09 Abr
Política económica y social de la dictadura
La dictadura se benefició de la positiva coyuntura económica de los años veinte y pudo emprender numerosas iniciativas. Los principios rectores de la política económica de Primo de Rivera fueron la nacionalización, el intervencionismo y las obras públicas, aunque no solucionó el problema agrario. Entre las principales iniciativas destacan:
- Obras públicas e infraestructuras: Se llevó a cabo un amplio programa de construcción de carreteras y ferrocarriles, lo que contribuyó a mejorar las comunicaciones y a reducir el desempleo.
- Monopolios y nacionalización: Se concedieron monopolios a empresas como la naviera Transmediterránea y la Compañía Telefónica Nacional. En 1927 se creó CAMPSA para la explotación del petróleo.
- Sector agrario: Se promovió el regadío a través de las Confederaciones Hidrográficas, con el objetivo de mejorar el aprovechamiento de los ríos. Sin embargo, no se resolvió el problema agrario.
- Exposiciones internacionales: En 1929 se celebraron exposiciones en Barcelona y Sevilla, lo que aumentó los gastos del Estado y contribuyó a la deuda pública.
- Política social y laboral: Se fomentó la intervención del Estado en los conflictos laborales y se intentó integrar a sectores moderados del movimiento obrero. Se creó la Organización Corporativa Nacional, basada en un modelo de sindicalismo vertical similar al fascista, donde patronos y obreros debían resolver sus conflictos dentro de la misma estructura.
Impacto económico y social
A medida que la dictadura se mantenía en el tiempo, la oposición fue creciendo. Líderes de los partidos dinásticos, como Romanones, pidieron la convocatoria de elecciones y participaron en conspiraciones militares, como la «sanjuanada» de junio de 1926, debido al descontento de parte del ejército con la arbitrariedad en la concesión de ascensos. En 1926 la Alianza Republicana, que unió a varios grupos del republicanismo, exigió un sistema democrático y el fin del caciquismo. En Cataluña, las medidas adoptadas por la dictadura, como la eliminación de la mancomunidad y la prohibición del uso público del catalán, generaron un rechazo generalizado, incluso dentro de la propia Lliga Regionalista.
En el movimiento obrero, la CNT tuvo que actuar en la clandestinidad debido a la dura represión. Esta persecución provocó una mayor radicalización del anarquismo, reflejada en la creación de la FAI (Federación Anarquista Ibérica). Además, la colaboración de los socialistas con la dictadura terminó rompiéndose en 1929.
Una gran parte de los intelectuales también rechazó la dictadura, especialmente por la censura y el cierre de universidades. Esto generó conflictos con figuras destacadas como Unamuno, Ortega y Gasset, y Menéndez Pidal. Además, se fundó la Federación Universitaria Española (FUE), de carácter republicano.
La caída de Primo de Rivera y el hundimiento de la monarquía
La caída de Primo de Rivera se debió al distanciamiento de sectores clave, el aumento de los conflictos sociales, el fortalecimiento del republicanismo, y el fin de la buena situación económica tras el crac de 1929. Estos factores hicieron insostenible su gobierno, lo que llevó a Alfonso XIII a retirarle su confianza y a la dimisión de Primo de Rivera el 30 de enero de 1930.
La “dictablanda” del general Berenguer
El rey Alfonso XIII encargó al general Dámaso Berenguer la tarea de restaurar la normalidad constitucional de la Restauración, lo que se conoció como la “dictablanda”. Berenguer, al igual que su predecesor, gobernó por decreto y retrasó la convocatoria de elecciones, lo que provocó el descontento de una parte de la clase política. Esta situación, sumada al respaldo del monarca a la dictadura, llevó a muchos a ver la República como la única solución viable para el país.
En agosto de 1930, republicanos, socialistas y catalanistas de izquierda firmaron el Pacto de San Sebastián, con el objetivo de acabar con la monarquía y formar un gobierno provisional republicano. Este pacto contó con el apoyo de intelectuales como Gregorio Marañón y Ortega y Gasset, quienes participaron en la Agrupación al Servicio de la República.
La agitación popular aumentó, y los eventos se aceleraron con las sublevaciones militares en Jaca y Madrid en diciembre de 1930. En Jaca, los capitanes Fermín Galán y García Hernández encabezaron una revuelta republicana, y en Cuatro Vientos, Ramón Franco e Ignacio Hidalgo hicieron lo mismo. Aunque los sublevados fueron fusilados, el malestar generado por los fusilamientos y el encarcelamiento de los líderes del Comité Revolucionario obligaron a Berenguer a dimitir.
El gobierno del almirante Aznar y el fin de la monarquía
En febrero de 1931, el rey encargó al almirante Juan Bautista Aznar formar un gobierno, reemplazando a Berenguer. Aznar convocó elecciones municipales el 12 de abril de 1931, interpretadas como un plebiscito sobre la monarquía. Aunque los monárquicos ganaron en áreas rurales, los republicanos triunfaron en la mayoría de las ciudades, lo que fue interpretado como un apoyo mayoritario a la república.
A medida que se conocían los resultados, se proclamó la República en Eibar y Barcelona, y el 14 de abril, las calles se llenaron de gente celebrando la victoria republicana. En Madrid, el general Sanjurjo apoyó al Comité Revolucionario, y Alfonso XIII, aconsejado por Romanones, abandonó el trono y se exilió. Así, la Segunda República fue instaurada con gran euforia popular.
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