09 Jul
Construyendo la Identidad Docente: Un Camino de Reflexión
A lo largo de estos dos años de formación en el Grado de Educación Primaria, he tenido la oportunidad de detenerme y mirar hacia atrás, no solo como estudiante, sino ya con una mirada más profesional, como futuro maestro. Esta reflexión me ha permitido integrar aprendizajes teóricos y vivencias personales para ir construyendo mi identidad docente. En este proceso han sido claves varios aspectos: las corrientes pedagógicas, la resolución de conflictos, la motivación y el clima del aula, y los estilos de aprendizaje. Cada uno de estos temas ha tocado una parte importante de mi experiencia, tanto como alumno dentro del sistema educativo español, como en mi reciente rol de futuro educador.
La Influencia de las Corrientes Pedagógicas
En cuanto a las corrientes pedagógicas, es inevitable pensar en cómo me eduqué. En la etapa de Primaria, viví de lleno la enseñanza tradicional: clases expositivas, tareas repetitivas, memorización sin comprensión real y una evaluación centrada en resultados numéricos. Es el enfoque que Freire llamaba la “pedagogía bancaria”: el docente como figura central que deposita información en estudiantes pasivos. En aquel momento no me lo cuestionaba, porque era lo que conocía. Sin embargo, al analizarlo con los conocimientos actuales, veo claramente cómo ese modelo limitaba nuestra autonomía, creatividad y pensamiento crítico.
Del Modelo Tradicional a la Experiencia Constructivista
Más adelante, durante Secundaria, tuve una experiencia que rompió con todo eso: un profesor de matemáticas nos propuso un proyecto grupal para organizar un viaje ficticio. Teníamos que calcular presupuestos, porcentajes, justificar decisiones y luego presentar el resultado al resto de la clase. Fue una experiencia constructivista en toda regla. Por primera vez sentí que las matemáticas servían para algo en la vida real. Me implicó, me motivó, y sobre todo, me permitió aprender activamente. Estas metodologías, centradas en el estudiante, en la resolución de problemas reales y en la reflexión sobre la experiencia, representan la pedagogía que quiero llevar al aula: una pedagogía viva, activa y significativa.
Alineación con la Pedagogía Liberadora
En este sentido, también me siento muy alineado con la pedagogía liberadora, la que ve la educación como una herramienta para transformar la sociedad. En la universidad, al trabajar casos reales de desigualdad, entendí que el maestro no puede ser neutral: educamos desde valores. Y para mí, esos valores deben ser la justicia, la equidad, la inclusión y el respeto. No se trata solo de enseñar contenidos curriculares, sino de formar ciudadanos críticos, capaces de entender su realidad y actuar sobre ella.
La Importancia del Clima de Aula
Pero para que todo eso ocurra, es imprescindible cuidar otro elemento fundamental: el clima de aula. Gracias a proyectos desarrollados en clase (como el de salud mental y bienestar emocional) que llevamos a cabo en la ESO, he comprendido que el clima no es algo abstracto ni espontáneo, sino algo que se construye día a día. El respeto, la confianza, la participación, la empatía, el humor… son ingredientes que se perciben en el ambiente y que hacen posible que el aula sea un espacio de aprendizaje y de convivencia.
Construyendo un Ambiente Positivo y la Gestión de Conflictos
Recuerdo especialmente una reflexión que hicimos en grupo: el clima de aula no es solo responsabilidad del tutor, sino del conjunto del equipo docente y del propio alumnado. Para que haya un buen clima, tiene que haber normas claras, pero también flexibilidad. Tiene que haber estructura, pero también escuchar las diferentes opiniones. Y sobre todo, debe haber coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. En una ocasión durante prácticas, un alumno de segundo mostraba un comportamiento disruptivo constante. Lejos de castigarlo, la tutora decidió trabajar con él desde la autorregulación emocional. Le dio un cuaderno donde podía expresar sus emociones, organizó tiempos específicos para que participara y se reunió con su familia. Fue una intervención basada en la comprensión, no en la sanción. Esa experiencia me hizo entender que la resolución de conflictos no puede gestionarse desde el castigo, sino desde la prevención, el diálogo y el acompañamiento.
El conflicto, como aprendimos en clase, no siempre es negativo. Puede ser una oportunidad para educar en valores. De hecho, creo que uno de los aprendizajes más importantes ha sido cambiar mi visión sobre la disciplina. Antes pensaba que el orden en el aula dependía de que los alumnos “se portaran bien”. Ahora entiendo que la convivencia se construye entre todos, y que como docente debo ser un referente no solo académico, sino también emocional y ético. Conocer el marco legal ayuda, sí, pero más allá de la normativa, es el criterio humano el que marca la diferencia.
El Papel de la Motivación en el Aprendizaje
Todo esto está directamente relacionado con la motivación. Aprendí que la motivación no es un rasgo fijo del alumno, sino una responsabilidad compartida. Hay motivación intrínseca, cuando uno siente interés y disfrute por aprender, y extrínseca, cuando responde a recompensas externas. Como docente, debo fomentar la primera: plantear retos alcanzables, conectar con la realidad del alumnado, darles voz en su aprendizaje. Solo así podrán implicarse de verdad. Me he dado cuenta, tanto como alumno como futuro maestro, de lo importante que es sentirse valorado y acompañado.
Comprendiendo los Estilos de Aprendizaje
Finalmente, un pilar esencial en este camino ha sido el estudio de los estilos de aprendizaje, especialmente el modelo de Felder y Silverman, el cual nos tocó por sorteo y que fue el que trabajamos como grupo. Este modelo plantea que los estudiantes aprenden de distintas maneras: algunos son más visuales, otros verbales; algunos aprenden de forma activa, otros reflexiva; algunos prefieren la información concreta, otros abstracta. Lo importante es que todos pueden aprender si se les ofrece la metodología adecuada. Esta perspectiva me ha hecho ver que no basta con “enseñar bien”, sino que hay que enseñar de forma diversa.
Aplicación del Modelo y Conexiones Clave
Durante la elaboración de nuestro trabajo, entendí lo clave que es planificar actividades teniendo en cuenta estas diferencias. Si diseñamos propuestas equilibradas, que combinen teoría y práctica, individual y grupal, reflexión y acción, podremos llegar a todos. Este modelo también me hizo reflexionar sobre mi propio estilo: tiendo a aprender haciendo, a través de la experiencia y el razonamiento práctico. Esto influye en cómo quiero enseñar: desde la participación, la experimentación y el aprendizaje significativo. Además, integrar los estilos de aprendizaje con el clima de aula y la motivación crea un círculo muy poderoso: cuando el alumno se siente comprendido en su forma de aprender, se motiva; y cuando se motiva, el clima mejora y el conflicto disminuye.
Conclusión: Forjando el Futuro Educador
En conclusión, esta metacognición final no es solo un repaso académico, sino una síntesis personal del tipo de docente que quiero ser. Aspiro a ser un maestro cercano, justo, flexible, que entienda la educación como una herramienta de cambio. Que combine lo mejor de distintas corrientes pedagógicas, que sepa prevenir y gestionar conflictos con humanidad, que cuide el clima del aula como un tesoro, que motive desde el respeto y que enseñe desde la diversidad. Sé que no será fácil. Pero también sé que vale la pena. Porque educar, al final, no es solo transmitir conocimientos. Es sembrar conciencia, despertar preguntas, y acompañar procesos. Y en ese viaje, todo lo que he aprendido este año será mi brújula. Todo este recorrido me ha reafirmado en la vocación docente y no quiero ser un maestro que simplemente cumple un currículo, quiero construir espacios donde cada niño o niña pueda descubrir lo mejor de sí mismo, aprender a aprender, convivir, pensar y transformar el mundo que le rodea.
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