10 Ago

El sistema político real: caciquismo y fraude electoral


El sistema político admirado por Cánovas era el inglés, basado en la alternancia de dos partidos políticos. Intentó trasplantar a España un sistema similar, el llamado sistema de turno pacífico, por el que los partidos se alternaban pacíficamente en el poder. Cada partido debía respetar las reglas del juego: aceptar la Monarquía, la Constitución y la gestión gubernamental del otro, tanto en la oposición como en el poder. El origen del turno está en el Pacto de El Pardo (1885), firmado a la muerte de Alfonso XII, era un sistema de rotación en el poder que logró mantenerse hasta la Primera Guerra Mundial. El funcionamiento descansaba en dos condiciones pactadas:

1.- La implicación de la Corona en el sistema político como árbitro entre los partidos

El rey podía decidir cuándo era conveniente sustituir un partido por otro. La capacidad de mediación real aseguraba a la estabilidad del régimen liberal, pero impedía la democratización y la expresión de la voluntad popular.

2.- El falseamiento electoral era el único medio capaz de crear mayorías parlamentarias necesarias en cada momento

En la práctica el gobierno no dependía de las Cortes, más bien era el gobierno quien fabricaba las Cortes. El sistema se basaba en: -Cuando el partido en el poder se desgastaba, el rey llamaba a gobernar al otro partido. -El rey otorgaba al nuevo presidente del Gobierno el decreto de disolución de las Cortes. Se preparaban nuevas elecciones, que estaban manipuladas para que el resultado satisficiera al nuevo gobierno y respetara a la oposición. Las elecciones se manipulaban desde el ministerio de Gobernación y a través de los caciques mediante dos mecanismos:
– El Encasillado, las fuerzas políticas dinásticas negociaban y se repartían los distritos electorales. El ministro era el que elaboraba la lista de candidatos que debían ser elegidos y nombraba los diputados cuneros. Los gobernadores civiles transmitían las listas a los alcaldes y caciques, y todo el aparato administrativo se ponía a su servicio para garantizar la elección.
– El Pucherazo, era todo el conjunto de trampas que ayudaba a conseguir dichos resultados, era un verdadero fraude electoral.
Iban desde la falsificación del censo  hasta la manipulación de las actas electorales, compraban votos, amenazaban al electorado y llegaban a colocar las urnas en lugares inaccesibles. Lo novedoso era que los políticos conservadores y liberales pactaran la manera de llevarla a la práctica. La estabilidad política de la Restauración se basaba en la alternancia pacífica en el poder entre dos fuerzas políticas, conservadoras y liberales. La alternancia significaba dos cosas diferentes: -El fin del exclusivismo, carácterístico de la etapa isabelina. -La eliminación del recurso al pronunciamiento militar o a la insurrección para recuperar el poder. Para que el sistema funcionara se requería el acuerdo entre los políticos para compartir el poder y la intervención de la Corona para asegurar ese compromiso. La alternancia en el gobierno fue posible gracias a un sistema electoral corrupto y manipulador que no dudaba en comprar votos, falsificar actas y utilizar prácticas coercitivas sobre el electorado, valíéndose de la influencia y del poder económico de determinados individuos sobre la sociedad. La adulteración del voto se logró mediante: el restablecimiento del sufragio censitario, el trato más favorable a los distritos rurales frente a los urbanos y sobre todo, por la manipulación y las trampas electorales que se generalizaron a partir de 1890 con la reintroducción del sufragio universal masculino. El control del proceso electoral se ejercía a partir de varias instituciones: el ministro de la Gobernación, los alcaldes y los caciques locales. Este ministro era quien elaboraba la lista de los candidatos que deberían ser elegido. Los caciques y todo el aparato administrativo se ponía a su servicio para garantizar su elección. Gobernadores civiles transmitían la lista de los candidatos «ministeriales» a los alcaldes y todo un conjunto de trampas electorales ayudaba a conseguir este objetivo: es lo que se conoce como el pucherazo, es decir, la sistemática adulteración de los resultados electorales. Así, para conseguir la elección del candidato gubernamental, no se dudaba en falsificar el censo, manipular las actas electorales, ejercer la compra de votos y amenazar al electorado con coacciones de todo. Pero en todo el proceso era fundamental la figura del cacique. Los caciques eran individuos o familias que, por su poder económico o por sus influencias políticas, controlaban una determinada circunscripción electoral. Gracias al control de los ayuntamientos: hacían informes y certificados personales, controlaban el sorteo de las quintas, propónían el reparto de las contribuciones, podían resolver o complicar los trámites burocráticos y administrativos y proporcionaban puestos de trabajo. El pucherazo, la manipulación de los resultados electorales, Así, los caciques se permitieron ejercer actividades discriminatorias y con sus «favores» agradecían la fidelidad electoral y el respeto a sus intereses.En general, la participación electoral no súperó el 20% en casi todo el período de la Restauración.

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