09 Ago

Mundo Árabe vs. Mundo Musulmán

El Mundo Árabe está formado por 22 países (Oriente Medio y Norte de África) que comparten el idioma árabe y una identidad cultural común, sin que esto implique una religión específica, ya que se puede ser árabe sin ser musulmán. En cambio, el Mundo Musulmán engloba a todas las personas y países donde se practica mayoritariamente el islam, una religión monoteísta basada en el Corán y el profeta Mahoma, y que no está ligada a un origen geográfico concreto. Por ejemplo, países como Indonesia o Irán no son países árabes, pero tienen mayoría musulmana; de hecho, Indonesia es el país con más musulmanes del mundo (el 80% de los musulmanes no provienen de países árabes). En algunos países árabes existe diversidad religiosa, como en Líbano, donde conviven cristianos y musulmanes, aunque en otros como Egipto o Siria esa convivencia se ve amenazada por grupos radicales. Además, dentro del islam hay dos ramas principales, los suníes y los chiíes, enfrentadas históricamente por disputas sobre la sucesión de Mahoma, con Arabia Saudí e Irán como principales representantes.

La Era Colonial Europea en Tierras Árabes

Tras la caída del Imperio Otomano, el mundo árabe fue dividido entre Francia y el Reino Unido mediante el sistema de mandatos, ignorando las promesas de independencia hechas a los árabes. El Acuerdo Sykes-Picot (1916) repartió secretamente los territorios: Francia controló Siria y Líbano; el Reino Unido, Palestina, Jordania, Irak y Egipto. En el Norte de África, Francia, Italia y España también ocuparon territorios. Este colonialismo impuso fronteras artificiales y gobiernos aliados, provocando cambios profundos en las sociedades árabes. La explotación extranjera y la traición a las promesas impulsaron movimientos nacionalistas. Además, la Declaración Balfour (1917) preparó el terreno para el conflicto árabe-israelí. En conjunto, el colonialismo europeo fragmentó la región y sembró tensiones que perduran hasta hoy.

Independencia de los Países Árabes y Formación de Estados

Tras la Segunda Guerra Mundial, casi todos los países árabes lograron su independencia entre las décadas de 1940 y 1960, aunque de forma desigual: algunos como Siria, Líbano, Jordania e Irak lo hicieron antes o mediante acuerdos; otros, como Argelia, debieron librar guerras sangrientas. Las potencias coloniales, debilitadas por la guerra y presionadas por la ONU y EE. UU., se retiraron progresivamente. Sin embargo, las fronteras impuestas por los europeos y las debilidades internas provocaron conflictos, golpes de Estado y regímenes autoritarios en muchos casos. Aun así, esta etapa marcó el nacimiento de los Estados Árabes Modernos y el inicio de su lucha por un papel propio en el mundo.

El Panarabismo: Auge y Declive de la Unidad Árabe

Tras la independencia, surgió con fuerza el panarabismo, una ideología que promovía la unidad de todos los pueblos árabes bajo una sola nación, impulsada por el legado cultural común y el rechazo al colonialismo y a la creación del Estado de Israel en 1948 (percibida como una injusticia hacia los árabes palestinos).

Liderado por figuras como Gamal Abdel Nasser, quien abanderó el panarabismo con un mensaje antiimperialista, socialista y de unidad. Bajo su liderazgo, Egipto intentó materializar esa unión: en 1958 se creó la República Árabe Unida (RAU), un efímero Estado que unió a Egipto y Siria bajo un mismo gobierno –experimento que fracasó en 1961 debido a tensiones políticas. El auge del panarabismo se dio especialmente entre 1948 y 1967. Sin embargo, fracasos como la Guerra de los Seis Días contra Israel, la muerte de Nasser, divisiones internas, guerras entre Estados árabes y el ascenso del nacionalismo estatal provocaron su declive. Aunque a finales del siglo XX su poder político se desvaneció, dejó un legado simbólico e institucional, como la Liga Árabe y una identidad compartida (la nación árabe unida) que aún persiste.

El Islamismo Político: De los Hermanos Musulmanes al Yihadismo

El islamismo político es una ideología que busca aplicar los principios del islam al ámbito político y social, proponiendo que la sharía sea la base del Estado. Surgió en el siglo XX como reacción al colonialismo y la secularización, destacando la fundación de los Hermanos Musulmanes en Egipto en 1928 por Hasán al-Banna. Abarca desde corrientes moderadas que participan en procesos democráticos hasta movimientos radicales y violentos como Al Qaeda o el Estado Islámico (ISIS). Su auge se intensificó tras la caída del panarabismo y la Revolución Islámica de Irán en 1979, que instauró una teocracia chií e inspiró a grupos suníes y chiíes. En los años 80 y 90, el islamismo desafió a regímenes laicos en países como Argelia y Egipto, mientras Arabia Saudí difundía el wahabismo. Tras el 11-S y las guerras en Afganistán e Irak, el yihadismo adquirió una dimensión global, alcanzando su punto álgido con la proclamación del califato por ISIS en 2014 en Siria e Irak. También hubo expresiones chiíes del islamismo, como Hezbolá y milicias proiraníes. Aunque minoritario dentro del islam, el islamismo ha sido una de las principales fuerzas sociopolíticas del mundo árabe-musulmán, provocando profundas transformaciones y conflictos.

Primavera Árabe y sus Repercusiones

La Primavera Árabe fue una oleada de protestas populares que estalló entre 2010 y 2011 en varios países árabes exigiendo democracia, justicia social y el fin de regímenes autoritarios. Comenzó en Túnez tras la inmolación de Mohamed Bouazizi, y su éxito al derrocar a Ben Ali inspiró revueltas en Egipto, Libia, Yemen, Siria y otros países. En Egipto, cayó Mubarak; en Libia, una guerra con intervención de la OTAN terminó con Gadafi; en Yemen, dimitió el presidente Saleh; pero en Siria, la represión desencadenó una larga guerra civil. Mientras en Baréin y otros países del Golfo se reprimieron las protestas o se ofrecieron reformas limitadas, solo Túnez logró una transición democrática, aunque inestable. En Egipto, el ejército retomó el poder en 2013; Libia y Yemen cayeron en guerras civiles; Siria vivió el conflicto más brutal con cientos de miles de muertos y millones de desplazados. Aunque muchas esperanzas de cambio se frustraron, la Primavera Árabe rompió el miedo a los dictadores, empoderó a la sociedad civil y mostró la persistencia de problemas estructurales como el desempleo, la corrupción y la falta de libertades. Además, alteró el equilibrio geopolítico regional, favoreció el auge de extremismos en zonas sin Estado y dejó un legado duradero de aspiraciones democráticas aún no resueltas.

El Conflicto Árabe-Israelí (Palestina)

Es posiblemente el conflicto central en la región desde mediados del siglo XX. Iniciado con la creación del Estado de Israel en 1948 en territorio de Palestina, dio lugar a la primera guerra árabe-israelí ese mismo año, seguida de enfrentamientos mayores en 1956, 1967 (Guerra de los Seis Días) y 1973 (Guerra del Yom Kipur), además de conflictos en Líbano e Intifadas Palestinas. Este conflicto enfrenta, por un lado, a Israel y, por otro, al pueblo palestino (apoyado históricamente por países árabes), en torno a la tierra, los refugiados y la autodeterminación palestina. Ha generado un enorme desplazamiento de población (millones de refugiados palestinos) y sigue sin resolverse. Aunque Egipto y Jordania firmaron la paz con Israel (en 1979 y 1994 respectivamente), la cuestión palestina sigue siendo fuente de tensiones y ha impedido la plena normalización entre Israel y gran parte del mundo árabe durante décadas (solo recientemente algunos estados del Golfo han establecido relaciones con Israel a través de los Acuerdos de Abraham). Es un conflicto de identidad nacional y de ocupación que continúa alimentando la inestabilidad regional.

Conflicto Israel-Palestina: Origen Histórico y Evolución

  • Del plan de partición de la ONU a la creación del Estado de Israel (1947-1949)

  • Conflictos árabe-israelíes y evolución del movimiento nacional palestino (1949-1973)

  • De la paz con Egipto a la Primera Intifada (1978-1993)

  • Los Acuerdos de Oslo y la creación de la Autoridad Palestina (1993-2000)

  • La Segunda Intifada y el estancamiento del proceso de paz (2000-2005)

  • División interna palestina y conflictos recientes (2005–2023)

  • Papel de los países en el conflicto Israel-Palestina

  • Evolución del sionismo en Israel

  • Evolución del nacionalismo palestino

  • Intentos de paz y perspectivas de solución

La Guerra Irán-Irak (1980–1988)

Un conflicto de enorme envergadura entre la República Islámica de Irán y el Irak de Sadám Huseín. Aunque Irán no es un país árabe (pero sí musulmán, de mayoría persa y chií), esta guerra afectó a todo Oriente Medio. Sus causas incluyeron disputas fronterizas, ambiciones regionales y rivalidades sectarias (régimen chií vs. régimen suní nacionalista). Fue una guerra de desgaste de ocho años con terribles pérdidas humanas –se calcula cerca de un millón de muertos (aprox. 60% iraníes)– y uso de tácticas brutales (como armas químicas por parte de Irak). La contienda terminó en empate sin cambios territoriales significativos, pero dejó economías devastadas y odios persistentes. Marcó profundamente la dinámica geopolítica subsecuente: fortaleció el papel de Irán como rival de las monarquías árabes y de Occidente, y preparó el escenario para futuros conflictos en el Golfo.

Las Guerras del Golfo e Intervenciones en Irak

Tras la guerra contra Irán, el régimen iraquí de Sadám Huseín invadió Kuwait en 1990, desencadenando la Guerra del Golfo (1990-91). Una coalición internacional encabezada por EE. UU. y apoyada por países árabes expulsó a las tropas iraquíes de Kuwait en una campaña militar breve pero intensa. Años después, en 2003, Estados Unidos (con aliados) invadió Irak acusando al régimen de poseer armas de destrucción masiva, en una intervención no avalada por la ONU. La Guerra de Irak (2003-2011) derrocó a Sadám Huseín, pero sumió al país en una larga insurgencia y violencia sectaria entre suníes y chiíes. La ocupación de Irak y el colapso del orden interno permitieron la expansión de grupos terroristas (Al Qaeda en Irak, precursora del ISIS) y aumentaron la influencia de Irán en territorio iraquí. Estas guerras en la zona del Golfo Pérsico pusieron de manifiesto la importancia estratégica de la región (por su petróleo) y acentuaron el rol de Estados Unidos como potencia interventora, al tiempo que generaron amplio rechazo en las opiniones públicas árabes.

Los Conflictos tras la Primavera Árabe

Como se mencionó, varias de las revueltas de 2011 derivaron en guerras civiles. La Guerra Civil Siria (desde 2011) ha enfrentado al gobierno de Asad (apoyado por Irán, Rusia y Hezbolá) contra diversos grupos rebeldes, incluyendo islamistas, apoyados en distintos momentos por potencias suníes (Turquía, países del Golfo) y Occidente; el resultado ha sido la destrucción de Siria y una crisis humanitaria monumental, con el régimen sobreviviendo a costa de la devastación del país. En Yemen, las protestas derivaron en un conflicto abierto en 2014-2015 cuando los rebeldes hutíes (chiíes zaidíes) tomaron la capital; una coalición liderada por Arabia Saudí intervino militarmente contra ellos. La Guerra de Yemen se ha convertido en una guerra subsidiaria entre Arabia Saudí (y sus aliados) e Irán, que respalda a los hutíes, exacerbando la rivalidad suní-chií. Yemen sufre una de las peores crisis humanitarias actuales. Libia también quedó dividida en facciones tras 2011, con gobiernos rivales en Trípoli y Tobruk y la intervención de potencias regionales opuestas (Turquía, Qatar vs. Egipto, Emiratos Árabes), hasta recientes esfuerzos de pacificación que siguen frágiles. Además, países como Egipto enfrentan insurgencias y terrorismo (por ejemplo, en el Sinaí, a cargo de grupos afiliados a ISIS) como secuela de la inestabilidad post-levantamientos.

Suníes y Chiíes en el Islam

Un factor crucial para entender la dinámica interna del mundo musulmán es la división religiosa suní-chií, que tiene un origen político y teológico que se remonta a la muerte del profeta Mahoma en el año 632. El desacuerdo surgió sobre quién debía liderar la comunidad musulmana: los suníes –la mayoría hoy (85-90%)– creían que el sucesor debía ser elegido por consenso, y por eso apoyaron a Abu Bakr; en cambio, los chiíes –aproximadamente el 10-15% de los musulmanes– defendían que solo un familiar directo, como Alí (yerno y primo de Mahoma), debía heredar el liderazgo. Esta disputa evolucionó en dos ramas del islam con diferencias en doctrina, jurisprudencia y práctica: los suníes tienen una estructura religiosa más descentralizada (sin jerarquía clerical única). Para los suníes, cualquier persona piadosa y capaz podía liderar la comunidad islámica. Mientras que los chiíes tienen un clero jerárquico y otorgan gran importancia teológica a la figura del imán (descendiente de Alí) como guía espiritual con autoridad especial. Dentro del chiismo hay varias ramas, siendo la más importante la duodecimana (presente en Irán, Irak y Líbano), además de los ismaelíes y los zaidíes. Geográficamente, la mayoría del mundo musulmán es suní, pero hay regiones de mayoría chií significativas: Irán, Irak, Líbano, Baréin y parte de Yemen; en contraste, Arabia Saudí y el Golfo son suníes aunque con minorías chiíes marginadas. Esta división religiosa ha cobrado una fuerte carga política en el presente, especialmente con la rivalidad geopolítica entre Arabia Saudí (suní) e Irán (chií), que se ha proyectado en conflictos como Siria, Irak, Líbano y Yemen, donde cada potencia respalda a facciones afines a su rama. A pesar de que comparten la fe islámica, el Corán y los pilares del islam, estas diferencias se han usado para alimentar tensiones sectarias, aunque muchos de los conflictos tienen raíz más política y de poder que puramente religiosa.

Aspectos Económicos del Mundo Árabe y Musulmán

La economía del mundo árabe-musulmán es diversa pero con rasgos comunes. Uno central es la abundancia de petróleo y gas, concentrados en países del Golfo y del Norte de África como Arabia Saudí, Irán, Irak, Libia o Argelia. Poseen una desproporcionada cantidad de reservas mundiales de hidrocarburos; el 70% de las reservas de petróleo del planeta están concentradas en esa región, particularmente en el Golfo Pérsico, lo que les ha dado una gran relevancia geoeconómica. Esto llevó a la formación de la OPEP en 1960, permitiendo a estos países coordinar sus políticas petroleras.

La economía petrolera ha tenido efectos duales: ha generado enormes ingresos, permitiendo acumular gran riqueza e influencia (por ejemplo, las monarquías del Golfo han alcanzado altos niveles de renta per cápita y fondos soberanos poderosos), pero también ha generado dependencia, falta de diversificación económica y desigualdades con países menos ricos en recursos (Egipto, Jordania, Túnez o Marruecos). Estos últimos dependen de sectores como el turismo, la agricultura o las remesas o ayuda externa; esta diferencia refleja diferentes indicadores de desarrollo humano en el mundo árabe. Otro reto común es el rápido crecimiento demográfico y el alto desempleo juvenil, que ha alimentado protestas como la Primavera Árabe. Aunque países como Emiratos Árabes Unidos o Arabia Saudí han invertido en modernización y diversificación (como el plan Visión 2030), siguen dependiendo del crudo y de mano de obra extranjera. A nivel más amplio, el mundo musulmán incluye economías emergentes (Turquía, Indonesia) y países muy pobres (Afganistán, Níger). Además, controla rutas comerciales clave como el Canal de Suez o el Estrecho de Ormuz. El comercio y la inversión externa (de China o la UE), y las remesas de emigrantes también son vitales. En conjunto, la región enfrenta el desafío de lograr un desarrollo más equilibrado, sostenible y menos dependiente del petróleo para garantizar su estabilidad.

Dinámica Política y Estratégica de la Región

El mundo árabe-musulmán tiene una posición geoestratégica clave, al estar entre Asia, Europa y África, y contar con abundantes recursos energéticos, posee una importancia geopolítica enorme. Durante la Guerra Fría, Oriente Medio fue escenario de rivalidad entre EE. UU. y la Unión Soviética. Las potencias buscaron aliados entre los estados árabes: Arabia Saudí y las monarquías del Golfo se situaron claramente en el bloque de EE. UU. Egipto se alineó con la URSS, quien le proporcionó armas y le financió la presa de Asuán, hasta 1972. Siria e Irak también se apoyaron en la URSS. En cambio, Jordania, Marruecos e Irán, antes de 1979, estuvieron con EE. UU.

Desde los años 90, EE. UU. se convirtió en la potencia dominante en Oriente Medio, con presencia militar e influencia en procesos de paz y guerras. Rusia ha vuelto a intervenir, especialmente en Siria desde 2015, y China ha aumentado su influencia económica y diplomática. A nivel regional, hay una fuerte rivalidad entre Arabia Saudí (suní) e Irán (chií), que se expresa en guerras indirectas como en Siria, Yemen o Líbano. Turquía también ha reforzado su papel con una política de expansión regional, y Israel, aunque no musulmán, es un actor clave por su poder militar y su conflicto con Palestina, además de su acercamiento reciente a países árabes (Acuerdos de Abraham). Países como Egipto, Qatar o Emiratos Árabes Unidos también tienen roles importantes por su peso demográfico, económico o diplomático. La región enfrenta retos globales como el terrorismo (ISIS), la migración hacia Europa, y el cambio climático que agrava la escasez de recursos. El Norte de África tiene un papel estratégico en la estabilidad mediterránea, especialmente para la UE. En conjunto, la región está marcada por una superposición de intereses internacionales, rivalidades locales e inestabilidad interna, lo que explica su centralidad en los conflictos globales y la atención que recibe de las potencias. Pese a los desafíos, también hay intentos por avanzar hacia el desarrollo, la estabilidad y la integración regional.

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