31 May
La literatura medieval constituye una forma de producción cultural profundamente condicionada por la sociedad estamental y teocéntrica en la que surge. Lejos de la concepción moderna de la autoría como una manifestación de individualidad artística, el texto medieval nace con una función concreta: enseñar, conmover o entretener, y siempre dentro de una estructura social que regula su creación, transmisión y recepción. Por ello, para abordar el estudio de la literatura de los siglos XI al XV resulta indispensable analizar:
- Quiénes eran los autores.
- Quiénes interpretaban y transmitían los textos.
- Qué formas de circulación existían.
- A qué tipo de públicos se dirigían las obras.
La Autoría en la Edad Media: Más Allá de la Originalidad Moderna
Una primera distinción fundamental es la de los autores, es decir, aquellos responsables de la composición del texto. La autoría medieval no se corresponde con la noción moderna de originalidad: gran parte de los textos se articulan sobre materiales previos, fuentes clásicas o tradicionales, reelaboradas y adaptadas al contexto cultural del momento. Así, muchos textos son anónimos o conservan un autor solo de forma nominal.
En este marco, encontramos tres grandes figuras autorales:
- Los clérigos o autores cultos.
- Los juglares.
- Los poetas cortesanos.
Los Clérigos o Autores Cultos: El Mester de Clerecía
El caso de los clérigos es particularmente relevante, ya que muchos de los textos conservados provienen de este grupo social. Se trata de hombres formados en artes liberales, generalmente vinculados a instituciones monásticas o educativas, que escriben con una finalidad didáctico-moralizante. Este tipo de producción se enmarca en lo que se ha denominado mester de clerecía, un estilo caracterizado por:
- La versificación regular (cuaderna vía).
- El uso de la lengua romance culta.
- La rima consonante.
- La preferencia por contenidos religiosos o sapienciales.
Gonzalo de Berceo: El Primer Poeta Castellano Conocido
Un ejemplo paradigmático de este tipo de autor es Gonzalo de Berceo, primer poeta en lengua castellana del que conservamos nombre. Vinculado al monasterio de San Millán de la Cogolla, Berceo compone obras como Milagros de Nuestra Señora, Vida de Santo Domingo de Silos y Vida de San Millán, en las que alterna el discurso devoto con un claro objetivo propagandístico: atraer fieles al monasterio. Berceo recurre al tópico del homo humilis y se presenta como un poeta ingenuo que ofrece sus versos como un simple vaso de vino mezclado con miel, captando así la benevolencia del receptor. En sus obras, no solo se refleja la devoción mariana propia del siglo XIII, sino también una estrategia eficaz de captación del público mediante recursos retóricos fácilmente memorizables.
Don Juan Manuel: La Prosa Didáctica y la Conciencia de Autoría
También dentro del ámbito culto se sitúa Don Juan Manuel, autor laico y noble, sobrino del rey Alfonso X, cuya obra más conocida, El conde Lucanor, recoge una serie de exempla con finalidad doctrinal y práctica. A través del diálogo entre el conde y Patronio, Don Juan Manuel adapta cuentos orientales y tradicionales para formar a la nobleza en la virtud y el buen gobierno. Se trata de una prosa elaborada, que combina sencillez estructural con profundidad conceptual. Es especialmente relevante que el autor manifieste ya una conciencia de autoría moderna al advertir del peligro de que los copistas alteren su texto. Esta preocupación por la fidelidad textual anticipa el giro que experimentará la autoría en siglos posteriores.
Juan Ruiz, Arcipreste de Hita: Síntesis de lo Culto y lo Popular
Otro autor clave del siglo XIV es el Arcipreste de Hita, Juan Ruiz, cuya obra Libro de Buen Amor representa una síntesis entre lo culto y lo popular. Aunque se declara obra de carácter moralizante, el tono burlesco, la presencia de episodios cómicos y la mezcla de registros y estilos hacen de este libro un ejemplo único de literatura medieval. Juan Ruiz se apropia de materiales muy diversos: lírica tradicional, fábulas, exempla, cuentos de tradición oriental, y los reinterpreta en clave personal, lo que ha generado múltiples debates sobre la verdadera intención del texto: ¿enseñar el buen amor cristiano o advertir contra el loco amor profano?
Los Juglares: Difusores de la Tradición Oral
Otro grupo autoral fundamental es el representado por los juglares, figuras que, si bien no siempre son los creadores de los textos, desempeñan un papel esencial en su difusión. Los juglares eran artistas ambulantes que recitaban, cantaban o representaban los textos en plazas, cortes o caminos. Su función era performativa: adaptaban el contenido al público, utilizaban fórmulas retóricas y estructuras repetitivas que facilitaban la memorización. La literatura oral tradicional (como las jarchas, las cantigas de amigo o los romances) se conserva gracias a su actuación, no a su escritura. En este sentido, el Cantar de mio Cid constituye el ejemplo más representativo del mester de juglaría, con su estilo épico, su rima asonante, su métrica irregular y la apelación directa al oyente. Aunque el manuscrito conservado está fechado en 1207 y copiado por Per Abbat, no sabemos si este fue autor o solo escriba.
Investigadores como Milman Parry y Albert Lord han demostrado cómo los poetas orales en las culturas balcánicas memorizaban miles de versos y los recitaban con variantes. Estas investigaciones refuerzan la idea de que la épica medieval castellana tenía un carácter oral y colectivo, lejos de la idea de un autor único y original.
Los Poetas Cortesanos: Estética y Saber en la Corte
En tercer lugar, debemos mencionar a los poetas cortesanos, que desarrollan su labor en contextos aristocráticos y responden a una concepción más estética de la literatura.
Alfonso X el Sabio: El Rey Sabio y su Legado Cultural
En este ámbito destaca Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y León, quien promueve una intensa labor cultural que incluye traducciones del árabe y del latín, recopilación de saber enciclopédico y composición de obras poéticas. Su Estoria de España, su General estoria y, sobre todo, las Cantigas de Santa María —escritas en gallego-portugués— revelan un impulso intelectual sin precedentes, con un claro propósito divulgativo, religioso y político.
Otros Poetas Cortesanos Relevantes
También son relevantes los poetas gallego-portugueses como Martín Codax, autor de las célebres cantigas de amigo recogidas en el Pergamino Vindel, y más tarde, el Marqués de Santillana (Íñigo López de Mendoza), que escribe serranillas, sonetos y composiciones que reflejan tanto la tradición popular como la influencia del humanismo italiano.
Modos de Transmisión de los Textos Medievales: De la Oralidad a la Imprenta
Pero además de los autores, es esencial atender a los modos de transmisión del texto medieval. Hasta la irrupción de la imprenta en el siglo XV, predominan dos grandes formas:
- La oralidad.
- La tradición manuscrita.
La Oralidad: El Medio Primigenio
La oralidad es el medio primigenio, especialmente para los textos populares y épicos. La variabilidad, la falta de autoría, la memorización colectiva y la transmisión intergeneracional caracterizan esta forma de circulación.
La Tradición Manuscrita: Copistas y Variabilidad Textual
Frente a la oralidad, la transmisión manuscrita se realizaba en monasterios, escuelas catedralicias o cortes. Sin embargo, no implicaba estabilidad textual: los copistas modificaban, eliminaban o añadían contenidos, adaptando los textos a las necesidades ideológicas o religiosas de su tiempo.
El propio Don Juan Manuel critica esta costumbre, y la existencia de múltiples versiones de obras como el Libro de Buen Amor demuestra que la fijación escrita no implica necesariamente uniformidad.
La Irrupción de la Imprenta: Hacia la Modernidad Literaria
Con la llegada de la imprenta, en la segunda mitad del siglo XV, se inicia una nueva etapa. Las obras comienzan a circular de forma más estable, uniforme y masiva. La Celestina (1499), de Fernando de Rojas, es el ejemplo más relevante: compuesta en una lengua viva, llena de recursos literarios y de profundidad psicológica, marca el paso de la literatura medieval a la moderna.
El Público y la Función de la Literatura Medieval: Enseñar Deleitando
Por último, todo texto presupone un receptor. El público medieval era heterogéneo y accedía al texto según su condición social:
- El público popular recibía los textos por vía oral, a través de juglares. Este tipo de literatura (romances, cantares, cantigas) era anónima, emotiva y accesible.
- El público religioso o escolar escuchaba los textos en contextos monásticos o escolares, leídos en voz alta por clérigos. Los textos de Berceo, por ejemplo, estaban pensados para conmover al fiel e instruirlo en la doctrina.
- El público cortesano, finalmente, era lector de textos sapienciales, ficciones moralizantes o lírica cortesana, y tenía una formación más sofisticada.
La Función Didáctico-Moralizante y Propagandística
La función de la literatura responde a estas diferencias de autor y receptor. La finalidad principal es didáctico-moralizante: como afirmaba Cicerón, se trata de “enseñar deleitando”. Berceo, Don Juan Manuel y el Arcipreste de Hita coinciden en ello, aunque lo hagan desde estilos diferentes. Junto a esta función, también encontramos la propaganda ideológica o religiosa (como en el Poema de Fernán González o en los Milagros de Berceo) y, en menor medida, el entretenimiento estético, que se desarrollará sobre todo a partir del siglo XIV.
Conclusión: El Entramado Cultural de la Literatura Medieval
En definitiva, la literatura medieval es el producto de una red cultural en la que intervienen autores cultos y populares, transmisores orales y manuscritos, públicos de diversa índole y objetivos variados, desde la salvación del alma hasta la diversión profana. Entender este entramado es fundamental para interpretar adecuadamente unos textos que no fueron concebidos para ser leídos en solitario, sino para formar, conmover y actuar sobre su audiencia.
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