30 Dic

Thomas Kuhn fue un filósofo e historiador de la ciencia que transformó profundamente la manera de entender el progreso científico. En La estructura de las revoluciones científicas (1962), sostiene que la ciencia no avanza de forma continua y acumulativa, sino mediante largos periodos de estabilidad interrumpidos por revoluciones científicas, que suponen cambios profundos en la forma de entender el mundo.

Crítica a las Concepciones Tradicionales

Kuhn critica las concepciones tradicionales del progreso científico. Frente al positivismo lógico, que defendía un avance acumulativo basado en hechos observables, y frente a Popper, que entendía el progreso como sustitución racional de teorías falsadas, Kuhn afirma que estas visiones no describen adecuadamente la práctica real de la ciencia. Además, rechaza la existencia de un método científico universal válido para todas las ciencias y épocas.

La Secuencia Histórica de la Ciencia según Kuhn

Según Kuhn, el desarrollo de la ciencia suele seguir una secuencia histórica característica:

  • Preciencia: Ausencia de consenso; coexistencia de teorías rivales sin un marco común.
  • Ciencia normal: Se establece un paradigma compartido que guía la investigación.
  • Aparición de anomalías: Problemas que el paradigma no consigue explicar.
  • Crisis: Acumulación de anomalías importantes que debilitan la confianza en el paradigma.
  • Revolución científica: Sustitución del paradigma antiguo por uno nuevo.
  • Nueva ciencia normal: Bajo el nuevo paradigma.

El Concepto Central: El Paradigma

El concepto central de la teoría de Kuhn es el paradigma. Un paradigma es el marco común compartido por una comunidad científica, que incluye teorías fundamentales, métodos, instrumentos, criterios de evaluación, valores científicos y formas de ver el mundo. Gracias al paradigma, los científicos saben qué problemas investigar, cómo hacerlo y qué cuenta como una solución válida.

Dimensiones del Paradigma

Kuhn utiliza el término paradigma en dos sentidos:

  • Sentido concreto: Grandes logros científicos ejemplares (Newton, Einstein, Mendel).
  • Sentido amplio: Conjunto de teorías, prácticas, métodos y valores asociados a esos logros, lo que posteriormente denomina matriz disciplinar.

La Ciencia Normal y las Anomalías

La ciencia normal es la actividad científica desarrollada dentro de un paradigma aceptado. Es una práctica conservadora y especializada, orientada a aplicar y perfeccionar el paradigma, no a cuestionarlo. Kuhn la describe como una resolución de enigmas: problemas que se cree que pueden resolverse utilizando los recursos del paradigma. Cuando surgen dificultades, se asume que el error está en la aplicación, no en el marco teórico.

Las anomalías son resultados que no encajan con las predicciones del paradigma. Al principio se minimizan o se intentan resolver sin abandonar el marco teórico. Esto es necesario para la estabilidad de la ciencia. Sin embargo, cuando las anomalías se acumulan y afectan a elementos centrales del paradigma, se produce una crisis, caracterizada por la pérdida de confianza y el aumento de desacuerdos.

La Revolución Científica y la Inconmensurabilidad

No todas las crisis conducen a una revolución. Una revolución científica ocurre cuando aparece un nuevo paradigma capaz de explicar mejor los problemas existentes. Supone una ruptura profunda: cambian teorías, conceptos, métodos, criterios de evaluación e interpretación de los datos. Por ello, las revoluciones no son procesos puramente racionales, sino periodos de conflicto. Tras una revolución, el progreso no es acumulativo: se gana capacidad explicativa, pero se pierden algunas explicaciones anteriores, lo que Kuhn llama “pérdida de Kuhn”. Kuhn distingue así entre:

  • Cambio gradual (ciencia normal, acumulativo dentro del paradigma).
  • Cambio revolucionario (brusco, no acumulativo, entre paradigmas).

Otro aspecto clave es su concepción de la observación científica. Kuhn sostiene que la observación no es neutral, sino que está condicionada por el paradigma. Científicos de paradigmas distintos pueden interpretar de forma diferente los mismos datos. Esto se explica mediante los cambios gestálticos: el mundo no cambia, cambia la forma de verlo. Además, la observación científica se aprende mediante la formación dentro de una comunidad, y los libros de texto transmiten el paradigma dominante de manera dogmática, ocultando conflictos pasados. Finalmente, Kuhn introduce la inconmensurabilidad entre paradigmas. Dos paradigmas son inconmensurables cuando no pueden compararse mediante criterios comunes, debido a diferencias en el significado de los conceptos (dimensión lingüística) y en los criterios de evaluación (dimensión metodológica). Esto dificulta la comunicación entre comunidades científicas rivales.

Imre Lakatos y la Metodología de los Programas de Investigación Científica

Imre Lakatos (1922-1974) fue un filósofo de la ciencia húngaro que trabajó en Inglaterra, especialmente en la London School of Economics, donde colaboró con Karl Popper. Su pensamiento se sitúa entre Popper y Kuhn. Aunque reconoce la importancia de estudiar la historia real de la ciencia, rechaza la idea kuhniana de que el cambio científico sea irracional. Su objetivo principal es defender la racionalidad de la ciencia sin recurrir al falsacionismo simple de Popper, que considera poco realista.

Crítica a Kuhn y el Problema de la Demarcación

Lakatos fue muy crítico con Thomas Kuhn, a quien acusaba de presentar la ciencia como un fenómeno casi psicológico o sociológico, basado en creencias compartidas más que en argumentos racionales. Según Lakatos, aceptar esta visión llevaría a negar cualquier criterio objetivo para distinguir el progreso científico de la pseudociencia, lo que tendría consecuencias negativas para la razón y la sociedad. El problema central que aborda Lakatos es el problema de la demarcación: cómo distinguir la ciencia de la pseudociencia y el progreso científico de la decadencia intelectual. Para resolverlo, distingue entre falsacionismo simple y falsacionismo sofisticado.

Falsacionismo Simple vs. Sofisticado

  • El falsacionismo simple sostiene que una teoría queda refutada en cuanto aparece un hecho que la contradice. Lakatos rechaza esta idea porque no describe la práctica científica real: los científicos no abandonan una teoría ante la primera anomalía, sobre todo si no existe una alternativa mejor.
  • En su lugar, propone el falsacionismo sofisticado, según el cual la falsación no es inmediata ni definitiva, sino un proceso histórico, comparativo y retrospectivo. Una teoría o programa solo se considera refutado cuando existe otro que explica mejor los fenómenos y muestra mayor capacidad de progreso. Por tanto, las teorías no se evalúan aisladamente, sino en comparación con teorías o programas rivales.

Lakatos subraya que ninguna teoría se contrasta de forma aislada, sino junto con hipótesis auxiliares (suposiciones sobre instrumentos, cálculos, condiciones experimentales, etc.). Esta idea, ya defendida por Pierre Duhem, implica que no existen experimentos cruciales ni falsaciones inmediatas, ya que un resultado negativo puede deberse a un fallo en alguna de estas hipótesis y no en la teoría central.

Los Programas de Investigación Científica (PIC)

Apartir de estas ideas, Lakatos introduce su concepto fundamental: los programas de investigación científica. Un programa de investigación es una estructura teórica que se desarrolla históricamente y está formada por una serie de teorías relacionadas entre sí. Se parece al concepto de paradigma de Kuhn, pero con una diferencia clave: en un mismo campo pueden coexistir varios programas de investigación en competencia. Para Lakatos, la unidad básica de evaluación no es la teoría aislada, sino el programa de investigación completo. Un programa puede mantenerse a pesar de tener problemas, siempre que siga siendo prometedor y muestre capacidad de desarrollo.

Estructura Interna del PIC

Todo programa de investigación tiene una estructura interna:

  • El núcleo duro: Contiene los principios fundamentales del programa y no se cuestiona directamente.
  • El cinturón protector: Formado por hipótesis auxiliares que rodean al núcleo y que sí pueden modificarse para adaptarse a los datos empíricos. Cuando surgen anomalías, los científicos modifican el cinturón protector, no el núcleo duro. Estas modificaciones pueden deberse a la corrección de supuestos poco realistas en fases iniciales o a ajustes frente a predicciones fallidas en fases más avanzadas. Esto muestra que la falsación es un proceso gradual.

El funcionamiento del programa está guiado por dos tipos de heurísticas:

  • Heurística negativa: Prohíbe cuestionar el núcleo duro.
  • Heurística positiva: Orienta sobre cómo modificar el cinturón protector para resolver problemas y desarrollar el programa.

Progreso y Degeneración de los PIC

Lakatos distingue entre programas de investigación progresivos y programas degenerativos. Un programa es progresivo cuando aumenta su capacidad explicativa, anticipa hechos nuevos, amplía su campo de aplicación y obtiene confirmaciones independientes, además de explicar el éxito de teorías anteriores. En cambio, un programa degenerativo solo introduce hipótesis ad hoc para explicar problemas ya conocidos, sin generar nuevas predicciones.

Todos los programas enfrentan anomalías; la diferencia está en cómo responden a ellas. El progreso científico se produce cuando un programa progresivo sustituye a otro degenerativo. Sin embargo, el abandono de un programa no es inmediato ni absoluto, sino comparativo: una teoría se deja de lado cuando su programa degenera claramente frente a un rival más exitoso.

Lakatos no sostiene que los científicos deban abandonar de inmediato un programa degenerativo, ya que puede recuperarse en el futuro. Esta falta de un criterio preciso sobre cuándo abandonar un programa fue una de las principales críticas de Paul Feyerabend.

Paul Feyerabend: El Anarquismo Epistemológico

Paul Feyerabend (1924–1994) fue un filósofo de la ciencia austríaco, profesor en la Universidad de Berkeley y una de las figuras más polémicas del siglo XX. Inicialmente influido por Karl Popper, desarrolló a partir de los años sesenta una postura radicalmente crítica con la idea de que la ciencia avance siguiendo reglas racionales fijas. Feyerabend no pretendía construir un sistema filosófico cerrado, sino defender valores como la libertad, la creatividad y la diversidad frente al dogmatismo científico.

Crítica al Método Científico Universal

El núcleo de su pensamiento es una crítica a la existencia de un método científico universal. En Contra el método sostiene que, a lo largo de la historia de la ciencia, no ha existido ningún conjunto de reglas metodológicas que se haya seguido siempre. Cuando se intentan imponer reglas fijas, estas suelen frenar el progreso científico en lugar de favorecerlo. Por ello, rechaza las concepciones racionalistas y metodológicas tradicionales de la ciencia.

Críticas al Empirismo Lógico

Feyerabend critica especialmente dos principios del empirismo lógico:

  1. Que las teorías deben ajustarse a los hechos observados.
  2. Que las nuevas teorías deben ser compatibles con las teorías aceptadas.

Según Feyerabend, estos principios actúan como dogmas conservadores que impiden la aparición de teorías nuevas y revolucionarias. Si se aplicaran estrictamente, muchos de los grandes avances científicos nunca habrían ocurrido.

Contrainducción y el Papel de Galileo

Frente a estas reglas, Feyerabend propone un proceder contrainductivo, que consiste en desarrollar teorías que entren en conflicto tanto con los hechos aceptados como con las teorías dominantes. Muchas teorías científicas importantes comenzaron siendo incompatibles con la evidencia disponible. Solo manteniéndolas y desarrollándolas fue posible generar nuevos hechos y nuevas formas de observar la realidad. Por ello, ir contra los hechos no es necesariamente irracional, sino a veces una condición del progreso científico.

En la relación entre teorías y hechos, Feyerabend se distancia de Popper. Mientras que Popper defiende que una teoría debe rechazarse cuando choca con los hechos, Feyerabend sostiene que los hechos no son independientes de las teorías. Las teorías antiguas suelen encajar mejor con los hechos conocidos porque estos han sido interpretados desde ellas. Una teoría nueva puede parecer inferior al principio y, sin embargo, resultar progresiva a largo plazo.

El ejemplo central de su argumentación es Galileo y la defensa del heliocentrismo frente a la física aristotélica. La experiencia cotidiana parecía mostrar que la Tierra estaba inmóvil. Galileo introdujo ideas no confirmadas empíricamente, como el movimiento relativo y la inercia, y reformuló la observación mediante lo que Feyerabend llama interpretaciones naturales. Estas son formas aparentemente evidentes de describir la experiencia, pero que están ligadas a una teoría concreta. Para que el copernicanismo resultara plausible, fue necesario cambiar la manera de describir lo que se observa, lo que muestra que la observación está cargada de teoría.

Pluralismo Metodológico y Anarquismo

Feyerabend destaca además que Galileo no utilizó solo argumentos racionales, sino también recursos retóricos y estrategias de persuasión, como escribir en lengua vulgar o apelar al público. Esto demuestra que procedimientos considerados “irracionales” pueden desempeñar un papel positivo en el éxito de nuevas teorías científicas. A partir de este análisis, Feyerabend defiende un pluralismo metodológico. No existe un único método científico válido, y el progreso se ve favorecido por la coexistencia de teorías rivales. Formula dos principios fundamentales:

  • Principio de tenacidad: Mantener las teorías incluso cuando presentan problemas iniciales.
  • Principio de proliferación: Fomentar la creación constante de teorías alternativas.

La diversidad teórica es, para Feyerabend, una condición esencial del progreso científico. Feyerabend rechaza la distinción kuhniana entre ciencia normal y ciencia extraordinaria, ya que considera que la ciencia siempre está atravesada por conflictos entre posturas conservadoras e innovadoras. Las crisis científicas no se explican solo por problemas internos a las teorías, sino también por factores sociales, culturales y políticos.

Su lema más famoso es “todo vale”. Con esta expresión no afirma que todas las teorías sean igualmente buenas, sino que niega la existencia de reglas metodológicas universales obligatorias. Esta postura recibe el nombre de anarquismo epistemológico, que no defiende el caos, sino la libertad metodológica frente a sistemas rígidos de normas. El anarquismo epistemológico está vinculado a la inconmensurabilidad entre teorías, idea que Feyerabend comparte en parte con Kuhn. Las teorías rivales utilizan conceptos con significados distintos y no pueden compararse desde un lenguaje completamente neutral. Cambiar de teoría implica aprender a ver el mundo de otra manera. Feyerabend extiende su crítica más allá de la ciencia.

Bruno Latour y la Teoría del Actor-Red (ANT)

Bruno Latour (1947–2022) fue un sociólogo y antropólogo francés que estudió la ciencia desde un enfoque distinto al de la filosofía clásica de la ciencia. En lugar de preguntarse por el método científico o por la racionalidad del progreso, Latour se interesó por cómo se hace realmente la ciencia en la práctica cotidiana. Su enfoque se conoce como sociología de la ciencia, ya que analiza a los científicos como una comunidad con prácticas, instrumentos, normas y formas de organización propias.

La Construcción de los Hechos Científicos

Una de sus obras fundamentales es La vida en el laboratorio. En este libro, Latour realiza un estudio etnográfico del trabajo diario en un laboratorio científico. Como observador externo, Latour se centra no en las teorías, sino en los instrumentos, los textos, los gráficos, los animales, las discusiones y las relaciones entre los investigadores. A partir de esta observación, Latour sostiene que los hechos científicos no se descubren simplemente, sino que se construyen en el laboratorio. Esto no significa que sean invenciones arbitrarias, sino que su existencia depende de una red compleja de elementos humanos y no humanos, como científicos, aparatos técnicos, animales, datos, artículos científicos, revistas, financiación y prestigio académico. Un hecho científico se consolida cuando logra apoyarse en una red suficientemente fuerte.

Latour describe el laboratorio como una máquina de transformación: entran materiales, instrumentos y papel en blanco, y salen artículos científicos e informes. En este proceso, afirmaciones discutibles se transforman en hechos aceptados. Una vez estabilizado, el trabajo humano que permitió ese resultado queda oculto y el hecho aparece como algo que proviene directamente de la naturaleza.

La Teoría del Actor-Red (ANT)

Según la ANT, el conocimiento científico surge de redes de actores humanos y no humanos, a los que Latour denomina actantes. En estas redes tienen agencia tanto las personas como los objetos, los instrumentos, los textos o las instituciones. Latour rechaza la separación tradicional entre lo social y lo técnico: en la ciencia, nadie actúa solo, todo es resultado de relaciones dentro de una red.

Críticas y Cierre de la Caja Negra

Desde esta perspectiva, Latour critica tanto al empirismo clásico, que explicaba la ciencia por la imposición directa de los hechos, como al Programa Fuerte de la sociología del conocimiento, que explicaba la ciencia únicamente a partir de intereses sociales. Para Latour, ambas posturas son reduccionistas. Ni la naturaleza ni la sociedad son causas previas: ambas se constituyen en el propio proceso científico. Una consecuencia importante es que no se debe explicar el éxito de una teoría diciendo simplemente que “la naturaleza le dio la razón”. En las controversias científicas, todas las posiciones afirman estar respaldadas por los hechos. Solo cuando una versión se impone, esos hechos se estabilizan y dejan de ser cuestionados. A este proceso Latour lo llama el cierre de la caja negra.

Aunque a menudo se le considera construccionista radical, Latour rechaza la idea de que los hechos científicos sean solo construcciones sociales. A partir de los años ochenta, abandona la explicación exclusivamente social del conocimiento, pero mantiene que los hechos se construyen a través de redes heterogéneas que incluyen elementos sociales, técnicos, materiales y naturales.

El Ejemplo de Louis Pasteur

Un ejemplo central de su enfoque es su análisis de Louis Pasteur. Latour muestra que Pasteur no solo realizó experimentos, sino que logró conectar el laboratorio con los intereses de agricultores, médicos, veterinarios e higienistas. Al hacerlo, transformó problemas sociales en problemas científicos resolubles en el laboratorio. De este modo, el laboratorio se convierte en un centro desde el cual se reorganizan intereses a gran escala. Esta idea se resume en la expresión: “Dadme un laboratorio y moveré el mundo”.

Latour rompe así la separación entre lo interno y lo externo a la ciencia y entre lo micro y lo macro. El laboratorio no es un espacio aislado, sino una herramienta capaz de transformar la sociedad.

Robert Merton y la Sociología de la Ciencia Tradicional

Tradicionalmente, la ciencia se ha representado como una actividad individual realizada por genios aislados, neutrales y guiados únicamente por la razón, separados de la sociedad. La sociología de la ciencia surge para cuestionar esta imagen idealizada y mostrar que la ciencia es una actividad social, colectiva e institucionalizada. Desde un punto de vista sociológico, el conocimiento científico no es el resultado del trabajo de individuos aislados, sino de comunidades científicas organizadas. Los laboratorios y centros de investigación funcionan como espacios sociales complejos en los que participan científicos, técnicos, gestores y otros trabajadores. La ciencia es, por tanto, una empresa colectiva regulada por normas, instituciones y prácticas sociales.

Profesionalización y Contexto Histórico

A partir del siglo XIX se produce la profesionalización de la ciencia. La investigación pasa a depender de instituciones estables, financiación pública y privada y mecanismos formales como congresos, revistas especializadas y la revisión por pares. La autoría múltiple se vuelve habitual, reforzando el carácter colectivo del conocimiento científico. La sociología clásica de la ciencia se desarrolla a partir de los años cuarenta del siglo XX y tiene como principal representante a Robert K. Merton. Merton no se ocupa de analizar si las teorías científicas son verdaderas o falsas, sino de estudiar cómo está organizada socialmente la ciencia. Su objetivo es identificar las normas, valores e instituciones que hacen posible la producción del conocimiento científico. El contexto histórico del siglo XX influyó decisivamente en su trabajo. Fenómenos como la eugenesia, el Holocausto o el uso de la bomba atómica mostraron que la ciencia no es moralmente neutra y que puede tener consecuencias sociales graves. Esto reforzó la necesidad de analizar la ciencia como una institución social.

El Ethos Científico Mertoniano

Merton sostiene que la actividad científica está regulada por un conjunto de normas obligatorias que constituyen el ethos de la ciencia. Estas normas definen el comportamiento esperado de los científicos y favorecen el progreso del conocimiento.

Las Cuatro Normas Fundamentales

Merton identifica cuatro normas fundamentales:

  1. Universalismo: Las ideas científicas deben evaluarse independientemente de quién las proponga. No importan el origen, género, clase o religión del científico, sino la calidad de los argumentos y las pruebas.
  2. Comunalismo (o comunismo científico): Los resultados científicos pertenecen a la comunidad científica, no a individuos privados. Los científicos deben publicar sus resultados y permitir su uso por otros, reconociendo siempre la autoría.
  3. Desinterés: Los científicos deben actuar buscando el beneficio de la ciencia en su conjunto, no guiados por intereses personales, económicos o políticos. La comunidad controla este comportamiento mediante la crítica y la evaluación.
  4. Escepticismo organizado: Ninguna afirmación científica debe aceptarse sin crítica. Todas las teorías deben someterse a revisión constante y pública, lo que explica los conflictos de la ciencia con formas de conocimiento basadas en la autoridad o la tradición.

Estas normas se complementan con el sistema de recompensas de la ciencia, que constituye el principal motor de la actividad científica. La recompensa fundamental no es el dinero, sino el reconocimiento y el prestigio. Aunque el conocimiento se vuelva común tras su publicación, el nombre del descubridor queda asociado al hallazgo. Este sistema fomenta la innovación, pero también genera competencia y conflictos. La escasez de grandes descubrimientos intensifica la lucha por el reconocimiento, lo que explica fenómenos como disputas de prioridad, acusaciones de plagio o rivalidades personales. El fraude científico es relativamente raro debido al escepticismo organizado y a la vigilancia de la comunidad. Para Merton, existe una tensión constante entre las normas institucionales de la ciencia y las motivaciones personales de los científicos. Las normas indican cómo deberían comportarse, mientras que las recompensas explican por qué participan activamente en la investigación. La obra de Merton sentó las bases de la sociología de la ciencia, pero también recibió críticas importantes. Merton no analiza sociológicamente el contenido del conocimiento científico y da por supuesto que la ciencia produce conocimiento verdadero. Su enfoque es compatible con el positivismo y el empirismo lógico. Por ello, su propuesta se conoce como el programa débil de la sociología de la ciencia.

La Sociología del Conocimiento Científico y el Programa “Fuerte”

La sociología de Merton, que posteriormente será llamada Programa Débil, se centraba en el estudio de la organización social de la ciencia: normas, instituciones y sistemas de recompensa. Sin embargo, no analizaba sociológicamente el contenido del conocimiento científico. Para Merton, los errores científicos podían explicarse por factores sociales, pero los éxitos se explicaban por la racionalidad y el método científico.

El Giro Radical del Programa Fuerte

El Programa Fuerte introduce un cambio radical: su objetivo es explicar sociológicamente las creencias científicas concretas, tanto verdaderas como falsas. Pretende explicar por qué los científicos aceptan unas teorías y rechazan otras, y cómo cambian esas creencias históricamente. Desde esta perspectiva, la sociología deja de ser un complemento de la filosofía de la ciencia y aspira incluso a sustituirla, especialmente frente al positivismo lógico. Este enfoque está fuertemente influido por Thomas Kuhn, aunque va más allá de él. Retoma ideas como el papel de los paradigmas, el carácter dogmático de la educación científica, la inconmensurabilidad entre teorías y la dependencia teórica de la observación. A partir de estas ideas, el Programa Fuerte sostiene que los factores sociales influyen directamente en el contenido del conocimiento científico, no solo en su contexto institucional. El Programa Fuerte se desarrolla principalmente en la Escuela de Edimburgo durante los años setenta. Sus principales representantes son Barry Barnes y David Bloor. Su proyecto consiste en estudiar la ciencia como un fenómeno social más, utilizando las mismas herramientas que se emplean para analizar otras formas de conocimiento. La ciencia no se considera una actividad especial o privilegiada, sino una práctica humana situada en comunidades concretas.

Los Cuatro Principios del Programa Fuerte

David Bloor formuló los cuatro principios básicos del Programa Fuerte:

  • Principio de causalidad: Las creencias científicas deben explicarse buscando las condiciones sociales, culturales y psicológicas que las producen.
  • Principio de imparcialidad: No se debe distinguir entre creencias verdaderas o falsas; todas deben explicarse sociológicamente.
  • Principio de simetría: Las mismas explicaciones sociológicas deben aplicarse tanto a las teorías exitosas como a las erróneas. Los aciertos científicos también deben explicarse socialmente.
  • Principio de reflexividad: La propia sociología del conocimiento científico debe poder explicarse con los mismos criterios, ya que también es un producto social.

Consecuencias y Relativismo

Una consecuencia central de estos principios es que la realidad no ocupa un papel privilegiado en la explicación de las creencias científicas. El Programa Fuerte no niega la existencia de una realidad, pero sostiene que no puede utilizarse como causa directa para explicar por qué una comunidad acepta una teoría. Las creencias científicas se explican por normas locales de justificación, validación y argumentación dentro de cada comunidad científica.

Desde esta perspectiva, los científicos no son individuos excepcionalmente racionales, sino agentes que trabajan dentro de comunidades con reglas, hábitos y expectativas compartidas. Aunque la ciencia posea un alto prestigio y una formación exigente, sigue siendo una actividad humana sujeta a dinámicas sociales.

El Programa Fuerte también analizó la relación entre ciencia e intereses sociales y políticos. Un ejemplo destacado es el trabajo de Donald MacKenzie, que mostró la conexión entre el desarrollo de la estadística moderna y los intereses vinculados a la eugenesia. En estos casos, los intereses sociales influyen en el contenido mismo de las teorías científicas.

Este enfoque dio lugar a fuertes acusaciones de relativismo, ya que sostiene que no existen criterios universales de racionalidad válidos para todos los contextos. Las normas científicas solo pueden justificarse desde dentro de cada comunidad. Esto genera el problema de la reflexividad: si todo conocimiento es socialmente relativo, entonces la propia sociología del conocimiento científico también lo sería. A pesar de estas críticas, el Programa Fuerte tuvo una enorme influencia y dio lugar al desarrollo de los Estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS). Estos estudios surgen en un contexto de crítica social a la ciencia y la tecnología y analizan su impacto social, político y ético. Los CTS se desarrollan en tres niveles: investigación académica, educación interdisciplinar y participación social y política en decisiones científico-tecnológicas. Un episodio clave en este debate es el engaño de Sokal, que dio lugar a las llamadas guerras de las ciencias, enfrentando a científicos naturales con sociólogos y filósofos de la ciencia. Con el tiempo, se ha aceptado ampliamente que la ciencia es una actividad humana influida por factores sociales, aunque sigue existiendo debate sobre el alcance de esa influencia.

Filosofías Feministas de la Ciencia

Las filosofías feministas de la ciencia son un conjunto de enfoques que analizan cómo el género influye en la producción del conocimiento científico. No se limitan a estudiar la presencia de mujeres en la ciencia, sino que examinan quién produce conocimiento, qué se investiga, con qué métodos y bajo qué valores. Su objetivo no es rechazar la ciencia, sino mejorarla, haciéndola más justa, inclusiva y epistemológicamente más sólida.

Género, Valores y Sesgos

Un punto de partida central es la escasa presencia histórica de las mujeres en la ciencia, que persiste en muchos ámbitos. Esta desigualdad no es solo cuantitativa, sino estructural, como muestra el fenómeno del techo de cristal, que limita el acceso de las mujeres a posiciones de poder, prestigio y reconocimiento. Estas desigualdades influyen directamente en el tipo de ciencia que se produce y en los problemas que se consideran relevantes. Las filósofas feministas sostienen que la ciencia no es neutral ni libre de valores. Junto a valores epistémicos como la objetividad, la coherencia o la precisión, intervienen valores sociales, culturales y políticos. Estos valores se manifiestan en el lenguaje científico, a menudo androcéntrico, en las metáforas, en la selección de problemas, en los métodos y en los objetivos de la investigación, influyendo así en el contenido del conocimiento científico. Las prácticas científicas dominantes han perjudicado históricamente a las mujeres y a otros grupos subordinados de varias formas:

  • Mediante su exclusión o la negación de su autoridad epistémica.
  • Desvalorizando estilos cognitivos asociados culturalmente a lo femenino.
  • Presentando a las mujeres como inferiores o ignorando sus experiencias.

Las filosofías feministas han mostrado que los sesgos sexistas pueden aparecer en todas las fases del proceso científico: formulación de problemas, diseño de investigaciones, recogida e interpretación de datos y construcción de teorías. Esto es especialmente visible en disciplinas como la biología y las ciencias sociales. Un ejemplo clásico es la crítica a las metáforas científicas. Francis Bacon describía la naturaleza como una mujer que debía ser dominada para extraer sus secretos. Desde el feminismo, esta metáfora refleja una concepción de la ciencia basada en la dominación y refuerza jerarquías de género.

Aportaciones de Keller y McClintock

Evelyn Fox Keller profundizó en esta crítica mostrando cómo estas imágenes influyen en la participación de las mujeres en la ciencia. Señaló el dilema al que se enfrentan muchas científicas: adaptarse a un modelo de ciencia históricamente masculino o intentar transformarlo desde dentro, arriesgándose a la marginación. Keller también criticó metáforas sexistas en biología, como la representación del espermatozoide como activo y del óvulo como pasivo, mostrando que estas metáforas distorsionan la comprensión científica. Las filosofías feministas también han mostrado que la entrada de mujeres en la ciencia transforma el conocimiento producido. En la primatología, por ejemplo, la incorporación de mujeres investigadoras permitió observar comportamientos activos de las hembras primates que antes habían sido ignorados. Este cambio no se explica por una supuesta “naturaleza femenina”, sino por la ampliación de perspectivas dentro de la comunidad científica.

Un caso emblemático es el de Barbara McClintock, cuyo descubrimiento de los “genes saltarines” fue rechazado durante años. Keller interpretó su estilo de investigación como un “sentimiento por el organismo”, una relación más atenta y contextual con el objeto de estudio. Este caso abrió el debate sobre la existencia de estilos científicos asociados al género.

Corrientes Teóricas

Desde el punto de vista teórico, Sandra Harding distinguió tres grandes corrientes del feminismo de la ciencia:

  • El empirismo feminista: Sostiene que los sesgos sexistas pueden corregirse aplicando mejor los métodos científicos tradicionales.
  • El punto de vista feminista: Defiende que los grupos oprimidos tienen una posición privilegiada para detectar sesgos invisibles desde posiciones dominantes.
  • El feminismo posmoderno: Rechaza la idea de una única descripción verdadera del mundo y defiende la pluralidad de perspectivas.

En conjunto, las filosofías feministas de la ciencia no rechazan la objetividad ni el rigor científico, sino que los redefinen críticamente.

Helen Longino y la Objetividad Social

Helen Longino es una de las autoras centrales de las filosofías feministas de la ciencia. Su propuesta se inscribe en el empirismo feminista, pero lo reformula críticamente. Longino defiende que la ciencia puede ser objetiva, aunque rechaza la concepción tradicional de la objetividad como neutralidad absoluta o ausencia de valores. Para ella, la objetividad no es una propiedad del científico individual, sino un logro social de la comunidad científica.

Datos, Valores y Supuestos de Fondo

Longino critica la imagen clásica de la ciencia como una actividad puramente empírica en la que los datos determinan directamente qué teorías son correctas. Según ella, los datos no hablan por sí solos, sino que siempre requieren interpretación. Esta interpretación depende de marcos teóricos, creencias previas y valores que no provienen directamente de la experiencia. Por ello, sostiene que la ciencia está inevitablemente cargada de valores. Junto a los valores epistémicos (coherencia, adecuación empírica, consistencia), influyen valores sociales, culturales, éticos y políticos. Estos valores intervienen en la formulación de hipótesis, el diseño de experimentos, la interpretación de resultados y la elección entre teorías rivales. En consecuencia, no es posible separar completamente hechos y valores en la práctica científica.

Para explicar este proceso, Longino distingue entre datos empíricos y supuestos de fondo. Los datos solo funcionan como evidencia cuando se interpretan a la luz de ciertos supuestos previos sobre cómo es el mundo, qué factores son relevantes y qué explicaciones se consideran aceptables. Estos supuestos de fondo pueden ser científicos (teorías previas, estándares metodológicos) o sociales y culturales. Longino muestra que muchos supuestos de fondo han incorporado sesgos de género, especialmente en disciplinas como la biología o la psicología, donde se han dado por supuestos estereotipos sobre lo masculino y lo femenino que no se derivan directamente de los datos, sino de valores sociales dominantes.

Condiciones para la Objetividad Social

Frente a esto, Longino propone una concepción social y contextual de la objetividad. La objetividad no consiste en eliminar los valores, algo imposible, sino en hacerlos explícitos y someterlos a crítica pública. Una teoría es más objetiva cuanto más abiertos estén sus supuestos de fondo al debate crítico dentro de la comunidad científica. Esta propuesta implica rechazar el individualismo epistemológico. El conocimiento científico no es el resultado del trabajo aislado de individuos, sino de una práctica colectiva. La justificación de las teorías depende del funcionamiento social de la comunidad científica. La objetividad es, por tanto, un logro social, no psicológico.

Para que una comunidad científica produzca conocimiento objetivo, Longino establece cuatro condiciones sociales fundamentales:

  1. Foros públicos de crítica: Como revistas, congresos y revisión por pares.
  2. Aceptación real de la crítica: Disposición a revisar teorías y supuestos ante objeciones fundadas.
  3. Estándares compartidos de evaluación, que permitan juzgar teorías sin apelar a la autoridad personal (aunque estos estándares puedan cambiar).
  4. Igualdad moderada de autoridad epistémica, de modo que las críticas no se descarten por el género, estatus o posición social de quien las formula.

Estas condiciones muestran que la diversidad dentro de la comunidad científica es una ventaja epistemológica. La inclusión de mujeres y de otros grupos históricamente excluidos no es solo una cuestión de justicia social, sino una condición para mejorar la calidad del conocimiento, ya que permite detectar supuestos ocultos y sesgos.

Longino analiza también el papel de los valores en la elección entre teorías rivales cuando la evidencia empírica es compatible con más de una explicación. En estos casos, los valores actúan como criterios legítimos de decisión, siempre que sean explícitos y criticables. El problema no es que haya valores, sino que permanezcan ocultos. Un ámbito clave de aplicación de su enfoque es el de las explicaciones biológicas de la conducta humana, como las teorías sobre agresividad, sexualidad o diferencias cognitivas entre hombres y mujeres. Longino muestra que muchas de estas teorías incorporan supuestos de fondo androcéntricos que no están determinados por los datos. Al hacerlos explícitos, se abren interpretaciones alternativas igualmente compatibles con la evidencia.

Aunque se mantiene dentro del empirismo, Longino se distancia claramente del empirismo tradicional. El método científico por sí solo no garantiza la objetividad. Esta depende de la organización social de la ciencia y de la existencia de prácticas críticas adecuadas. Por eso su enfoque se denomina empirismo feminista contextual: mantiene la centralidad de la evidencia empírica, pero reconoce el papel del contexto social y de los valores.

Finalmente, su propuesta responde a las acusaciones de relativismo, como las del Programa Fuerte. Longino no sostiene que todas las teorías sean igualmente válidas ni que la realidad sea irrelevante. Defiende un realismo mínimo: existe un mundo independiente que limita nuestras teorías. La evidencia empírica sigue siendo fundamental, aunque su fuerza dependa del marco interpretativo.

Donna Haraway y los Conocimientos Situados

Donna Haraway es una de las autoras más influyentes del feminismo contemporáneo y de las filosofías feministas de la ciencia. Su aportación más importante es la teoría de los conocimientos situados, formulada principalmente en el artículo Situated Knowledges (1988). Con esta propuesta, Haraway busca ofrecer una alternativa a dos concepciones tradicionales del conocimiento científico que considera problemáticas: el objetivismo clásico de la ciencia moderna y el relativismo radical.

Crítica al Objetivismo y al Relativismo

En primer lugar, Haraway critica la concepción moderna de la objetividad científica. Según esta tradición, el conocimiento es objetivo cuando es neutral, imparcial y libre de valores, y el sujeto que conoce debe situarse como si observara la realidad desde “ningún lugar”. La ciencia aspira así a una visión universal y total del mundo, independiente del cuerpo, la historia o la posición social del investigador. Haraway denomina a este ideal el “truco de Dios”, ya que pretende una mirada omnisciente y desincorporada, como si el sujeto estuviera fuera de la realidad que estudia. Para Haraway, esta forma de objetividad no solo es imposible, sino también profundamente engañosa. En la práctica, muchos conocimientos que se presentan como neutrales y universales reflejan perspectivas concretas, especialmente las de hombres blancos occidentales. Al no explicitar el lugar desde el que se produce el conocimiento, estas perspectivas particulares se imponen como válidas para todos, ocultando los sesgos, las relaciones de poder y las desigualdades sociales que atraviesan la ciencia.

Sin embargo, Haraway también rechaza el relativismo radical. Algunas posiciones relativistas sostienen que, si todo conocimiento depende de una perspectiva, entonces todas las opiniones tienen el mismo valor. Haraway considera que esta postura elimina cualquier criterio para evaluar y criticar el conocimiento, y hace imposible la responsabilidad científica y política. Si todo es igualmente válido, no se pueden cuestionar ni las prácticas científicas ni las relaciones de poder que estas refuerzan.

La Tesis Central: El Conocimiento Situado

Frente a estas dos posiciones, Haraway propone la teoría de los conocimientos situados. Su tesis central es que todo conocimiento está situado, es decir, que siempre se produce desde una posición concreta. El conocimiento surge desde cuerpos específicos, con una historia determinada y una localización social, cultural y política concreta.

No existe un punto de vista universal o neutral, sino únicamente perspectivas parciales sobre la realidad. Esta parcialidad no debe entenderse como un defecto del conocimiento, sino como su condición de posibilidad. Para Haraway, la objetividad no se alcanza eliminando la perspectiva, sino reconociéndola de manera explícita. Un conocimiento es más objetivo cuanto más consciente es de su propia situación, de sus límites y de las condiciones en las que se produce. De este modo, la objetividad deja de identificarse con la ausencia de sujeto y pasa a entenderse como una práctica de responsabilidad. En este sentido, Haraway redefine la relación entre objetividad y subjetividad. La objetividad no consiste en borrar al sujeto que conoce, sino en hacerlo visible. El sujeto debe asumir la responsabilidad de lo que afirma y de las consecuencias que su conocimiento tiene en el mundo. Por ello, la objetividad tiene una dimensión ética y política, además de epistemológica.

Visión y Responsabilidad

Un elemento clave de esta propuesta es la metáfora de la visión. La ciencia moderna ha identificado el conocimiento con la visión, entendida como una facultad neutral y transparente. Haraway critica esta concepción y sostiene que toda visión es una práctica situada. Ver implica siempre instrumentos, teorías, intereses, prácticas sociales y cuerpos concretos. No existe una mirada inocente ni puramente objetiva, sino formas de ver mediadas y condicionadas. Reconocer el carácter situado del conocimiento implica también asumir su responsabilidad. El conocimiento científico no se limita a describir el mundo, sino que contribuye a configurarlo. Tiene efectos materiales, sociales y políticos, y por tanto no puede separarse de sus consecuencias. Conocer es siempre intervenir, y por ello el sujeto que conoce debe responder por los efectos de su saber. Aunque todo conocimiento es parcial, Haraway no sostiene que todas las perspectivas sean igualmente válidas. Algunas perspectivas son mejores que otras porque reconocen sus límites, se abren a la crítica y dialogan con otros puntos de vista. La objetividad no se alcanza desde una única perspectiva dominante, sino mediante la articulación de múltiples conocimientos situados. En este punto, Haraway subraya la importancia de la diversidad epistémica, especialmente la inclusión de perspectivas de grupos históricamente marginados, que permiten detectar sesgos invisibles en comunidades científicas homogéneas.

Modelos de Relación entre Ciencia y Sociedad (Broncano)

El filósofo español Jesús Broncano aborda la relación entre el conocimiento experto y la toma de decisiones democrática, proponiendo una superación de modelos previos.

Modelo 1: Planificación Social (Tecnocracia)

El modelo de planificación social defiende que la sociedad debe organizarse siguiendo los criterios de la ciencia y la técnica. La idea principal es que, si los expertos saben qué es lo más eficaz o racional, deberían ser ellos quienes tomen las decisiones importantes para el conjunto de la sociedad. En este modelo, los problemas sociales se entienden como problemas técnicos que pueden resolverse con una buena planificación. Según este planteamiento, la política pierde importancia porque se confía más en el conocimiento científico que en la participación ciudadana. Broncano critica este modelo porque sacrifica la igualdad democrática: las personas dejan de decidir y el poder queda en manos de los expertos. El resultado es una tecnocracia, donde la verdad científica se confunde con la legitimidad política.

Modelo 2: Comunitarista (Polanyi)

El modelo comunitarista de Polanyi surge como crítica a la planificación social. Polanyi sostiene que la ciencia no puede controlarse desde arriba porque gran parte del conocimiento es tácito, es decir, se aprende con la práctica, la experiencia y dentro de comunidades concretas. En este modelo, la ciencia funciona como una comunidad autónoma que se autorregula mediante normas internas y reconocimiento entre científicos, sin necesidad de una planificación estatal. Esto protege la autonomía de la ciencia y evita el control autoritario del Estado. Sin embargo, Broncano señala un problema importante: la comunidad científica no es democrática, ya que solo participa un grupo reducido de expertos. La ciudadanía queda fuera de las decisiones tecnocientíficas, por lo que este modelo no resuelve el problema de la legitimidad democrática, aunque evite la tecnocracia estatal.

Modelo 3: Participación, Mediación y Responsabilidad

El tercer modelo que propone Broncano intenta superar los límites de los dos anteriores. Defiende una relación más horizontal entre expertos y ciudadanía. Los expertos aportan conocimiento técnico, pero la ciudadanía aporta valores, experiencias y prioridades sociales.

En este modelo, las decisiones no se imponen desde arriba, sino que se explican, se traducen y se debaten públicamente. Broncano introduce aquí la idea de responsabilidad epistémica, que significa que los expertos deben hacerse responsables del impacto social de su conocimiento y de cómo lo comunican.

Este modelo se acerca a una democracia epistémica, donde el conocimiento no pertenece solo a unos pocos y la confianza en los expertos se basa en el diálogo, la transparencia y el reconocimiento de límites. Así, no se elimina a los expertos, pero tampoco se les da un poder excluyente.

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