04 Ago

Hume


La ciencia de la naturaleza humana.


¿Es necesario fundamentar el conocimiento en la naturaleza humana? Se busca un fundamento independiente de la religión porque las creencias religiosas han desembocado en guerras y ejecuciones públicas. La fe no debe interpretar el mundo. A partir del S. XVI, comienza una época de descubrimientos y pensadores que se enfrentan a la religión y buscan seguridad en el conocimiento, en las matemáticas, la geometría, y en las ciencias empíricas. Descartes, Spinoza, Francis Bacón, Isaac Newton y Shaftesbury pretenden fundamentar los principios éticos sin acudir a la religión, ni derivar la moral de elementos externos al individuo. Las raíces de la moral se encuentran en la propia naturaleza humana.

En este contexto


David Hume está en contra de la religión y de cualquier dogmatismo. Con la influencia del método inductivo y de la observación de Newton, Hume intenta realizar lo mismo en el terreno de la filosofía natural y de la filosofía moral, fundadas en los hechos y en la observación. Todas las ciencias están vinculadas a la naturaleza humana. El único medio de eliminar cualquier dogmatismo es investigar la naturaleza del entendimiento humano y mostrar con un análisis sus facultades y capacidades. Y después aplicar dicho conocimiento al estudio de los otros saberes. Sus intenciones son realizar una crítica a toda pretensión que vaya más allá de las posibilidades del conocimiento humano, como la metafísica tradicional y la religión. Por tanto, es importante distinguir los distintos tipos de certeza. Y una critica a las creencias religiosas. El ser humano en su ámbito ético o político es imprescindible liberar a la ética y la política de sus trabas. Y para explicar el origen y función de nuestro comportamiento ético o social nos centraremos en las necesidades y exigencias humanas.
Lleva a cabo esa investigación con el método experimental de Newton y lleva con la herencia de los empiristas, una metodología experimental basada en la observación y la experiencia. En el Tratado, Hume comienza con una investigación de los procesos psicológicos humanos, el origen y contenido del conocimiento, los tipos de juicios y su nivel de certeza, continúa con el estudio de las emociones, las pasiones y el comportamiento moral e intenta averiguar cuáles son sus principios básicos y sus nexos. Pero, no podemos aplicar al ser humano lo de los objetos de la física. El punto de partida es el Empirismo donde todos los contenidos proceden de la experiencia, y no existen las ideas innatas. Todos los contenidos de la mente son imágenes o percepciones, los sentidos son sólo intermediarios y transmisores.
Las percepciones pueden dividirse en dos clases, impresiones e ideas. Las impresiones de la experiencia externa o interna es el conocimiento por medio de los sentidos, sensaciones, emociones y sentimientos. Hay dos tipos, las impresiones de sensación o externas, que proceden de nuestros sentidos. Las sensaciones de dolor y placer y las impresiones sensoriales. Y las impresiones de reflexión o internas derivan de nuestros estados internos y de nuestras propias ideas, de nuestra actividad mental interna, las pasiones y las emociones, como el deseo o la aversión, el miedo o la esperanza, y muchas derivan de nuestras ideas, bien sea por la imaginación o por el recuerdo. Además de las impresiones, están las ideas que proceden de las impresiones, son la huella mental que la impresión deja en la mente, y son menos fuertes y vivaces. Tanto las impresiones como las ideas pueden ser simples o complejas. Son simples cuando no admiten distinción ni separación, y complejas, cuando se pueden separar. Una idea compleja es un agregado de ideas simples. Estas ideas se asocian mediante la imaginación que tiene la capacidad de asociar ideas, de modo natural o de modo arbitrario. Es el sujeto y su imaginación quien asocia. De modo arbitrario se puede crear obras de arte o ideas abstractas, que derivan de la experiencia y nuestra imaginación, y por tanto son términos sin sentido. Pero existe de modo natural en las ideas una atracción.
La ley de semejanza donde la imaginación pasa de una idea a otra que se le parece, la ley de contigüidad en el espacio y en el tiempo, la asociación pasa de una idea de algo a otra que habitualmente experimentamos contigua a la anterior en el espacio y / o en el tiempo, y la ley de relación causa
Efecto, se pasa de la idea de efecto a la de causa, o viceversa, que es una variación de la ley de contigüidad repetida. Por lo tanto, hay dos leyes, la ley de semejanza, básica para la comparación entre ideas como ocurre en la lógica y en las matemáticas, y la contigüidad en el espacio y en el tiempo, fundamental en las cuestiones de hecho. Las dos formas posibles del conocimiento humano.
Las relaciones de ideas son independientes de la experiencia. Se expresan mediante juicios analíticos, una negación de tales juicios implica una contradicción. Y sólo en este tipo de relaciones formales son posibles las afirmaciones universales y necesarias, 2 + 3 = 5. En las cuestiones de hecho cuyos juicios son sintéticos, necesitamos de la experiencia para realizar la uníón, sus razonamientos son probables, lo contrario es posible, es causal, y su criterio de certeza es que una idea será verdadera cuando provenga de una impresión. Con este criterio podremos tener certeza de las ideas correctas. Y no tenemos certeza de las ideas futuras puesto que no tenemos impresiones. Sin embargo, muchas afirmaciones se fundamentan en la relación causa y efecto.
La causa es contiguo en el espacio y continuo en el tiempo al fenómeno denominado efecto. Y la causa es anterior al efecto. La repetición constante, de objetos similares en circunstancias similares dan los mismos resultados ante los sentidos, pero ¿qué sucede cuando sólo está presente la causa?
Nuestra mente se apoya en la experiencia y la repetición, y relaciona el futuro efecto con la causa. Cuando se presenta la causa, la mente concibe el posible efecto. Pero, hay otra condición, la uniformidad de la naturaleza, si la naturaleza no cambia, el posible efecto futuro tampoco, pero no se puede probar la uniformidad de la naturaleza, y es la costumbre que hemos formado en nuestra experiencia la que nos determina a suponer que el futuro se adecuará al pasado. Pero la costumbre nos lleva a pensar el efecto más usual, y creemos que sucederá así. La creencia no es una idea, es una impresión que se añade a la concepción, creemos que sucederá. En la conducta humana descubrimos los mismos rasgos, sentimos que somos libres, sin embargo, lo que hacemos está unido por la motivación y la conducta. Y las acciones son determinadas por algo, ya sea el carácter o las preferencias.
Los juicios morales nos motivan a obrar, la razón no tiene poder motivador. La razón no es el fundamento de los juicios morales. El juicio tiene un origen en el sentimiento.
Ante determinados hechos los seres humanos reaccionan con pasión, emoción o afecto. Por ello, el vicio y la virtud son percepciones de la mente. Las cosas en sí no son buenas o malas, según lo que sintamos ante ellas, proyectamos sobre ellas esas cualidades, los juicios morales lo que hacen es expresar los sentimientos de aprobación o desaprobación ante ciertas conductas y nos llevan a actuar de una forma u otra. Es el sentimiento el que da preferencia, según la función que cumplen con respecto a la supervivencia, comodidad o agrado del individuo o del grupo. Y ese sentimiento es el deseo de la felicidad para la humanidad y el rechazo de su dolor. La moral está arraigada en deseos, necesidades e inclinaciones de la naturaleza humana. Se apoyan en la constitución de la mente humana y en los sentimientos. Las virtudes radican en la naturaleza humana, y son una defensa de la naturaleza, su supervivencia. La moralidad se centra en el hombre y es creada por el hombre, cuando se afirma que un carácter o acción es viciosa, realiza un sentimiento de reproche hacia ese carácter o acción. Pero nuestra naturaleza no es sólo sentimiento, es también razón. La rectitud moral de una acción, es también objeto de razonamiento. Y la utilidad en la que se apoya la valoración de las cualidades personales, ha de tener en cuenta la sociedad porque sentimos la obligación de justicia hacia otros seres humanos porque estamos con ellos. Por tanto, la empatía y la compasión son sentimientos que se fundamentan en la necesidad de los otros. Por eso, la felicidad individual va unida a la colectiva. El hombre busca su bien y el bien de la colectividad, dado que es su propio bien. Si vivíésemos en una situación de abundancia y sin ninguna necesidad material, o si fuésemos autosuficientes, sin necesitar de nadie, las reglas de la justicia serían inútiles. Pero no es el caso. Todas las virtudes tienen la facultad en la naturaleza humana de no poder permanecer indiferente al bienestar de sus semejantes, y valora que es un bien lo que promueve la felicidad de sus semejantes, y un mal lo que promueve su miseria.
Conclusión, las ciencias empíricas sólo pueden aspirar a la probabilidad y nunca a la certeza demostrativa. La causa es una creencia sólida y sometible a pruebas empíricas. Su certeza posee únicamente una base psicológica. La costumbre que tenemos al ver un fenómeno después de otro hace que lo afirmemos. Las verdades que durante siglos se han apoyado son subjetivas, y es la costumbre, y no la razón, la que fundamenta nuestras creencias, nuestros valores morales, determina nuestros juicios sobre el futuro y por tanto guía nuestras conductas. El límite de nuestro conocimiento son las impresiones. Pero, es imposible eliminar de la imaginación humana la creencia en la existencia del mundo externo, tenemos la tendencia a creer en ella, nuestra naturaleza, el instinto de supervivencia, y el instinto humano nos salva a través de la costumbre de un escepticismo radical.

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