16 Mar

Puede definirse como la totalidad de los entes (seres) naturales. Pero, sobre todo, es la esencia y la forma de
estos seres, su ser propio –carácterístico– que les hace cambiar por sí mismos. Por tanto, es el principio
intrínseco (la razón de ser) del movimiento y reposo de de los seres naturales. Este movimiento es para llegar a
un fin, que es su propia perfección (entelequia) o completitud.
Aristóteles distingue diversos tipos de cambio, según afecte a la sustancia o a los accidentes, o según sea
producido de forma natural o artificial.
El cambio puede ser producido espontáneamente por la sustancia, y en
ese caso hablamos de cambio natural; o puede ser producido artificial o violentamente, a causa de la
intervención de un agente externo a la sustancia misma, el hombre por ejemplo, y en este caso hablamos de
cambio artificial.
El cambio sustancial supone la modificación radical de una sustancia, es decir, que algo deje de ser lo que era y
pase a ser otra cosa: que una sustancia se «convierta» en otra. Las dos formas propias de este tipo de cambio son
la generación y la corrupción. La generación supone el nacimiento, o el surgimiento de una nueva sustancia; la
corrupción supone la muerte o la desaparición, la destrucción de una sustancia. El desarrollo de una semilla y el
paso de ser semilla a ser planta supone un cambio sustancial: la semilla desaparece, deja de ser semilla, y surge
la planta.
El cambio accidental supone, por el contrario, la modificación de algún accidente de la sustancia, la pérdida o la
adquisición de una carácterística, es decir, la sustitución de una forma accidental por otra. Este tipo de cambio
puede ser local, cuantitativo, o cualitativo.
El «cambio local» supone la traslación de la sustancia de un lugar a
otro; esto puede producirse de una forma natural, como ocurre con el movimiento de las aguas de un río, o de
una forma artificial, si muevo de lugar la mesa en que trabajo, por ejemplo. El «cambio cuantitativo» consiste en
el aumento o de la disminución de la cantidad en una sustancia: el aumento o la disminución del peso de un
individuo es un ejemplo típico de cambio cuantitativo. El «cambio cualitativo» supone la sustitución de una
cualidad por otra en una sustancia; una fruta que madura y cambia de color experimenta un cambio cualitativo,
por ejemplo; una mesa que es pintada de un color diferente también experimenta un cambio cualitativo. Todas
las formas de cambio accidental pueden, a su vez, ser un tipo de cambio natural o artificial.
La explicación de por qué se produce el cambio, sus causas, nos la ofrece Aristóteles con la teoría de las cuatro
causas: la causa material, la causa formal, la causa eficiente, y la causa final. [Ver término «causa»]
El tema de la naturaleza es complejo y crucial en la filosofía de El Estagirita, le da consistencia y estructura
internas, ofrece organización y cohesión a la misma. Por ejemplo, el concepto de naturaleza es importante en la
ética y la política. En la ética, la conducta buena, virtuosa, se da cuando sigues tu propia naturaleza y actúas
racionalmente, por ejemplo, con moderación ante los extremos. En política, “el hombre es un ser social por
naturaleza”. Esto implica que la ética está subordinada a la política, pero ambas tienen el mismo fin, la felicidad.
¿Qué quiere decir esto? El ser humano es por naturaleza un animal político. Prefiere el bien de la sociedad antes
que el bien propio. Lo mismo que “el todo es anterior que las partes” (la función del hígado no tienen sentido al
margen del cuerpo), la sociedad es por naturaleza antes que el individuo. Los hombres no pueden vivir solos;
necesitan vivir en la ciudad (Polis) para satisfacer todas sus necesidades. Solamente los animales o los dioses
viven solos. Únicamente en sociedad podrá el ser humano ser feliz, desarrollarse y actualizar todas sus
potencialidades. Solo en sociedad puede ser educado en la virtud. El hombre es social porque, como “la
naturaleza no hace nada en vano”, le ha dado el habla (lenguaje) para poder comunicarse con los demás y para
expresar lo que considera justo e injusto, bueno y malo. El ser humano no es un mero animal, es social por
naturaleza. Vive en comunidades: (1o) en familia, en la casa (donde satisface necesidades reproductivas y
cotidianas); (2o) formando luego aldeas o poblados (asociación de familias para aumentar una mejor provisión de
recursos materiales y de autodefensa); y (3o) finalmente en la ciudad, conjunto de aldeas, comunidad perfecta y
fin de las dos anteriores por cuanto constituye una asociación económica, militar y éticamente «autosuficiente»
o autárquica. El fin natural de la ciudad es la autarquía, la autosuficiencia, el bastarse a sí mismo. La autarquía
tiene relación no solo con satisfacer las necesidades económicas, sino también con la virtud: el fin último del
hombre es la vida virtuosa o vida buena, que solo se alcanza en la ciudad, en una ciudad o Estado cuya
constitución política sea la más moderada, ya que es la que mejor se adapta a las necesidades y recursos de la
comunidad. No hay, pues, un Estado por naturaleza perfecto –como pensaba Platón– para todas las naciones o
pueblos. Una constitución (forma o sistema de gobierno) puede ser mala o buena según el fin que persiga, es
decir, en función de si busca el bien común (buena o virtuosa) o el bien particular (mala o desviada).

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