07 May

LA CREACIÓN

El 1 de Abril de 1939 se daba por terminada la Guerra Civil española. La principal consecuencia de esta guerra fue la dictadura a la que condujo, que fue instaurada tras el conflicto y que estuvo dirigida por Francisco Franco, quien aglutinó las fuerzas contrarias a la república, las controló y se apoyó en ellas para gobernar. Así, fue una dictadura personal que suprimíó derechos y libertades, represora y sin una ideología elaborada, caracterizada por el autoritarismo militar, el catolicismo, el ultranacionalismo y el anticomunismo.

Franco contó con el apoyo del ejército, la Iglesia y la Falange, que constituyeron los pilares del régimen. A pesar de sus diferencias internas, Franco tuvo la habilidad de controlarlas en beneficio propio y del sistema. Asimismo, la dictadura fue respaldada por la burguésía, los terratenientes y los hombres de negocios, así como por gran parte de las clases medias, de los católicos y de la población rural. El nuevo régimen se caracterizó además por tener un partido único (Falange Española Tradicionalista y de las JONS) y un sindicato único y obligatorio, que agrupaba de forma corporativa a obreros y patronos, oponiéndose así a la lucha de clases.

El nuevo Estado había nacido sin constitución, sin partidos políticos ni libertades civiles. Esta falta de legalidad democrática se cubríó con Leyes Fundamentales, promulgadas según las necesidades y la evolución del régimen: el Fuero del Trabajo (1938), fundamento del sindicalismo vertical; la Ley Constitutiva de Cortes (1942), que creaba una institución representativa, en teoría; el Fuero de los Españoles (1945), que recogía los derechos de los españoles y la confesionalidad católica del Estado; la Ley de Referéndum Nacional (1945); la Ley de Sucesión, que definía a España como reino; y la Ley de Principios del Movimiento Nacional (1958).

Cuando la guerra entraba en su fase final, los defensores de la república empezaron a abandonar España, en torno a 500.000, para evitar las represalias de los vencedores. Los que optaron por quedarse se expusieron al rigor de la represión en caso de haber militado en el bando republicano. Franco, amparándose en la Ley de Responsabilidades Políticas de 1939 y la Ley de Seguridad del Estado de 1941, llevó a cabo una política interior represiva: hubo unos 400.000 juicios militares, 75.000 condenas a muerte, 25.000 ejecuciones y, en general, unos 300.000 encarcelados por delitos políticos entre 1939 y 1945. Los sospechosos que permanecieron libres fueron depurados de forma sistemática por sus ideas, especialmente funcionarios, empleados de instituciones, intelectuales y profesores universitarios. Paralelamente, unos meses después de finalizar la Guerra Civil, empezaba la Segunda Guerra Mundial. Franco celebró el estallido bélico, ante la seguridad del triunfo de las potencias del Eje y apostó por integrarse en dicho bloque. El deseo de Franco de participar en el conflicto se materializó en las entrevistas mantenidas con Hitler y con Mussolini en Hendaya y Bordighera, respectivamente. No obstante, estos encuentros fueron un fracaso, pues Franco solo accedía a entrar en guerra a cambio de armas, alimentos, materias primas y territorios coloniales, algo excesivo para Hitler y Mussolini. Con todo, el régimen adoptó la posición de no beligerante y prestó apoyó material, logístico y humano (mediante la División Azul en el frente ruso) a las fuerzas del Eje.

A partir de 1945, con la victoria aliada, la situación cambió drásticamente para Franco. En Diciembre de 1946 la Asamblea General de la ONU excluía a España de las Naciones Unidas y recomendaba la salida de Madrid a todos los embajadores. Así, el país quedó aislado y las relaciones comerciales reducidas al mínimo. Este aislamiento, unido a la ideología pseudofascista del régimen, hizo que el objetivo de la política económica franquista fuera establecer una economía autárquica, sin dependencia exterior, un modelo económico poco adecuado para una economía como la española, con un secular atraso industrial y escasas fuentes de energía propias. Pese a que el Instituto Nacional de Industria parecía poder impulsar el crecimiento, las políticas de corte fascista y antiliberal fueron un fracaso, que elevaron la inflación y frenaron el crecimiento, dando lugar a una increíble parálisis económica. Pese a toda la retórica del régimen, la agricultura recibíó pocas ayudas, y ello provocó una acusada escasez de alimentos que trajo consigo niveles de pobreza extremos y la necesidad de implantar el racionamiento, que permanecíó hasta 1952. Este desabastecimiento propició la aparición de un mercado negro, conocido como estraperlo.

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Tras la derrota de las potencias del Eje, en el contexto de la Guerra Fría, Estados Unidos, cuyo miedo al comunismo se traducía en la cooperación con aquellos países contrarios a dicha ideología, a pesar de que fueran dictaduras, vio en Franco a un aliado. Su influencia se plasmó en 1953 en el Pacto de Madrid, que fueron en realidad tres pactos, por los que Estados Unidos aportaba ayuda económica y reconocimiento político al régimen a cambio de cuatro bases militares: Rota, Morón, Zaragoza y Torrejón de Ardoz, soberanía incluida. Los tratados hispano-norteamericanos lograron presionar a la ONU, que aceptó el ingreso de España en 1955. Se había roto el aislamiento y las relaciones diplomáticas comenzaban a volver a la normalidad. Este nuevo ambiente posibilitó también en 1953 el Concordato con la Santa Sede, que legitimaba al régimen y reconocía el papel de la jerarquía eclesiástica a cambio de importantes privilegios económicos, jurídicos y educativos. Esta progresiva apertura supuso el fin de la influencia política de la Falange, pues comenzaba a ser necesario lograr cierta credibilidad democrática ante Europa, y llevó al gobierno a los tecnócratas del Opus Dei. Se establecieron algunas medidas liberalizadoras y a partir de 1959 se elaboraron los Planes de Estabilización, que dieron un fuerte impulso a la economía y pusieron fin a la autarquía.

Durante esta primera etapa de la dictadura, la oposición al régimen estuvo poco presente. Esta se materializó por un lado en el exilio, con el gobierno de la república y el gobierno vasco, que continuaron denunciando la ilegalidad del gobierno de Franco e intentaban internacionalizar el problema en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Por otro lado, algunos guerrilleros (el maquis), continuaron la lucha en las montañas, con la esperanza de que llegara ayuda del exterior.

La apertura internacional aseguró la continuidad del régimen en mejores condiciones y una mayor estabilidad política, y supuso un anticipo de las modernizaciones que tendrían lugar en la segunda etapa de la dictadura, que se prolongaría hasta la muerte de Franco en 1975.

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