20 Abr

La Guerra Civil supuso una ruptura en la evolución de la cultura española con respecto a las corrientes europeas. Tras el conflicto bélico, el panorama cultural se ve condicionado por las siguientes circunstancias: España queda sumida en un profundo aislamiento tanto cultural como político: se cerraron las fronteras a toda la influencia que pudiera ser nociva para el orden político establecido por la dictadura y se instauró un fuerte aparato de control y censura de las publicaciones; desapareciendo los modelos estéticos. La generación del 27 se deshace bruscamente por el fusilamiento y exilio; y los pocos que quedaron se convierten en los referentes para los creadores de posguerra. En los años cincuenta observamos ciertos cambios socioeconómicos que anuncian una incipiente apertura del régimen franquista. Se producen migraciones del campo a la ciudad, lo que provoca el nacimiento de barrios obreros y suburbios, ambientes retratados en la literatura del momento. Todo ello originará la aparición de nuevas tendencias en el panorama literario español, al generalizarse una mayor preocupación por problemas de índole social;
Además, se observa una tímida liberalización intelectual. Los años sesenta representan el comienzo de cambios sustanciales en la vida social, económica y cultural en España. El tímido aperturismo que ya se vislumbró en la década anterior da paso a una mayor presencia de nuestro país en el ámbito europeo y mundial. Al desarrollo económico, impulsado por la industrialización y el aumento del turismo, se une el incremento de contactos con el exterior y cierta flexibilidad en el control de la censura. Con todo, algunos autores ven prohibidas algunas de sus novelas.


Al ser la producción literaria de Pedro García Cabrera tan extensa, podemos apreciar que se mueve entre varios contextos literarios. El primero de ellos es las vanguardias y, en especial en la generación del 27. Entre todos los rasgos sobresalen la búsqueda del equilibrio y de las armónías de las diversas tendencias. Existe un equilibrio entre los sentimientos y la razón; proponen un arte válido tanto para las minorías como para las mayorías, por lo que lo culto, lo vanguardista y lo popular se combinan; rescatan lo mejor de todas las generaciones precedentes. El segundo movimiento que podría adscribirse es a la poesía social que se desarrolla a partir de los últimos años de la década de los cuarenta del siglo pasado. Se caracteriza porque hay una evolución poética que va del yo al nosotros. Se evitan los problemas íntimos y se produce un rechazo del esteticismo. De este modo, se pretende crear una poesía clara para la inmensa mayoría y, a veces, se emplea el coloquialismo y el prosaísmo. Estos rasgos los emplea García Cabrera en la última etapa lírica.


Pedro García Cabrera nacíó en Vallehermoso, La Gomera, un 19 de Agosto de 1905. Inicia su actividad literaria en 1922. Es miembro del PSOE desde 1931 y participó en las elecciones municipales de ese año con la Conjunción Republicano-Socialista. Entra en las Instituciones y como concejal reivindica políticas sociales como la construcción de casas baratas para los obreros y mejoras educativas. En 1936 se produce el levantamiento militar y a Pedro García Cabrera lo detienen y lo deportan a Villa Cisneros, un campo de concentración del Sáhará; donde al año logra fugarse. En 1939, poco antes de acabar la Guerra Civil, lo vuelven a detener en Granada y permanece siete años en la cárcel. De regreso a Tenerife consigue trabajo como jefe de contabilidad en CEPSA. Se instala en Tacoronte y luego en Santa Cruz de Tenerife donde 2 fallecíó en 1981. Vive con ilusión los años de transición a la democracia, y da conferencias y participa en diversos actos, como el Primer Congreso de Poesía Canaria en 1976, siempre comprometido, ética e intelectualmente.


Su producción literaria se puede dividir en varias etapas: 1928-1936. Se vincula al poeta con las inquietudes que animan los primeros libros de la generación del 27 y la lírica europea contemporánea: neopopularismo y formas cultas ligadas a las primeras vanguardias, en especial, al ultraísmo y creacionismo. Sus obras más importantes de esta etapa son Líquenes (1928) Transparencias fugadas (1934). 1936-1946. Prisión y guerra enmarcan la vida del poeta y de sus escritos. Destacan Entre la guerra y tú y Romancero cautivo. 1946-1981. Tras salir de la cárcel, su vida debe desenvolverse en un tiempo de libertad encadenada. En esta etapa el autor publica Día de alondras y La esperanza me mantiene. 1961-1970. En 1971 publica Las islas en que vivo, cuyos poemas se escribieron «junto al mar batiente, en el litoral suroeste de Tenerife», entre 1960 y 1967. En el prólogo, expone que muchas de las «imágenes que cristalizan» en ellos «son formas elaboradas por el pueblo» y que su propósito ha sido «el de utilizar su fuerza expresiva y sus bellas siluetas coloquiales para dar calor» a la palabra poética. De tono social, en el poemario reina aún el desasosiego. La soledad casi es uno de los personajes y, frente a ella, el poeta busca apoyos solidarios: la libertad ahora es una meta colectiva. También aparecen dos de las imágenes recurrentes como son el mar y la isla.

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