28 Ago

Sobre los problemas de la historia reciente

 Las dificultades que entraña historiar el presente poueden ponerse de manifiesto si nos preguntamos qué puesto ocuparán en las Historias, dentro de quinientos años, lingüistas como, por ejemplo, Martinet, Pike, Hockett, etc, a los que se suele asignar un lugar en las obras que tratan de nuestro tiempo. Hoy podemos aventurar, que los trabajos de los modistae, la gramática de Port-Royal, la obra
Humboldt y las investigaciones de Bopp, Grimm y Rask merecerán consideración histórica en el futuro.

 Por otra parte, la mayor o menor foruna de algunos lingüistas está sometida a condiciones de difusión que no siempre tienen que ver con el valor intrínseco de las obras. Mientras que Saussure y Chomsky son universalmente conocidos, otros lingüistas ejercen su influencia en áreas más restringidas: todo parcialmente entre ciertos sectores(Language, de 1933). Jespersen goza de amplio prestigio entre los especialistas de la lengua inglesa; pero sus obras sobre teoría gramatical son ignoradas por muchos.

 Además, el valor que se concede hoy aciertos lingüistas puede depender del respaldo que pueda otorgarle, un famoso colega. Sabemos ya que la Grammaire de Port-Royal ha resultado revalorizada por el interés que despertó en Chomsky. El valor de un lingüista depende de los trabajos que sobre ella se hayan producido y de la difusión que hayan podido alcanzar. Diríamos que existe un valor de influencia y de éste puede operar olvidos y resurrecciones bastante arbitrarios. En las gramáticas de la


antigüedad medieval, el “valor de influencia” de Aristóteles fue muy superior al de Platón.

La aceleración de las escuelas hace difícil el trabajo del historiador y éste corre el riesgo de quedar abrumado por un cierto torbellino de corrientes que divergen entre sí. El abundante material añade un nuevo escollo: no sólo se hace difícil estar informado de todo, sino también seleccionar los materiales que puedan ser relevantes en el momento de hacer historia y dejar de lado los que no superarán el paso del tiempo. El historiador deber ser consciente de que no sólo está haciendo su historia para el presente; está, de algún modo, predeterminando el futuro para poder gozar de una perspectiva tal vez ilusoria.

Éstas son algunas de las dificultades que surgen en la lingüística del siglo XX. Sobre este período son abundantes las Historias, de orientaciones muy diversas y notablemente desiguales en los resultados. Mounin(1972) opta por componer un conjunto de monografías sobre individualidades, cosa que implica una visión muy fragmentada de la época; más corrientes son las obras de las llamadas “escuelas”(Lepschy-1966)(Heeschen-1972); por último, son menos frecuentes los trabajos que, como el de Leroy(1971), orientan la exposición en torno a los niveles de la descripción lingüística: la fonología, la gramática, la semántica, etc.

Los trabajos lingüísticos del siglo XX serán expuestos de manera que adquieran especial relieve algunos de los temas y autores a los que hoy se asigna general importancia. El lector no


debe esperar una larga enumeración de nombres, obras y escuelas, sino más bien la presentación de los grandes principios de la lingüística moderna y algunos de los problemas que ésta se ha propuesto resolver.

Los inicios del estructuralismo lingüístico: Saussure y Jespersen


El estructuralismo implica una ruptura con relación a dos tradiciones lingüísticas: la del historicismo del siglo XIX y la de la gramática tradicional. En la primera ruptura, el estructuralismo impone la consideración sincrónica y el estudio de la lengua como sistema. En la segunda ruptura, el estructuralismo rechaza el punto de vista nocional en gramática y establece los principios de forma y función para delimitar y clasificar las unidades de una lengua. Se produce una reacción en dos frentes que ha sido rotulada de “revolución” lingüística. Es cierta la primera de estas “revoluciones”. Los estructuralistas cambiaron el me´todo de la descripción gramatical; pero dejaron intactos los objetivos de la lingüística. La gramática tradicional iniciaba sus trabajos con el examen de un corpus y delimitaba las partes para pasar a establecer los paradigmas. Su método era nocional y conducía a la clasificación de las partes de la oración. El estructuralismo realizó un serio trabajo de depuración metofológica y eliminó aquel nocionalismo. Ahora, el “nombre” ya no será la “parte de la oración que designa personas, animales, cosas…” sino el miembro de una clase caracterizada por poseer ciertas características flexivas. En definitiva, el estructuralismo no ha ido más allá de clasificar


las partes de la oración y de estudiar las relaciones posibles entre ellas. Por eso, el estructuralismo y el distribucionalismo desde Bloomfield hasta Harris, ha sido considerado como lingüística taxonómica: aquélla cuyos trabajos van orientados a la segmentación de las unidades de un texto y a su clasificación.

Con la lingüística histórico-comparativa del siglo XIX ya no era el latín la lengua por excelencia, sino una más de entre las muchas que entraban en la comparación. De éstas, el sáncrito estaba considerada como la “más perfecta”. Este hecho produjo la crisis del modelo de la gramática tradicional y se puso de relieve la inconveniencia de describir cualquier tipo de lengua a partir de un instrumental forjado para el griego y el latín. Saussure afirmará que la gramática tradional “está fundada en la lógica y desprovista de toda visión científica y desinteresada de la lengua misma; muy alejada de la pura observación. Jerpersen será más riguroso y arremeterá contra las gramáticas tradicionales porque “ofrecen muchos argumentos para la crítica”.

Por otra parte, los lingüistas estructuralistas determinan que el lenguaje ha de ser examinado en sí mismo y desde sí mismo. Esto implica la autonomía de la lingüística en dos frentes. El primero, el lenguaje no se estudiará como paso previo para el acceso a los textos escritos. El segundo, los métodos para la lingüística los habrá de elaborar la propia lingüística, y no los tomará prestados de la filosofía. Se acentuará la independencia de cada lengua y se evitará la imposición de un método apriorístico y general que prejuzgue las


características propias de las lenguas particulares.

Bloomfield rechaza los accesos apriorísticos. Señala la inconveniencia de aplicar los esquemas de la gramática latina y advierte de que “rasgos que creemos que debían ser universales pueden faltar en la próxima lengua que tengamos a mano”. Se han de observar datos en la medida en que los datos lo permitan. Así, no será lícito afirmar “toda lengua tiene caso”, sino “las lenguas a, b, c y d tienen caso”.

La tendencia general se orientará hacia la descripción de la estructura de las lenguas. En los inicios mismos del estructuralismos, la obra de Ferdinand de Saussure(1857-1913) constituye un hito ejemplar, Cours de linguistique générale.

Por lo que atañe a la originalidad de Saussure es necesario hacer importantes preciosiones. Así, la teoría del signo tiene antecedentes desde los mismos orígenes de la reflexión lingüística occidental. Los estoicos consideraron la doble cara del signo. La cuestión de la arbitrariedad se debate ya desde el punto de vista de la convencionalidad. La mutabilidad/inmutabilidad del signo es una cuestión de pura evidencia.

Otra cosa habrá que decir sobre las tres “dicotomías” restantes(sincronía/diacronía, lengua/habla y paradigma/sintagma). Es importante destacar que Saussure se propone establecer tanto el objeto de estudio de la lingüística, como los métodos propios y específicos de esta ciencia.

El campo propio de la lingüística será el del lenguaje. La lengua es definida por Saussure como “totalidad en sí”; como “producto social de la facultad del lenguaje”… Si la lengua no se corresponde con los hechos concretos, entonces es una generalización que se obtiene en el ámbito de la abstracción científica. Del mismo modo, jamás un conjunto de datos de habla podrá identificarse con la lengua; pero en un acto de habla se manifestará o realizará la lengua. Una vez establecido que la lengua es el objeto propio de la lingüística, Saussure señalará que existe un territorio natural en el que ésta debe insertarse.

Una vez establecidos los límites del estudio lingüístico, Saussure señala que la langue es susceptible de ser tratada o bien desde la perspectiva evolutiva o bien desde la estática. Existirán dos enfoques. Hay una lingüística diacrónica y otro sincrónica. Las preferencias de Saussure se orientarán por la segunda, el objeto de estudio de la lingüística sincrónica es la lengua. En esta situación, la lengua se nos presenta como un sistema donde sus unidades son elemntos que se delimitan o definen por su relación con los otros elementos del sistema. Es decir, la lengua no es contemplada como un conglomerado de unidades independientes, sino como “un sistema en donde todos los términos son solidarios”. La lengua es el juego de esas unidades-en-relación lo que constituye la lengua.

La caracterización de los elementos de la lengua se fundamenta en la noción de valor. Tenemos que un elemento x no era otra cosa que un espacio libre. Estas otras endidades son los


límites de x y, por lo mismo, lo definen. Su más exacta característica es la de ser lo que los otros no son. Diríamos que “rojo” adquiere su valor. Dicho con otras palabras, “la totalidad vale por sus partes; las partes valen en virtud de su lugar en la totalidad”.

La lengua es un sistema cuyas entidades se definen negativamente; es decir, “valen” en la medida en que los otros elementos les permiten valer. Le lengua se define como “un sistema de valores puros”. Si contemplamos el eje de la selección, una determinada unidad estará en oposición con las restantes de su clase porque las excluye. La unidad seleccionada contrae relaciones paradigmáticas con respecto a las que han quedado al margen de la elección. En este sentido podemos entender que el valor es una posición relaconal dentro de una clase. Si, por el contrario, contemplamos con el eje de la combinación, una entidad estará en contraste, una frase como “El coche chocó”, el estará en relación paradigmática con mi, este, cierto, etc,. entidades que han quedado excluidas; igualmente, coche estará en relación paradigmática o de oposición con camión, individuo, etc. En el terreno de las relaciones sintagmáticas el estará en contraste con coche, etc.

Excluida el habla, la lengua es considerada en su dimensión sincrónica y se nos presenta con las características de un sistema cuyas unidades contraen dos tipos de relaciones(paradigmática y sintagmática). El trabajo específico del lingüista consistirá en el reconocimiento de los paradigmas y en el estudio de las combinaciones sintagmáticas. La lingüística


estructural, establecida por Saussure no fue más allá del estudio de las formas y de las funciones. El programa saussureano delineó con precisión tanto los objetivos como los métodos de la lingüística estructural.

Otto Jerpersen(1860-1943) incidió en algunos de los problemas y métodos característicos de la lingüística en la primera mitad de nuestro siglo. La dispersión temática de la obra ha impedido una visión de Jespersen tan unitaria como la que poseemos hoy de Saussure al que, en algunos aspectos se le podría asimilar, pese a las diferencias entre ambos. Jespersen reaccionó contra ciertos planteamientos del historicismo y de la gramática tradicional. Su obra de gramática general tiende a situarse en el plano de la lingüística descriptiva a la que “nunca podrá invalidar” la lingüística histórica y tratará de abordar los “hechos generales” como las categorías gramaticales, etc.

El método de trabajo de Jerpersen es muy simple: “cualquier fenómeno lingüístico se puede considerar bien desde fuera o desde dentro; es decir, bien desde la forma exterior o desde el significado interior”, entendiendo por “significado” la función de una forma. Jerpersen rompe con los esquemas tradicionales de la gramática que imponían una visión fragmentada y propone atender primero a los fenómenos generales para bajar luego a las manifestaciones concretas de esos fenómenos en cada lengua y, dentro de ésta, en sus diferentes partes de la oración.

La preocupación fundamental de Jerpersen se sitúa en torno a las posibilidades de una


gramática universal. En consecuencia, la tarea primordial de quien aborda la construcción de una gramática general consistirá en el estudio de las que Jespersen llama categorías conceptuales y en la relación que éstas puedan guardar con las formas peculiares que las concretan dentro de cada lengua. Jespersen estudió el género, el número, etc, como categorías conceptuales. Pese a todo, la obra gramatical de Jespersen puede todavía contemplarse como trabajo lleno de propuestas sugestivas. Por sus críticas puede ser considerado un gramático moderno.

La preocupación de Jespersen mostró por las relaciones entre la lógica y la lingüística, y por los universales conceptuales y su correlato gramatical, llevarían a insertarlo en esa corriente tan productiva a la que en más de una ocasión nos hemos referido. Hoy, la figura de Jespersen está siendo revalorizada y todavía no sabemos a ciencia cierta cuál será el alcance de esta recuperación.

La maduración de la metodología estructuralista: Troubetzkoy y Hjelmslev


Las consecuencias de este estructuralismo incipiente no se hicieron esperar. Dos campos especialmente productivos: la fonología y la gramática.

Troubetzkoy está considerado como el fundador de la fonología. Los lingüísticas del Círculo destacaron la necesidad de considerar la lengua como sistema; señalaron la importancia del punto de vista funcional y trataron de superar el abismo aparente entre el enfoque sincrónico y el diacrónico. De este modo, el


estudio diacrónico no sólo no excluye en absoluto las nociones del sistema y de función, sino que, por el contrario, de no tener en cuenta tales nociones, resulta incompleto.

Los Principios de Fonología de Troubetzkoy constituyen una obra magna entre los estudios fonológicos praguenses. Se establece una distinción entre el sonido, dato de habla, y el fonema, unidad funcional de la lengua. Por un lado el sonido era considerado como un hecho real, mientras que el fonema era una “imagen acústica”, los fonemas era “signiticativas”, eran aptas para modificar morfemas, como luego se mostraría en las prueba de la conmutación, efectuada sobre los llamados “pares mínimos”(mar-mal).

Pese a los precedentes de las “Tesis”, cabe a Troubetzkoy el mérito de haber sentado las bases de la fonología estructuralista. Señala que “los movimientos articulatorios y los sonidos resultantes que hallamos en los diferentes actos de habla son una variedad infinita; mientras que las normas fónicas son limitadas. Distingue entre lo que es irrepetible y lo que es invariante. A la fonética le competerá el estudio de los sonidos del habla; a la fonología, el de los elementos mínimos en el plano de la lengua. Los fonemas son las entidades más pequeñas de la lengua, capaces de distinguir palabras. Troubetzkoy demostró que los fonemas constituían no una pura lista de elementos, sino que configuraban una estructura. La fonología de Troubetzkoy se basó en que “dos cosas no pueden ser diferenciadas entre sí a menos que se opongan la una de la otra”. La conmutación constituyó la prueba


necesaria para establecer las diferencias fonológicas.

Louis Hjelmslev(1899-1965) reconoce el papel pionero de Saussure al que asigna el más algo lugar entre sus predecesores. Hjelmslev radicalizará las tesis saussureanas, sobre todo el signo lingüístico. Hjelmslev entenderá que el signo es una “unidad que consta de forma de contenido y forma de expresión”.

Hjelmslev propone un tipo de deductivismo que no tiene nada que ver con el método hipotético-deductivo. Al rechazar el inductivismo, proceso que se inicia en lo particular para llegar a lo general, se inclina por el proceso inverso, calificado por él como un camino “deductivo”; se empieza por considerar el texto y se trata de aislar sus componentes hasta identificar las unidades mínimas. Una vez deducidos los elementos, será necesario ordenarlos en clases. Hay momentos en que Hjelmslev realiza propuestas con las que parece rebasar los límites de una lingüística taxonómica, “necesitamos que esta teoría nos permita describir todos los demás textos, no sólo uno”. A todo texto le subyace un sistema que permitirá la aplicabilidad de la teoría.

La noción de sistema o estructura elaborada por Hjelmslev es ortodoxa y en nada autoriza a considerar una superación de los planteamientos taxonómicos. La lengua es una entidad unitaria de autonomía. La lingüística estructural mantendrá que “el análisis de esta entidad permite obtener unas partes que se condicionan recíprocamente; cada una de las cuales depende de las otras y no sería ni


concebible, ni definible sin ellas. De esta forma, se tratará de descubrir el sistema que subyace al proceso; y los textos deberán ser segmentados en sus constituyentes.

Hjelmslev siguió la tesis saussureana de que “la lengua elabora sus unidades al constituirse entre dos masas amorfas” y de que la “lingüística trabaja en el terreno limítrofe- donde los elementos de dos órdenes se combinan; esta combinación produce una forma, no una sustancia”. Con Hjelmslev las bases metodológicas del estructuralismo quedaron establecidas. La obra de Hjelmslev nunca fue realmente aplicada. Sea lo que fuere, constituye uno de los hitos más rigurosos dentro de la lingüística estructural.

La lingüística mecaniscista y el distribucionalismo: Bloomfield y Harris


La lingüística estadounidense llegó a posiciones estructuralistas con bastante independencia respecto de la renovación lingüística europea. La obra de Saussure no comenzó a influir sino a partir de 1922. Y en lo que atañe a las necesidades específicas de la lingüística estadounidense, hay que advertir dos elementos determinantes. En primer lugar, la lengua inglesa apenas si tiene flexión. En segundo lugar, los intereses de ciertos lingüistas se dirigieron hacia el estudio de las lenguas amerindias y tuvieron que partir de cero al no contar con gramática de estas lenguas. El lingüista debía descubrir las unidades que constitían la palabra(los morfemas en primer lugar). Por otro lado, no podía hallar sustantivos, preposicones, adverbios, etc,


porque no sabía qué era lo que allí iba a encontrar.

El reconocimiento de las unidades la contituyó el principio de identidad. Este principio podría formularse así: si un conjunto de sonidos aparece recurrentemente, entonces damos por establecido que se trata de una unidad. La aplicación de este método no presuponía nada.

Leonard Bloomfield(1887-1949) está considerado como la figura funcional de la lingüística estructural estadounidense y se le reconoce como el maestro de toda una generación de lingüistas.

La teoría bloomfieldiana del lenguaje se asienta sobre unos presupuestos mecanicistas por lo que se obliga a tener en cuenta los estímulos y respuestas observables y a rechazar la intromisión de factores no físicos que, estima como no aprehensibles. Entiende Bloomfield que la conducta humana debe considerarse como efecto que se explica por su causa o conjunto de causas. De ahí que a la lingüística no pueda interesarle lo que ocurre en las mentes del hablante y del oyente. En consecuencia, Bloomfield propone el siguiente esquema: E→r… e→R

A la lingüística le competerá el estudio de los hechos de habla. Este análisis permitrá el descubrimiento de las unidades. Entenderá Bloomfield que el significado es “la situación en que el hablante emite una forma lingüística y la respuesta que suscita en el oyente”. Así pues, el estudio del significado quedará al margen de toda ciencia, excepto en los casos de metalenguaje.

En cuanto al aprendizaje de una lengua, Bloomfield no puede asegurar con certeza cómo se produce; pero aventura un proceso que empieza con la producción de sonidos vocales no intencionales; luego, el niño intentará asimilar los sonidos; de ahí, pasará a identificar los sonidos con los objetos y llegará al uso del “habla abstracta y desplazada” que consiste en utilizar palabras para designar los objetos que desea; finalmente, el perfecionamiento de la lengua dependerá del juego de unos éxitos que actuarán como refuerzo.

Veamos cómo Bloomfield caracteriza el fonema, el morfema y la frase u oración gramatical. Bloomfield distingue entre sonido y fonema. El primero es un hecho concreto; ahora bien, el lenguaje sirve como medio para transmitir información. “El funcionamiento del lenguaje se debe a las semejanzas entre sucesivas emisiones”. Asi pues, el fonema será definido como la “unidad mínima de rasgos sonoros distintivos” y competerá a la fonología el “estudio de los sonidos verbales significativos”. Por lo tanto, a y o serán fonemas porque son aptos para producir cambios de significado(sal/sol). Bloomfield advierte que es indispensable tener presente el significado para decidir si a y o son fonemas. Se plantea de nuevo el problema del significado de los morfemas. Habrá que recurrir a un principio de sentido común, “dejaremos que nuestra experiencia diaria nos diga cuándo las formas lingüísticas son “iguales” o “diferentes”. Sin embargo, la aportación más original de Bloomfield en el campo de la fonología consiste


en la identificación de los fonemas estudiará treinta y ocho series o grupos funcionales que le permitirán diferenciar los fonemas asilábicos del inglés. Así, entenderá por fonema aquel elemento que tiene la virtud de aparecer en un conjunto de situaciones en las que puede concurrir otro elemento. Bloomfield elimina el recurso al cambio del significado de los morfemas(prueba de la conmutación entre pares mínimos) y se reconcilia con los presupuestos básicos de su teoría antimentalista.

Por morfema entiende Bloomfield “una forma lingüística que no tiene ninguna semejanza fonético-semántica con ninguna otra forma”. Se considera que par, silo, -mente, etc, son morfemas porque en ellos no hay coincidencias de tipo alguno. Asimismo, sol y sólo serán también morfemas, pese a sus semejanzas fonéticas, porque difieren en el plano semántico. Los morfemas pueden ser libres y trabados. Son libres en el caso de ayer, mar, etc, formas que aparecen sin necesidad de estar conectadas con otra forma; son trabados en el caso de pre-(predecir), -yectar(proyectar), formas que necesitan del concurso de otras para hacerse presentes. La palabra será entendida como una “forma libre mínima”; es decir, algo que no sea una combinación o frase. Bloomfield tiende a sostener el principio de la singularidad de los morfemas. En este aspecto, rechazará la sinonimia porque verá en la diferencia de formas el indicio de una diferencia, por lo menos mínima, en el significado. No tiene más remedio que reconocer que la noción de “plural de los sustantivos” se señala en inglés a través de diferentes formas . Bloomfield


hablará de alternantes o realizaciones de un morfema que queda representado por -ez. Bloomfield considera que las raíces son variantes de un mismo morfema. Él abandona de hecho su tesis de que sólo es posible la ciencia ante los fenómenos observables y viene a proponer la consideración de elementos abstractos para la descripción lingüística.

La oración gramatical es definida por Bloomfield como una forma lingüística “en posición absoluta” o como “una forma independiente no incluida en ninguna forma lingüística más amplia”. La oración quedará caracterizada por sus posibilidades distribucionales. Las oraciones podrán ser completas, o “favoritas”, y menores, o “no favoritas”. En el primer caso nos encontramos con secuencias articuladas del tipo actor-acción, en el segundo, se incluyen las interjecciones. Dado que la oración es un enunciado complejo, para su análisis se procederá a la segmentación de las unidades. A la falta de otro método, se ve obligado a apelar a la intuición del hablante quien, supone Bloomfield, comenzaría por segmentar “Papá Noel trajo regalos” en “Papá Noel/trajo regalos”, cosa que no se deduce de los procedimientos empleados para el aislamientos de las unidades en las lenguas amerindias, en las que se trataba de detectar los elementos recurriendo al principio de la identidad. En un segundo caso, cada uno de los constituyentes obtenidos será a su vez segmentado(“Papá Noel” en “Papá” y “Noel”) y así se procederá hasta llegar a los constituyentes.

La influencia de la obra de Bloomfield fue


notabilísima y su metodología se hizo presente durante al menos tres décadas en la lingüística estadounidense. En los círculos europeos, la obra de Bloomfield no despertó tanto entusiasmo.

Zelling Sabbetai Harris(n.1913) representa la culminación de la lingüística estructural; es el investigador que situó el método taxonómico en sus niveles más puros y quien exigió a la descripción de las lenguas el más alto grado de formalismo y el mínimo de recurso al significado. De su libro Methods in Structural Linguistics, ha dicho Ruwet que es “la obra más acabada de la lingüística descriptiva”; Hockett considera que éste es “un soberbio metodólogo”, y Pike escribe que la obra de Harris “es una tentativa para reducir el lenguaje a un análisis formal de gran simplicidad, elegancia y rigor matemático.

La obra de Harris supone el esfuerzo más notable por otorgar a la metodología estructuralista el máximo grado de rigor. La metodología estructuralista se verá especialmente enriquecida por Harris al ser introducido un concepto sui generis de transformación. Según Harris, el objetivo central de la lingüística descriptiva estriba en deducir los elementos de que se supone que está compuesto del continuum del habla y en clasificarlos. Es posible reconocer semejanzas. Por “semejante” entiende Harris aquello que es “sustituible sin obtener cambio de respuesta por parte de unos hablantes nativos que oyen la expresión antes y después de la sustitución”.

La tarea de la segmentación se ejerce sobre un


corpus inicial. Este corpus es el único punto de referencia y, no tiene sentido para Harris realizar el trabajo lingüístico. “El estudio de la lengua no sólo implica el descubrimiento empírico de sus elementos singulares, sino, además, la investigación matemática de un conjunto simple de reglas ordenadas podremos “predecir las relaciones de los elementos en cualquier otro corpus de la lengua sobre la base de las relaciones halladas en el corpus ya analizado”. La “predictibilidad” no es del tipo expuesto por Chomsky: Harris utiliza el método inductivo y supone que la gramática obtenida a partir del corpus inicial aportará los datos necesarios para dar cuenta de las expresiones contenidas en un segundo corpus; un segundo corpus cuyos datos no podrán obligar a modificar la primitiva gramática. Será más corriente que las expresiones puedan ser analizadas en constituyentes menores y para hacerlo se operará a partir de lo que podríamos rotular de “independencia morfológica”. El análisis en constituyentes inmediatos será el método ordenado por medio del cual se llegará a aislar los morfemas.

Una vez deducidas las unidades del corpus, la siguiente tarea consiste en realizar los necesarios agrupamientos de unidades con lo que se cumple el segundo de los objetivos de la lingüística descriptiva: la clasificación. El criterio empleado es el distribucional y consiste en detectar las posibles semejanzas de aparición de dos o más entidades, dado un conjunto de contextos. Por “contexto” entiende Harris aquello que es adyacente a un elemento. Los elementos aparecen en un segmento de la


cadena del habla y si dos o más de ellos tienen en común parte quedarán clasificados conjuntamente. Y, en consecuencia, “cada oración puede representarse idealmente como una sucesión de elementos cada uno de los cuales pertenece a una clase de equivalencias”. En esta tarea es central el concepto de distribución. Entiende Harris que distribución es “el conjunto de todos los entornos en los que aparece un elementos; es decir, la sumo de todas las diferentes posiciones de un elemento.

Harris postulará que un morfema(y un fonema) se define por tener su peculiar conjunto de entornos, cosa que haría imposible la confección de clases distribucionales. Podrán hallarse ciertos grupos de morfemas que tengan “un muy semejante conjunto de co-ocurrentes”. Harris recurre a contextos que podríamos calificar de “típicos” que permiten establecer un número no excesivo de clases de equivalencias y se evita así la dispersión clasificatoria: se entenderá que pertenecen a la clase de los “nombres”. El criterio distribucional permita la clasificación de los morfemas de una lengua sin que sea obligado el recurso a las vagas características referenciales de éstos.

Harris admite la bidireccionalidad, de modo que existen construcciones que “son mutuos tranformos, cada uno de los cuales puede derivarse de cualquier otra construcción por medio de una transformación especial”. Harris entiende que una transformación es una operación en virtud de la cual se añade, elimina, etc, uno o más elementos. Y aquí radica la importante diferencia en la concepción que las transformaciones tienen Harris y Chomsky. Las


transformaciones introducidas por Harris imponían la exigencia de un mayor grado de simplicidad y de generalidad. En este sentido podríamos establecer un paralelo entre la neogramática y Saussure, por un lado, y Harris y Chomsky, por otro, en la medida en que los antecesores habían agotado el método y habían sentado las bases para la elaboración de un nuevo modelo en lingüística.

La gramática generativa y transformacional


Saussure, Hjelmslev, Bloomfield y otros son lingüistas que pertenecen a la historia de la metodología estructuralista y, en su conjunto, el propio estructuralismo.

El examen de datos, estaba sometido a condiciones muy estrictas y la preferencia por considerar sólo aquellas categorías que tuviesen un correlato físico hizo imposible tanto el reconocimiento de relaciones abstractas, como la formulación de hipótesis. La gramática quedaba condenada a ser una tarea estrictamente concreta y su único cometido consistió en la segmentación de los textos para llegar a establecer las clases gramaticales. Por esto, la lingüística bloomfieldiana es llamada “gramática de listas” y su finalidad era ordenar los datos del corpus.

Por otra parte, los modelos que elaboraron sobre el aprendizaje lingüístico y sobre la estrategia del uso eran rígidamente mecaniscistas. El aprendizaje era fruto de la repetición y de la analogía. Los actos de habla eran “respuestas” provocadas por unos “estímulos” que fueron vagamente definidos como “la situación del hablante” a la


que no se podía acceder. Toda consideración sobe una facultad innata para la adquisición del lenguaje quedaba proscrita. La lingüística estructural estadounidense quedaba caracterizada por su dependencia estricta de los datos físicos, por su psicología mecanicista y por una filosofía empirista.

Los orígines de la gramática generativa se explican a partir de tres inadecuaciones básicas de la lingüística estructural: la inadecuación de la teoría, la inadecuación en cuanto al objetivo de la ciencia del lenguaje y la inadecuación interna del método empleado.

En cuando al método, las lenguas naturales no siempre presentan los constituyentes ordenados. Estos “constituyentes discontinuos” planteaban dificultades y el problema sólo podía quedar resuelto en una metodología lingüística que superase la servidumbre de la linealidad y que llevase sus descripciones al terreno de las relaciones abstractas. Por esto Chomsky en su obra dedicaría epecial atención al tratamiento del auxiliar. El auxiliar era prototípico de constituyente discontinuo.

Los objetivos de la lingüística estructural también fueron sometidos a la crítica. Para Chomsky, los objetivos de la gramática se cifran en ser ésta un modelo abstracto de la competencia lingüística de un hablante-oyente-ideal y, en consecuencia, la tarea primordial del lingüista consistirá en responder preguntar del tipo siguiente: cómo se aprende una lengua, cómo es posible la paráfrasis. Esto suponía un cambio radical de los mismos. Así, la lingüística pasaba de ser una actividad clasificatoria a convertirse en teoría del lenguaje.

La tercera de las inadecuaciones, la teórica, tenía que vert con el tipo de filosofía y de psicología que podían resultar más adecuadas para enfocar el fenómeno del lenguaje. En primer lugar, el mecanicismo no podía permitir verdaderas generalizaciones que condujeran a la formulación de hipótesis. Y, en segundo lugar, la exclusiva atención a los hechos empíricos dejaba sin explicación los aspectos más significativos de la adquisición y el uso del lenguaje. La psicología conductista tampoco parecía apta para explicar el comportamiento del hablante. Chosmky propuso, por el contrario, que debía postularse una facultad innata. Esa facultad orientaría al hablante en el trabajo de selección de una gramática. En consecuancia, la teoría lingüística debería suministrar el método para la selección de una gramática. La inadecuación del modelo de estímulo y refuerzo quedaba patente ante el hecho de que muchas de las secuencias emitidas debían ser consideradas como inéditas y no un mero fruto de la estructuración analógica.

La teoría lingüística ha de suministrar los mecanismos que permitan la selección de una gramática, ya que para una determinada lengua puede haber dos o más posibles. Así pues, “la teoría proporciona un procedimiento de evaluación para las gramáticas”. Por “gramática posible” entiende Chomsky “adecuada” a una determinada lengua. Se entiende que la gramática generativa se proponga como tarea fundamental ser una teoría de la competencia lingüística del hablante.

Por último, en Syntactic Structures juega un importante papel el problema de los tres


niveles de reglas que constituyen la gramática. Estas transformaciones “operan sobre una cadena determinada”. Es decir, convierten un indicador sintagmático subyacente en otro, no subyacente, bajo determinadas condiciones. De esta forma, el nivel de las reglas sintagmáticas se ve notablemente simplificado y, la gramática adquiere un alto grado de generalidad porque es posible relacionar frases cuyas estructuras son diferentes.

La aparición de Syntactic Structures actuó como un revulsivo en el campo de la lingüística. Así, Newmeyer ha podido señalar que esta obra “fue considerada como una amenaza a su hegemonía intelectual sobre el campo de la lingüística”. Sin embargo, entre un buen número de jóvenes fue aceptada la obra con estusiasmo y así, el mismo año de la publicación, aparecía una extensa reseña de R.B.Lees en la que decía que la obra de Chomsky fue uno de los primeros intentos para construir una teoría global del lenguaje. En general, se pudo apreciar que la nueva lingüística suponía una ruptura radical con los presupuestos y con los métodos del estructuralismo y pudo comprobarse que el generativismo entroncaba con toda una corriente de gramáticos teóricos, racionalistas y universalistas.

Entre la aparación de Syntactic Structures y la de Aspects of the Theory of Syntax(1965) transcurrieron ocho años en los que se produjo la consolidación de la gramática generalista y transformaconal a partir de los trabajos y colaboraciones de un grupo de investigadores.

Aspects of the Theory of Syntax representa un


segundo paso en la construcción de una gramática generativa y transformacional. En esta obra se logra un mayor grado de explicitud teórica sin alterar las bases de la propia teoría. También se corrigen algunas cuestiones defectuosas y se alcanza un mayor grado de generalidad y de simplicidad para la teoría. Y finalmente se incorporan nuevos elementos. Nos referiremos a los tres temas de Aspects. En primer lugar, la teoría lingüística tendrá como principal cometido la descripción de la competencia de “un hablante-oyente-ideal” que sabe su lengua perfectamente. Es decir, Chomsky expresa de forma explícita las características que debe reunir ese hablante contemplado por la teoría lingüística. A la teoría lingüística le pertenece el estudio de la “competencia”; no el de “actuación”. Y Chomsky se apresura a notar la diferencia que existe entre “competencia” y “lengua” en la obra de Saussure: la primera es como una capacidad creativa, la segunda como un depósito. La gramática se presenta como un mecanismo que permite enumerar todas y sólo las frases de una lengua.

En segundo lugar, ciertos poblemas que afectaban a la generalidad y a la simplicidad de la teoría iban a quedar ahora mejor resueltos. En Syntactic Structures, las reglas de estructura de la frase eran especialmente simples; en cambio, el componente tranformacional era sumamente complejo y la inserción de frases. Ahora frases como las de relativo serán generadas por la base del componente sintáctico, gracias a la incorporación de reglas como SN→(Det) N (F’).

De esta forma, la propiedad recursiva pasa a ser asumida por la base del componente sintáctico y, más en concreto, por las reglas de estructura de la frase. Chomsky propondrá la eliminación de la transformación pasiva para cierto tipo de verbos y, en su lugar, las reglas de estructura de la frase podrán generar directamente la pasiva a partir de una regla, que simplificamos, como la siguiente: SV→V(SN)…(Manera), cuyo último símbolo, que es opcional, remitirá, en las situaciones requeridas, a otra regla: Manera→por pasiva.

Además, se obtendrá un mayor grado de adecuación para la gramática al ser eliminadas ciertas transformaciones que producían alteraciones en el significado.

Por último, se incluyen nuevos elementos en la base del componente sintáctico: las reglas de subcategorización que entran en juego una vez aplicadas las reglas de estructura de la frase. Estas nuevos reglas expresan ciertas características(sintácticas y/o semánticas) de los símbolos de categorías, de modo que un símbolo como N, V, etc, será conectado con un elemento léxico. La gramática se convierte en un mecanismo más potente. Además, la gramática que resulta es más adecuada. Así, el símbolo N de la secuencia gramatical anterior quedaría especificado como

+N

+común

+concreto

+animado

-humano

Todo este conjunto de modificaciones han hecho de Aspects el punto de referencia obligado, tanto para los partidarios del modelo, como para quienes han tratado de impugnarlo. Si la lingüística de la Grecia antigua culminó con el Cratilo y con la Téchne, si el medioevo queda definitivamente caracterizado por los tratados De modis sifnificandi, si la Grammaire de Port-Royal marca el punto culminante de la lingüística del siglo XVII, la obra de Chomsky representa, hoy por hoy, el clímax de la lingüística moderna y consituye un modelo global para la descripción de las lenguas. En cualquier caso, las intuiciones más serias de la gramática generalista y transformacional podrán ser olvidadas y las nuevas teorías, cuando surjan, habrán de asumirlas, de un modo u otro.

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