincia y en las ciudades más importantes. El 14 de abril, en un ambiente de euforia popular, se
proclamó la Segunda República, al tiempo que Alfonso XIII abandona España.

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