29 Mar

La novela
San Manuel Bueno, mártir, de Miguel de Unamuno (1864-1936), fue publicada por primera vez en 1931, y definitivamente en 1933, en un período convulso de la historia de España, marcado por el advenimiento de la II República. Se inserta perfectamente en la temática carácterística de la generación del 98, que Unamuno compartíó con escritores de inquietudes similares, como Azorín, Baroja o Machado: en particular por su tratamiento del problema de la fe y de la esencia del hombre, que constituye su tema principal. En su obra, Unamuno presenta a Manuel Bueno, un cura de pueblo que por sus obras adquiere fama de santidad entre los habitantes de su parroquia, pese a que secretamente ha perdido la fe. La historia es narrada en primera persona por Ángela Carballino, supuesta autora del texto (narradora testigo), pese a que en el último de los 25 fragmentos interviene el propio Unamuno, empleando la técnica del manuscrito encontrado para introducir su reflexión sobre la historia y apuntalar el perspectivismo narrativo. El hermano de Ángela, el ateo Lázaro, es inicialmente el antagonista de don Manuel que, sin embargo, logra ganarlo para su misión tras revelarle su secreto. Por último, Blasillo, el bobo del pueblo, recorre el relato gritando a modo de leitmotiv una frase evangélica (“¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?”) que finalmente resulta indicio revelador del asunto, especialmente a la muerte de don Manuel. La historia sucede en Valverde de Lucerna, topónimo que debe su etimología a la Lucerna de la leyenda del Lago de Sanabria, que Unamuno había visitado en su día. En la novela aparecen símbolos relacionados con ese paisaje de Sanabria: el nogal , la montaña (la fe), el lago (la duda, la tentación). Igualmente simbólicos son los nombres de los personajes: Manuel , Ángela  y Lázaro (el resucitado a la fe), todo ello acorde con el abundante recurso a las referencias bíblicas. San Manuel Bueno, mártir representa con nitidez y en términos de drama la vena existencialista del 98 y, en particular, la permanente duda filosófica de su autor.
Es de especial mérito el denso entramado de símbolos con que el escritor nacido en Bilbao convierte una simple historia de la España rural en compleja alegoría de una inquietud que es universal: la búsqueda del sentido de la existencia.


El Modernismo se basa en el esteticismo y el inconformismo y es un movimiento esencialmente poético, situado cronológicamente entre 1885 y 1915 aproximadamente. Bebe de diversas fuentes, entre ellas dos corrientes francesas: el parnasianismo de Gautier, defensor del “arte por el arte”, que aspira a la perfección formal, y el simbolismo de Baudelaire, Verlaine, Rimbaud o Mallarmé, que pretende desvelar la verdad poética mediante el uso de los símbolos. También influye en los modernistas el decadentismo de D’Annunzio y Wilde, el prerrafaelismo de pintores británicos como Rosetti, con su modelo de retrato femenino , y el Romanticismo tardío español de Rosalía de Castro y Gustavo Adolfo Bécquer, con su veta intimista y simbólica. Estos poetas tocan diversos temas: el escapismo de un mundo que les desagrada, a través de la referencia a mundos distantes en el tiempo ; el  cosmopolitismo y la ciudadanía del mundo, con París y su bohemia como modelo; la sensualidad y el erotismo; o la tendencia, de origen ROMántico, a la melancolía y el hastío. En el aspecto formal, los poetas modernistas son esteticistas: buscan la belleza a través de un léxico lujoso y refinado y referencias a lo exótico . En ellos está siempre presente lo sensorial, por lo que emplean con frecuencia recursos como la sinestesia o la aliteración y cultivan el ritmo mediante una métrica variada que rescata el alejandrino y el dodecasílabo y utiliza los pies métricos. El Modernismo nace en Hispanoamérica, donde es cultivado por una pléyade de grandes poetas como el cubano JOSÉ MARTÍ, el colombiano JOSÉ ASUNCIÓN SILVA, el argentino LEOPOLDO LUGONES o el mexicano AMADO NERVO. Pero es el nicaragüense Félix Rubén García Sarmiento, a quien conocemos como RUBÉN DARÍO, quien siembra esa semilla en sus visitas a España. Rubén alcanza las máximas cotas de este movimiento, sirviendo de modelo para los poetas de toda Hispanoamérica y de España. En su obra atraviesa varias etapas: la de Azul, eminentemente parnasiana; la de Prosas profanas, libro típicamente modernista; y la de Cantos de vida y esperanza, más reflexiva, en la que se abre a una poesía más humana que reivindica la América hispana. Representan el Modernismo español autores como su precursor, SALVADOR RUEDA; el dramaturgo EDUARDO MARQUINA; Francisco VILLAESPESA; o Manuel Machado, autor de obras caracterizadas por la sensualidad y el humorismo, como Alma.


 La generación del 98 representa una corriente más reflexiva, menos preocupada por la forma, reunida en torno a una fecha que simboliza la grave crisis de identidad nacional de principios del Siglo XX. Su preocupación por la recuperación de España hunde sus raíces en el regeneracionismo de Joaquín Costa y la Institución Libre de Enseñanza de Francisco Giner de los Ríos. Sus temas son fundamentalmente España como problema; Castilla y su paisaje como esencia auténtica de España; el existencialismo; y el cainismo como mal de una nacíón fragmentada que Machado formulará sagazmente al hablar de “las dos Españas”. Pertenecieron al grupo Ramiro de Maeztu, Unamuno, Azorín, Baroja, Valle-Inclán y Antonio Machado, que atravesaron tres etapas. En una primera, de juventud, mostraron espíritu de rebeldía y militancias revolucionarias. Más adelante, el llamado Grupo de los Tres (Azorín, Maeztu y Baroja) publica en 1901 un Manifiesto en el que claman por las reformas sociales. Por último, en su etapa de madurez, los miembros del grupo abandonan su radicalismo y se inclinan más a la reflexión existencial y sobre España. Entre los autores del 98, el vasco Miguel DE Unamuno abarcó todos los géneros, aunque destacó como ensayista. Sus reflexiones sobre España lo movieron a publicar ensayos como En torno al casticismo, donde acuña el término de “intrahistoria”, o Vida de Don Quijote y Sancho, una defensa del idealismo. En sus novelas, que él llama nivolas, toca el tema de la esencia del ser humano, la libertad y la inmortalidad del alma. Destacan en ese sentido Niebla y San Manuel Bueno, mártir; otros títulos son Amor y pedagogía o La tía Tula. El levantino JOSÉ MARTÍNEZ RUIZ, AZORÍN, por su lado, cultiva la novela y el ensayo, su prosa muestra un léxico rico y descripciones ejemplares. PÍO BAROJA, también vasco, un hombre pesimista y escéptico influido por Schopenhauer, considera la novela un género multiforme, donde cabe la reflexión, pero también la aventura o la utopía. Su estilo es antirretórico y cargado de magistrales diálogos. Entre sus novelas descuellan La busca, que retrata los bajos fondos del Madrid de su época, o El árbol de la ciencia, con elementos autobiográficos; relatos de acción como Zalacaín el aventurero o Las inquietudes de Shanti Andía; y novelas existenciales como Camino de perfección. Con frecuencia agrupó sus novelas en trilogías, como La lucha por la vida. RAMÓN MARÍA DEL VALLE-INCLÁN,


 gallego, se inició en el terreno del Modernismo con novelas como Femeninas o Flor de santidad, pero sobre todo con sus cuatro Sonatas, que lo colocan en la cumbre del Modernismo español. En etapas posteriores se dedicaría al teatro, que estructura en torno al modelo del esperpento en obras como Comedias bárbaras, Divinas palabras o Luces de bohemia. También es autor de una obra pionera del género hispanoamericano de la novela de dictador: Tirano Banderas. El poeta del grupo será el sevillano Antonio Machado, hermano menor de Manuel. Como Valle, Machado se inicia en el Modernismo en una primera etapa definida por el poemario Soledades, en el que cultiva el simbolismo  y un intimismo de raíz becqueriana. En una segunda fase más claramente noventayochista, escribe sobre Castilla y su paisaje y reflexiona sobre los males de la nacíón, entre ellos el cainismo de “las dos Españas”. En su última etapa, continuista, publica Nuevas canciones, Canciones a Guiomar y Poesías de guerra. Con su hermano Manuel estrenó también obras de teatro como La Lola se va a los puertos.

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