18 Jun

La Guerra Civil Española (1936-1939)

Causas y Contexto del Conflicto

Franco justificó el golpe diciendo que España estaba en caos, con huelgas y violencia, y que había que salvarla de sus “enemigos”. Las causas de la guerra fueron muchas: diferencias políticas, odio entre ricos y pobres, enfrentamientos por la religión y la influencia de ideas extremas de otros países.

Participación Extranjera en la Guerra Civil

La guerra también tuvo participación extranjera. Aunque al principio Reino Unido y Francia intentaron evitar que otros países se metieran, eso no funcionó. Los nacionales recibieron ayuda militar de Alemania, Italia y Portugal, además del apoyo de empresas de EE. UU. y del Vaticano. Los republicanos, en cambio, solo contaron con la ayuda limitada de la URSS y voluntarios internacionales.

Fases Clave del Conflicto Armado

El conflicto duró tres años y se puede dividir en tres etapas:

  1. Julio de 1936 – mediados de 1937: Franco, con apoyo alemán e italiano, avanza hacia Madrid. Se libran batallas importantes como la del Jarama. Ambos bandos cometen represalias violentas.
  2. Mediados de 1937 – verano de 1938: Los nacionales conquistan el norte del país. Ocurre el bombardeo de Guernica, símbolo de la brutalidad de la guerra.
  3. Julio de 1938 – abril de 1939: La derrota republicana en la batalla del Ebro permite a los nacionales tomar Cataluña, Madrid y el resto del país. El 1 de abril de 1939, Franco declara oficialmente el fin de la guerra y comienza su dictadura.

Evolución de los Bandos en Conflicto

El desarrollo militar de la Guerra Civil Española avanzó en paralelo a la evolución política y social de los dos bandos: la zona republicana, envuelta en un proceso revolucionario, y la zona nacional, en una reacción contrarrevolucionaria que desmanteló las instituciones republicanas. Mientras el bando republicano estuvo marcado por el caos, la división y la escasez, el bando nacional se caracterizó por la estabilidad, el control y el liderazgo personalista de Franco, factores que acabaron inclinando la balanza a favor de los sublevados.

En el lado republicano, tras las dimisiones de Casares Quiroga y Martínez Barrios, José Giral asumió el poder, pero no logró frenar el auge de los comités revolucionarios armados. Fue reemplazado por Largo Caballero, quien intentó restaurar la unidad republicana y reorganizar las fuerzas armadas sin éxito, debido a los conflictos internos entre anarquistas, socialistas y comunistas. Juan Negrín, último presidente republicano, apostó por una resistencia prolongada como única vía para la victoria, respaldada por la ayuda soviética conseguida tras enviar oro a Moscú.

El colapso republicano se intensificó en 1939 con la renuncia de Azaña, el levantamiento de Casado contra Negrín y las luchas internas. La falta de cohesión política, el aislamiento internacional, el desorden económico y el hambre impidieron la victoria republicana.

El Triunfo Franquista y sus Consecuencias

En la zona nacional, se impuso rápidamente un mando único bajo la figura de Franco, tras la muerte de Sanjurjo y Mola. Se instauró un régimen autoritario de corte fascista que eliminó las libertades democráticas, prohibió partidos y sindicatos, derogó leyes progresistas y fortaleció la influencia de la Iglesia, considerada pilar ideológico del nuevo orden.

El triunfo franquista supuso la implantación de una dictadura que prolongó la división, la represión y el enfrentamiento entre las dos Españas. Las consecuencias fueron devastadoras: cerca de un millón de víctimas entre muertos y exiliados, muchos de estos últimos acabaron en campos nazis. Los derrotados que permanecieron fueron silenciados, privados de sus derechos y sometidos a trabajos forzados, como en la construcción del Valle de los Caídos.

España quedó empobrecida, devastada económica y socialmente, sin capacidad de recuperación inmediata y sumida en una profunda represión cultural y política. La dictadura no cerró las heridas de la guerra, sino que las mantuvo abiertas, perpetuando un país dividido entre vencedores implacables y vencidos olvidados.

La Transición Democrática y la España Contemporánea

La Constitución de 1978: Pilar de la Democracia

La Constitución de 1978 fue un texto de consenso elaborado por una Ponencia parlamentaria en la que participaron UCD, PSOE, AP, el PSUC y nacionalistas catalanes, aunque el PNV quedó al margen. Fue aprobada por referéndum el 6 de diciembre de 1978 y supuso la culminación jurídica de la Transición.

Definió a España como un Estado social y democrático de derecho, con soberanía nacional en el pueblo. Reconoció derechos fundamentales como la libertad ideológica y de religión, el derecho de huelga y la abolición de la pena de muerte.

Se estableció un sistema de monarquía parlamentaria, en el que el rey actúa como árbitro simbólico, mientras el poder se divide entre:

  • Legislativo: Congreso (más relevante) y Senado (representación territorial);
  • Ejecutivo: encabezado por un presidente elegido por el Congreso y nombrado por el rey;
  • Judicial: independiente, en manos de los jueces.

El Título VIII, sobre la organización territorial, abrió paso a un modelo descentralizado: el Estado de las Autonomías, que reconoce comunidades históricas con autogobierno. Ya desde 1977 se habían restaurado preautonomías como la Generalitat catalana (con Tarradellas) o el Gobierno Vasco. A partir de los años 80, se aprobaron los Estatutos de Autonomía para las 17 comunidades y Ceuta y Melilla, incluyendo el de Murcia en 1982.

Consolidación Democrática y Gobiernos Posteriores

Pese a su importancia, la Constitución no cerró del todo la Transición política, que continuó hasta las elecciones de 1982.

En ese periodo, la UCD ganó las elecciones de 1979, pero las divisiones internas y la crisis económica (segunda del petróleo) llevaron a la dimisión de Suárez en 1981. Su sucesor, Calvo Sotelo, afrontó el intento de golpe de Estado del 23-F, liderado por Tejero, que fracasó gracias al firme rechazo del rey Juan Carlos I.

Durante su mandato, España ingresó en la OTAN (1982). En las elecciones de ese mismo año, venció el PSOE de Felipe González, dando comienzo al bipartidismo PSOE-PP que marcaría las siguientes décadas.

  • Felipe González (1982–1996): ingreso en la CEE (1986), modernización del país, pero también escándalos como los del GAL.
  • José María Aznar (1996–2004): entrada en el euro, apoyo a la guerra de Irak y atentado del 11-M.
  • José Luis Rodríguez Zapatero (2004–2011): retirada de Irak, Ley de Memoria Histórica, crisis de 2008.
  • Mariano Rajoy (2011–2018): abdicación de Juan Carlos I en Felipe VI, crecimiento de nuevos partidos (Ciudadanos, Podemos), y desaparición de ETA. En 2018 fue destituido por una moción de censura.
  • Pedro Sánchez (desde 2018): accedió al poder tras la moción de censura y sigue siendo presidente tras las elecciones de 2023.

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