28 Ago

El derecho a la objeción de conciencia

El ciudadano no está obligado en conciencia a seguir las prescripciones de las autoridades civiles si éstas son contrarias a las exigencias del orden moral, a los derechos fundamentales de las personas.Las leyes injustas colocan a la persona moralmente recta ante dramáticos problemas de conciencia:cuando son llamados a colaborar en acciones moralmente ilícitas, tienen la obligación de negarse.Además de ser un deber moral, este rechazo es un derecho humano elemental que la ley civil debe reconocer y proteger: Quien recurre a la objeción de conciencia debe estar a salvo no sólo de sanciones penales, sino también de cualquier daño en el plano legal, disciplinar, económico y profesional.

Es un deber de conciencia no prestar colaboración, ni siquiera formal, aquellas prácticas que, aun siendo admitidas por la legislación civil, están en contraste con la ley de Dios. No puede ser jamás justificada, ni invocando el respeto de la libertad de otros, ni apoyándose en el hecho de que es prevista y requerida por la ley civil. Nadie puede sustraerse jamás a la responsabilidad moral de los actos realizados y sobre esta responsabilidad cada uno será juzgado por Dios mismo.


El trabajo infantil

El trabajo infantil y de menores,constituye un tipo de violencia menos visible, mas no por ello menos terrible.Una violencia que, más allá de todas las implicaciones políticas, económicas y jurídicas, sigue siendo esencialmente un problema moral. León XIII ya advertía: « En cuanto a los niños, se ha de evitar cuidadosamente y sobre todo que entren en talleres antes de que la edad haya dado el suficiente desarrollo a su cuerpo, a su inteligencia y a su alma. Puesto que la actividad precoz agosta, como a las hierbas tiernas, las fuerzas que brotan de la infancia, con lo que la constitución de la niñez vendría a destruirse por completo ».640 La plaga del trabajo infantil, a más de cien años de distancia, todavía no ha sido eliminada.

Es verdad que, al menos por el momento, en ciertos países, la contribución de los niños con su trabajo al presupuesto familiar y a las economías nacionales es irrenunciable y que, en algún modo, ciertas formas de trabajo a tiempo parcial pueden ser provechosas para los mismos niños; con todo ello, la doctrina social denuncia el aumento de la « explotación laboral de los menores en condiciones de auténtica esclavitud ».641 Esta explotación constituye una grave violación de la dignidad humana de la que todo individuo es portador, « prescindiendo de que sea pequeño o aparentemente insignificante en términos utilitarios ».642


Fracaso de la paz: guerra


El Magisterio condena la crueldad de la guerra.

En nuestra época, que se jacta de poseer la energía atómica, resulta un absurdo sostener que la guerra es un medio apto para remediar el derecho violado

Es urgente encontrar soluciones alternativas a la guerra para resolver los conflictos internacionales.

1- La legítima defensa

En el caso que estalle la guerra, el Estado agredido tiene el derecho y el deber de organizar la defensa, incluso usando la fuerza de las armas. Para que esto sea lícito tienen que cumplirse cuatro condiciones (Guerra justa):

A) que el daño causado por el agresor a la Nacíón sea duradero, grave y cierto

B) que todos los demás medios para poner fin a la agresión hayan resultado ineficaces

C) que se reúnan las condiciones serias de éxito

D) que el empleo de las armas no suponga males y desórdenes más graves que el mal que se pretende eliminar

Ejemplo: Guerra de Irak

2- Defender la paz

Las exigencias de la legítima defensa justifican la existencia de las fuerzas armadas en los Estados, cuya acción debe estar al servicio de la paz, bien, la verdad y la justicia en el mundo.

Los miembros de las fuerzas armadas están moralmente obligados a oponerse a las órdenes para realizar críMenes contra el derecho de gentes y sus principios universales

Ejemplo:Bombas atómicas lanzadas a las ciudades de Hiroshima y Nagasaki

3- El deber de proteger a los inocentes

El principio de humanidad conlleva la obligación de proteger a la población civil de los efectos de la guerra e impedir que se repitan atrocidades y abusos.

Una categoría especial de víctimas de la guerra son los refugiados, la Iglesia muestra por ellos un especial cuidado con el compromiso de defender su dignidad humana.

Ejemplo:El Vaticano escondíó miles de judíos en la ocupación nazi de Italia

4- Medidas contra quien amenaza la paz

Los castigos del orden internacional buscan corregir el comportamiento del gobierno de un país que viola las reglas de la pacífica y ordenada convivencia internacional o que practica graves formas de opresión contra su población.

Las finalidades de las sanciones deben ser precisas y periódicamente verificadas.

Hay que abrir paso a la negociación y al diálogo

Ejemplo: Genocidio del Nacional Socialismo y Adolf Hitler

5- El Desarme

La doctrina social propone un desarme general, equilibrado y controlado de todas las naciones

Un Estado puede poseer solo los medios necesarios para su legítima defensa

Debe denunciarse la utilización de niños y adolescentes como soldados en conflictos armados. Ellos están privados de una infancia normal y educación, además de estar adiestrados para matar.

Ejemplo: “Paz Armada” antes de la Primera Guerra Mundial

6- La condena del terrorismo

El terrorismo se manifiesta un desprecio total de la vida humana y no se puede justificar.

Existe un derecho a defenderse del terrorismo, sin embargo, la lucha contra los terroristas debe llevarse respetando los derechos del hombre y los principios de un Estado.

La identificación de los culpables no debe estar influida por religión, nacionalidad o raza

Es esencial que junto con el uso de la fuerza haya un análisis claro de los motivos por los cuales surgieron los ataques terroristas, para resolver los problemas.

Ninguna religión puede tolerar el terrorismo ni, menos aún, predicarlo.

Ejemplo: FARC.

Dignidad de la mujer en el trabajo:



El genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social; por ello se ha de garantizar la presencia de las mujeres también en el ámbito laboral. El primer e indispensable paso en esta dirección es la posibilidad concreta de acceso a la formación profesional. El reconocimiento y la tutela de los derechos de las mujeres en este ámbito dependen, en general, de la organización del trabajo, que debe tener en cuenta la dignidad y la vocación, cuya “verdadera promoción…exige que el trabajo se estructure de manera que no deba pagar su promoción con el abandono del carácter específico propio y en perjuicio de la familia, en la que como madre tiene un papel insustituible”.

La persistencia de muchas formas de discriminación que ofenden la dignidad y vocación de la mujer en la esfera del trabajo, se debe a una larga serie de condicionamientos perniciosos para la mujer, que ha sido y es todavía ”olvidada en sus prerrogativas, marginada frecuentemente e incluso reducida a esclavitud”. Estas dificultades, desafortunadamente, no han sido superadas, como lo demuestran en todo el mundo las diversas situaciones que humillan a la mujer, sometíéndola a formas de verdadera y propia explotación. La urgencia de un efectivo reconocimiento de los derechos de la mujer en el trabajo advierte especialmente en los aspectos de la retribución, la seguridad y la previsión social.

En la relación entre la familia y el trabajo, una atención especial se reserva al trabajo de la mujer en la familia, o labores de cuidado familiar, comenzando por las de la madre, precisamente porque están orientadas y dedicadas al servicio de la calidad de la vida, constituyendo un tipo de actividad laboral eminentemente personal y personalizante, que debe ser socialmente reconocida y valorada, incluso mediante una retribución económica al menos semejante a la de otras labores. Al mismo tiempo, es necesario que se eliminen todos los obstáculos que impiden a los esposos ejercer libremente su responsabilidad pro creativa y, en especial, los que impiden a la mujer desarrollar plenamente sus funciones maternas.

2. Ética Médica:


Es una especialidad que estudia los actos médicos desde el punto de vista moral y calificándolos como buenos o malos, a condición de que ellos sean voluntarios y conscientes. Al decir “actos médicos”, nos referimos a los que realiza el profesional de la medicina frente al paciente y a la sociedad.

El “acto médico” por lo tanto no involucra solo al médico con el paciente sino que también a toda una sociedad a través de la salud pública, laboratorios clínicos, búsqueda de patologías o investigaciones biológicas, etc.

Esto es pasado a llevar, ya que hoy se reduce el área de acción solo al lecho del enfermo o en el quirófano, es decir la medicina a distancia (ejercida en laboratorios o escritorios) queda excluida.

Es ético defender la vida humana, que tiene un carácter inviolable, irreducible y que reclama ser tratada con amor de benevolencia.

La defensa del derecho a la vida, es un compromiso existencial a favor de todas las personas en especial de los más débiles. A partir de esto veremos dos temas actuales en los que la ética médica debe actuar:

A.

Eutanasia



Los avances en la medicina y la tecnología médica en las pocas décadas pasadas han hecho cada vez más posible que la vida sea prolongada. Aquellos pacientes de los cuales una vez se pensó que eran enfermos incurables y fatales, ahora viven más tiempo y vidas más completas que nunca antes. Sin embargo, se ha sugerido que los doctores muy a menudo emplean métodos extraordinarios o heroicos para mantener a un paciente vivo, métodos que pueden ser innecesarios. Para algunas personas, la respuesta es la eutanasia. Deben hacerse leyes, ellos dicen, para proteger el “derecho de una persona a morir”, y para permitir la “muerte misericordiosa”.

Pero ¿qué es la eutanasia? ¿Es ético? Y más importante, ¿se ajusta la práctica a las enseñanzas bíblicas? ¿Cuál debería ser la respuesta cristiana?

El significado original de “eutanasia”, se refería al “arte o disciplina de morir en paz y dignidad”. Durante el siglo diecinueve, a la palabra se le fue dada una connotación diferente, siendo aplicada a la teoría o (más recientemente) a la práctica de causar la muerte sin dolor, particularmente en aquellos que sufren de enfermedades incurables y dolorozas.

Los cristianos desaprobamos totalmente el homicidio y el suicidio directos como por ejemplo tomar un revolver y dispararle a alguien o dispararse a uno mismo. Sin embargo en otros casos como ver a un hombre sufriendo por su enfermedad es distinto. Odiamos ver el sufrimiento tanto como cualquiera, pero queremos hacer lo que es correcto a los ojos de Dios.

Se considera usualmente que la muerte médica y legal ocurre cuando el paciente no muestra señales de vida, cuando no existe evidencia de alguna actividad del cerebro, y cuando no hay esperanza de restaurar tal actividad. En este punto, los doctores pueden remover los ventiladores y otros respaldos de vida. Es importante notar que esta “muerte del cerebro” se aplica al cerebro completo
. Esto incluye el cerebro, del cual se piensa que es el responsable de las acciones voluntarias y el pensamiento consciente, y esto incluye el cerebelo y el tronco encefálico, los cuales coordinan los movimientos musculares y controlan las funciones involuntarias del cuerpo.

La postura de la Iglesia frente a la eutanasia es la siguiente:

En el caso de que un paciente llegue a la clínica u hospital en estado terminal de su enfermedad y que este por decisión propia desee no ser conectado a equipos de apoyo vital es aprobado por la Iglesia ya que es dejar que la vida siga su curso natural y el individuo muera naturalmente, el problema está cuando por algún motivo el paciente fue conectado a los equipos, en ese caso la Iglesia no aprueba que sea desconectad, ya que esto sería asesinato, no sería una muerte natural sería causada por la desconexión de los aparatos.

La religión católica es el más acérrimo enemigo de la eutanasia, dado que Dios nos entrega la vida y sólo Él puede determinar en que momento acaba, sin intervenir el hombre del modo que sea.

La práctica de la eutanasia contraviene todos los principios éticos y morales que sustentan nuestra sociedad, atenta contra los valores religiosos en los cuales se ha sostenido durante siglos la Iglesia Católica.

B. Aborto:

Antes de entrar en materia, observemos lo que dice Juan Pablo II acerca de la relativización del lenguaje usado por muchos para ocultar este terrible crimen:

Precisamente en el caso del aborto se percibe la difusión de una terminología ambigua, como la de «interrupción del embarazo», que tiende a ocultar su verdadera naturaleza y a disminuir su gravedad en la opinión pública. Pero ninguna palabra puede cambiar la realidad de las cosas: el aborto provocado es la eliminación deliberada y directa, como sea que se realice, de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va de la concepción al nacimiento.” (Carta Enc. Evangelium vitae, Juan Pablo II, 25-03-1995).

Desde el momento en que el óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo. Jamás llegará a ser humano si no lo ha sido desde entonces. Con la fecundación inicia la aventura de una vida humana, cuyas principales capacidades requieren un tiempo para desarrollarse y poder actuar.

  • Un ejemplo en el que se puede ver claramente el uso de una ética correcta es en el caso de que una madre corra peligro a causa del feto que lleva dentro de su cuerpo. En esta situación ¿qué es lo éticamente correcto hacer? Se podría decir que lo correcto sería dejar que viva la madre ya que puede que tenga más hijos que sea la cabeza de una familia u alguna otra razón, ya que ella podría parecer “más” humana que el feto. Pero desde este punto de vista lo correcto sería matar una vida inocente. Lo cual es homicidio y uno gravísimo ya que el feto no puede defenderse. Visto así, ¿sería lo éticamente correcto quitarle el derecho de vivir a alguien que no puede ni siquiera defenderse? La respuesta es no, solo Dios puede dar y quitar la vida.

  • Otro ejemplo es el tema de la pastilla del día después,

El aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente.

Ninguna circunstancia, ninguna finalidad, ninguna ley del mundo podrá jamás hacer lícito un acto que es intrínsecamente ilícito, por ser contrario a la Ley de Dios, escrita en el corazón de cada hombre.


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