20 Jun

El Sistema Canovista y la Restauración Borbónica (1876-1923)

En 1870, Antonio Cánovas del Castillo comenzó a trabajar para la restauración de la monarquía borbónica en la figura de Alfonso XII. Para dotar de base política al proyecto restaurador, se creó el Partido Alfonsino. Su objetivo era instaurar un régimen liberal. En 1874, Alfonso XII publicó el Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas, que defendía la monarquía constitucional. Los conservadores recibieron favorablemente el golpe de Estado.

Pilares del Régimen de la Restauración

El nuevo sistema político canovista se asentaba sobre cuatro pilares fundamentales:

  • La Constitución de 1876: era moderada, abierta y flexible.
  • La Corona: actuaba como árbitro, garantizando el entendimiento y la alternancia.
  • Los partidos dinásticos: el Conservador y el Liberal, que eran los garantes de la estabilidad política.
  • El ejército: era independiente y se mantenía alejado de la política.

La Constitución de 1876 defendía los valores tradicionales e incorporaba algunos principios democráticos del Sexenio Revolucionario. Establecía la cosoberanía entre las Cortes y la Corona; el rey era titular del poder ejecutivo, controlaba la política exterior, etc. Las Cortes contaban con dos cámaras:

  • El Congreso de los Diputados (elegido por los ciudadanos).
  • El Senado (miembros elegidos por el rey).

En 1890 se proclamó el sufragio universal masculino y la tolerancia religiosa, y se restableció el presupuesto de culto y clero.

Partidos Dinásticos: Conservadores y Liberales

El sistema político de la Restauración estaba dividido entre los partidos Conservador y Liberal, ambos defendiendo la monarquía, la Constitución y la centralización del Estado. Los Conservadores eran más inmovilistas y defendían la Iglesia, mientras que los Liberales favorecían el reformismo y la laicidad.

  • El Partido Conservador, dirigido por Antonio Cánovas, agrupaba a antiguos moderados y unionistas, con bases en la aristocracia, la alta burguesía y la Iglesia. Su ideología defendía el sufragio censitario y el inmovilismo social.
  • El Partido Liberal estaba dirigido por Práxedes M. Sagasta; sus dirigentes eran antiguos progresistas, demócratas y republicanos moderados. Defendían el sufragio universal masculino y el reformismo social.

El Turno Pacífico y el Fraude Electoral

Para gobernar, establecieron un acuerdo tácito de no promulgar leyes que forzaran al otro partido a abolirlas al regresar al poder. El turno de partidos se decidía previamente, y luego se llevaban a cabo fraudes electorales masivos con el apoyo del gobierno y los caciques. Esto incluía coacción, falsificación de censos, voto de muertos y manipulación de actas. Los caciques eran individuos que controlaban los ayuntamientos, proveían puestos de trabajo, manipulaban los sorteos, etc.

El turno dinástico funcionó hasta 1898, cuando la crisis erosionó el monopolio partidista, y sobrevivió hasta 1923. En una primera fase, gobernaron los Conservadores, sentando las bases del sistema; en 1881, entraron los Liberales. Durante el “Parlamento Largo”, estos incorporaron nuevos derechos y prácticas democráticas.

Opositores al Sistema Canovista

Los opositores al sistema eran los carlistas, de identidad católica; la jerarquía eclesiástica apoyó a la Unión Católica. Los republicanos entraron en el juego político de la Restauración, y tuvieron pronunciamientos sin éxito. También estaban los socialistas y regionalistas. Estos fueron marginados del sistema, no pudieron formar gobierno ni articular una minoría fuerte.

Apareció el movimiento obrero (socialistas y anarquistas). Pablo Iglesias fundó el PSOE en 1879, con principios marxistas, y en 1888 se fundó la UGT (Unión General de Trabajadores), que promovió huelgas y manifestaciones. Los anarquistas conformaron la FTRE (Federación de Trabajadores de la Región Española); consideraban a la Iglesia un símbolo del capitalismo opresor.

El Fin del Imperio: La Crisis de 1898

Contexto Colonial y Conflictos Independentistas

A finales del siglo XIX, España apenas conservaba algunos territorios de su antiguo imperio ultramarino: Cuba, Puerto Rico y varias islas en el Pacífico, como Filipinas, Marianas, Carolinas y Palaos. La economía de Cuba y Puerto Rico se basaba en el cultivo de azúcar y tabaco, mientras que Filipinas tenía importancia estratégica. Sin embargo, el malestar político y social en estas colonias, sumado a la intransigencia del gobierno español, provocó una serie de conflictos independentistas.

El problema más grave fue el conflicto cubano. En 1868 comenzó la Guerra de los Diez Años, que finalizó con la Paz de Zanjón en 1878. Aunque España prometió reformas, estas no se cumplieron, lo que radicalizó a los independentistas. En 1895, liderados por José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo, los cubanos iniciaron una nueva sublevación con el Grito de Baire. La respuesta española fue enviar al general Martínez Campos, quien no logró sofocar la rebelión y fue sustituido por Valeriano Weyler. Este aplicó una dura política de reconcentración, que causó miles de muertes por hambre y enfermedades.

En Filipinas, el descontento también llevó a una insurrección en 1896, inicialmente liderada por José Rizal, quien defendía reformas pacíficas. Su ejecución en 1896 radicalizó la lucha, impulsando la revuelta armada del grupo Katipunan.

La Guerra Hispanoamericana y sus Consecuencias

Mientras tanto, Estados Unidos, con intereses económicos en Cuba y Filipinas, presionaba a España para otorgar autonomía a la isla. En 1898, la explosión del USS Maine en el puerto de La Habana sirvió como excusa para la intervención norteamericana.

España, con una flota obsoleta y sin recursos suficientes, fue rápidamente derrotada en la batalla de Cavite (Filipinas, 1 de mayo) y en Santiago de Cuba (1 de julio). Poco después, los estadounidenses desembarcaron en Puerto Rico, y el 12 de agosto Manila se rindió.

La guerra finalizó con el Tratado de París en diciembre de 1898, en el que España se vio obligada a aceptar las condiciones impuestas por Estados Unidos. Cuba se convirtió en un protectorado estadounidense, mientras que Puerto Rico, Guam y Filipinas fueron cedidos a Estados Unidos a cambio de 20 millones de dólares. Un año después, en 1899, España vendió sus últimas posesiones en el Pacífico (Carolinas, Marianas y Palaos) a Alemania.

Impacto del Desastre del 98 en España

El Desastre del 98 tuvo graves repercusiones para España. En el ámbito ideológico, generó una crisis de identidad y una corriente de pensamiento pesimista que dio lugar al Regeneracionismo, encabezado por Joaquín Costa, y a la Generación del 98, con figuras como Unamuno, Azorín, Baroja y Maeztu.

En lo económico, España perdió mercados coloniales y materias primas, aunque la repatriación de capitales permitió el crecimiento de la banca. Políticamente, el ejército quedó desprestigiado y el país perdió su estatus internacional como imperio. La Restauración se mantuvo, pero nuevos líderes como Antonio Maura y José Canalejas intentaron implementar algunas reformas regeneracionistas.

Desde el punto de vista social, las principales víctimas fueron los soldados enviados a la guerra, con más de 50.000 muertos, la mayoría pertenecientes a las clases trabajadoras. Mientras tanto, los hijos de las familias acomodadas evitaban el servicio militar mediante el pago de la redención en metálico.

El Desastre del 98 marcó el fin del imperio español y dejó al país sumido en una crisis política, económica y social que reconfiguró su historia.

Transformaciones Demográficas y Sociales en el Siglo XIX

Evolución Demográfica Española

Comparando la evolución de la población española durante el siglo XIX con otros países europeos, se observa que en España el crecimiento fue lento, ya que, en algo más de un siglo, la población aumentó un 77% (de 10,5 millones en 1797 a 18,7 millones en 1900), mientras que países como Alemania la duplicaron y Gran Bretaña la cuadruplicaron. Esto se debió a que Europa experimentó una transición demográfica asociada a la industrialización, mientras que en España predominó el Régimen Demográfico Antiguo, caracterizado por una alta natalidad (34 por mil) y mortalidad (29 por mil), especialmente infantil. Además, la esperanza de vida era baja, de unos 35 años, debido a enfermedades, hambrunas y malas condiciones higiénicas.

Las crisis de subsistencia y las epidemias como la viruela, el cólera, el paludismo y la tuberculosis afectaron gravemente a la población. La economía española seguía siendo fundamentalmente agrícola, y la falta de alimentos se debía a factores coyunturales (sequías) y estructurales (agricultura de bajo rendimiento).

Cataluña fue la excepción a este panorama. Su despegue industrial desde principios del siglo XIX hizo que su población creciera un 145%, y que se produjera un importante desplazamiento de población campesina hacia las ciudades, iniciando una transición demográfica moderna.

Movimientos Migratorios y Urbanización

En el siglo XIX, los movimientos migratorios interiores en España fueron muy intensos, especialmente hacia las zonas costeras y urbanas, como Madrid, Barcelona y Bilbao. La industrialización, aunque lenta, atrajo a población de las zonas rurales a las urbanas. La abolición del régimen señorial y las desamortizaciones también favorecieron estos movimientos migratorios. Además, la emigración hacia América fue una constante, con flujos especialmente hacia Argentina, Cuba y Venezuela, desde Galicia, Asturias, Cantabria y Canarias.

En 1900, la mayoría de la población española seguía siendo rural. Apenas el 10% vivía en localidades de más de 100.000 habitantes. La industrialización española fue tardía, pero transformó urbanísticamente las ciudades, que comenzaron a desarrollar estaciones de ferrocarril, ensanches y barrios burgueses como el Ensanche de Barcelona o el barrio de Salamanca en Madrid. Estos cambios mejoraron la calidad de vida de las clases dirigentes, pero los barrios obreros seguían siendo pobres y con malas condiciones.

De la Sociedad Estamental a la Sociedad de Clases

Las revoluciones liberales del siglo XIX transformaron la sociedad española, pasando de una sociedad estamental a una de clases. Aunque desaparecieron los privilegios por nacimiento, el sistema censitario limitó los derechos políticos a una parte de la población. La sociedad se dividió en dos grandes grupos: la clase dirigente, compuesta por la alta nobleza, el clero y la burguesía, y las clases populares, que incluían a obreros, artesanos y jornaleros. Esta división social se reflejó en la desigualdad generada por el liberalismo y el capitalismo durante la Revolución Industrial, lo que dio lugar a una nueva conflictividad social.

El Surgimiento del Movimiento Obrero

Las clases populares comenzaron a organizarse en asociaciones obreras, luchando por mejoras laborales, como el aumento de salarios y la reducción de la jornada laboral. En 1885, se produjo la primera huelga general en España. También se fundaron sindicatos como la UGT y el PSOE, que adoptaron posiciones marxistas. En 1864, en Londres, se creó la Primera Asociación Internacional del Trabajo (AIT), que agruparía a socialistas y anarquistas con el fin común de crear una sociedad sin clases. Sin embargo, los socialistas apostaban por la revolución y un estado fuerte, mientras que los anarquistas rechazaban el estado y la política.

Hasta 1868, los sindicatos no fueron legalizados en España, pero la lucha obrera se intensificó, organizándose en huelgas y asociaciones que defendían los derechos laborales. Este movimiento fue crucial para la transformación social y política de la época.

La Economía Española en el Siglo XIX: Desafíos y Avances

Durante el siglo XIX, España atravesó un proceso de transformación económica marcado por una modernización insuficiente del sector agrario y un proceso de industrialización lento en comparación con otros países europeos.

La Reforma Agraria: Las Desamortizaciones

Las desamortizaciones consistieron en la liberalización de bienes de «manos muertas», como propiedades vinculadas a instituciones religiosas o civiles. Como antecedentes, destacan las reformas de Carlos III y Carlos IV (Godoy). En el siglo XIX, sobresalen dos grandes desamortizaciones:

  • Mendizábal (1837), centrada en bienes eclesiásticos.
  • Madoz (1855), orientada a bienes civiles.

El objetivo principal era liberar la tierra de manos de la nobleza y el clero para integrarla en el mercado privado. Sin embargo, la reforma agraria no benefició a los campesinos, ya que la propiedad permaneció en manos de nobles o nuevos propietarios. En regiones como Andalucía, Extremadura y La Mancha predominaron los latifundios, sin lograr la modernización productiva esperada. En zonas de minifundios, como Galicia, los rendimientos eran insuficientes, lo que fomentó la emigración. Los efectos positivos de la reforma agraria fueron:

  • El Estado recaudó ingresos para paliar el déficit fiscal.
  • Incremento de la producción de cereales (trigo, cebada, maíz).
  • Aumento de la exportación de aceite de oliva, naranjas y vino debido a la demanda internacional.

Desarrollo Industrial: Textil y Siderurgia

Los sectores destacados fueron la industria textil (Cataluña) y la siderurgia (País Vasco).

Industria Textil

A finales del siglo XVIII llegaron máquinas de hilar inglesas, y en 1833 se instaló la primera máquina de vapor. La escasez de carbón y la débil demanda interna limitaron su expansión, dando lugar a colonias industriales. La industria textil catalana reclamó medidas proteccionistas contra la competencia extranjera.

Siderurgia

Surgió para atender la demanda de hierro en la mecanización, el ferrocarril y la construcción de barcos. Los primeros altos hornos se instalaron en Málaga (1832), pero el uso de carbón vegetal encareció la producción y paralizó la industria. A partir de 1876, la siderurgia se consolidó en Vizcaya, gracias a sus minas de hierro y el uso de carbón galés importado.

Otras industrias menores, como la química, eléctrica y metalúrgica, surgieron en Cataluña y el País Vasco. El desarrollo industrial fue desigual territorialmente.

Minería y Comunicaciones

Entre 1874 y 1914 se explotaron masivamente yacimientos de plomo (Linares), cobre (Riotinto), mercurio (Almadén) y cinc (Reocín). La Ley de Minas de 1868 liberalizó el sector, atrayendo a empresas extranjeras, que aprovecharon la precaria situación económica del Estado.

La débil infraestructura de comunicaciones limitó el desarrollo económico. En 1848 se inauguró la primera línea ferroviaria (Mataró-Barcelona), y la Ley General de Ferrocarriles de 1855 fomentó una red más amplia. La primera expansión ferroviaria (1855-1866) fue financiada por capital extranjero, pero la crisis de 1866 paralizó las obras. A partir de 1873 se retomó la construcción.

Comercio Interior y Exterior

Se eliminaron obstáculos al comercio interno con medidas como:

  • Código de Comercio (1829).
  • Sistema métrico decimal (1849).
  • Establecimiento de la peseta (1868).

Sin embargo, no se alcanzó un mercado interno articulado debido a la baja productividad agrícola y la escasa capacidad adquisitiva del campesinado. En el comercio exterior, España orientó sus exportaciones hacia Europa tras la pérdida de las colonias.

  • Exportaciones principales: vino, aceite y minerales.
  • Importaciones principales: algodón y carbón.

El debate entre proteccionistas y librecambistas reflejó las tensiones económicas de la época.

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