20 May
La Guerra Civil terminó el 1 de abril de 1939, instaurando un régimen dictatorial franquista que duró hasta 1975.
Características del Régimen Franquista
La dictadura franquista, establecida tras la victoria del bando sublevado en la Guerra Civil Española, impuso un régimen autoritario que negaba libertades y participación democrática. Franco, autoproclamado «Caudillo», concentró todos los poderes en su persona, imitando a Mussolini. Su régimen, influido por el fascismo italiano, perdió referentes internacionales tras la derrota de este en 1945.
La Falange Española, partido único, contaba con una rama femenina, la Sección Femenina, que organizaba un servicio social para jóvenes, paralelo al servicio militar masculino, y promovía el corporativismo. También tenía una organización juvenil, el Frente de Juventudes, que fomentaba la formación política. Para reforzar su ideología, el franquismo utilizó la educación, a través de la asignatura Formación del Espíritu Nacional.
Franco, ante la diversidad de grupos políticos e ideológicos que lo apoyaron en 1936, fusionó diversos sectores para consolidar su poder, minimizando disidencias y enfrentamientos internos. En 1937, durante la Guerra Civil, Franco unificó la Falange de las JONS con la Comunión Tradicionalista, formando la Falange Española Tradicionalista de las JONS, sometiéndola a su autoridad. Manuel Hedilla, líder de la Falange y otros miembros del partido se opusieron a esta unificación y a la supremacía de Franco, lo que resultó en un consejo de guerra donde Hedilla fue condenado a muerte, aunque se le conmutó la pena a veinte años de prisión. Tras cuatro años, fue confinado en Palma de Mallorca y luego liberado, alejándose de la política.
En los años cuarenta, surgieron conflictos entre falangistas, militares y carlistas por el control del poder, como los incidentes en la basílica de Begoña en 1942. Para resolver estos enfrentamientos, Franco reemplazó a varios ministros, designando a José Luis de Arrese para transformar la Falange en una organización leal al régimen.
En los años posteriores a la guerra, varios generales del bando nacional fueron depurados. Juan Yagüe fue destituido en 1940 por apoyar al sector más radical de Falange. Otros, como Heli Tella y Antonio Aranda, fueron expulsados tras firmar una carta pidiendo la restauración de la monarquía. El Caudillo no toleraba disidencias en la construcción del nuevo Estado.
Elementos Clave del Franquismo
Este régimen totalitario difícil de definir (además de fascista, era una dictadura militar y monarquía confesional carlista pero sin rey) incluía dos aspectos extraños al fascismo originario y más propios de la tradición conservadora española: el apoyo y protagonismo activo del ejército y la influencia y protección del catolicismo.
El Ejército
El ejército fue siempre una de las columnas vertebrales del régimen franquista, que concedió a los generales más fieles importantes cargos políticos. Franco había desarrollado una brillantísima hoja de servicios en las campañas de Marruecos (en 1926 y con solo 33 años se convertía en el general más joven de Europa). Junto a Primo de Rivera, Sanjurjo, Varela y otros militares proclives al golpismo consideraba que el parlamentarismo pluripartidista era ineficaz y causa de la división nacional. Fallecido Sanjurjo en los primeros días del golpe de Estado, la totalidad del ejército sublevado se puso bajo sus órdenes para lograr la victoria sobre el ejército republicano. Pero tras la guerra Franco inició una purga selectiva negando ascensos y forzando el retiro de aquellos coroneles y generales partidarios de la restauración monárquica en la persona de D. Juan de Borbón hasta conformar un ejército que será fiel apoyo y sostén de su régimen.
La Iglesia Católica
La influencia de la Iglesia en el régimen fue decisiva. El inmediato apoyo de la Iglesia española a la sublevación militar, definida desde el principio por algunos miembros de la jerarquía eclesiástica como Cruzada de Liberación Nacional, se explica por el acoso generalizado, asaltos, quema de iglesias y 12.000 religiosos/as asesinados durante los últimos años de la República y la guerra. En respuesta a ese respaldo, al apoyo del Requeté (voluntarios carlistas) en la guerra y por la tradición católica de la derecha española, el régimen franquista se definió desde un principio como un «nacional-catolicismo».
Esta colaboración mutua se plasmó en la firma del Concordato entre España y la Santa Sede en 1953, muy valioso para el franquismo por la cierta legitimidad internacional que le confería. Por dicho acuerdo se proclama la confesionalidad del Estado, convirtiéndose la religión católica en la única legal y obligatoria para todos los españoles. El Estado comparte con la Iglesia el control ideológico de la enseñanza y se le restituye a esta el derecho a crear centros docentes y a imprimir sus propias publicaciones sin ningún tipo de censura. El Estado restituía la dotación del clero y eximía a la Iglesia del pago de impuestos.
A cambio, la Iglesia concedía a Franco el derecho a presentar dos sucesivas ternas (compuestas de tres sacerdotes cada una) al Papa para que este eligiese de ellas a los que habrían de ser nombrados obispos para las sedes episcopales españolas vacantes. Con ello Franco pretendía asegurarse el control y apoyo de la Conferencia Episcopal Española. Además, la Iglesia española incluiría en la liturgia de la misa oraciones por el Jefe del Estado. Proliferaron las celebraciones religiosas (procesiones, fiestas patronales…) contando siempre con la presencia destacada de las autoridades políticas del régimen.
Apoyos Sociales del Franquismo
La Oligarquía Empresarial
En la España franquista se restableció el orden jerárquico social tradicional, recuperando su protagonismo y privilegios los herederos de la vieja oligarquía de la Restauración. Suprimidos los tradicionales sindicatos obreros revolucionarios (UGT y CNT) y perseguidos sus principales dirigentes, la clase trabajadora pierde su capacidad reivindicativa al ser encuadrada obligatoriamente junto a técnicos y cargos directivos en los nuevos sindicatos verticales, que más que sindicatos eran asociaciones corporativas fieles al nuevo régimen y atentas a los intereses empresariales. Por esas posibilidades de utilizar una mano de obra sometida a sus intereses y con bajos salarios, los terratenientes castellanos, manchegos y extremeños y la burguesía industrial madrileña, catalana y vasca conformaron el primer y principal apoyo social del régimen. Con la puesta en marcha de los Planes de Desarrollo desde 1963 y el consecuente crecimiento económico generalizado, a esta clase alta empresarial fiel al régimen se sumará el nuevo sector financiero o bancario.
La Nueva Clase Media
También consecuencia de este desarrollo económico de los años sesenta surge una clase media (antes prácticamente inexistente en España) fundamentalmente urbana y muy partidaria del régimen pues, gracias a la propaganda institucional, adjudicaba al franquismo los méritos de las indiscutibles mejoras en sus condiciones de vida, mejoras llamativas pero inferiores a las que desde los años cincuenta disfrutaba la sociedad de los restantes países de Europa occidental.
Asimismo, los pequeños y medianos propietarios rurales, hasta entonces modestos agricultores de secano, agradecieron al régimen franquista su acceso al nivel de vida de la clase media gracias a la construcción de pantanos para el incremento de los regadíos con los que diversificaron y multiplicaron su capacidad de producción.
Derogando la legislación republicana, con el franquismo el papel social de las mujeres quedaba relegado a las faenas del hogar para la crianza de los hijos y la atención del marido, bajo cuya autoridad moral y legal quedaban sometidas. Pero este retroceso se vio maquillado por la propaganda oficial y la educación del régimen: se interpretaba como un nuevo éxito social del franquismo haber alcanzado un nivel de bienestar que liberaba a las mujeres (aunque no las de los obreros) de tener que trabajar para ayudar a sus maridos a sostener los gastos familiares.
En general, la omnipresente propaganda del régimen llegó a hacer creer a gran número de españoles que la paulatina mejora de su nivel de vida era admirada e incluso envidiada fuera de nuestras fronteras y que se debía, más que al esfuerzo personal de los trabajadores, al nuevo estado de justicia social impuesto y atinadamente dirigido por el general Franco.
Leyes Fundamentales y Evolución Jurídico-Política
- El Fuero del Trabajo (1938): Establecido por Franco, fundamenta la legislación laboral en un sistema capitalista con propiedad privada; prohíbe la libertad sindical y crea un sindicato vertical único, controlado por Falange, similar a los antiguos gremios. También se crea la Magistratura del Trabajo como tribunal para resolver conflictos laborales.
- Ley Constitutiva de las Cortes (1942): Crea un pseudoparlamento de 500 procuradores del partido único y otros designados por Franco; sin capacidad de iniciativa legislativa, solo vota leyes presentadas por el gobierno, que deben ser sancionadas por el Jefe del Estado.
- El Fuero de los Españoles (1945): Establece una declaración de derechos y deberes de los españoles bajo un régimen autoritario; los derechos son muy restringidos, no deben ir en contra de la unidad de España.
- Ley de Referéndum (1945): Permite consultar a los españoles mayores de 21 años, mediante plebiscito, sobre proyectos de leyes importantes previamente aprobados por las Cortes.
- Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado (1947): Tras referéndum, establece a España como reino, reafirma a Franco como Jefe vitalicio y le da derecho a proponer su sucesor a las Cortes.
- Ley de Principios del Movimiento Nacional (1958): Fija los principios del régimen, promoviendo una sociedad corporativa basada en patria, familia y religión, obligando a funcionarios a jurar estos principios; su impacto político es limitado.
- Ley Orgánica del Estado (1966): Actualiza instituciones, reduciendo aspectos totalitarios; separa los roles del Jefe del Estado y el presidente del gobierno; Franco mantiene el control hasta designar a Carrero Blanco en 1973.
Represión y Exilio Republicano
Tras la Guerra Civil, Franco llevó a cabo una severa represión contra quienes apoyaban la República, resultando en 100.000 asesinatos y 450.000 exiliados. En 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, cerca de siete mil excombatientes republicanos intentaron infiltrarse en España para reactivar la lucha, pero los aliados ignoraron su llamada, temiendo una República comunista. Este movimiento guerrillero, conocido como «maquis», fue reprimido por el Ejército y la Guardia Civil. Muchos guerrilleros huyeron de vuelta a Francia o permanecieron aislados en montes españoles hasta los años sesenta.
Tras la Guerra Civil, 450.000 republicanos abandonan España hacia Francia y África. Muchos regresaron durante la II Guerra Mundial, cuando el régimen prometió no perseguir a quienes no hubieran delinquido. Alrededor de 100.000 se quedaron en el exilio, enfrentándose a condiciones infrahumanas en campamentos en Francia, donde algunos se unieron a la resistencia contra los nazis. En México, el presidente Lázaro Cárdenas acogió a exiliados que formaron un gobierno simbólico en el exilio, que sobrevivió hasta 1977, pero careció de impacto real mientras surgía la oposición interior.
El Altofranquismo (1940s-1950s)
El Altofranquismo abarca las décadas de los cuarenta y cincuenta en España, un período marcado por profundas dificultades económicas y el aislamiento internacional.
Los Años Cuarenta: Autarquía y Aislamiento
Los años cuarenta fueron particularmente duros, con el país sumido en la autarquía económica y el estancamiento tras la miseria de la posguerra. Aunque España mantuvo una neutralidad inicial durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el régimen de Franco se alineó ideológicamente con las potencias del Eje, buscando apoyo de Alemania e Italia debido a su aversión al marxismo. Sin embargo, los intentos de Franco de participar en el conflicto fracasaron ante las duras exigencias que planteó a Hitler, que incluían abastecimientos de diversos recursos y la soberanía sobre territorios.
A pesar de enviar la División Azul en 1941 para apoyar a la Alemania nazi en su invasión de la URSS, el cambio en el rumbo de la guerra tras la intervención estadounidense llevó a Franco a retirar sus tropas y reanudar la neutralidad. Al finalizar la guerra en 1945, España había quedado completamente aislada, rechazando su ingreso en la ONU y viendo cómo la mayoría de países retiraban a sus embajadores de Madrid, salvo algunos como Suiza, Argentina, el Vaticano y Portugal.
La Guerra Civil dejó al país en una situación de ruina, con inflación, escasez de divisas y materias primas, y severos daños en la agricultura y la industria. España no fue beneficiaria del Plan Marshall, destinado a los países devastados por la guerra, y las malas cosechas y la falta de alimentos llevaron al gobierno a establecer cartillas de racionamiento. La única ayuda exterior provenía de alimentos enviados por el presidente argentino Juan Domingo Perón.
Frente a esta crisis, el Estado implementó una política interventora y autárquica, creando el Instituto Nacional de Industria (INI) para desarrollar una industria básica de carácter público. Entre las empresas fundadas se destacan ENSIDESA (siderurgia), ENPETROL (hidrocarburos), ASTANO (construcción naval), IBERIA (aviación civil) y SEAT (automoción), además de otras en sectores como el aluminio y productos químicos. Esta intervención buscaba mitigar los efectos nefastos de la autarquía y fomentar la industrialización del país en un contexto de grave crisis.
Los Años Cincuenta: Apertura Internacional y Desarrollo
En los años cincuenta, en el contexto de la «Guerra Fría», la oposición al comunismo del régimen de Franco y la ubicación geoestratégica de España facilitaron su integración en el bloque occidental, lo que resultó atractivo para Estados Unidos y Gran Bretaña. Aunque España no fue admitida en la OTAN debido a su falta de un régimen democrático, su situación en el ámbito internacional comenzó a cambiar tras la firma de importantes acuerdos en 1953. Entre estos, el Concordato con la Santa Sede y los Pactos de Madrid con Estados Unidos.
Este último acuerdo, que abarcaba aspectos económicos y militares, permitía a España recibir préstamos estadounidenses y establecer facilidades comerciales entre ambos países. A su vez, Estados Unidos se comprometía a suministrar armamento a las fuerzas armadas españolas, mientras que España facilitaría la instalación de bases aéreas norteamericanas en localidades como Torrejón, Zaragoza y Morón, además de una base aeronaval en Rota. Con el respaldo de Estados Unidos y el Vaticano, España logró romper su aislamiento internacional e ingresar a la ONU en 1955.
La llegada de los primeros créditos de Estados Unidos provocó un desequilibrio comercial marcado por importaciones masivas, una débil capacidad exportadora y una inflación elevada. Durante este periodo, se intensificó la migración interna desde las regiones rurales, como Galicia, La Mancha, Extremadura y especialmente Andalucía, hacia las áreas metropolitanas de Madrid, Barcelona y Bilbao, donde el Instituto Nacional de Industria (INI) ofrecía oportunidades laborales en el sector industrial con mejores condiciones que las del campo. Atraídos por sueldos significativamente más altos, más de 1.300.000 españoles emigraron a países como Gran Bretaña, Bélgica, Holanda, y sobre todo Alemania y Francia. Las remesas que enviaron a España contribuyeron a mitigar, en cierta medida, el desequilibrio en la balanza comercial.
En 1956, Marruecos obtuvo su independencia debido a la decisión de Francia de conceder la autonomía a su protectorado. Esta evolución política fue otro aspecto relevante del contexto internacional en el que se movió España durante ese período.
El Tardofranquismo (1960s-1970s)
El Tardofranquismo desarrollista corresponde a las décadas de los sesenta y setenta en España, marcadas por un notable cambio económico y social.
El Milagro Español y Cambios Sociales
En los años sesenta, un grupo de políticos más capacitados, principalmente del Opus Dei y conocidos como tecnócratas, impulsaron el Plan de Estabilización de 1959 y los Planes de Desarrollo de 1963, lo que dio inicio al «milagro español». Esta fase de crecimiento extraordinario se caracterizó por la reducción de la inflación, el avance industrial y la significativa inversión en infraestructura, como presas, carreteras y ferrocarriles. Como resultado, se eliminaron las cartillas de racionamiento y surgió una nueva clase media, consagrada en el consumo de automóviles, como el Seat 600, y electrodomésticos, anteriormente accesibles solo a las élites.
Este auge económico situó a España como el décimo país industrial del mundo, beneficiándose también de las remesas de emigrantes y del turismo, que aumentaron de un millón de visitantes en 1950 a 34 millones en 1973. La llegada masiva de turistas y la influencia de la televisión promovieron cambios culturales profundos, especialmente entre los jóvenes, quienes se alejaron del integrismo del régimen. Se adoptaron nuevas modas (pantalones vaqueros, bikinis, cabello largo), se popularizó la música pop (como los Beatles) y surgieron nuevas formas de entretenimiento, como las discotecas, junto con un resurgir de los nacionalismos periféricos a través de la protesta musical de artistas como Raimon, Serrat y Lluís Llach. En 1969, Franco nombró a D. Juan Carlos de Borbón como Príncipe de España y sucesor al trono.
La Crisis Final del Régimen
En la década de los setenta, la crisis económica internacional desencadenada por el aumento del precio del petróleo afectó a España, provocando un repunte de la inflación, el desempleo y un aumento de manifestaciones sociales y huelgas organizadas por sindicatos clandestinos como UGT y CCOO. Los jóvenes universitarios se unieron a estas protestas, mientras los partidos de oposición, también clandestinos, como el PSOE, dirigido por Felipe González y Alfonso Guerra, y el PC, bajo la dirección de Santiago Carrillo, comenzaban a reorganizarse. Este último adoptó un enfoque de «eurocomunismo», distanciándose de las directrices soviéticas. Este contexto manifestaba el debilitamiento del régimen franquista, que se encontraba en una fase crítica.
Los Últimos Años y la Muerte de Franco
En 1973, Franco designó al almirante Carrero Blanco como presidente del gobierno, marcando la primera vez desde 1936 que se separaban la jefatura del Estado y la presidencia del gobierno. Sin embargo, el 20 de diciembre, Carrero Blanco fue asesinado en Madrid en un atentado perpetrado por ETA, lo que significó una gran pérdida para Franco, quien, a sus más de ochenta años y con problemas de salud, veía cómo se desmoronaba su régimen. En enero de 1974, Carlos Arias Navarro fue nombrado nuevo presidente del gobierno, pero su incapacidad para abordar los graves problemas económicos y las crecientes protestas sociales lo hizo poco efectivo.
Durante el verano de 1974, Franco, en estado crítico de salud, cedió temporalmente la jefatura del Estado al príncipe Juan Carlos de Borbón, en un intento de mejorar la situación. Las acciones terroristas de ETA y GRAPO contra las fuerzas del orden generaron una respuesta severa del gobierno, que incluyó numerosas detenciones, juicios y ejecuciones, lo que atrajo la condena internacional y provocó un aumento de las protestas en España.
La Iglesia en España comenzó a distanciarse del régimen, siguiendo el espíritu del Concilio Vaticano II, bajo la guía del cardenal Tarancón, y comenzó a exigir más libertades políticas y sindicales. La Iglesia apoyaba decididamente la justicia social y el respeto a las libertades y derechos humanos. Además, entendiendo que varias décadas después de la Guerra Civil el franquismo ya no justificaba su pervivencia, el cardenal Tarancón presidió en 1971 la Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes que publicó una declaración en la que se pedía la concesión de libertades políticas y sindicales y se abogaba por la reconciliación entre los españoles.
Dos de los principales problemas que enfrentaba el régimen eran la negativa a integrar a España en la CEE y el conflicto con Gibraltar, que resultaron ser obstáculos significativos para su estabilidad.
En 1975, España perdió su último territorio colonial, el Sahara, cuando el rey marroquí Hassan II tomó ventaja de la confusión en el gobierno español y utilizó la confusión en la colonia mediante la «marcha verde». El Frente Polisario defendió los derechos del pueblo saharaui, pero la cuestión de la soberanía sobre el territorio sigue sin resolverse ante la ONU.
Con un clima de protestas, huelgas y manifestaciones tanto estudiantiles como laborales, Franco falleció el 20 de noviembre de 1975, después de haber gobernado durante más de 39 años. Su muerte dejó a España en un estado de gran incertidumbre política, sin claridad sobre el futuro del país.
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