11 Abr

La poesía machadiana es un universo cerrado de símbolos, de temas recurrentes que forman una constante a lo largo de su vida y que dan un sentido unitario.
Machado afirma que existen hondas palpitaciones del espíritu que no pueden expresarse en el lenguaje corriente, y el poeta, para comunicar su experiencia, debe recurrir al lenguaje figurado, a los símbolos, a las imágenes y a las metáforas.


1. El tiempo: Machado se llama a sí mismo “poeta del tiempo”; él entiende el tiempo como algo vivo, personal, no como concepto o abstracción. Machado presenta una sensibilidad exacerbada para el devenir de las cosas, una ansiedad perpetúa ante el curso fatal de las horas y los días.

a) El poema, la palabra esencial en el tiempo: Para Machado, la poesía es un arte eminentemente temporal: “La poesía es la palabra esencial en el tiempo”. De este modo, une dos elementos contradictorios: lo esencial y lo temporal.

b) El fluir constante del agua se hace símbolo del fluir temporal y, por ello, de la vida interior. Sin embargo, también puede representar la muerte, quieta en la taza de la fuente o, a la manera de Manrique, en la inmensidad del mar.

c) La tarde es símbolo del sentimiento melancólico y a la vez espiritual expresado con adjetivos que connotan un estado de ánimo de depresión espiritual (cenicienta, mustia, destartalada…) y que contribuyen a personificarla.

d) Los caminos: El caminar errante, sin meta prefijada, es ante todo un sentimiento de pesar sin consuelo, una nostalgia de la vida que se va dejando atrás. Los caminos son, pues, frecuentemente símbolos de la vida o bien aparecen asociados a ésta. Cuando esto ocurre en el poema, el camino real se difumina, se borra hacia la lejanía y, al mismo tiempo, se convierte en motivo de melancolía, de ensueño que trae recuerdos del pasado (Yo voy soñando caminos).

e) Los elementos del paisaje y el tiempo vivido: En el proceso de identificación del alma con las cosas del mundo, adquieren especial relevancia los elementos del paisaje. En su paso por el tiempo, el poeta se relaciona con las cosas, y éstas (el río, los árboles, el atardecer) adquieren un sentido nuevo, personal, en relación con la experiencia vivida en torno a ellas. Se transfiguran en espejo que refleja los estados del alma. Por ejemplo, “A un olmo seco”.

f) El reloj como un objeto real, que mide mecánicamente el tiempo cronológico, por oposición al tiempo psíquico del hombre, del poeta.


2. Sus reflexiones sobre la muerte son la derivación lógica de sus inquietudes sobre el tiempo, considerado éste como el gran exterminador del ser humano. La muerte se manifiesta bajo una serie de signos variados como la destrucción, la enfermedad, la guerra o el crimen. Su actitud vital ante ella es también diversa: desde la angustia personal, la melancolía, la rebeldía por la muerte de la esposa, pasando incluso por la identificación espiritual con el moribundo.

Los símbolos relacionados con este gran tema son múltiples: el mar, el ocaso, el otoño, la sombra, la luna… Se palpa una honda turbación del espíritu: la angustia existencial ante la nada, ante el no ser, que se va acentuando con el paso de los años.


3. En la obra de Antonio Machado, la presencia de Dios ocupa un lugar significativo: se trata de un Dios en el que no se puede creer aunque se quiera; es el Dios añorado, soñado, deseado más que afirmado (poema LIX). Es mucho más cercana a Machado la figura de Jesucristo, lo que éste tiene de humano y divino, de carne mortal que sueña la inmortalidad (La saeta CC-CXXX).


4. En Machado el recuerdo y el sueño son términos, muchas veces, equivalentes, ya que normalmente se refieren al soñar despierto. En Soledades, los caminos del sueño son galerías de espejos donde se refleja la propia vida, donde el hombre que sueña intenta revelar el secreto de su yo más íntimo. Pero, especialmente a partir de Campos de Castilla, el sueño no sólo emana del hombre, sino de las cosas: sueña la naturaleza; y los elementos que la conforman, convertidos en proyecciones de su yo, también sueñan. Sueñan la tarde, el campo, el agua de un río, de una fuente o de una noria, los frutos, las estatuas, las rocas…


5. El amor: A lo largo de toda la obra se intuye el deseo de Machado de amar y la necesidad de ser amado. Los poemas referidos a las dos pasiones de su vida ocupan un lugar más importante en su producción: el de su esposa Leonor (en Campos de Castilla y Nuevas canciones), y el amor otoñal, pero apasionado, de Guiomar (en el Cancionero apócrifo). El amor es para Machado un sentimiento ennoblecedor que dignifica al amante, quien poseído de esa exaltación espiritual comprende mejor la belleza del mundo y rescata las cosas del olvido, del tiempo y de la muerte.


6. El tema autobiográfico: En numerosos poemas evoca Antonio Machado su infancia, su juventud, sus amores, incluso sus experiencias de la vida cotidiana, que conforman su biografía externa, sino especialmente, la espiritual. De este modo, su poesía puede considerarse un diario de su propia alma, una vida hecha verso, que así escrita puede hacerse eterna: la palabra esencial en el tiempo; el diálogo del hombre …Con su tiempo.


7. El paisaje y el tema de España: En algunos poemas la visión que tiene del paisaje es puramente objetiva; sin embargo, en otros se convierte en símbolo del pasado histórico de Castilla o, de realidades íntimas. En Soledades… el paisaje es marco para la expresión de sentimientos, generalmente relacionados con los estados de melancolía. No obstante, en algún otro (“Orillas del Duero” (IX) predomina la visión objetiva del paisaje, que luego tendrá mayor desarrollo en Campos de Castilla.

En muchos poemas de Campos de Castilla (“A orillas del Duero”, CC-XVIII) se percibe el paisaje –castellano o andaluz- como imagen del pasado histórico: la preocupación patriótica le inspira poemas sobre el pasado, el presente o el futuro de España. De cualquier manera, Machado aporta un claro componente subjetivo: proyecta sus propios sentimientos sobre aquellas tierras, seleccionando lo que prefiere, que es lo adusto y acentuando, especialmente con adjetivos, o lo que sugiere soledad, fugacidad o muerte.

Una tercera forma de ver el paisaje es como reflejo del mundo interior del poeta, del estado de su alma. Esta nueva visión se infiere de su concepto del tiempo como fluir interior. El poeta entra en diálogo con el mundo y consigo mismo, en íntima comunión con el paisaje que describe y canta (CXIII-VII-VIII-IX).


Deja un comentario