13 Feb

LA DÉCADA MODERADA. Narváez preside el nuevo gobierno que tiene como objetivo robustecer el poder de la Corona, mejorar el orden público y establecer una sólida administración centralizada. Reformas: la Milicia Nacional es sustituida por la Guardia Civil (1844): cuerpo militar para asegurar el orden y la propiedad;
Los alcaldes los nombra el gobierno; control de la prensa. Nueva constitución, la de 1845, moderada: soberanía compartida a favor del rey y limitando el poder de las Cortes. Reconoce a la religión católica de manera más firme que la del 37. Los moderados creen que es imprescindible pactar con la Iglesia si se quiere mantener el orden público: 1851. Firma del concordato con la Santa Sede, para arreglar entre otros los desencuentros producidos por la desamortización.
El Estado da poder de influencia a la Iglesia en la enseñanza, se compromete con ella a reprimir otras doctrinas religiosas y se restablece la censura eclesiástica. A cambio la Iglesia deja de reclamar los bienes desamortizados y permite la ingerencia del Estado en el nombramiento de los obispos. La organización de la administración. Redacción de un proyecto de Código Civil basado en la defensa a ultranza de la propiedad privada (el único vigente hasta el año 1889). Nuevo Código Penal (1848). Centralización administrativa: la figura clave de control es el gobernador civil.
Reorganización del sistema educativo y reforma fiscal: modernización del sistema impositivo a la búsqueda del aumento de los impuestos directos, aunque no tuvo mucho éxito: fraude y evasión fiscal. Corrupción. Descontento de liberales progresistas, masas populares e incluso parte de los moderados. Crisis.

EL BIENIO PROGRESISTA (1855-1856). Ante situación anterior: nuevo pronunciamiento militar: Vicalvarada (O´Donnell), apoyado por Serrano: Manifiesto de Manzanares. Apoyo popular. A la reina no le queda otro remedio que entregar el gobierno a los progresistas, elige a la figura histórica del progresismo: el general Espartero. El periodo es un intento de recuperar y llevar a cabo las reformas de los liberales progresistas. El gobierno estará acosado por la derecha y por la izquierda radical que busca las reformas democráticas. Sin apoyos en la calle. Constitución de 1856 (nunca vigente): soberanía nacional, control de la Corona, tolerancia religiosa, reconocimiento de libertades, alcaldes elegidos por los vecinos… se amplía el censo de votantes. Reposición Milicia Nacional. Modernización: Desamortización de Madoz (1855), Ley de ferrocarriles. Ampliación de las corrientes políticas: – a la izquierda del progresismo: demócratas (acusan a los liberales de corruptos) y republicanos – republicanos: socialistas (aparece en los años 40, y se fortalece durante el bienio con el reconocimiento del derecho de asociación), federales. Falta de apoyos, problemas, situación de crisis: golpe de Estado de O´Donnell.

Desamortización de Mendizábal, 1836-37. Presidente del gobierno en 1935, pretende instaurar definitivamente Estado liberal.
Con la desamortización se buscan fondos para asegurarse la victoria frente al carlismo, suprimir la deuda pública, atraerse el apoyo de los liberales (principales beneficiarios de la desamortización), cambiar la estructura de la propiedad, reformar la Iglesia. Se ponen a la venta los bienes del clero secular y regular.

Desamortización general de Madoz, 1855. Se ponen a la venta los bienes de propiedad colectiva: los de la Iglesia que no habían sido vendidos en el período anterior y los de los pueblos (tierras comunales o bienes propios). Los beneficios obtenidos se invierten en el proceso de industrialización del país (ferrocarril). Los propietarios son los ayuntamientos, no el Estado. Se amplía el número y tipo de compradores.

PRIMERA GUERRA CARLISTA. (1833-1840). Se enfrentan carlistas (Carlos María Isidro de Borbón, hermano de Fernando VII, y absolutistas defensores del A. Régimen) y liberales (la reina regente, María Cristina, liberales y progresistas). Afectó más intensamente al País Vasco, Navarra (reconocimiento de los fueros por parte de D. Carlos) y al antiguo reino de Aragón. 200.000 muertos.
El carlismo defiende el absolutismo monárquico, la intransigencia religiosa, la defensa de los fueros y del régimen de propiedad tradicional de la tierra. En la línea del tradicionalismo europeo va contra el progreso, hace una defensa de lo rural y tiene un fuerte carácter popular. En sus filas milita el clero conservador, la pequeña nobleza, la clase campesina de las provincias vascas, Navarra y el Bajo Aragón. Apoyados por Rusia, Prusia y Austria, las monarquías absolutistas. Zumalacárregui, Maroto. Los liberales o cristinos son modernizadores, anticlericales, partidarios de la desamortización. Cuentan con las clases ilustradas, la burguesía y el proletariado urbano. Apoyados por Francia, Inglaterra y Portugal. Espartero. La guerra termina con el Convenio de Vergara, 1839: los carlistas reconocen a María Cristina como reina a cambio de que ésta se comprometa en el reconocimiento de los fueros vascos y de que se les asegure su carrera militar.

La segunda guerra carlista (1846-1849), más que una guerra civil fue una insurrección  durante la Década Moderada, pues los carlistas seguían siendo la mayor fuerza opositora al liberalismo. Se centró en la zona de los Pirineos, en Cataluña “guerra dels matiners” y fue fácilmente sofocada. Su origen, al menos teóricamente, se debió al fracasar los intentos de casar a Isabel II con el pretendiente carlista, Carlos Luis de Borbón, que había sido pretendido por distintos sectores moderados de Isabel, singularmente Jaime.

La tercera guerra carlista (1872-1876), se inició una vez destronada Isabel II, ya en el Sexenio Revolucionario. Beneficiados por el clima de libertad que introdujo la revolución de la “Gloriosa”, el carlismo había revivido como fuerza política. Pero  la llegada de Amadeo de Saboya provocó la insurrección armada  de una parte de los carlistas, mientras que otra facción constituyó una pequeña  fuerza  política  opuesta  a  la  nueva  monarquía  y  con  posiciones enormemente  conservadoras.  El  pretendiente  era  Carlos  VII,  y  el  conflicto acabará con la definitiva derrota del carlismo, ya durante los primeros años del reinado de Alfonso XII. Los  generales  Martínez  Campos  y  el  general  Fernando  Primo  de  Rivera, derrotaron a los carlistas en Cataluña, Navarra y País Vasco. A partir de este momento, los carlistas se dividen y  abandonan las armas definitivamente. Unos acaban reconociendo a Alfonso XII y se integran en el  sistema.  Otros  que  siguen  a  Nocedal,  mantuvieron  su  ideología tradicional  y  antiliberal,   y  acabaron  creando  un  partido,  el  partido carlista, que con cambios ideológicos importantes, ha llegado hasta nuestros días. Otros, se integraron en partidos nacionalistas del País Vasco y Cataluña.

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