08 May
El Legado Islámico en España: Una Mirada a Al-Ándalus
En el siglo VII, los musulmanes (árabes y bereberes) penetraron en la península ibérica llegando hasta los Pirineos. Posteriormente, los francos lograron detener su expansión hacia el norte de Europa. El río Duero formó durante un extenso período un límite natural y frontera fluctuante entre los territorios cristianos del norte y Al-Ándalus. La proclamación del Califato de Córdoba en 929 por Abd al-Rahmán III supuso una secesión religiosa y política del Califato Abasí de Bagdad; Al-Ándalus se consolidó como una entidad independiente con su propio califa.
Períodos Históricos Clave de Al-Ándalus
Etapa Dependiente y Emirato de Córdoba (Siglos VIII-IX)
Entre 711 y 755, Al-Ándalus fue una provincia del imperio islámico (Califato Omeya) con capital en Córdoba, dependiente del valiato de Damasco. En el 756, Abd al-Rahmán I estableció el Emirato independiente de Córdoba, rompiendo la dependencia política de Bagdad (centro del Califato Abasí), aunque inicialmente reconociendo su autoridad religiosa.
Califato de Córdoba (Siglo X – Inicios Siglo XI)
En 929, Abd al-Rahmán III proclamó el Califato de Córdoba, marcando el apogeo político, económico y cultural de Al-Ándalus, que se erigió como una de las grandes potencias del Mediterráneo.
Reinos de Taifas (Siglo XI)
Tras la caída del Califato en 1031 (fitna o guerra civil), se produjo la fragmentación de Al-Ándalus en múltiples reinos independientes o taifas, políticamente débiles pero a menudo culturalmente brillantes.
Imperios Norteafricanos (Siglos XI-XIII)
Se restableció temporalmente la unidad de Al-Ándalus con las sucesivas invasiones de los almorávides (finales del siglo XI) y, posteriormente, los almohades (mediados del siglo XII), imperios provenientes del norte de África que impusieron su rigor religioso y militar.
Declive y Reino Nazarí de Granada (Siglos XIII-XV)
Sucesivas derrotas musulmanas a manos de los reinos cristianos del norte (especialmente tras la batalla de Las Navas de Tolosa en 1212) condujeron a la progresiva reducción del territorio andalusí. El Reino Nazarí de Granada se convirtió en el último bastión musulmán en la península, perviviendo hasta su conquista final en 1492 por los Reyes Católicos.
La Gran Mezquita de Córdoba: Joya del Arte Califal (Construcción 786-988)
La Mezquita Aljama de Córdoba guarda una gran relación estilística con la Gran Mezquita de Kairuán (Túnez) y la de Damasco. Tras la conquista cristiana de la ciudad, se construyó una catedral en su interior. La mezquita se erigió en cuatro fases principales de ampliación (Abd al-Rahmán I, Abd al-Rahmán II, Alhakén II y Almanzor). Fue consagrada como catedral tras la conquista cristiana en 1236, y se comenzó la construcción del nuevo edificio catedralicio en su interior en el siglo XVI. Su orientación está notablemente desviada de la dirección de La Meca (sureste), orientándose más hacia el sur. Se han propuesto diversas razones, como la preexistencia de otras estructuras, la proximidad del río Guadalquivir, la topografía del terreno, o incluso motivos políticos como una forma de marcar distancia o independencia respecto a otros centros de poder islámico. Rodeada de robustos contrafuertes, adquiere un aspecto de fortaleza, con una serie de puertas monumentales. El muro de la qibla (dirección de la oración) presenta, en la ampliación de Alhakén II, un doble muro, con un espacio intermedio que genera una mayor profundidad y monumentalidad en el mihrab (nicho que señala la qibla). En el corazón de la antigua sala de oración musulmana, donde se ubicaba la ampliación de la qibla de Alhakén II, se erigió la Capilla Mayor de la actual catedral cristiana. Su ubicación central responde a la liturgia cristiana, transformando el espacio preexistente. Para los constructores musulmanes, esta zona era el punto focal de la oración, no una capilla en el sentido cristiano. Las puertas exteriores a menudo presentan una estructura tripartita y una simetría de arcos, incluyendo arcos de herradura entrecruzados o polilobulados. También se observan almenas escalonadas, características de la arquitectura omeya andalusí.
En el interior, sobre las columnas (muchas de ellas reaprovechadas de edificios romanos y visigodos), se superponen dobles arcos: uno inferior de herradura y otro superior de medio punto. Esta ingeniosa solución permitió elevar considerablemente la altura de los techos, proporcionando más luz y amplitud al edificio, y representando una innovadora distribución del peso estructural. Se incorporó un sistema de conducción de agua que recuerda a los acueductos romanos (como el de Mérida). La mezquita se erigió sobre una basílica visigoda anterior (San Vicente Mártir) y se apoya en cimentaciones de la Córdoba romana. En la mezquita primitiva de Abd al-Rahmán I, la gran sala columnada (haram) se abre a un patio porticado (sahn), siguiendo el modelo de las mezquitas omeyas sirias. Se reaprovecharon capiteles de construcciones anteriores y se añadieron modillones de rollo en la parte superior de los arcos, que aportan ligereza y evocan formas de palmeras, simbolizando el paraíso musulmán. El arquitecto introdujo color mediante la alternancia de dovelas de piedra blanca y ladrillo rojo (bicromía), una característica distintiva del arte omeya. Abd al-Rahmán II realizó la primera gran expansión, ampliándola unos 64 metros hacia el sur en el año 833. Las columnas, en su mayoría, no llevan basa, y se decoran con los primeros capiteles propiamente islámicos, como los capiteles de pencas (una estilización del corintio clásico). Los fustes estaban originalmente policromados. Con Alhakén II, aparece un nuevo elemento de gran riqueza: la maqsura, un espacio acotado y ricamente decorado frente al mihrab, reservado para el califa y su séquito. En su concepción, se pueden apreciar influencias que recuerdan a la iconostasis bizantina o la forma de las naves en las iglesias cristianas. El complejo de la maqsura tiene forma de T. La cubierta plana de la sala de oración se interrumpe en esta zona con complicadas bóvedas poligonales, formadas por arcos entrecruzados que no convergen en un punto central (bóvedas nervadas califales), y cúpulas gallonadas. Esto marca un inicio de la compartimentación espacial, potenciada por el juego de luces. La cúpula que antecede al mihrab es avenerada (con forma de concha).
Elementos Característicos del Mihrab y Portadas Hispanomusulmanas:
- Arco: Generalmente de herradura, encuadrado por un alfiz (moldura rectangular que enmarca el vano del arco), frecuentemente decorado con epigrafía cúfica o cursiva.
- Albanegas: Los triángulos curvilíneos que quedan entre el extradós del arco y el alfiz, un espacio predilecto para la decoración (mosaicos, relieves).
- Dovelas: Las dovelas del arco de entrada al mihrab de Córdoba y las cúpulas de su maqsura fueron decoradas con suntuosos mosaicos de teselas vítreas, una técnica para la cual, según las fuentes, se solicitaron artesanos al Imperio Bizantino.
Características Distintivas de la Arquitectura Califal
- Materiales: Uso de materiales sólidos, como la piedra bien escuadrada (a menudo dispuesta a soga y tizón), combinada con trabajo de ladrillo y revestimientos de yeso para la decoración.
- Soportes: Columnas con fustes y capiteles reaprovechados de época romana y visigoda, o de nueva creación, como el característico capitel de pencas, una reinterpretación islámica del capitel corintio, de manera muy original.
- Arcos: Predominio del arco de herradura califal (más cerrado que el visigodo, con el peralte correspondiente a un tercio del radio) en la primera etapa. Posteriormente se desarrollan arcos polilobulados, festoneados, mixtilíneos y entrelazados.
- Bóvedas: Desarrollo de complejas bóvedas de arcos de crucería que no se cruzan en el centro, sino que dejan un espacio poligonal, formando figuras geométricas estrelladas (bóvedas nervadas califales o de crucería cordobesa).
La Alhambra de Granada: Joya del Arte Nazarí (Siglos XIII-XV)
La Alhambra es la obra cumbre del arte nazarí o granadino. Su construcción y esplendor se deben principalmente a los reinados de Yusuf I (1333-1354) y su hijo Muhammad V (1354-1359 y 1362-1391). Constituye una obra maestra de adaptación a la topografía de la colina de la Sabika. Son de gran importancia los reflejos creados por las albercas y estanques; los constructores nazaríes buscaron deliberadamente este efecto, procurando que el agua permaneciera lo más quieta posible para lograr superficies especulares que duplicaran la arquitectura y el cielo. En la Torre de Comares, específicamente en el Salón de Embajadores, se cree que originalmente existieron vidrios de colores en las ventanas superiores (qamariyyas), que filtrarían la luz creando una atmósfera mágica e irreal. Su imponente estructura exterior puede recordar a la torre del homenaje de los castillos medievales cristianos, aunque su función y concepción interna son distintas. El magnífico artesonado de madera que cubre el Salón de Embajadores en la Torre de Comares representa simbólicamente los siete cielos de la cosmología islámica, sobre los cuales se sitúa el trono de Dios. Los baños árabes (hammam), herederos de la tradición de las termas romanas, eran complejos edificios que incluían salas con diferentes temperaturas (fría, templada y caliente), además de vestuarios y salas de reposo. Eran lugares no solo para la higiene, sino también para la socialización y el relax.
El Patio de los Leones, construido bajo el reinado de Muhammad V en el siglo XIV, consta de pabellones en sus lados menores y una fuente central sostenida por doce leones de mármol. En su disposición, con sus pabellones y canales que dividen el espacio en cuatro partes (evocando el jardín del paraíso), algunos historiadores han señalado una posible influencia de los patios de crucero o claustros cristianos, aunque reinterpretada dentro de la estética y funcionalidad nazarí. El riego de los jardines y patios, como el Patio de la Acequia en el Generalife, se realizaba en parte «a manta», inundando temporalmente el suelo. Este sistema también contribuía a la limpieza de los pavimentos de mármol y a refrescar el ambiente. Las esbeltas y numerosas columnas, con sus capiteles cúbicos finamente decorados, contribuyen a crear una impresión de oasis o bosque de palmeras, con el agua como elemento central. Se genera un sofisticado juego de contraluces y claroscuros, acentuado por las formas caladas de los arcos y celosías. Los capiteles nazaríes, aunque siguen un modelo característico (cúbico sobre fuste delgado, decorado con ataurique y/o inscripciones), presentan una asombrosa variedad en sus detalles decorativos, siendo a menudo únicos para cada sala o incluso para cada columna, lo que demuestra un gran virtuosismo artesanal.
El concepto espacial en la Alhambra se articula mediante el magistral uso de la luz y la sombra. Se crean contrastes que definen y fragmentan los espacios, como si existieran «pantallas» o filtros visuales (celosías, mocárabes, juegos de volúmenes) que guían la percepción del visitante a través de una secuencia de ambientes, en lugar de un desarrollo espacial unitario y continuo. Este juego lumínico y espacial lo vuelve más complejo y sugerente, como se puede apreciar en la Sala de las Dos Hermanas. Los arcos y, especialmente, las cúpulas revestidas de mocárabes (composiciones tridimensionales de prismas yuxtapuestos que semejan estalactitas) son elementos clave en la creación de estos efectos de claroscuro. Generan una sensación de ingravidez y evocan formaciones naturales como estalactitas en una cueva, o la bóveda celeste. Ejemplos sobresalientes son las cúpulas de la Sala de las Dos Hermanas y la Sala de los Abencerrajes.
En cuanto a la decoración geométrica (lacería), se observa un complejo sistema compositivo. Tomando como punto de partida figuras básicas como el círculo y su división mediante polígonos regulares (utilizando el radio como módulo), los artesanos nazaríes creaban una extraordinaria variedad de patrones entrelazados. Esto se lograba mediante la aplicación rigurosa de principios geométricos como la traslación, rotación, simetría, multiplicación y subdivisión de las formas. Las estrellas son uno de los motivos geométricos más atractivos y frecuentes, localizándose sobre diversos materiales (yeserías, alicatados, madera) y a distintas escalas. Esta profusión de decoración geométrica es fundamental en la estética islámica, ya que el aniconismo (rechazo a la representación de figuras humanas o animales en contextos religiosos) impulsó el desarrollo de lenguajes abstractos. Se considera que estos patrones reflejan la unidad (Tawhid), la infinitud y la perfección abstracta de Dios. La naturaleza se estiliza y se transforma en un lenguaje simbólico que, para algunos intérpretes, conecta con ideas filosóficas (neoplatónicas, pitagóricas) sobre el orden y la armonía del universo.
En la Alhambra, la decoración parietal alcanza una riqueza inigualable, combinando magistralmente los tres repertorios ornamentales característicos del arte islámico:
- Decoración vegetal estilizada (ataurique): Representaciones abstractas de hojas, flores y tallos, a menudo entrelazados formando ritmos continuos.
- Decoración geométrica (lacería): Complejos patrones de estrellas y polígonos entrelazados, que cubren grandes superficies.
- Decoración epigráfica o caligráfica: Inscripciones en escritura árabe (cúfica o cursiva) con versos del Corán, poemas laudatorios a los sultanes, y lemas dinásticos (como el famoso «Wa lā gāliba illā-Allāh» – «Y no hay vencedor sino Alá», lema de los nazaríes).
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