07 Abr

RAZÓN Y FE EN SAN AGUSTÍN


san Agustín es quien mejor hace, hasta entonces esta síntesis entre filosofía y cristianismo. En primer lugar, nos ayuda a adquirir un recto y riguroso modo de pensar y de hablar. Como puede verse, Agustín no tiene una mentalidad analítica que le permita diferenciar tajantemente entre la filosofía, producto de la exclusiva actividad racional, y la Teología, producto de la razón pero basada en la fe, en los dogma.CREDE UT INTELLIGAS:hay que creer para comprender, hay que tener fe para poder usar adecuadamente la razón. INTELLIGE UT CREDAS: La fe del cristiano, y en general el conocimiento del cristiano, tiene que apoyarse en el discurso racional, ya que éste, si es correcto y no se aparta de la verdad, necesariamente estará en pleno acuerdo con la fe. La filosofía no debía, por tanto, descubrir la verdad, no se puede descubrir lo que ya se conoce. La tarea de la filosofía era analizar la verdad e intentar demostrar que la verdad, ya poseída era una verdad necesaria. Cuando la filosofía intentaba probar. Esta es una tarea que la fe entrega a la filosofía. Las tareas de la filosofía son dadas por la fe.

Tomás de Aquino: Razón-FE Y LAS CINCO Vías TOMISTAS


Tomás de Aquino es, ante todo, un teólogo. La cumbre de su producción tiene un sello eminentemente teológico. Ahora bien, ello no es obstáculo para que sepa reconocer el valor de la filosofía que, como saber humano, tiene autonomía propia. Hay proposiciones cuya verdad se conoce tanto por la Revelación como por la Razón. Pero también hay proposiciones, cuya verdad puede ser conocida solamente por la revelación y no por la razón. Sto. Tomás concibe todo el cúmulo de verdades a las que el hombre puede llegar, de una u otra forma, distribuido en tres grandes ámbitos. TEOLOGÍA NATURAL. Si todo hombre tuviera tiempo, energía y habilidad para descubrir por medio de la razón la verdad de esas proposiciones, seria innecesaria la revelación. Que Dios existe, es una proposición que, según Tomás de Aquino, es revelada, pero que también puede ser probada por la razón.Hay, sin embargo, verdades que están fuera del alcance de la razón: los artículos de fe de la llamada TEOLOGÍA REVELADA. Sin embargo, el deseo de Dios de salvarnos hace necesaria su comunicación al hombre a través del cauce de la revelación.

LAS CINCO Vías TOMISTAS

Tomás de Aquino se esforzó en darnos pruebas, vías y caminos de la existencia de Dios, porque para él la existencia de Dios no es algo evidente por sí misma.La existencia de realidades cambiantes en el mundo es innegable. En el mundo podemos observar series de efectos y cau puede ser causa de sí mismo. Como tales series no pueden prolongarse de manera infinita, todo hace pensar en la existencia de una causa primera incausada, que es Dios. La tercera vía toma su punto de arranque de la contingencia de los seres mundanos.Los seres contingentes no tienen en sí mismos la razón
de su existencia. Por ello ha de inferirse la existencia de un ser absolutamente necesario, al que todos llaman Dios. La verdad, la nobleza y otras perfecciones no se hallan repartidas por igual en los distintos seres del mundo, sino que se admiten diversidad de grados. La fuerza de la argumentación arranca de considerar que este orden que el cosmos no se ha podido dar a sí mismo y que se manifiesta incluso en los seres no inteligentes, exige la existencia de una inteligencia ordenadora suprema
FELICIDAD Y POSESIÓN DE Dios
Toda su trayectoria intelectual no es otra cosa que el camino, difícil, por el que va buscando la Sabiduría hasta encontrarla en Dios, en la verdad cristiana. Ahora bien, la filosofía como «amor a la Sabiduría» merece la pena ser buscada porque en ella se encuentra la felicidad y la plena realización humana. En primer lugar, porque la verdad buscada, la verdad beatificante, sólo puede ser Dios, Verdad y Bien subsistentes. El hombre ha sido creado de tal manera que sólo con la posesión de Dios puede encontrar goce pleno y paz: «Nos has hecho para Ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti». Por eso es preciso un progresivo trascenderse, un ir más allá de sí mismo, para encontrar el Bien Supremo. De ahí que Agustín rechace el ideal epicúreo que coloca la felicidad humana en el goce de los placeres del cuerpo; y rechace también el ideal estoico que cifra la felicidad en la virtud misma del alma. La felicidad sólo se encuentra en Dios.

LA EXISTENCIA DE Dios Y LAS IDEAS EJEMPLARES


Esta doctrina del conocimiento y de la verdad permite a Agustín formular la prueba de la existencia de Dios. La formulación más desarrollada la encontramos en el libro III del De libero arbitrio. Partiendo del tema de la libertad humana, pasa Agustín al problema de la existencia de Dios. Dios es Pen-samiento supremo y, por consiguiente, fuente de todo pensamiento, verdad e inteli-gibilidad. Dios es Voluntad suprema, Bondad infinita, Amor sustancial, Santidad máxima y principio de orden moral. Dios es también Belleza suprema y paradigma de toda belleza. Es Sabiduría y Providencia que lo gobierna todo; nada escapa a su cuidado, ni siquiera el acto libre del hombre.No tiene ningún sentido hacer intervenir un dualismo inicial entre el bien y el mal, como hacían los maniqueos. El mal es privación de bien y, por tanto, no ser. Además, Dios ha creado el mundo libremente: la creación es un acto de la voluntad divina. No es un movimiento necesario e inevitable de Dios; no es la expansión necesaria del Bien, como afirmaban los neoplatónicos.

LA LIBERTAD Y EL PROBLEMA DEL MAL


Gran parte de la filosofía agustiniana analiza la cuestión del mal.
El problema del mal físico
Para San Agustín todo el universo, y cada una de las cosas que lo integran, es bueno, es un bien, dado que es una imitación, imperfecta por supuesto, de las Ideas divinas. El ser es bueno, todo lo que es, es bueno. En consecuencia, dado que el mal es carencia de ser, no-ser, no podemos acusar a Dios de su existencia, ya que Dios es responsable del ser, que es lo que ha creado, pero no del no-ser, que no lo creó, porque el no-ser no es.
El problema del mal moral
Por lo que se refiere al mal moral, esto es, el causado por el hombre en su comportamiento injusto y depravado con sus semejantes o con otras criaturas, no es sino una consecuencia de la falta de Adán, por la cual entró el pecado en el mundo y la naturaleza humana cayó de su estado originario. Después del pecado, el libre albedrío quedó tan debilitado que de hecho sólo sirve para el pecado; podemos decir que el libre albedrío, teóricamente capaz de bien y de mal, quedó tan afectado que sólo era capaz de mal; quedó como esclavo del mal. Ello hizo necesaria la venida de Cristo y la redención; hizo necesaria la gracia. La gracia no anula, pues, el libre albedrío, sino que lo libera y lo transforma en verdadera libertad, en autodeterminación al bien como don de Dios.El hombre ha de buscar con su libertad su felicidad, su Bien supremo, que es Dios. Solo El, como ya sabemos, puede llenar sus aspiraciones, pues ha sido creado de manera que sólo en Dios puede encontrar reposo.

«La Ciudad de Dios»: una filosofía de la Historia


La toma de Roma por Alarico, en el 410, sólo fue el final de un proceso de descomposición del Imperio que había comenzado antes: ya en el 378, Valerio sucumbe en Adriánópolis ante los Godos y desaparece en el campo de batalla; en el 401-402, Alarico llega hasta Venecia; en el 405, Radagasio, capitaneando a los Ostrogodos, pone en peligro a Roma y es parado cerca de Florencia por Stilicón. Muchos signos anunciaban la caída de Roma el 24 de Agosto del 410 a manos de Alarico; el resultado, tres días de pillaje, saqueo y destrucción que provocaron la muerte de muchos romanos —cristianos y paganos— y un gran éxodo hacia zonas más seguras.Las noticias de la caída de Roma llegan pronto a Cartago; poco después llegarán refugiados que han perdido sus bienes y a personas queridas. San Agustín se revela, en cierta manera, contra una idea que le parece peligrosa: «las desgracias de la época».Así que dos amores fundaron dos ciudades, a saber; la terrena el amor propio hasta llegar a menospreciar a Dios, y la celestial el amor a Dios hasta llegar al desprecio de sí propio. La primera puso su gloria en sí misma, y la segunda en el Señor: porque la una busca que le den honor y gloria los hombres, y la otra estima por suma gloria a Dios, testigo de su conciencia.La Ciudad Terrena, constituida por todos aquellos que llevan la vida del viejo hombre, del
hombre terrenal, unidos por su amor común por las cosas temporales, y la Ciudad de Dios, formada por el conjunto de hombres que están unidos por el vinculo del amor divino. Aquella, fundada en los impulsos terrenos, apetitivos y propios de la naturaleza humana inferior; ésta fundada, en la esperanza de la paz celestial y la salvación espiritual. La ciudad terrena es la ciudad humana, aquella en la que el hombre, olvidando su vocación hacia lo eterno, se encierra en su finitud y considera como su fin lo que sólo es un medio: es la ciudad en que el hombre se olvida de Dios y se convierte en idólatra de sí mismo. La influencia de la filosofía platónica en el pensamiento de Agustín La filosofía platónica, y el neoplatonismo, ofrece puntos de contacto con el pensamiento cristiano de
Agustín, en cuanto a la teología y la antropología. La afirmación platónica de la existencia de otro mundo aparte del mundo sensible, el mundo de las Ideas. Estas ideas, en Agustín, se sitúan en la mente divina. Este mundo sensible, ha sido hecho a imagen y semejanza de las Ideas. También en el campo de la concepción del hombre era el platonismo la filosofía más afín a San Agustín
Platón había defendido la inmortalidad del alma con argumentos que serán utilizados por los filósofos cristianos. Ahora bien, las almas, según Platón, existen desde siempre y para siempre, sufriendo sucesivas reencarnaciones. El Cristianismo acepta la inmortalidad del alma pero niega la teoría de la preexistencia y las reencarnaciones. San Agustín acabó defendiendo que las almas son creadas directamente por Dios.

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