08 Oct

Perseo y Andrómeda

Perseo lleva a sus pies unas sandalias que le permiten volar, y a su vez lleva una armadura. Así emprende el vuelo y, sobrevolando los pueblos etíopes, encuentra a Andrómeda. Ella, ordenada por Amón, tenía que cumplir el castigo impuesto por la vanidad de su madre (quien había dicho que su hija era más guapa que Hera).

Andrómeda estaba atada de brazos y, si no fuese porque el viento movió su cabello, hubiese pasado como una estatua para los ojos de Perseo. Al ver su belleza, se enamora y baja de los cielos a ayudarla. A continuación, le pregunta por su nombre; ella guardó silencio, pero luego contestó.

De repente, una enorme bestia sale del mar y se lanza hacia ellos (los padres de la joven también estaban). Perseo les propone un trato: si le conceden la mano de su hija, él los salvaría. Y así lo hace: emprende de nuevo su vuelo y con su arma derrota al monstruo en una batalla un tanto dificultosa. Todo se llenó de aplausos ante la victoria del hijo de Júpiter, y así se convierte en yerno y esposo de Andrómeda. En el banquete, preparó diferentes altares para diferentes dioses.


LIBRO VIII

Filemón y Baucis

El hijo de Ixión despreciaba a los dioses negando su poder, mientras que Lélex afirmaba que el poder de estos era inmenso y comienza a contarle la historia de Filemón y Baucis.

En una de las estancias de Júpiter en la tierra con figura de mortal, junto a su padre, buscaron entre mil casas para pasar la noche, pero nadie los acogía hasta que llegaron a una casa que les abrió la puerta. En ella había un matrimonio de ancianos, Baucis y Filemón. Ellos les ofrecieron:

  • Cena (de la cual estaban avergonzados porque era de poco valor, y ellos de mucho).
  • Conversación.
  • Refugio.

A pesar de las condiciones de vida de la pareja, los dioses les confesaron su verdadera identidad y les dijeron que la vecindad que no les había ayudado pagaría un castigo, mientras que ellos serían inmunes. Siguen a los dioses hasta lo más alto del monte y allí ven que todo el pueblo estaba inundado; solo estaba en pie su casa, la cual se convirtió en un templo.

Los dioses les preguntan qué desean y ellos responden que quieren ser sacerdotes y proteger el santuario. Además, el anciano pide que se vayan los dos al mismo tiempo, y así se cumple. Fueron la guardia del templo en vida y, cuando llegó la hora de partir, ambos se fueron a la vez, transformándose al mismo tiempo en un árbol.


LIBRO X

Orfeo y Eurídice

Himeneo se dirige a Cícones. Orfeo, cuya música era maravillosa, lo invoca. Orfeo se enamoró de una ninfa: Eurídice. Ella también se enamoró de él y ambos eran muy felices. La música de Orfeo se volvió aún mejor; todo el que la escuchaba quedaba extasiado y rendido ante esos hermosos acordes.

Pero un día, una serpiente picó a Eurídice y murió. Su enamorado, Orfeo, no descansó hasta bajar a los Infiernos para recuperarla. Consiguió convencer a Perséfone, quien sintió pena por él y, a cambio de su música, la dejó irse con él.

Le impuso una condición: que no mirara atrás mientras volvía a la tierra de los vivos; Eurídice iría tras él, pero no debía volverse bajo ninguna circunstancia. Orfeo así lo hizo, mas cuando estaba llegando a la salida, no pudo aguantar más sus sospechas de que ella no iba tras él. Se volvió. Eurídice estaba allí, pero sus pasos no se escuchaban porque era un fantasma.

Orfeo rompió su promesa y, por lo tanto, Eurídice tuvo que volver a los Infiernos para siempre.


LIBRO XI

Midas

Baco y su cortejo se dirigen hacia el rey Midas. Este fue reconocido como aliado y compañero de los sacrificios e hizo una fiesta por la llegada del huésped durante diez días seguidos. Al undécimo día, el dios le concedió que desease un don. Midas deseó que cualquier cosa que tocase se convirtiese en oro, y así se lo concede Baco.

Todo lo que el rey Midas tocaba se convertía en oro: una piedra, una hoja, la ropa que llevaba. Pero este maravilloso don a la vez era su perdición, ya que no podía comer ni beber nada, pues los alimentos se convertían en oro al tocar sus dientes.

Arrepintiéndose de lo que pidió, Baco volvió y le quitó el don. Le dijo a Midas que fuese al río cercano y que, en el nacimiento del río, en la fuente espumosa, sumergiera su cabeza para purificar su cuerpo y su delito. Una vez en el agua, el poder que tenía fue trasladado a la corriente del río.

Después de su experiencia, Midas odiaba las riquezas, habitaba en los bosques y los campos, y rendía culto a Pan (que vive en las cuevas montaraces).

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