27 Jun

Demografía, Envejecimiento y Crisis: ¿Es Sostenible el Estado de Bienestar?

Por Julio Pérez Díaz

La clave que explica la crisis no se halla en la demografía: la demografía no es el problema. El asunto es cómo se distribuye la riqueza: ¿cómo se distribuye la riqueza y hasta qué punto la gente que trabaja está dispuesta a compartir la que genera con los demás? Ese es un problema político, no demográfico.

Ópticas de Análisis Demográfico

En demografía, hay dos maneras o dos ópticas de análisis: la transversal y la longitudinal. Estas son dos ópticas realmente diferentes.

  • La transversal, la del instante, es la que habla de stocks de poblaciones en un determinado momento del tiempo, es la más corriente (por ejemplo, con los datos del censo de población, uno puede hablar de la población de distintas edades en el año 1991).
  • Por otro lado, se encuentra el análisis longitudinal, de generaciones. Con una misma tabla por edades, esta vez ya no serían edades de personas diferentes el mismo año, sino personas en distintas edades a lo largo de su vida.

Tanto a lo largo de la historia como en la actualidad, se abusa del análisis transversal, el que entiende las edades como un criterio de clasificación de las personas que conviven en un determinado momento. Las poblaciones no son meros stocks, sino que son sistemas integrados que se desplazan a lo largo del tiempo.

El trabajo de los demógrafos se halla en analizar distintos componentes (natalidad, mortalidad, migraciones) a lo largo de procesos temporales amplios y las relaciones e interacciones que se producen entre ellos a medida que las generaciones van reemplazándose. Por eso, concentrar únicamente la atención en la estructura de la población en un determinado instante (como se hace al analizar las pirámides de población) nos oculta muchos otros factores relevantes para entender qué está ocurriendo.

El Envejecimiento Demográfico: Concepto y Causas

Definición de Envejecimiento Demográfico

El envejecimiento demográfico, del que se habla desde hace muchos años, supone simplemente un cambio en la estructura por edades. El concepto de estructura es un concepto muy sencillo, referido a la manera en que está distribuida, en términos relativos, la población según ciertas categorías (sexo, edad, estado civil, estudios, etc.). Si tenemos el 100% de la población repartido en las distintas clases de una o varias de estas categorías, tenemos una estructura. Una estructura poblacional se puede resumir de muchas maneras, como cualquier distribución estadística. La que mejor resume la estructura por edad es el simple cálculo del promedio, la edad media, y la constatación de que entre dos momentos cualesquiera, dicho promedio ha aumentado. Pero también se utiliza, y es mucho más fácil de calcular, el aumento de proporción de gente mayor. Si el peso de los mayores está en crecimiento, tenemos un envejecimiento de la población.

Factores que Influyen en las Pirámides de Población

Las pirámides de población cambian por los cambios que se producen en la natalidad, en la mortalidad y en las migraciones. Estas últimas influyen en la pirámide tanto más cuanto menor es el tamaño de las poblaciones (si de un pueblo de 50 habitantes se van 10, el cambio es muy grande; sin embargo, si en un pueblo de 2000 se van 10, apenas se percibe el cambio). Cuando hablamos de poblaciones de un tamaño considerable, las migraciones pierden relevancia, de manera que, al final, lo que nos explica la estructura por edades es básicamente lo que ocurre con la mortalidad y la natalidad.

El Papel de la Natalidad y la Mortalidad

Es muy evidente que, en el cambio de la estructura poblacional de España, la natalidad tiene un papel explicativo de primer orden. Después de 1975, el número de nacimientos prácticamente se redujo a la mitad en un periodo muy corto, en apenas dos décadas. Con esos datos, no hace falta ni siquiera que aumente la esperanza de vida para que haya un envejecimiento demográfico. Si disminuye el porcentaje de jóvenes, en otro lugar de la pirámide, este tiene que aumentar de la misma manera. Es importante decir que el envejecimiento de la población no ha acabado. Este es un proceso que se va a acentuar en las próximas décadas de un modo muy notable.

El envejecimiento demográfico es un proceso en el que no solo estamos embarcados los españoles. Nos acompañan prácticamente todos los países desarrollados. De hecho, existe una asociación clara, muy directa, con el nivel de desarrollo.

¿Qué va a pasar en el futuro con todo esto? El protagonismo de la natalidad parece muy evidente, ya que su aumento o descenso se ve claramente en las pirámides de población. Sin embargo, la mortalidad no es tan evidente, pues tiene una influencia distribuida en todas las edades y, por tanto, no tiene el mismo impacto visual que los cambios de natalidad. Pero si ha habido envejecimiento poblacional, es también por la mejora de la supervivencia, claro. Hemos pasado de tener esperanzas de vida que, a principios del siglo XX en España, no superaban los treinta y cinco años, a tener más de ochenta en solo cien años. Hacia 1970, todos los especialistas, incluida la propia Organización Mundial de la Salud (OMS), pensaban que las mejoras en la supervivencia poblacional estaban próximas a tocar techo. Lo que ocurre a partir de los años ochenta, para sorpresa de todos los analistas y de los especialistas en mortalidad, es que la esperanza de vida ha seguido subiendo intensa y sostenidamente. Es muy difícil y sorprendente que ahora, con una mortalidad infantil inferior a 4 por mil, siga aumentando la esperanza de vida como lo está haciendo.

Si uno observa lo ocurrido en el mundo, comprueba que el descenso de la fecundidad no es casual ni gratuito. Por el contrario, guarda una estrecha relación con el otro descenso, el de la mortalidad. El aumento de la media de vida ha ido acompañado siempre y en todas partes de un descenso de la fecundidad. Incluso en África, donde el descenso de la tasa de mortalidad es más tardío y precario, se ha iniciado el proceso del descenso de la fecundidad.

El envejecimiento demográfico, por tanto, está aquí para quedarse, porque las actuales expectativas de vida no parecen tener vuelta atrás. De hecho, la mortalidad sigue mejorando por encima de nuestras previsiones y la fecundidad tampoco va a volver a tiempos pasados; no vamos a tener babybooms como en los años setenta y, sobre todo, no vamos a volver a tener las fecundidades de seis, siete, ocho y nueve hijos por mujer. Por lo tanto, y dando por supuesto que el envejecimiento es algo con lo que debemos contar, lo siguiente que se plantea son las consecuencias que se supone que tiene.

La Revolución Reproductiva y sus Implicaciones

La Teoría de la Revolución Reproductiva de Julio Pérez Díaz

Parece que todos los argumentos respecto al impacto que tiene la demografía en la sostenibilidad del bienestar en general y del Estado de Bienestar en particular, tienen que ver con lo que se denomina relación de dependencia, es decir, la relación entre población activa y no activa. La clave es: ¿Cuánto produce esa población ocupada? En los años sesenta, en España, casi una tercera parte de la población ocupada estaba trabajando todavía en el sector primario, que es un sector conocidamente poco productivo de la economía española hasta hace muy poco. En Inglaterra, sin embargo, la ocupación en el sector primario en el año 1900 era únicamente del 9%. El trasvase de ocupación de un sector a otro implica notables ganancias de productividad. No hace falta, además, referirse a las innovaciones tecnológicas e informáticas que han irrumpido hace unos años en todos los sectores y que han incrementado notablemente los índices de productividad.

Por tanto, el arcaico análisis basado únicamente en la contabilidad de personas se muestra insuficiente para explicar y predecir el cambio demográfico y sus consecuencias. Julio Pérez Díaz propone otro marco mucho más explicativo que denomina “teoría de la revolución reproductiva”. La clave de esta propuesta está en utilizar menos la óptica del análisis “contable” y más la óptica del ciclo de la vida y las relaciones entre generaciones. La clave de la demografía se halla en que los seres humanos no vivimos tiempos abstractos, sino que nacemos y vivimos tiempos “humanos”, finitos y finalmente morimos. Una población, en demografía, es un sistema reproductivo que va sustituyendo a las personas que van falleciendo, de manera que se mantiene a lo largo del tiempo, a pesar de que sus componentes mueren, y lo consigue porque antes de morir algunos de ellos se reproducen. Desde ese punto de vista, es muy importante atender a la óptica generacional. Las mujeres, por ejemplo, tienen hijos a lo largo de su ciclo vital, de manera que hablar de la fecundidad en 2010 es una componenda, igual que hablar de la esperanza de vida de 2010. Para el autor, la fecundidad real o la mortalidad real, siempre es de personas a lo largo de su vida; siempre es una cuestión generacional.

El elemento que caracteriza a todas las revoluciones productivas es que en un determinado momento se incrementa la productividad porque se pasa a organizar la producción de otra manera, se aplican nuevas tecnologías, se automatiza el trabajo, etc. En cualquier revolución productiva, ese salto de la productividad se traduce en expulsión de mano de obra del sector.

El autor afirma que la temprana madurez de masas es un determinante fundamental. Un caso claro es el de Suecia, donde la mitad de una generación viva llegó a los 50 años ya en el año 1819. En países como España, esto llegó muchos años más tarde, dificultando así la evolución poblacional. Un claro ejemplo de la situación histórica de las poblaciones es la edad a la que la población tendía a quedarse huérfana. España, por ejemplo, en la posguerra, era un país de huérfanos. Había una gran proporción de población que había perdido a su padre antes de llegar a su edad adulta. Eso condiciona la infancia de uno; su mera posibilidad, condiciona la distribución de roles dentro de la pareja o dentro de los hogares. En la sociología funcionalista se reiteró una y otra vez durante los años 40 que los principales cambios provenían de cambios modernizadores económicos, ideológicos y de valores, pero nunca tuvieron en cuenta la influencia de la mortalidad. Sin embargo, el autor considera que la mortalidad y el resto de características generacionales sobre las que se desarrollan las personas tienen que ver con el descenso de la mortalidad en las generaciones precedentes y, especialmente, con logros críticos como la madurez de masas.

Impacto en los Roles de Género y la Sociedad

Todo el envejecimiento demográfico que se ha justificado hasta ahora es solo una parte, una manera de ver un cambio mucho más importante experimentado por los sistemas poblacionales. Es importante destacar que a la vez que cambiaba la pirámide también cambiaban notablemente los roles de género. Cuando se habla de los cambios en tales roles parece obligado remitirse a los nuevos valores y costumbres, pero el autor se refiere a algo mucho más determinante: la reproducción.

Los roles de género han estado claramente marcados siempre por la división del trabajo entre “producir” y “reproducir”.

El autor sugiere que podríamos estar dirigiéndonos a una nueva forma de distribución de roles, en la que los hombres y las mujeres jóvenes tienen roles productivos principalmente; y esos nuevos actores sociales que son las personas maduras y mayores, antes tan escasos, son los que están ahora asumiendo los roles reproductivos.

En el cambio de roles de género se suele hacer referencia a los jóvenes y adultos, pero de los mayores no se habla en la mayoría de los casos. Estos últimos reciben el título de dependientes, situándoles como cargas para el Estado de Bienestar. Estos, que cada vez son y serán más, cubren unas necesidades no reconocidas pues, en la salida de las guarderías, ¿Quiénes esperan en muchos casos a los niños/as? ¿Quiénes acogen nuevamente a sus hijos/as en casa tras una ruptura sentimental? La respuesta es clara: los mayores, los “dependientes”. Al contrario de lo que se ha comentado en numerosas ocasiones, el Estado no es el único que proporciona bienes y servicios fuera del ámbito mercantil, porque la familia también proporciona cosas sin cobrar nada a cambio. ¡Y encima les llamamos dependientes!

Desmontando Mitos: Demografía, Bienestar y Desempleo

La Relación de Dependencia y la Productividad

En definitiva, lo que está cambiando en la población española en general y lo que explica el proceso de envejecimiento de la pirámide es el progreso en materia de supervivencia. Se tienen menos hijos, simplemente porque se puede. En el pasado no se podía, no había otra opción; una menor fecundidad conducía a la extinción. Ahora es opcional. Y la reducción del número de hijos permite la concentración de esfuerzos en ellos, lo cual redunda en la siguiente nueva generación de descendientes de estas generaciones previas, mejor dotadas por sus padres y por sus “mundos”. Esto es lo que constituye uno de los grandes motores ocultos de eso que llamamos “progreso”.

El Verdadero Problema: Desempleo y Distribución de la Riqueza

La demografía no es el problema que explica la crisis. La demografía no nos va mal. Nunca hemos tenido un sistema de pensiones que funcione tan bien como el que tenemos en estos momentos, lo cual es sorprendente porque hay muchos más pensionistas, cobran más, la pensión se ha universalizado, ya no es solo contributiva, y viven muchos más años. Al final, como hace ya mucho tiempo, el asunto es cómo se distribuye la riqueza. No digo que no exista un problema con el sistema público de pensiones. Sí existe, y es: ¿cómo se distribuye y hasta qué punto la gente que trabaja está dispuesta a compartir la riqueza que genera con los demás? Ese es un problema político, no demográfico. Y, sobre todo, es importante aclarar que los mayores no pueden ser vistos solo como una carga. Están cumpliendo funciones sociales esenciales y, para llegar a mayores, primero han tenido que sobrevivir, de manera que el envejecimiento es otra cara de esa mayor supervivencia y supongo que nadie pensará que eso es algo negativo.

El verdadero problema que tiene el bienestar en España es cinco millones y pico (una cifra bastante elevada ya) de personas que tienen los mejores niveles de cualificación que ha habido en la historia de este país, que podrían ser muy productivas, y que no tienen ocupación. Si además retrasamos la edad de jubilación dos años, tendremos también parados de sesenta y cinco y sesenta y seis años, que hasta ahora no teníamos. De la crisis y de los problemas de financiación de la Seguridad Social no nos va a sacar una demografía distinta, porque el problema no es ese. El auténtico problema es el paro.

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