26 Sep
Introducción: El Crack de 1929 y la Respuesta Argentina
El Crack de la Bolsa de Nueva York de octubre de 1929 se extendió al resto del mundo y fue seguido por una recesión generalizada que se convirtió en la terrible Gran Depresión. Argentina, que estaba muy abierta a las corrientes de comercio, población y capitales en un mundo coordinado por un régimen multilateral, experimentó un impacto significativo.
Sin embargo, el hecho de que la crisis haya tenido en Argentina un efecto menos terrible y menos prolongado que en otros lugares, y que el país haya salido más temprano de la recesión que los Estados Unidos –como ya en su tiempo lo advirtiera Díaz Alejandro–, parece ser resultado de una serie de medidas que distintos gobiernos tomaron en su momento. Estas medidas impidieron las consecuencias más desfavorables y, a la vez, acortaron la duración de la crisis.
De todos modos, no puede afirmarse que las medidas de emergencia tomadas en los años 30, y continuadas incluso cuando la crisis había desaparecido y el comercio mundial había vuelto gradualmente a la normalidad en la posguerra, tuvieron un efecto positivo en las décadas siguientes. En realidad, en 1930 se puso fin a la Argentina abierta al mundo y exportadora de alimentos. Surgió una nueva Argentina, cuyas características se definieron durante los años del obligado aislamiento de la guerra y los que siguieron a esta. En este período, la anarquía, el proteccionismo, la intervención estatal, el fuerte gravamen al agro y el financiamiento inflacionario condujeron a medio siglo de conflictos de distribución del ingreso y baja productividad. (Véase las difíciles alternativas del crecimiento argentino en la segunda mitad del siglo XX).
Contexto Global Pre-Crisis: Un Optimismo Frágil
Hacia finales de la década de 1920, tanto en Argentina como en el resto del mundo, prevalecía una ola de enorme optimismo. Aunque la situación política europea fue muy inestable en la posguerra, la estabilización monetaria lograda en Italia, Alemania y el centro de Europa, y el retorno de la mayoría de los países al patrón oro, impulsaron el crecimiento económico. Esto generó la impresión de que, con las nuevas tecnologías en rubros como la electricidad y los automotores, entre otros, se daban las condiciones para evitar los ciclos de expansión y depresión del pasado, y parecía que los negocios tenían prósperos e ilimitados horizontes.
En los Estados Unidos, tras la crisis de 1921, la política de bajas tasas de la Reserva Federal (la Fed) alentó una gran liquidez y la salida de capitales hacia inversiones especulativas.
El proteccionismo, que se generalizó en la posguerra, llevó desde 1925 a la acumulación de desequilibrios. Las corrientes de capitales fueron asimétricas, en parte debido a los flujos de pago unidireccionales de los países deudores después de la guerra (entre los que sobresalían los de reparaciones alemanas), y al desajuste de los tipos de cambio que llevaron oro principalmente a Francia y EE. UU. Esto obligó a Gran Bretaña a aumentar la tasa de interés y sufrir, desde su vuelta a la convertibilidad a la paridad de preguerra, una sobrevaloración de su moneda. Al mismo tiempo, los países emergentes –entre otros, los de América Latina– se vieron obligados a endeudarse para comerciar con las potencias europeas y Alemania fue obligada a pagar sus reparaciones colocando bonos en el mercado internacional.
La Gran Depresión y sus Mecanismos
En medio de un clima todavía aparentemente exultante, en dos semanas de octubre de 1929 se produjo una caída terrible en la Bolsa de Nueva York, con valores que bajaron más de un 40% en algunos casos. En medio del optimismo y de una gran liquidez, los bancos prestaban a los corredores (brokers) que compraban acciones pagando solo una seña, lo que se conoce como compra a margen. Cuando la Fed subió la tasa y los bancos reclamaron la devolución de préstamos, los brokers salieron a vender las acciones que tenían señadas. Cuando todos venden, los precios se desploman y la corrida bursátil se acelera. Sin acceso al crédito, el público retiró depósitos de los bancos y estos, frente a la falta de liquidez, no pudieron hacer frente a sus obligaciones. Cuando todos buscan liquidez, no hay suficiente para todos.
En ese escenario, en 1930 se produjo en Estados Unidos una seria corrida bancaria en distintos bancos, y las quiebras continuaron en 1931 y 1933. Esto agregó una mayor contracción monetaria (ya que los depósitos no pudieron usarse como dinero) sin que el sistema financiero pudiera recuperarse rápidamente. Por otra parte, cuando los valores de los activos se desploman, se produce un efecto riqueza negativo que presiona a la baja el consumo y la inversión.
La Crisis se Globaliza
La crisis se extendió rápidamente. En 1931 afectó a Austria con el colapso del Credit Anstalt, a Alemania, a Europa Central y a Gran Bretaña, que en 1931 abandonó el patrón oro. Estados Unidos continuó con la convertibilidad hasta 1933 y Francia hasta 1936. Se produjo una notable caída del comercio internacional; los países trataron de defenderse con devaluaciones competitivas que, cuando son generales, solo producen una mayor caída de la demanda. Se multiplicaron los cierres de bancos, la baja de la producción y el desempleo en los países industrializados.
La Experiencia Argentina Frente a la Crisis
II.1. Los Años Previos al Crack
Argentina venía de una larga fase de crecimiento iniciada con el fin de las guerras civiles, al organizarse el país bajo la Constitución Nacional. Esta, en su Art. 4, estableció un pacto fiscal que resolvió las diferencias entre la capital y las provincias al poner la Aduana de Buenos Aires bajo el control de la Nación, suprimiendo las aduanas interiores. Se diseñaron las instituciones que hicieron posible la incorporación de factores (trabajo y capital) para la puesta en valor de las tierras de un país aquejado, hasta entonces, por la pobreza y los desencuentros.
Las nuevas tecnologías de transporte marítimo y por ferrocarriles permitirían a la producción argentina en la segunda mitad del siglo XIX alcanzar los mercados internacionales. Para ello, era una condición previa lograr la paz en el país, tener instituciones creíbles y asegurar la libertad y el fruto de su trabajo e inversión.
Cientos de miles de personas llegaron de Europa y millones de libras y otras divisas ingresaron al país. Se consolidó un modelo agroexportador. El escenario cambió con la Primera Guerra Mundial, que produjo un shock externo desfavorable que interrumpió el flujo de capitales y el comercio.
Los años veinte, como en el resto del mundo, habían transcurrido en medio de un generalizado optimismo, suponiendo que el conflicto pasado era solo un problema de los viejos países europeos que no sabían resolver sus diferencias. Mientras tanto, en el continente americano –Estados Unidos en el norte y Argentina en el sur–, se seguía sin percibir la inminencia de una nueva crisis. El comercio retornó a la normalidad y volvieron las inversiones, aunque de otras fuentes (Estados Unidos principalmente) y para otros destinos (automóviles, electricidad, maquinaria industrial). Se retornó a la convertibilidad en 1927, había trabajo y los salarios subían, pero nuevamente todo no era tan estable como parecía.
Debido a una sobreoferta agrícola y a las medidas proteccionistas de la posguerra, los precios de los productos primarios cayeron. Esto resultó, entre otras cosas, en un sobreendeudamiento de los agricultores que se encontraron en extremas dificultades para pagar sus créditos. Esto colocó a estos en una situación muy delicada que fue más crítica hacia el final de la década, cuando además, el gobierno no pudo intervenir eficazmente.
En un régimen de convertibilidad, el volumen del circulante está determinado por las reservas de oro. Como hacia el final de la década se registraron también fuertes volatilidades en los flujos de capital, producto en algunos casos de las variaciones de las tasas en Estados Unidos que incidieron en los movimientos de capitales.
Cuando la Fed bajó la tasa, se produjo una gran entrada de oro a la que correspondió un aumento de la emisión que acentuó el clima de optimismo e impulsó hacia arriba los precios de los activos. Ese escenario se revirtió al año siguiente cuando la Fed subió la tasa y los capitales colocados en el exterior (entre otros en Argentina) volvieron a Wall Street.
II.4. La Economía Argentina: Recuperación y Transformación
Factores Clave de la Recuperación
La recuperación comenzó en 1934, impulsada por una mejora en los precios de las exportaciones que ese año subieron un 39,8%, y entre 1934 y 1937, un 36%. La reversión de los precios agrícolas se debió a la devaluación norteamericana de 1933, pero también a la sequía en los Estados Unidos en 1934, y fue ayudada en el país por la devaluación del peso. El peso, que con el cierre de la Caja de Conversión en 1929 se había depreciado, desde 1931, cuando se estableció el control de cambios, se había mantenido en el nivel de 3,80 por dólar hasta fines de 1933, lo que importó su valorización. Mientras el tipo de cambio se mantuvo fijo, hubo una leve suba de los precios internos.
- 1.000 2.000 3.000 4.000 5.000 6.000 7.000 8.000 9.000 1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 M3 / IPC M1 / IPC M3 M1
Con el aumento de los ingresos agrícolas, mejorada la situación financiera y con un importante aumento de la oferta monetaria –cuando se redescontaron documentos comerciales del Banco Nación y se monetizó parte del Empréstito Patriótico–, se acentuó la recuperación y se extendió a la industria, que creció en 1934 un 10,2% respecto al año anterior. La actividad industrial siguió creciendo un 8,5% entre 1935 y 1939. El salto se dio en la industrialización por sustitución de importaciones (ISI). Fue el período más brillante de la industrialización sustitutiva de Argentina.
Evolución de Sectores Económicos
Los precios bajaron hasta 1937, se estabilizaron luego y comenzaron a subir desde 1939.
La construcción decayó con el clima de desconfianza de la guerra, entre 1939 y 1940, un 11,5%, pero luego se recuperó paulatinamente hasta llegar a su nivel anterior, superándolo en 1943.
La agricultura sufrió una baja en 1938, afectada por los problemas de comercialización a partir del cierre de los mercados de Europa central durante los primeros años de la guerra, lo que llevó al gobierno a intervenir comprando la cosecha. La inversión cayó en 1930 y se recuperó en 1933, pero en un nivel ligeramente superior al 20% respecto del nivel de 1929. Luego, en los años de la guerra, quedó por debajo, siendo además proporcionalmente más alta en la construcción que en maquinarias y equipos (65% y 35% respectivamente).
La recuperación se basó en la utilización de la capacidad instalada previamente a 1930, por lo que en consecuencia tenía sus límites: la necesidad de inversión en nueva capacidad productiva. (Ver Gráfico 8)
Salarios y Términos de Intercambio
Entre 1929 y 1932, los salarios nominales bajaron un 40%, pero a consecuencia de la baja general de precios, su caída real fue mucho menor: un 9% entre 1929 y 1930. Se recuperaron luego, pero quedaron en los años cuarenta un 4% por debajo del nivel de 1929. La tendencia de los fuertes aumentos de los salarios reales en la década de los veinte se había revertido en los treinta en contra de los trabajadores.
Los términos de intercambio bajaron hasta 1933, ya que los precios de las manufacturas bajaron menos que los de los alimentos. Subieron luego hasta 1937 como resultado de la recuperación de los precios agrícolas, y desde entonces hasta 1944 fueron negativos, ya que a pesar de la suba de los precios de las exportaciones, los de las importaciones aumentaron aún más. La caída de los precios se advierte en los niveles de las exportaciones en dólares corrientes.
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