09 May

Alfonso XIII y los Intentos de Regeneración del Sistema Político (1902-1917)

Introducción

El período de la Restauración (1874-1931) comenzó con el pronunciamiento de Martínez Campos y el regreso de los Borbones con Alfonso XII. Tras su muerte en 1885, su hijo Alfonso XIII asumió el trono en 1902, después de la regencia de su madre María Cristina de Habsburgo-Lorena. Su llegada coincidió con la crisis derivada del Desastre del 98, que impulsó la necesidad de reformas regeneracionistas para modernizar el país y acabar con el sistema caciquil y la falsa democracia del turnismo. Sin embargo, estos intentos fracasaron y el sistema se mostró incapaz de integrar a las crecientes fuerzas de oposición: republicana, socialista y nacionalista. Con el impacto de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la creciente conflictividad social, el régimen de la Restauración entró en una profunda crisis que se agravó a partir de 1917, llevándolo finalmente a su colapso.

El Reinado de Alfonso XIII

La crisis de 1898, marcada por la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, generó una profunda crisis política y moral en España. Este contexto impulsó el regeneracionismo, un movimiento que planteaba la necesidad de reformas profundas para modernizar el país. Cuando Alfonso XIII asumió el trono en 1902, los partidos dinásticos (Conservador y Liberal) se encontraban debilitados tras la muerte de sus líderes históricos, Antonio Cánovas del Castillo y Práxedes Mateo Sagasta. Fueron reemplazados por nuevas figuras como Antonio Maura (conservador) y José Canalejas (liberal), quienes encarnaron los principales intentos regeneracionistas desde el poder.

Entre 1902 y 1917, se observó un progresivo proceso de descomposición del sistema canovista, caracterizado por el fraude electoral y el turnismo, y el ascenso del pluripartidismo con la emergencia de nuevas fuerzas sociales y políticas. En 1905, se produjo una grave crisis debido al enfrentamiento entre militares y sectores del catalanismo, cuando un grupo de oficiales asaltó las redacciones de las publicaciones catalanistas ¡Cu-Cut! y La Veu de Catalunya, que habían publicado caricaturas consideradas ofensivas para el ejército. Como resultado, en 1906 se aprobó la Ley de Jurisdicciones, que sometía a la jurisdicción militar los delitos de opinión contra el ejército y la unidad de la patria, lo que supuso un aumento significativo de la injerencia militar en la vida política y una restricción de las libertades públicas.

Antonio Maura y el Regeneracionismo Conservador

Antonio Maura, líder del Partido Conservador, impulsó un ambicioso programa de regeneración conocido como la «revolución desde arriba». Su objetivo era modernizar las instituciones y democratizar el sistema político desde el propio gobierno, buscando devolver la confianza ciudadana en las instituciones y así evitar una temida «revolución desde abajo» protagonizada por las masas populares.

Entre sus principales reformas destacó la Ley Electoral de 1907, que introdujo el voto secreto y lo declaró obligatorio, además de establecer el escrutinio por juntas del censo y la proclamación automática de candidatos sin oposición (artículo 29). Aunque pretendía limpiar el proceso electoral, no logró erradicar completamente el caciquismo. Maura también intentó una profunda reforma de la administración local, proponiendo la creación de mancomunidades (agrupaciones de diputaciones provinciales) que pudieran satisfacer ciertas aspiraciones autonomistas, especialmente las de Cataluña, pero su proyecto de Ley de Administración Local fue rechazado en el Parlamento. Además, impulsó una Ley de Represión del Terrorismo, destinada a frenar la oleada de atentados anarquistas, aunque esta tampoco llegó a ser aprobada.

En el ámbito social y económico, Maura promovió una política de intervencionismo estatal para fomentar la industria nacional y proteger la producción. Creó el Instituto Nacional de Previsión (INP) en 1908, considerado el antecedente de la Seguridad Social en España. También impulsó legislación social, como la Ley del Descanso Dominical (1904, aunque su gobierno la consolidó) y la Ley de Huelga (1909), que la regulaba aunque con limitaciones.

La Guerra de Marruecos y la Semana Trágica de 1909

Tras el Desastre del 98, España buscó recuperar parte de su prestigio internacional mediante una activa política colonial en el norte de África, concretamente en Marruecos. En la Conferencia Internacional de Algeciras de 1906, España y Francia acordaron el reparto de sus zonas de influencia en el territorio marroquí, correspondiendo a España el control del norte, la región montañosa del Rif, y un enclave en la costa atlántica (Ifni). Sin embargo, la ocupación efectiva de estas zonas encontró una fuerte resistencia por parte de las tribus rifeñas, lo que provocó una intensificación del conflicto bélico y la necesidad de movilizar reservistas, muchos de ellos procedentes de Cataluña, en el verano de 1909.

La mayoría de estos reservistas eran obreros y padres de familia con escasos recursos, ya que las clases acomodadas podían evitar el reclutamiento mediante el pago de una considerable suma de dinero (redención en metálico). Esta injusticia social provocó un amplio movimiento de protesta en Barcelona, liderado por socialistas, anarquistas y republicanos radicales. La tensión estalló cuando llegaron noticias del desastre del Barranco del Lobo (27 de julio de 1909), una emboscada en la que murieron cientos de soldados españoles. La convocatoria de una huelga general en Barcelona degeneró rápidamente en una insurrección popular conocida como la Semana Trágica (del 26 de julio al 2 de agosto de 1909). Durante estos días, se levantaron barricadas, se produjeron violentos enfrentamientos con las fuerzas del orden y se desató una oleada de anticlericalismo con la quema de numerosas iglesias y conventos.

El gobierno de Maura respondió con una dura represión: se declaró el estado de guerra, se suspendieron las garantías constitucionales y se llevaron a cabo numerosas detenciones y juicios sumarísimos. Fueron ejecutados cinco condenados, entre ellos el pedagogo y librepensador anarquista Francisco Ferrer Guardia, fundador de la Escuela Moderna, cuya implicación en los hechos fue muy discutida. Su fusilamiento desató una oleada de indignación y protestas en toda Europa bajo el lema «¡Maura, no!». Ante la enorme presión nacional e internacional, y para evitar un mayor desgaste de la monarquía, el rey Alfonso XIII forzó la dimisión de Antonio Maura en octubre de 1909.

José Canalejas y el Regeneracionismo Liberal

Tras la caída de Maura, José Canalejas, líder del Partido Liberal, asumió el gobierno (1910-1912) e intentó llevar a cabo su propio programa regeneracionista. Sus objetivos principales incluían la modernización del sistema político mediante una democratización progresiva, la mejora del funcionamiento del Parlamento y una mayor secularización del Estado, buscando limitar la influencia de la Iglesia católica en la vida pública.

En esta línea, una de sus medidas más controvertidas fue la Ley del Candado (1910), que prohibía durante dos años el establecimiento de nuevas órdenes religiosas en España. Esta ley, aunque de alcance limitado, generó fuertes tensiones con la Iglesia y la Santa Sede. En el ámbito social, el gobierno de Canalejas aprobó importantes reformas: se estableció la reducción de la jornada laboral en ciertos sectores (como la minería), se prohibió el trabajo nocturno de las mujeres en la industria, se aprobó la Ley de Accidentes de Trabajo y se reguló el derecho de huelga y los contratos colectivos. Una reforma de gran calado social fue la implantación del servicio militar obligatorio y la supresión de la redención en metálico, estableciendo la figura del «soldado de cuota» que, aunque pagaba, debía cumplir un servicio más corto.

En 1912, se aprobó finalmente la Ley de Mancomunidades Provinciales, una antigua aspiración de Maura, que permitía a las diputaciones provinciales agruparse para gestionar servicios comunes, lo que posibilitó la creación de la Mancomunidad de Cataluña en 1914, un primer paso hacia una cierta descentralización administrativa. Asimismo, Canalejas negoció con Francia el establecimiento definitivo del Protectorado franco-español en Marruecos (Tratado de Fez, 1912). Su gestión aportó una relativa estabilidad política y social, pero su prometedor proyecto reformista se vio truncado por su asesinato a manos de un anarquista, Manuel Pardiñas, en noviembre de 1912. Su muerte dejó al sistema político sin una de sus figuras más capaces para liderar la regeneración y sumió a los partidos dinásticos en una profunda crisis de liderazgo.

La Oposición al Sistema de la Restauración

A pesar de los intentos regeneracionistas, el sistema de la Restauración enfrentó una creciente oposición por parte de diversas fuerzas políticas y sociales que no se sentían representadas por los partidos dinásticos:

  • El Republicanismo: Se consolidó como la principal fuerza de oposición a la monarquía. Estaba fragmentado en diversas tendencias, pero destacaba la figura de Alejandro Lerroux, cuyo discurso populista, anticlerical y anticatalanista le granjeó un importante apoyo entre las clases trabajadoras, especialmente en Barcelona. En 1908 fundó el Partido Republicano Radical (PRR). Otros grupos republicanos mantenían posiciones más moderadas o federalistas.
  • El Movimiento Obrero: Experimentó un notable crecimiento paralelo al avance de la industrialización. Se dividía en dos grandes corrientes:
    • Socialismo: El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y su sindicato, la Unión General de Trabajadores (UGT), liderados por Pablo Iglesias, aumentaron su influencia y número de afiliados. En 1910, Pablo Iglesias consiguió el primer escaño socialista en el Parlamento español, gracias a la formación de la Conjunción Republicano-Socialista, una coalición electoral creada tras la Semana Trágica que agrupaba a diversas fuerzas antidinásticas.
    • Anarquismo: Mantuvo una fuerte implantación, especialmente en Cataluña y Andalucía. El anarquismo español rechazaba la participación en el sistema político parlamentario y propugnaba la acción directa (huelgas generales revolucionarias, sabotajes y, en algunos casos, terrorismo) como medio para transformar la sociedad. En 1910, durante un congreso en Barcelona, se fundó la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), que se convirtió en el principal sindicato anarquista y en una fuerza de gran poder de movilización obrera.
  • Los Nacionalismos Periféricos: Principalmente el nacionalismo catalán y el vasco, continuaron desarrollándose y demandando un mayor autogobierno. La Lliga Regionalista en Cataluña, liderada por figuras como Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó, se consolidó como la fuerza hegemónica del catalanismo conservador. En el País Vasco, el Partido Nacionalista Vasco (PNV) también incrementó su base social.

Estas fuerzas de oposición, junto con la crisis interna de los partidos dinásticos y la creciente conflictividad social, contribuyeron a la inestabilidad del sistema político durante el reinado de Alfonso XIII.

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