13 Jun

CONOCIMIENTO

Para Nietzsche, la filosofía occidental, desde Sócrates y Platón, está corrompida porque: 1) Sócrates hizo triunfar a la razón contra la vida, a Apolo contra Dioniso; 2) Platón creó otro mundo, el de las Ideas, desvalorizando el mundo real. Detrás del “idealismo” de Sócrates y Platón –y de toda la metafísica occidental- se oculta el espíritu de decadencia, el odio a la vida y al mundo.

En toda su crítica de la filosofía occidental Nietzsche excluye sólo a Heráclito. Considera los conceptos metafísicos engaños gramaticales o del lenguaje. El concepto de “ser” es una ficción vacía, así como los conceptos de “yo”, “cosa en sí”, “sustancia”, “causa”, etc. Todos estos conceptos surgen de un desprecio del valor de los sentidos y por una sobreestimación de la razón. Nietzsche propone aceptar el testimonio de los sentidos: lo real es el devenir, el fenómeno, la apariencia.

El principal error de la metafísica fue admitir un “mundo verdadero” en oposición a un “mundo aparente”, cuando sólo el último es real. La historia de la filosofía, por tanto, debería ser entendida como una historia de la liberación del fantasma del “mundo verdadero”.

Nietzsche arremete igualmente contra el concepto de “verdad”. Su pensamiento es un fenomenismo –el fenómeno o la apariencia es todo lo que hay-. Pero tampoco admite una “verdad en sí” al estilo kantiano. Una verdad es tal por su valor pragmático -pragmatismo-.
La voluntad de verdad” no es sino “voluntad de poder”. Sólo es verdad lo que aumenta el poder, lo que sirve a la vida.

Frente al dogmatismo metafísico, Nietzsche defiende un perspectivismo: “no hay hechos, sólo interpretaciones”; “no hay cosas en sí, sino perspectivas”. Y la perspectiva es una valoración hecha por la voluntad de poder.

Aparte de la crítica a la filosofía, Nietzsche critica a la religión, sobre todo al cristianismo, que es “platonismo para el pueblo” y merece las mismas críticas que dirige a Platón y a la ciencia, entendida en su momento desde una mentalidad mecanicista y positivista.  Para Nietzsche no todo es materia y movimiento mecánico: también hay “fuerzas” –vitalismo dionisíaco-. El universo no está sometido a leyes deterministas, sino que es un caos de fuerzas.

REALIDAD

La primera interpretación que presenta Nietzsche de la realidad la da en su obra El nacimiento de la tragedia. En ella contrapone dos elementos del espíritu griego: lo dionisíaco y lo apolíneo.Lo dionisíaco expresa todos los aspectos de la realidad relacionados con lo irracional, la noche, la embriaguez, la unidad primordial, el dolor cósmico, la música y la danza.Lo apolíneo expresa la racionalidad, el día, la sobriedad, el principio de individuación, la alegría, la palabra.En la tragedia griega lo fundamental es el coro dionisíaco, mediante el cual el espectador rompe los lazos con su propia individualidad, se funde con los demás hombres y descubre la unidad suprema de todas las cosas. Se consigue así un cierto “consuelo metafísico”.Con la decadencia de la tragedia, va tomando fuerza el espíritu socrático, que para Nietzsche es la antítesis de Dioniso. Con Sócrates triunfa el hombre teórico frente al hombre trágico y se generaliza en la filosofía un falso optimismo, asociado con la ciencia.Nietzsche establece una lucha entre la concepción teórica y la concepción trágica de la realidad. En su época, gracias a la filosofía y a la música alemana (Schopenhauer y Wagner) vuelve a triunfar lo trágico dionisíaco, posición que Nietzsche defenderá en todas sus obras posteriores.

En Así habló Zaratustra aparece el mensaje central de la filosofía nietzscheana. Dionisio es sustituido por Zaratustra (fundador de la religión mazdeista) para eliminar todo consuelo metafísico. Elige la figura de Zaratustra por ser, según Nietzsche, el creador de la moral, y por tanto, el más indicado para superarla.En su afirmación de la vida y de la voluntad de vivir, en su decir “sí” al mundo, Zaratustra representa lo mismo que Dioniso, pero despojado de la metafísica de Schopenhauer. Sus grandes enemigos son Sócrates, Platón y la civilización cristiana. La lucha la resume en “Dioniso contra Sócrates”, “Zaratustra contra el crucificado”.

Para Nietzsche, el mundo, el hombre y la vida son voluntad de poder. Esta voluntad no hay que entenderla en sentido psicológico, ni se trata de una voluntad pasiva -de obedecer-, o una voluntad de verdad  -del filósofo teórico-, ni una voluntad de placer. Ni siquiera es una voluntad de vida.Lo cierto es lo contrario: la vida es voluntad de poder. Es la voluntad de ser más, de vivir más, de superarse y de mostrar una fuerza siempre creciente. Es voluntad de crear. Zaratustra afirma la necesidad de superarse constantemente a sí mismo.Más que una facultad humana, la voluntad de poder es todo el conjunto de fuerzas y pulsiones que apuntan hacia el poder. Pero esta fuerza no puede ser definida sólo en términos “biologistas”, ni desde interpretaciones políticas o racistas.La voluntad de poder es fundamentalmente voluntad creadora de valores nuevos y aniquiladora de los valores tradicionales.

Con el concepto de voluntad de poder Nietzsche intenta refutar la concepción lineal y teleológica del universo. Frente a ella, ofrece su tesis del eterno retorno, de un universo que tiene un carácter circular y repetitivo.“Si el universo tuviese una finalidad, ésta debería haberse alcanzado ya. Y si existiese para él un estado final, también debería haberse alcanzado”. Esto significa que no hay más mundo que éste, y niega cualquier “trasmundo” platónico o cristiano. Éste es nuestro único mundo, que se repite infinitas veces. La consigna es permanece fieles a este mundo terrenal, “fieles a la tierra”.Aparte del anterior sentido cosmológico, la noción de “eterno retorno” tiene también un sentido axiológico o moral: expresa el supremo valor de fidelidad a la tierra, del sí a la vida y al mundo surgido de la voluntad de poder. Nietzsche cree que todo es bueno y justificable desde algún punto de vista, porque todo volverá a repetirse.La imagen de un mundo que gira sobre sí mismo pero que no avanza, es la imagen de un juego cósmico, de una aceptación y bendición de la existencia. La expresión “eterno retorno” expresa el deseo de que todo sea eterno, el amor al destino: no querer que nada sea distinto, ni en el pasado, ni en el futuro ni por toda la eternidad.

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