06 Mar

El Franquismo

Franquismo es el nombre de un régimen político y de una etapa de la historia española del Siglo XX que duró casi 40 años (1936-1975). Debe su denominación al militar que dirigíó una dictadura de derechas y personalista, en el que el dictador tuvo un poder casi absoluto: encarnó el régimen que lleva su nombre, impregnando a todo el país de su propia personalidad. El régimen finalizó sólo tras la muerte física del dictador.

  1.  Fundamentos ideológicos del régimen

El ascenso de Franco

Francisco Franco Bahamonde, nacido en El Ferrol, había iniciado su carrera militar en la Escuela de Infantería, para luego ascender, como otros africanistas, de una manera meteórica por méritos en la Guerra de Marruecos: a los 33 años ya era general y era el militar europeo más joven en alcanzar dicho grado.

La historia familiar marcó en gran medida sus ideas sobre política y religión: su madre, una señora tímida y ultracatólica que había sufrido el carácter de su marido, un militar liberal y republicano que acabó por abandonarla, fue su principal apoyo durante la infancia y adolescencia, lo que haría de Francisco una persona muy conocida por sus ideas tradicionalistas y conservadoras. Además, el apadrinamiento por parte del rey Alfonso XIII el día de su boda haría que se reafirmase en su lealtad a la monarquía, algo ya propio del estamento militar de la época. La llegada de la República le sorprendíó dirigiendo la Academía Militar de Zaragoza, que más tarde sería cerrada como consecuencia de la reforma militar del gobierno azañista. Llegó a ser Jefe del Estado Mayor durante el Bienio Conservador (1933-35), y en 1934 dirigíó la represión de la Revolución de Asturias de 1934, lo que le hizo aparecer como una amenaza ante el

gobierno del Frente Popular.

Opuesto por tanto a las reformas izquierdistas y laicistas

Fue enviado a Canarias para apartarlo de los principales resortes del poder militar. Aun así, acabó por participar, no sin ciertas reticencias, en la conspiración de Mola y en la sublevación militar contra la República: el 17 de Julio se sublevó en Canarias, y después voló a Marruecos para ponerse al frente del Ejército de África. La muerte del general Sanjurjo, la necesidad de un mando único para ganar la guerra y el hecho de que dirigiera el mejor de los ejércitos del bando sublevado, hicieron que fuera designado en


Salamanca como líder y jefe indiscutible: fue designado Jefe del Estado y Generalísimo de todos los ejércitos nacionales por la Junta de Defensa de Burgos. Su astucia militar, el apoyo extranjero y la debilidad del enemigo le permitieron ganar la guerra, quedando como máxima autoridad del régimen que instauró.

Las fobias Franco hizo responsable al liberalismo de todos los males de España. A su juicio, el Siglo XIX había un siglo nefasto y había que borrarlo de la historia de España. Es decir, Franco era un monárquico conservador opuesto a toda modernidad y precisamente por esto, su forma de pensar se definía más por lo que rechazaba que por lo que defendía. Este pensamiento totalitario y patriótico antiliberal también indispuso a Franco contra el liberalismo económico, el libre comercio y el capitalismo en general, el cual despreciaba. Así organizó una economía nacionalista controlada, intervenida y regulada por el Gobierno en la que prosperaron las corruptelas.

Junto al liberalismo, se declaró enemigo del comunismo y la masonería, ideologías representadas siempre como extranjeras y enemigas de España. A menudo la propaganda del régimen alertaba contra una supuesta conspiración judeo-masónica-

comunista de los enemigos de la patria:

  • Abominaba del parlamentarismo y del juego de partidos políticos, lo que le llevó a instaurar un régimen dictatorial sin división de poderes, de partido único, del que él mismo era el jefe supremo, al estilo fascista.

  • Como monárquico convencido, entendía España como un reino, despreciaba la república como sistema y también los periodos en los que España fue una república.

  • Acusaba a la masonería, muy ligada al liberalismo y al republicanismo, de haber conspirado históricamente para adueñarse de España y destruir sus tradiciones.

  • Otros enemigos de la Patria eran para Franco los “separatismos periféricos” (nacionalismos catalán y vasco sobre todo), que atentaban contra la unidad de España pretendiendo independizarse, y el movimiento obrero (socialistas, comunistas y anarquistas), que dividía a la Nacíón en dos clases enemigas anteponiendo sus intereses internacionalistas a los de unidad y gloria nacional.

Bases ideológicas

Aunque Franco tenía claras sus fobias, a diferencia de otros líderes políticos como Hitler o Mussolini carecía de un


conjunto ideológico original y elaborado. Sus fundamentos ideológicos se encontraban marcados por tres pilares esenciales: los valores militares, su arraigado catolicismo y su exacerbado patriotismo. Tras la guerra, la construcción política y económica que mejor podía salvaguardar a su idea de España era una dictadura militar y personal, quedando abolidos y prohibidos el parlamento, los partidos, los sindicatos, la constitución, la división de poderes y los derechos ciudadanos y civiles. Este conjunto de ingredientes compusieron un sistema denominado “democracia orgánica”, en el que la representación no la tenían los individuos sino las unidades orgánicas de la sociedad: familia, municipio y sindicato.

Aun así, podemos definir una serie de ideas básicas como pilares de la construcción del estado franquista, destacando en primer lugar valores militares tales como la disciplina, el orden, la autoridad, la jerarquía… El militarismo llenó las manifestaciones públicas de uniformes, desfiles, marchas, himnos y banderas. El régimen franquista era el régimen impuesto por el bando vencedor en una guerra y este carácter no lo abandonaría nunca: hasta 1964, emplearía frecuentemente el término victoria como legitimación del poder. Desde esa fecha (25o aniversario del final de la Guerra Civil), se sustituyó por el de paz. Esta vinculación con el ejército, al que Franco consideraba el núcleo de la esencia nacional, cónfería al régimen un carácter autoritario.

Sentimentalmente Franco fue un ultranacionalista, un patriota radical. En su régimen los lemas y saludos fueron “Arriba España” y “España una, grande y libre” y las ideas de unidad y grandeza de la Patria se convirtieron en elementos definitorios del régimen, lo que llevó a una “exaltación de lo español”, de Castilla y del centralismo, ignorando otras realidades culturales. Se hacía especial hincapié en los periodos históricos que respondían a los lemas y al esplendor patrio, tales como el reinado de los Reyes Católicos y el Imperio de los Austrias o la Reconquista. La construcción de la Corona de España, el orgullo militar, la gloria pasada, la dominación de medio mundo, y la propia Guerra Civil eran los principales referentes históricos del Franquismo. Así el ágüila imperial, escudo de la dictadura, lo había sido también del reino entre los siglos XV y XVII, la bandera rojigualda lo había sido de la Corona, y el 18 de Julio se celebraba como Fiesta Nacional junto con el Día de la Victoria (1 de Abril). Desde Falange a los militares, pasando por los monárquicos conservadores y los tradicionalistas, todos los franquistas estaban a favor de un estado centralista que no cediera, como había hecho la República, a las peticiones de los separatistas catalanes y vascos. España fue definida como “unidad de destino en lo universal”.

De ideas ultra católicas, se veía a sí mismo como un defensor de la fe tradicional y de las esencias históricas de la Nacíón, entre las cuales primaba la religión cristiana y católica, cuyos valores sociales, culturales y familiares quedaron instituidos por ley, y la Iglesia se vio encumbrada en el poder con una


enorme influencia política en lo que se llamó nacionalcatolicismo, o fusión de la Iglesia católica y el Estado. Convencido de la ayuda que le había proporcionado la Providencia Divina en su lucha contra el comunismo ateo (“La Cruzada contra el Bolchevismo”), aceptó la adulación de los obispos y permitíó que la Iglesia impusiera sus criterios en numerosos aspectos de la vida política, social y cultural de España: la educación, la cultura, las costumbres… Ser católico se consideró consustancial a ser español.

Aunque Franco no parece que fuera un teórico del fascismo en el sentido estricto, si es verdad que se sirvió de determinados elementos del falangismo, su versión española. Para empezar, utilizó la estructura del partido unificado en 1937 para dotarse de servidores dóciles, que le vitoreaban en sus viajes por España y que le proporcionaban una retórica para la política social. Siempre hubo ministros falangistas en los gobiernos de Franco, aunque, pasados los primeros años, no accedieron a las carteras importantes. Por otra parte, en su teoría, los regíMenes fascistas se declararon anticapitalistas y antimarxistas, contrarios, por tanto, a la lucha de clases. En la práctica, esa idea supónía la creación de un estado corporativo en el que obreros y empresarios estuvieran encuadrados en las mismas organizaciones. Además, dentro de Falange, se crearon secciones (el Frente de Juventudes y la Sección Femenina) que sirvieron para la educación política de jóvenes y mujeres.

En suma, las singularidades del régimen destacaban la fuerte relevancia y presencia institucional del Ejército y de la Iglesia, verdaderos pilares de la dictadura, un antisemitismo de baja intensidad, y la definición del Estado como “reino sin rey”, que se debíó en parte a las desavenencias del dictador con el infante Don Juan de Borbón, legítimo sucesor del rey Alfonso XIII.


 2. Apoyos sociales

¿Qué apoyos sociales tuvo el franquismo para resistir un periodo de tiempo tan largo? No parece que las masas le interesan demasiado, a pesar de que intentarán adoctrinar a través de Falange, pues sólo las convocó a un par de referendos y a unas pocas manifestaciones de apoyo. La represión controló a todos los elementos contrarios y la propaganda (prensa, radio, NODO, televisión) machacaron los ojos y oídos de los españoles con ideas y consignas que a base de repetirse se iban aceptando.

Para asegurar el orden “restablecido” y aplacar cualquier intento de disidencia instituyó el llamado Tribunal de Orden Público (TOP) y un cuerpo policial llamado Brigada Político-Social, que con la pena de muerte y la censura previa, y el castigo y el exilio de los perdedores de la Guerra, se encargaron de desmovilizar a la sociedad y alejarla de la política en una atmósfera de pasividad y preocupaciones materiales, livianas y banales.


Los sectores sociales

En conjunto, las actitudes sociales respecto del franquismo se han clasificado básicamente en tres: apoyo, pasividad y rechazo. Desde sus inicios el régimen contó con el apoyo de la vieja oligarquía (terratenientes, industriales, financieros, profesionales liberales…) que recuperaron la influencia económica, social y política perdida durante la República. Igualmente, los pequeños y medianos propietarios del norte vieron con buenos ojos la “vuelta al orden”.

Las clases medias adoptaron en cambio un papel pasivo, desconcertadas por los excesos de uno y otro bando durante la guerra. A pesar de su tradicional apoyo al progresismo y la democracia, el miedo a la revolución social les llevó a una actitud de aceptación de hechos consumados y desmovilización política. En definitiva, las clases medias aceptaron las restricciones políticas a cambio de bienestar, en especial los obreros especializados, que mejoraron su situación en las nuevas industrias.; la pequeña burguésía beneficiada por el proteccionismo oficial de la industria catalana y vasca, y colectivos de funcionarios que lograron promocionarse socialmente en un Estado cada vez más burocratizado.

Las clases populares fueron las que más sufrieron las consecuencias de la Guerra Civil: en primer lugar, la represión por parte de los vencedores hizo que estuvieran bajo continua vigilancia y control policial. Además, las penurias económicas de la posguerra y la desigualdad social institucionalizada por el régimen tuvieron también aquí un efecto desmovilizador. No obstante, es en este sector social donde surgirían las primeras posturas de rechazo, minoritarias durante mucho tiempo, en la década de los años 50.

Las “familias” franquistas

Queda claro que sólo una minoría de la sociedad española participaba directamente en el régimen y de los beneficios derivados de él. Aquellos que desde los inicios habían mostrado su adhesión incondicional se integraron en el Movimiento Nacional, nombre que adquiere el régimen tras la integración entre el Estado y Falange en 1958, pero a pesar de esta integración, siempre coexistieron diferentes “familias” o tendencias ideológicas que rivalizaban por obtener poder e influencia. Todas ellas eran adictas a la persona del Caudillo, y a todas ellas Franco las supo tratar astutamente, reparten equilibradamente entre ellas funciones, cargos, ministerios, áreas de influencia, instituciones, presencia en las Cortes, etc, tanto para contentarlas como para evitar que acumularan demasiado poder.

El principal apoyo del régimen fue sin duda el Ejército, al que quedó reservado el papel de gobernar las regiones y


provincias como factor disuasorio de toda rebelión. Al Ejército quedaron adscritos los cargos principales del Gobierno regional y central, es decir, gobernaciones y algunos ministerios. Numerosos militares fueron gobernadores civiles y 40 de los 114 ministros que nombró Franco a lo largo de los años (más del 35%) vestían uniforme. Todos los opositores del régimen podían ser acusados de rebelión militar y juzgados por tribunales militares. El ejército se completaba con la Policía Armada y la Guardia Civil, que se encargaban de controlar el orden público.

La Iglesia dio a Franco, a través de un concordato con la Santa Sede, el derecho a presentar obispos al Papado y recibir legitimación hacia el régimen a cambio de influencia social y control de la educación, reservándose incluso algunos ministerios detentados por conocidos católicos. Para la jerarquía eclesiástica, y ante la opinión

pública, Franco había salvado a la Fe y a la patria de caer en el comunismo y en el ateísmo, es decir, la guerra se interpretó desde el principio como una “ cruzada” de los cristianos contra los infieles republicanos y socialistas. Además cuando el régimen abandonó su apego al fascismo europeo, los ministros tecnócratas del Opus Dei pasaron a dirigir la liberalización de la economía española. No obstante, desde los años 60, tras la reforma de la Iglesia en el Concilio Vaticano II del Papa Juan XXIII, sectores de base de la Iglesia española comenzaron a distanciarse de un régimen que ya anunciaba síntomas de agotamiento.

Falange, como partido único, estaba integrado inicialmente por ultras, carlistas y falangistas unificados por Franco en 1937, de ideología predominantemente fascista y reaccionaria. Dirigía y controlaba determinados ámbitos del régimen, principalmente en lo que se refiere a organización de la sociedad civil y su representación institucional, tales como los sindicatos verticales, las corporaciones (asociaciones profesionales), las secciones femenina y juvenil, la asistencia social y las viviendas sociales, así como la labor de propaganda del régimen. El fascismo español estuvo implantado durante toda la dictadura ocupando una amplia parcela de poder e influencia, pero tuvo su auge en los años 40 y 50, etapa en la que dirigía también la economía. Inspirado en los fascismos italiano y alemán, el falangismo establecíó un sistema de corporativismo y nacional-sindicalismo y prestó su estética a la dictadura.

Los monárquicos también tuvieron una pequeña cuota de poder en las instituciones del régimen, aunque siempre divididos en dos grupos: los carlistas, que tuvieron un papel secundario y de poca importancia dentro del régimen, sobre todo tras el decreto de unificación con Falange, y los donjuanistas, generales, banqueros y terratenientes que formaron parte de la trama civil que apoyó a la sublevación militar

del 36 y eran partidarios del sucesor de Alfonso XIII, Juan de


Borbón, aspirando, por tanto, a que cuando terminara la guerra se restablece el régimen monárquico. Desde los años 50, el giro de Don Juan hacia el parlamentarismo (Manifiesto de Lausanne) y su reclamación de una reconciliación nacional con una transición a la democracia haría que este sector adoptara posturas cada vez más opuestas al régimen.

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