29 Jul

Modelo de Taylor y Moghaddam

Se centra en las etapas o fases que se generan en el mismo, consideradas desde un punto lineal aunque con posibilidad de recurrencia en el desarrollo del conflicto. El origen de un conflicto presupone que existen dos grupos cuya principal carácterística es la desigualdad social.
Pero además de esta situación de diferencia en el estatus, otro supuesto del modelo es que el conflicto entre ambos grupos resulta inevitable, destacando la atribución y la comparación social como los procesos psicosociales más importantes de su desarrollo. Al examinar las fases por las que todo conflicto comienza a desarrollarse vemos que en la primera de ellas las relaciones intergrupales se caracterizan por ser estratificadas y rígidas, Por tanto las comparaciones intergrupales apenas existen, sino que son las interpersonales las que predominan. El grupo inferior suele atribuir su situación de inferioridad a las carácterísticas definitorias de su grupo. En la segunda fase, denominada emergencia de la ideología social individualista, la condición de cada persona tiende a atribuirse a sus capacidades y esfuerzos individuales, por lo que las comparaciones continúan siendo interpersonales, siendo dominante la autoculpabilidad. Se comienza a percibir que las fronteras no son tan impermeables, y que con esfuerzo y trabajo personal se puede cambiar de posición. Una vez llegados a la tercera fase ya se puede contemplar cierta movilidad social individual es decir, las fronteras grupales se pueden romper, pero sólo por los miembros del grupo más capacitados. Aparecen comparaciones interpersonales de miembros del grupo inferior con miembros del grupo superior, para así poder acceder a éste. El resultado es una pérdida de la identidad social y grupal de los miembros del grupo inferior que hayan aceptado las condiciones de los dominantes, reproduciendo de esta forma las creencias del grupo dominante sobre las pocas probabilidades de cambio de los dominados dado su escaso talento y baja capacidad. En la cuarta fase, de toma de conciencia, es donde se produce el conflicto sociocognitivo, ya que el grupo dominante rechaza a miembros del grupo inferior que han hecho o están haciendo el esfuerzo exigido para ser admitido. El grupo superior debe hacer una selección de los miembros con mayor capacidad. Esta manipulación de miembros del grupo inferior tiende a ser percibida por éstos como injusta, por lo que comienzan las comparaciones intergrupales y a darse cuenta de que es el grupo superior el causante de su situación de discriminación y de que las fronteras hayan sido tan difíciles de superar. Se comienza a pensar en el cambio colectivo a través de la cohesión intragrupal y la solidaridad entre todos los miembros del grupo dominado. Por último, es en la quinta fase cuando se desarrollan las relaciones competitivas, el conflicto es claramente manifiesto y las comparaciones ya son totalmente intergrupales. Los miembros del grupo de más bajo estatus atribuyen su situación de subordinación a las formas de dominación utilizadas por el grupo superior, y una vez comprendido esto las expectativas de cambio aumentan, ya que han descartado que sea su capacidad y atributos internos la causa de su bajo estatus. Según Taylor y Moghaddam, si el grupo dominado no consigue un cambio con las estrategias utilizadas, se volvería a comenzar el ciclo o a retroceder a fases anteriores, mientras que en el caso de conseguir cierto poder y estatus se podría seguir en una situación de competición con aspectos diferentes a los definidos en la última fase. Una de las críticas recibidas por este modelo es que no puede ser aplicado a todos los tipos de conflicto, ya que cada uno de éstos tiene su propia peculiaridad


Teoría del conflicto realista:


La primera sistematización del concepto de identidad fue propuesta por Sherif. Sus estudios sobre conducta intergrupal definen ésta a partir de
situaciones en las que los individuos interactúan, individual o grupalmente, con los miembros de otros grupos en función de su pertenencia o identificación grupal. Los individuos se comportan como miembros de categorías redefinidas de acuerdo a determinadas carácterísticas. Esto desarrolla componentes cognitivos, conductuales y emocionles en relación con su propio grupo y con el exogrupo. Los trabajos clásicos de Sherif se centraron en el conflicto y la cooperación intergrupal, afirmando que los procesos de categorización se desarrollan a partir de la oposición de intereses que los grupos manifiestan, fenómeno que implica la definición del otro grupo atendiendo a ciertas connotaciones negativas. La competición para alcanzar unas metas que aparecen como incompatibles entre los grupos hace que se desarrolle un conflicto intergrupal. La forma de reducir esa situación fue a través del cambio y redefinición de los objetivos de forma que se hicieron comunes a todos, solamente se podían alcanzar a través de una cooperación intergrupal.

Modelo general de la agresión


El modelo general de agresión fue desarrollado por Anderson y Bushman y constituye la integración de las aportaciones de los otros modelos. Pretende tener en cuenta factores biológicos, ambientales, psicológicos y sociales. El punto de partida de una interacción agresiva reside en carácterísticas personales del actor y en estímulos externos, los cuales coinciden en una determinada situación y evocan procesos internos interrelacionado. Este estado interno da lugar a una evaluación rápida y automática de la situación. Si el actor carece de tiempo, capacidad y/o motivación, actuará de forma impulsiva, con agresión o no según el resultado de la evaluación. En caso contrario, tendrá lugar una fase de reevaluación más controlada y elaborada, en la que intervienen el razonamiento y los juicios morales, y que implica buscar interpretaciones alternativas de la situación y lleva a la selección y ejecución de una respuesta conductual concreta. Según el resultado de la reevaluación, la respuesta será agresiva o no agresiva. La decisión conductual que tome el actor provocará una respuesta en la víctima, que marca el comienzo de un nuevo episodio. Este modelo también contempla el desarrollo del comportamiento agresivo a lo largo del tiempo. Cada episodio agresivo es considerado como un ensayo de aprendizaje social en el que los esquemas adquiridos por observación o por experiencia propia y relacionados con la agresión se refuerzan y se acaban automatizando. Cuanto más a menudo la persona realiza actos agresivos sin consecuencias negativas, más baja su umbral para elegir ese tipo de actos en el futuro al relacionarse, más accesibles le resultan los guiones de ese tipo y más rápidamente se activan sus cogniciones relacionadas con la agresión. Esto afianza la agresión en el repertorio conductual de la persona haciendo que forme parte de su personalidad, lo cual afectará a sus relaciones con los demás y al tipo de situaciones a las que se expone.

Teoría de la identidad social 

La teoría de la identidad social (TIS). La premisa básica es que la diferenciación endo-exogrupo surge del proceso de categorización social y que ésta es previa y no deriva de procesos interpersonales. La pertenencia grupal tiene consecuencias sobre tres dimensiones: la cognitiva, que hace referencia al conocimiento que el individuo tiene de su pertenencia al grupo la evaluativa, que trata de la valoración positiva o negativa que se realiza sobre la pertenencia; y la emocional, relativa a las emociones que acompañan al reconocimiento de pertenencia categorial y a su aspecto valorativo. Tajfel, la identidad social es el conocimiento por parte del individuo de que pertenece a ciertos grupos sociales junto con la significación emocional y valorativa de esa pertenencia. La pertenencia a un determinado grupo permite al individuo adquirir una identidad social positiva desde el momento en que las carácterísticas de su grupo son comparadas de forma favorable con las de otros grupos, ya que lo que se persigue es mantener un buen nivel de autoestima. Lo realmente prioritario para producir la diferenciación intergrupal es el desarrollo de la diferenciación positiva entre el yo y los demás. Esta búsqueda de una distintividad positiva del sujeto respecto de otros llega hasta tal extremo que si no logramos definirnos de forma favorable ante otros grupos tendemos a modificar nuestro sistema de creencias. Cuando la situación social no se percibe como estable y legítima pero los sujetos creen que tienen posibilidad de mejorar su situación, se intentará abandonar el grupo de pertenencia de forma individual y poder lograr la pertenencia a otro más valorado socialmente. En la misma situación pero con barreras entre los grupos de difícil franqueo, los miembros del grupo desfavorecido tenderán a realizar comparaciones interpersonales de carácter endogrupal, evitando de esta forma la comparación con miembros de exogrupos de mejor posición social. Existen otras muchas situaciones en las que las condiciones del grupo inferior se perciben como ilegítimas e inestables, ante lo cual los miembros del grupo pueden elegir las siguientes estrategias de cambio:
a) Movilidad individual: se trataría de abandonar el grupo y pasar a otro más valorado.
b) Creatividad social modificaríamos o redefiniríamos de nuevo las dimensiones comparativas en función de tres alternativas:
– Volver a realizar la comparación en una nueva dimensión.
– Cambiar el valor asociado a algunos de los atributos del propio grupo.
– Cambiar el exogrupo con el que nos comparamos.
c) Competición social: trataríamos de superar al exogrupo en la misma dimensión de comparación en la que se percibían superiores.

Teoría del valor añadido o tensión estructural

Considera el desarrollo de tensiones a partir de crisis sociales el origen del movimiento. Sin embargo la propuesta de Smelser analiza los movimientos sociales con los mismos criterios que el comportamiento convencional, ya que ambos tratan de responder a las exigencias y obligaciones que la vida social nos marca. La propuesta de Smelser indica que el desarrollo de una acción colectiva supone un proceso con diferentes etapas que contribuyen, a la movilización para la acción. Se encuentra una situación de tensión derivada de un mal funcionamiento del sistema social, por la incapacidad del sistema para establecer un equilibrio entre todas sus partes. Smelser denomina «tensión estructural” al conjunto de elementos que dan lugar al comportamiento colectivo, el cual a su vez necesita ciertas condiciones o elementos para su desarrollo consideradas como etapas por constituir un proceso sucesivo. La primera de estas condiciones o etapas, situación estructural proclive, se comprueba que unas condiciones contextuales determinadas son más propicias para desencadenar reacciones concretas de las personas. Segunda fase, llamada tensión estructural, esas condiciones sociales concretas del sistema, tales como el deterioro de las relaciones entre las partes que constituyen dicho sistema, producen cierta tensión y estrés, lo que exige la demanda de soluciones a los problemas. Surge así un conflicto entre la situación que se desea vivir y la que realmente se está viviendo que suele ser de frustración y descontento, exigiendo a las instituciones que pongan medios para cambiar las normas existentes. Además de percibir e identificar el problema social, se necesita creer que ese problema dispone de respuestas adecuadas para su resolución, estaríamos entonces ante la fase de creencia generalizada que se concreta en la definición compartida de la realidad y de sus posibles explicaciones: determinantes del problema, de la escasa intervención y de programas alternativos. Luego se pasaría a una cuarta fase de factor preci-
pitante, en la que un hecho concreto, de importante significación social estimula por fin el comportamiento colectivo. La quinta fase la movilización para la acción se precisa de una buena organización y gestión de la movilización, de cierta calidad de sus estrategias o tácticas, así como saber proceder tras la fase de mayor agitación o activismo. Por último, en la fase seis, se produce la influencia del control social, que puede hacer que el movimiento social sea más breve o duradero, dependiendo de la presión ejercida para que el movimiento se disuelva, o por el contrario, para que se consolide gracias al logro de sus objetivos.

Modelo neoasocacionista 

Berkowitz propone un mecanismo causal que explica por que los estímulos o situaciones que nos resultan aversivos pueden instigar a nuestra tendencia a agredir. Este mecanismo causal es para Berkowitz, el estado afectivo negativo. Este autor se centraba en la agresión reactiva u hostil. El proceso:
1. Una experiencia desagradable nos provoca un estado afectivo negativo.
2. Ese estado afectivo negativo automáticamente activa en nosotros tendencias de ataque y de huida que se manifiestan a través de unas respuestas fisiológicas y motoras que tenemos asociadas en nuestra mente con determinados pensamientos y recuerdos. La tendencia que domine, dependerá de factores genéticos, experiencias anteriores y nuestra percepción inicial de la situación.
3. Cuando nos percatamos de esas reacciones mentales asociadas al ataque o a la huida se desarrolla en nosotros una experiencia de ira o miedo respectivamente.
4. Si estamos motivados podemos pensar en cómo nos sentimos y hacer atribuciones de que por qué nos sentimos así y considerar las consecuencias de actuar teniendo en cuenta los riesgos y nuestras experiencias previas. Todo esto deja de ser automático y se convierte en un procesamiento controlado y deliberado que da lugar a sentimientos más elaborados de enfado irritación, celos, desprecio u otros derivados de la ira.
5. La tendencia a agredir se transformará en conducta agresiva con mayor probabilidad cuando se den las siguientes condiciones: cuando la activación interna sea lo suficientemente intensa, cuando haya algún blanco disponible para descargar con el la agresión o cuando falle la autorregulación.
La experiencia emocional de ira y los sentimientos más elaborados de ella acompañan a la agresión pero no son su causa. Es el estado afectivo negativo que activa la asociación de pensamientos emociones y conductas relacionadas en nuestra memoria cob la agresión el que instiga el comportamiento agresivo y el procesamiento cognitivo deliberado posterior es el que inhibe o potencia nuestra tendencia a agredir. La agresión puede ser provocada por estimulación externa procedente de la situación que no es en principio aversiva pero que aumenta la accesibilidad de pensamientos agresivos. Berkowitz destaca 2 explicaciones del poder instigador de los estímulos externos: la primera es que esos estímulos pueden tener un significado agresivo para la persona, la segunda es que le recuerdan alguna experiencia desagradable y producen el mismo efecto que dicha experiencia, activando pensamientos emociones y reacciones ligadas a la agresión. Este modelo tiene en cuenta tanto los aspectos impulsivos del proceso como la experiencia previa de la persona. Esa experiencia interviene en dos sentidos: por un lado esta presente en la formación de asociaciones de elementos relacionados con la agresión en nuestra memoria, y por otro influye en el procesamiento deliberado, cuando se valoran las consecuencias de comportarse agresivamente en función de experiencias previas en situaciones similares. Además introduce un tercer elemento: el procesamiento cognitivo 

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