30 Jun
Capítulo III: Las Fuentes Subterráneas del Poder
La economía norteamericana necesita los minerales de América Latina como los pulmones necesitan el aire.
El petróleo sigue siendo el principal combustible de nuestro tiempo, y los norteamericanos importan la séptima parte del petróleo que consumen. Para matar vietnamitas necesitan balas y las balas necesitan cobre: Estados Unidos compra fuera de fronteras una quinta parte del cobre que gasta. La falta de cinc resulta cada vez más angustiosa: cerca de la mitad viene del exterior. No se pueden fabricar aviones sin aluminio, y no se puede fabricar aluminio sin bauxita: Estados Unidos casi no tiene bauxita.
Esta dependencia determina una identificación también creciente de los intereses de los capitalistas norteamericanos en América Latina con la seguridad nacional de Estados Unidos. La estabilidad interior de la primera potencia del mundo aparece íntimamente ligada a las inversiones norteamericanas al sur del Río Bravo.
Se van debilitando las respuestas que el subsuelo nacional es capaz de dar al desafío del crecimiento industrial de Estados Unidos.
El Subsuelo también Produce Golpes de Estado, Revoluciones, Historias de Espías y Aventuras en la Selva Amazónica
En Brasil, los espléndidos yacimientos de hierro del valle de Paraopeba derribaron a dos presidentes, Jânio Quadros y João Goulart, antes de que el mariscal Castelo Branco, que asaltó el poder en 1964, los cediera amablemente a la Hanna Mining Co. Otro amigo anterior del embajador de Estados Unidos, el presidente Eurico Gaspar Dutra, había concedido a la Bethlehem Steel, algunos años antes, los cuarenta millones de toneladas de manganeso del estado de Amapá, por un porcentaje sobre los ingresos de exportaciones; desde entonces, Bethlehem está trasladando las montañas a Estados Unidos con tal entusiasmo que se teme que de aquí a quince años Brasil quede sin suficiente manganeso para abastecer su propia siderurgia.
Los minerales tuvieron mucho que ver con la caída del gobierno del socialista Cheddi Jagan, que a fines de 1964 había obtenido nuevamente la mayoría de los votos en lo que entonces era la Guayana Británica.
Para abastecerse de la mayor parte de los minerales estratégicos que se consideran de valor crítico para su potencial de guerra, Estados Unidos depende de las fuentes extranjeras.
El Congreso Brasileño pudo realizar una investigación que culminó con un voluminoso informe sobre el tema. En él se enumeran casos de venta o usurpación de tierras por veinte millones de hectáreas, extendidas de manera tan curiosa que forman un cordón para aislar la Amazonia del resto de Brasil.
Un Químico Alemán Derrotó a los Vencedores de la Guerra del Pacífico
La historia del salitre, su auge y su caída, resulta muy ilustrativa de la duración ilusoria de las prosperidades latinoamericanas en el mercado mundial: el siempre efímero soplo de las glorias y el peso siempre perdurable de las catástrofes.
A mediados del siglo pasado, las negras profecías de Malthus planeaban sobre el Viejo Mundo. La población europea crecía vertiginosamente y se hacía imprescindible otorgar nueva vida a los suelos cansados para que la producción de alimentos pudiera aumentar en proporción pareja.
La oligarquía de Lima, soberbia y presuntuosa como ninguna, continuaba enriqueciéndose a manos llenas y acumulando símbolos de su poder en los palacios y los mausoleos de mármol de Carrara que la capital erigía en medio de los desiertos de arena.
La explotación del salitre rápidamente se extendió hasta la provincia boliviana de Antofagasta, aunque el negocio no era boliviano, sino peruano y, más que peruano, chileno. Cuando el gobierno de Bolivia pretendió aplicar un impuesto a las salitreras que operaban en su suelo, los batallones del ejército de Chile invadieron la provincia para no abandonarla jamás.
El salitre y el yodo sumaban el cinco por ciento de las rentas del Estado chileno en 1880; diez años después, más de la mitad de los ingresos fiscales provenían de la exportación de nitrato desde los territorios conquistados.
Al abrirse la década de los 90, Chile destinaba a Inglaterra las tres cuartas partes de sus exportaciones, y de Inglaterra recibía casi la mitad de sus importaciones; su dependencia comercial era todavía mayor que la que por entonces padecía India.
Entre 1886 y 1890, bajo la presidencia de José Manuel Balmaceda, el Estado chileno realizó los planes más ambiciosos de toda su historia.
Dientes de Cobre sobre Chile
El cobre no demoró mucho en ocupar el lugar del salitre como viga maestra de la economía chilena, al tiempo que la hegemonía británica cedió paso al dominio de Estados Unidos. En vísperas de la crisis de 1929, las inversiones norteamericanas en Chile ascendían ya a más de cuatrocientos millones de dólares, casi todos destinados a la explotación y el transporte del cobre.
A lo largo de las faldas de la cordillera, Chile posee las mayores reservas de cobre del mundo, una tercera parte del total hasta ahora conocido. El cobre chileno aparece por lo general asociado a otros metales, como oro, plata o molibdeno.
La nacionalización pondrá fin a un estado de cosas que se había hecho insoportable para el país, y evitará que se repita, con el cobre, la experiencia de saqueo y caída en el vacío que sufrió Chile en el ciclo del salitre.
Los Mineros del Estaño, por Debajo y por Encima de la Tierra
Hace poco menos de un siglo, un hombre medio muerto de hambre, peleaba contra rocas en medio de las desolaciones del altiplano de Bolivia. La dinamita estalló. Cuando él se acercó a recoger los pedazos de piedra triturados por la explosión, quedó deslumbrado.
A partir de las jornadas revolucionarias de abril de 1952, Bolivia nacionalizó el estaño. Pero ya para entonces, aquellas minas riquísimas se habían vuelto pobres. En el Cerro de Juan del Valle, donde Patiño había descubierto el fabuloso filón, la ley del estaño se había reducido ciento veinte veces. El cementerio cruje. Por debajo de las tumbas, han sido cavados infinitos túneles, socavones de boca estrecha donde apenas caben los hombres que se introducen, como vizcachas, a la búsqueda del mineral. Nuevos yacimientos de estaño se han acumulado en los desmontes a lo largo de los años.
Los tecnócratas y los burócratas no mueren de silicosis, pero viven de ella. El gerente de la COMIBOL gana cien veces más que un obrero.
Dientes de Hierro sobre Brasil
Estados Unidos paga más barato el hierro que recibe de Brasil o Venezuela que el hierro que extrae de su propio subsuelo. Pero esta no es la clave de la desesperación norteamericana por apoderarse de los yacimientos de hierro en el exterior: la captura o el control de las minas fuera de fronteras constituye, más que un negocio, un imperativo de la seguridad nacional.
El levantamiento popular que encabezó Leonel Brizola en Porto Alegre frustró el golpe de los militares y colocó en el poder al vicepresidente de Quadros, João Goulart.
La US Steel no se quedó atrás. Antes de que pasara mucho tiempo se asoció con la empresa minera del Estado, la Compañía Vale do Rio Doce, que en buena medida se convirtió, así, en su seudónimo. Por esta vía la US Steel obtuvo, resignándose a nada más que el cuarenta y nueve por ciento de las acciones, la concesión de los yacimientos de hierro de Carajás, en la Amazonia.
El Petróleo: Maldiciones y Hazañas
El petróleo es el principal combustible de cuantos ponen en marcha el mundo contemporáneo, una materia prima de creciente importancia para la industria química y el material estratégico primordial para las actividades militares.
El petróleo que brota de Estados Unidos disfruta de un precio alto. Pero la cotización del petróleo de Venezuela y de Oriente Medio ha ido cayendo, desde 1957, a lo largo de la década de los años sesenta.
Cuba proporcionaba jugosas ganancias a la Standard Oil de Nueva Jersey. La Jersey compraba el petróleo crudo de la Creole Petroleum, su filial en Venezuela, y lo refinaba y lo distribuía en la isla, todo a los precios que mejor convenían para cada una de las etapas.
Encabezadas por la Standard Oil de Nueva Jersey, las empresas comenzaron el bloqueo.
México había sufrido, veinte años antes, un embargo internacional decretado por la Standard Oil de Nueva Jersey y la Royal Dutch Shell.
Uruguay fue el país que creó la primera refinería estatal de América Latina.
Allá por 1939, la refinería de la ANCAP levantaba sus torres llameantes. El ente había sido mutilado gravemente a poco de nacer, pero constituía todavía un ejemplo de desafío victorioso ante las presiones del cártel.
También en Argentina, las empresas extranjeras y sus múltiples ecos nativos sostienen siempre que el subsuelo contiene escaso petróleo, aunque las investigaciones de los técnicos de YPF han demostrado con toda certidumbre que en cerca de la mitad del territorio nacional subyace el petróleo, y que también hay petróleo abundante en la vasta plataforma submarina de la costa atlántica.
El petróleo no ha provocado solamente golpes de Estado en América Latina; también desencadenó una guerra, la del Chaco, entre los dos pueblos más pobres de América del Sur.
El Lago de Maracaibo en el Buche de los Grandes Buitres de Metal
Aunque su participación en el mercado mundial se ha reducido a la mitad en los años setenta, Venezuela es todavía, en 1970, el mayor exportador de petróleo. De Venezuela proviene casi la mitad de las ganancias que los capitales norteamericanos sustraen a toda América Latina.
Tres millones y medio de barriles de petróleo produce Venezuela cada día para poner en movimiento la maquinaria industrial del mundo capitalista, pero las diversas filiales de la Standard Oil, la Shell, la Gulf y la Texaco no explotan las cuatro quintas partes de sus concesiones, que siguen siendo reservas invictas, y más de la mitad del valor de las exportaciones no vuelve nunca al país.
Como consecuencia de la desocupación creciente, se agudizó la crisis de los campamentos petroleros del Lago de Maracaibo. El lago es un bosque de torres.
La euforia se había desatado largos años atrás. Hacia 1917, en Venezuela, persistían los latifundios tradicionales, con inmensos campos despoblados y tierras ociosas, donde los hacendados vigilaban el rendimiento de su fuerza de trabajo azotando a los peones o enterrándolos vivos hasta la cintura.
Mientras tanto, el fuerte impulso industrializador que había cobrado cuerpo y fuerza desde hacía dos décadas muestra ya visibles síntomas de agotamiento y vive una impotencia muy conocida en América Latina: el mercado interno, limitado por la pobreza de las mayorías, no es capaz de sustentar el desarrollo manufacturero más allá de ciertos límites.
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