08 Ago
Edad Antigua: Los Inicios de la Iglesia
La historia de la Iglesia Católica se remonta a los días de Jesús de Nazaret, en que, acompañado de sus doce apóstoles más cercanos y de los otros 60, esparce por todas las poblaciones judías la Buena Nueva.
Posteriormente, según relatan los escritos bíblicos, después de la resurrección y ascensión del Señor al cielo, les promete a sus discípulos que les enviará al Paráclito o Espíritu Consolador y Abogado que velará por ellos hasta que Cristo vuelva.
El día de Pentecostés, cincuenta días después de la resurrección del Señor, viene el Espíritu Santo sobre los apóstoles y les da la fuerza de vencer el miedo de ser capturados y martirizados por los judíos y los romanos. Pedro, cabeza de la Iglesia naciente, toma la palabra e inicia con el Kerigma (primera proclamación de Jesús de Nazaret como el Cristo) denunciando la muerte del Hijo de Dios.
Ya desaparecido el miedo, comienza la más grande revolución en la historia de la humanidad, realizada por gente humilde en su mayoría, sin más conocimiento de Dios y de las Escrituras que el que Jesucristo les había transmitido. Apoyados en su fe y su amor por Cristo, comienzan la tarea que Cristo les había encomendado: esparcir la Buena Nueva a toda criatura en el mundo.
La Iglesia Cristiana Primitiva
En esta Iglesia primitiva del siglo I, vemos figuras como Simón llamado Pedro (Kefas, posteriormente San Pedro), Juan (San Juan), el discípulo amado, y Santiago, hermano del Señor, como los pilares de la Iglesia en Jerusalén. Poco después aparece Saulo de Tarso, quien con el correr del tiempo se convertirá en uno de los pilares más importantes en el Cristianismo, responsable de la conversión del mundo pagano. Saulo de Tarso relata en Hechos de los Apóstoles cómo se encuentra con Cristo, alrededor del año 36, quien le dice: “SAULO, Saulo, ¿Por qué me persigues?”. Cristo no se refería a él como persona, sino a sus fieles que conforman su Cuerpo Místico, es decir, su Iglesia naciente. Con el correr del tiempo, Saulo se convierte y comienza la misión que Cristo le tenía preparada: evangelizar al mundo pagano. Y como toda historia bíblica, cuando Dios prepara una misión a una persona, le cambia el nombre, y ahora Saulo de Tarso se hace llamar Pablo.
Con el correr del tiempo, la Iglesia comenzó a crecer, formándose comunidades cristianas por todo el Imperio Romano; estas pequeñas comunidades cristianas son la Iglesia naciente. Ya el término cristiano es comenzado a usar en Antioquía alrededor del año 60 d. C., según nos relatan los Hechos de los Apóstoles durante el siglo I. Estas comunidades se caracterizaban por ser asiduas a las reuniones, a la lectura del Evangelio y a la Cena del Señor, o lo que hoy se conoce como Eucaristía. Esto es la repetición de la Santa Cena que Cristo, junto a sus apóstoles, realizó un día antes de ser crucificado y que se sigue repitiendo hasta el día de hoy en la Santa Misa.
Según estudios, ya se veneraba a Santa María, o Miriam, como la madre de Cristo, el Hijo de Dios; es una devoción que desde el siglo I iniciaba a florecer de forma espontánea entre los primeros cristianos como muestra de respeto y admiración por ser la madre carnal donde el Hijo de Dios se encarnó y tomó su forma humana para hacerse uno igual a nosotros.
En el año 37 d. C., ya Eusebio de Cesarea, el primer historiador de la Iglesia, llega a decir durante el gobierno del emperador Tiberio: «Toda la tierra se conmovió a la voz de los evangelizadores y apóstoles».
Entre los años 30 y 45, los judeocristianos extendieron sus misiones hacia Galilea y llegaron a Samaria en el año 35. Varios judíos helenistas expulsados de Jerusalén y algunos de la secta bautista, seguidores de Juan, se convirtieron al cristianismo en Transjordania.
La estructura de la Iglesia primitiva era: los Apóstoles, Presbíteros y Diáconos.
La Iglesia Perseguida
Con el correr del tiempo, la Iglesia comenzó a crecer al punto que hasta grandes hombres romanos y sus familias comenzaron a convertirse al Cristianismo, razón por la cual el Imperio Romano, al ver amenazada la religión oficial donde el César era el único Dios, inició la persecución a todo el que se confesaba cristiano. Aquí inicia el periodo de persecución de la Iglesia, siendo la peor de todas la impulsada por Diocleciano. Posteriormente, Constantino en el siglo IV, a través del Edicto de Milán, reconoció a la religión cristiana, que ya se denominaba Católica, como una religión que no era una amenaza para el Imperio y la cual podía ser practicada libremente.
A partir de este tiempo, la Iglesia ya contaba con la estructura jerárquica con la cual se conoce hoy en día.
La Iglesia Oficial del Imperio Romano
En el año 391, Teodosio proclama, a través del Edicto de Tesalónica, que la religión oficial del Imperio es el Cristianismo, y que toda religión pagana o culto a otros dioses será castigada. San Ambrosio solicita que las personas sean respetadas, y solo se destruyen los templos e imágenes de dioses paganos.
Después de oficializarse, la Iglesia toma la nueva estructura jerárquica: Papa, Obispos, Presbíteros y Diáconos.
La Iglesia Medieval
Se caracteriza por una Iglesia centrada sobre sí misma, donde proliferan las órdenes mendicantes y el surgimiento de personas que con sus actitudes y sus obras a favor de los más desposeídos son reconocidos posteriormente como santos. También en esta época, los reyes son los encargados de ordenar los obispos y cardenales locales, siendo el caso de la ordenación de personas que no tienen la vocación ni los estudios necesarios para ser obispos o cardenales. Esto provoca que en la Iglesia los obispos y cardenales sean ordenados por conveniencia política o de poder, causando abusos de autoridad eclesiástica sobre el pueblo.
Otra característica que marca la Iglesia en este tiempo son las incursiones bárbaras en los territorios alemanes, por lo que los reyes buscan auxilio de la figura del Papa León Magno.
Concilio de Constanza (1414-1418)
Las Cruzadas
Durante esta época sobreviene la expansión del Imperio Persa y la expansión de la religión islámica, la cual reconoce a Jesús como un profeta. Estos se definen como descendientes de Abraham y quieren recuperar las tierras de la Ciudad Santa de Jerusalén, por lo que inician una guerra contra la Iglesia Católica y los cristianos de la época.
El Papa comienza el reclutamiento de personas y forma sus ejércitos, poniendo como estandarte la cruz de Cristo, de ahí el nombre de Cruzadas, ya que los soldados de estos ejércitos portaban las cruces en sus uniformes, y recibieron el nombre de cruzados.
Con el pasar del tiempo, se convierten en ejércitos despiadados que realizan ataques y saqueos despiadados contra poblaciones no cristianas.
Se organizaron siete cruzadas del siglo XI al XIII.
La Inquisición
Durante esta época, la Iglesia se vio en la necesidad de crear tribunales eclesiales donde se ventilaban y se resolvían juicios contra la fe. Tratando de callar las herejías promulgadas por los cátaros o albigenses y otros movimientos y doctrinas como la gnóstica.
Todo aquel que no fuera cristiano o que realizara milagros no aprobados por la Iglesia o se relacionara con la magia o la brujería, era sometido a juicio. Las penas oscilaban desde unos azotes, días en la cárcel, cadenas perpetuas y hasta la muerte; la brujería era castigada con ser quemado vivo en hogueras.
Se caracterizó por los relatos de fuertes y sangrientos procedimientos de interrogación a los sometidos a los juicios, tales que hasta hoy en día se relata la brutalidad de estos interrogatorios.
Existen hoy en día los archivos de algunos procesos; la organización aún existe bajo otro nombre, ha abandonado las prácticas de interrogación brutales y se ha dedicado a mantener la doctrina y la fe cristiana por otros medios. Existen museos donde se guardan algunos utensilios y equipos usados por los inquisidores.
Uno de los juicios famosos fue el iniciado contra Galileo Galilei.
La Inquisición estuvo presente en Alemania, Italia, Flandes, Bohemia, Francia y España.
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