04 Dic

TEMA 1: EL BAUTISMO

El hecho del bautismo


           El término bautismo, procede del término griego “BAPTIZEIN”, que significa sumergir reiteradamente en el agua. Son numerosas las religiones no bíblicas que emplean el rito del baño como signo de purificación. En el mismo judaísmo contemporáneo a Jesús, existían diversas abluciones con carácter penitencial, tanto en los movimientos bautistas, como entre los Esenios de Qumrán.

            El día de Pentecostés, tras la venida del Espíritu Santo, Pedro predicaba a Jesucristo crucificado como el Mesías y el Señor por su resurrección.  Sus oyentes preguntaban: “¿Qué tenemos que hacer, hermanos?”, Pedro les contestó: “Arrepentíos y bautizaos cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo” (Hc 2, 37-38). Por este texto de los Hechos de los Apóstoles podemos ver como la escucha de la Palabra, la conversión y el bautizo están estrechamente vinculados entre sí. El bautismo ha sido desde siempre la puerta de entrada de toda vida cristiana, y junto con la Confirmación y la Eucaristía, forma la Tríada de Sacramentos llamados “de Iniciación Cristiana”.

           La primitiva Iglesia, al leer el Antiguo Testamento, descubría en él diversos modelos y símbolos “Prefiguraciones” del bautismo cristiano.

    • La imagen del Espíritu aleteando sobre las aguas primordiales (Gn 1,2) así como la del diluvio, hacían presente al hombre nuevo que nacía de la fuente bautismal.
    • Los arquetipos de las aguas como camino hacia la libertad en el Mar Rojo, o puerta para adquirir la Tierra Prometida, aludiendo al paso del Jordán, van a ser utilizados por los Padres de la Iglesia en los primeros siglos para ilustrar la experiencia bautismal.

Sin embargo, el hecho más importante para interpretar el bautismo cristiano, es el bautismo de Jesús, en el que culminan las prefiguraciones del Antiguo Testamento sobre este sacramento.

Los cuatro evangelistas cuentan el bautismo de Jesús y los cuatro conceden excepcional importancia a este hecho, ya que representa el punto de partida y el comienzo del Ministerio Público de Jesús. Todos los evangelistas coinciden en narrar dos cosas:

  • El descenso del Espíritu.
  • La proclamación divina asociada a la venida del Espíritu.

Según el judaísmo antiguo, la comunicación del Espíritu significa la inspiración profética. La persona que recibe el Espíritu es llamado por Dios para ser su mensajero. Por lo tanto, en el momento del bautismo, Jesús recibió del Padre la vocación y el destino que marcó y orientó su vida.

            La proclamación divina “Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco” acompañó la venida del Espíritu. Estas palabras evocan el texto de Isaías que da inicio a los cantos del siervo de Yahavé; este siervo es el hombre solidario con el pueblo pecador al que libera y salva a través de su sufrimiento y muerte.

            Con ocasión de su bautismo, Jesús experimentó su vocación aceptando la misión y el destino que llevaría a su muerte violenta. Así se explica que las dos únicas veces que Jesús utiliza el verbo BAUTIZAR sea para referirse a su propia muerte.

            El bautismo para Jesús tiene un sentido concreto; es el acto y el momento en que el hombre asume conscientemente una vocación y un destino en la vida, la vocación y el destino de la solidaridad incondicional con los hombres, especialmente los más pobres, hasta llegar a la misma muerte.

            Juan bautiza en vista al juicio último de Dios. El bautismo cristiano es participación en la muerte y resurrección de Jesús, es decir, el bautizado ha muerto a una forma de existencia para nacer a otra nueva que no acabará jamás. De esta nueva vida es testigo entre los hombres y de su comunión con el Padre serán sus actitudes los mejores signos.

Funciones simbólicas del agua


  • El agua da la vida


    Donde hay agua, hay vida y donde falta, sobreviene la muerte. Todo ser vivo precisa del agua para ser y el agua está en el origen de toda la vida. Por eso, ella, es símbolo de fertilidad, de fecundidad y de vida.
  • El agua lava


    En muchas religiones se utilizan los lavatorios para representar el perdón de los pecados y la santidad interior. En el levítico, los capítulos del 11 al 16 establecen varias abluciones con cierto carácter cultural, ya que tienen un significado de purificación moral, primordialmente. Ezequiel anuncia que en los tiempos mesiánicos, Dios va a saciar al pueblo con un agua pura que le va a purificar.
  • El agua apaga la sed


    La cual ilustra también el deseo profundo del ser humano de felicidad, amor, libertad, verdad. Moisés en el desierto (Ex 17) hizo brotar agua de la roca en el monte Horeb, saciando al pueblo sediento, pero esta sed, puede representar también sentimientos más profundos: “como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío” (Salmo 42). Isaías anuncia que:”sacareis aguas con gozo de las fuentes de la salvación”. El evangelio de Juan describe a Jesús como el que da el agua que apacigua la sed y genera una fuente en nuestro interior. El Apocalipsis insiste también en este símbolo.
  • El agua que mata y destruye:
    Es el simbolismo más frecuente en la Biblia. Los grandes símbolos del agua en el Antiguo testamento son El Diluvio (Gn 7) y el paso del Mar Rojo (Ex 14), en los que algo muere para dar origen a una nueva historia. Estos dos símbolos van a ser aplicados al bautismo cristiano en 1 Pe 3,20 y 1 Cor 10, 1º ss. El agua evoca en diversos lugares del Nuevo Testamento el sacramento del bautismo que nos hace nacer a una vida nueva.

El significado del bautismo

Al bautizado le son perdonados los pecados y recibe una vida nueva, se une a la muerte y resurrección de Jesucristo, participa de su misión sacerdotal, profética y real y es incorporado a la Iglesia.

El bautismo cristiano comporta una experiencia de liberación: de la misma forma que el paso del Mar Rojo fue para los israelitas una experiencia fundamental de su liberación, así, el paso por el agua bautismal comporta para los cristianos la experiencia de su propia libertad.

Por el bautismo, el cristiano se separa del destino colectivo de una humanidad fatalmente sometida a la esclavitud del pecado, liberándose del pecado original que corrompe y desgarra al hombre y al mundo.

De la misma manera que Jesús pasó por la muerte para llegar a una vida sin límites, igualmente el cristiano tiene que pasar por una muerte (el bautismo) para empezar una nueva vida, la vida de la fe, la vida propia del cristiano. 

Los cristinos que siguen el destino de Jesús hasta la muerte, cosa que se expresa simbólicamente mediante las aguas bautismales, encuentran con Él la vida y la liberación.

La Iglesia es la comunidad de los bautizados, pues el efecto fundamental del bautismo es incorporar al hombre a la comunidad de la Iglesia. El bautismo es el sacramento que configura a la Iglesia, es decir, la Iglesia tiene que ser comunidad que nace del bautismo y que por consiguiente se confiesa de acuerdo con lo que significa el bautismo.

La iglesia es la comunidad de los que, libre y conscientemente, han asumido como destino en la vida sufrir y morir por los demás, es decir, la Iglesia es la comunidad de los que viven para los demás; es asimismo la comunidad de los que se han revestido de Cristo, reproduciendo en su vida lo que fue la vida de Jesús, el Mesías; la comunidad de los hombres y mujeres a quienes guía y lleva el espíritu. 

Todo ser humano, aun no bautizado, y sólo él, es capaz de recibir el bautismo.

El ministro ordinario del bautismo es el obispo y el presbítero y en la Iglesia latina, el diácono. En caso de necesidad es válida cualquier persona, incluso no bautizada, si tiene la intención de hacer lo que hace la Iglesia al bautizar y emplea la formula bautismal trinitaria.

Celebración del Bautismo:


            El bautismo se celebra bañando en agua al que lo recibe (bautismo por inmersión) o derramando agua por la cabeza (bautismo con infusión), mientras el ministro invoca a la santísima trinidad.

El rito completo consta de tres momentos:

  • Preparación


    Consiste en la bendición del agua, en la renuncia de los padres y padrinos al pecado,  y en una pregunta a los padres y padrinos sobre si desean que el niño sea bautizado.
  • Ablución o bautismo


    Mientras el ministro baña con agua a quien se bautiza, dice: “Yo te bautizo en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo”.
  • Ritos complementarios


    Son la crismación, la vestidura blanca y la entrega de la luz. La crismación por la que el ministro unge la cabeza a cada bautizado con el santo crisma, como señal de incorporación al pueblo creyente; la vestidura blanca como signo de la nueva vida y dignidad del cristiano; la entrega de la luz de cristo expresada por una vela cuya llama ha sido tomada del cirio pascual; y el EFFETA como signo de la apertura de los oídos a la palabra a Dios.

TEMA 2: LA CONFIRMACION

El hecho de la confirmación


            El nombre de este sacramento proviene del latín “CONFIRMIATIO”, que significa “fortalecimiento”. Sin embargo a lo largo de la historia, ha sido denominado de diversas maneras como: “consignatio” (señal de la cruz hecha con la mano), “chrismatio” (unción con aceite consagrado y perfumado), “manus impositio” (imposición de mano). En Oriente recibe el nombre de “sellum” o “chrisma”. 

            El Nuevo Testamento no habla del sacramento de la Conformación como tal, aunque se ha querido ver unos precedentes en dos textos de Los Hechos de los Apóstoles; cuando Pedro y Juan van a imponer las manos a los recién bautizados de Samaria para que reciban así el Espíritu Santo y cuando Pablo bautiza e impone las manos a unas cuantas personas en Éfeso con lo que reciben el Espíritu Santo.

            Hoy podemos afirmar que en ninguno de estos casos estamos ante el sacramento de la confirmación. Sin embargo en ellos se enseña algo que va a tener una cierta analogía con el sacramento: los nuevos cristianos se van a incorporar de una forma más efectiva a la unidad y a la comunión con la Iglesia.

            Desde los primeros tiempos de la Iglesia, cuando se administraba el bautismo, se tenía la costumbre de que el obispo utilizara un gesto o ritual de bendición: la imposición de manos sobre la cabeza del recién bautizado. Así se recordaba lo que hicieron los Apóstoles según aparece en el libro de los Hechos de los Apóstoles.

            Igualmente existía la costumbre de ungir con aceite en la cabeza o en el pecho a los recién bautizados. Este aceite había sido previamente bendecido por el obispo. Esta costumbre, con ligeras variantes, se mantuvo así hasta el siglo V; hasta ese siglo no existió un rito religiosos separado del bautismo, para imponer las manos o para ungir a los cristianos, ya que todo lo realizaba el obispo en la misma celebración.

            Cuando se imponen los bautismos masivos de niños recién nacidos a finales del siglo IV, se ve la necesidad de que los presbíteros y los diáconos administren el bautismo, mientras que la imposición de manos y la unción se retardaba para cuando el obispo pudiera.

El significado de la Confirmación


            Lo primero que conviene reafirmar es que el sacramento por el que recibimos el Espíritu Santo, el sacramento del Espíritu, es el bautismo. Sin embargo, la confirmación está en relación con el bautismo desde los inicios de la Iglesia, llevando a plenitud la gracia bautismal.

            Si establecemos analogías con el misterio de Xto y de la Iglesia, podemos decir que:

    • Si el bautismo nos asocia a la Pascua del Señor, su muerte y resurrección, la confirmación simboliza la vida que recibimos en Pentecostés como fruto de la Pascua.
    • Al igual que el Espíritu fecunda las entrañas de María de Nazaret, por el bautismo somos concebidos como hijos de Dios en el seno de la Iglesia; así como en el Jordán, al sumergirse en el agua, Jesús es consciente de la misión que debe emprender. La confirmación nos vincula a la misión de Xto de una forma más concreta y efectiva.

Lo que caracteriZa el símbolo de la confirmación es la imposición de las manos y la unción con el “Chrisma”. A través del significado de esos gestos es como podremos llegar a comprender el sentido que tiene la confirmación.

A) La imposición de manos


No tiene especial relevancia en la tradición del Antiguo Testamento. Algunas veces es mencionada como gesto de bendición y otras como gesto que expresa la trasmisión de un poder, un oficio o una tarea. En este sentido se puede decir que en la confirmación, el obispo, en nombre de la Iglesia, bendice a los bautizados para que el Espíritu Santo los fortalezca y lleve a plenitud la gracia del bautismo, los haga testigos de Xto en el mundo extendido y defienda la fe con sus palabras y obras.

La iniciación cristiana es eminentemente eclesial por lo que el perfeccionarla y sellarla pertenece al obispo (el que supervisa), que es el portador específico de la apostolicidad de la Iglesia y representante de su unidad y catolicidad (abierto a todo el mundo). Con la imposición de manos, se hace la inserción plena de las personas bautizadas en la comunidad apostólica por sus representantes cualificados, acrecentando en ella, de esta manera, los derechos y deberes que dimanan y se derivan de la pertenencia a la comunidad eclesial. 

            Esta inserción es una verdadera participación en el profetismo de Cristo, que los cristianos tendrán que realizar asumiendo, anunciando y confesando la fe en Cristo, testimoniando con palabras y con obras la verdad evangélica, a través del espacio y del tiempo y siendo fermento de Santidad en el mundo, de la Santidad Bíblica, que es un empeño por establecer la justicia, la libertad y la paz. 

B) La unción del Chrisma


En el Antiguo Testamento tiene una significación importante el gesto de ungir a los reyes. Mediante la unción, se otorgaba al rey el poder para ejercer su función que estaba estrechamente relacionada con la defensa de la justicia. Según la mentalidad hebrea, la defensa de la justicia consistía especialmente en la defensa de los pobres y desvalidos, los huérfanos y las viudas, es decir, de los que por sí mismos no podían defenderse. Y esto lo hacía el rey en nombre de Dios.

            Para el Nuevo Testamento, Jesús es el ungido por excelencia. Así lo manifiesta el evangelio de Lucas al narrar el suceso acaecido en la sinagoga (era escuela y el centro religioso) de Nazaret donde se lee el texto del profeta Isaías haciendo referencia a Jesús: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para proclamar la Buena Nueva a los más pobres, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y dar la vista a los ciegos, la libertad a los oprimidos y a proclamar un año de Gracia del Señor” (Lc 4, 18-19)

            El cristiano, al recibir la confirmación queda ungido y enviado para la misión de anunciar la fe, testimoniar la verdad, comprometerse en la implantación en el mundo de la justicia, la libertad y la paz, para ser fermento de Santidad y edificar la Iglesia por medio de sus carismas y servicios en la caridad

            La confirmación o el Bautismo imprimen en el alma una marca espiritual indeleble, el “carácter” que es signo de que Cristo ha marcado al cristiano con el sello de su espíritu, revistiéndolo de la fuerza de lo alto para que sea su testigo. 

            La Confirmación debe ser preparada con una catequesis adecuada sobre su significado y sus efectos en los confirmandos, y ha de recibirse en estado de Gracia (confesados).

La celebración de la Confirmación


En la celebración litúrgica de este sacramento concurren tres elementos que deben ser señalados:

  • La renovación de las promesas del bautismo


    El confirmado hace expresión y compromiso explícito de vivir a la manera de Cristo.
  • La imposición de manos


    Las realiza el obispo según los confirmados.
  • El momento culminante de la confirmación es el de la imposición de manos del obispo sobre la cabeza del confirmando y le unge la frente con el Santo Chrisma mientras pronuncia estas palabras “recibe por esta señal el don del Espíritu Santo

El ministro del sacramento de la confirmación es el obispo que como sucesor de los apóstoles preside la iglesia particular y garantiza su unidad. Puede administrar el sacramento de la conformación un sacerdote debidamente delegado por el obispo.

TEMA 3 : LA EUCARISTIA 

El hecho de la Eucaristía

            Eucaristía proviene de la palabra griega “eucaristos” que significa “agradecer”. En realidad este término es el utilizado para traducir el hebreo “berakah” que manifiesta la alabanza y la bendición que el pueblo dirige a Dios recordando sus intervenciones salvadoras. La comida festiva, el banquete, es un momento privilegiado de reunión, de celebración, de expresión, de gozo y de alegría.

            Los judíos celebran actualmente su liberación de la esclavitud de Egipto, en una cena pascual. En ella el niño más pequeño de la casa pregunta al anciano de cada familia el por qué de la celebración y éste le narra con detalle las hazañas que Dios ha hecho para sacarles de la esclavitud.

            Jesús también compartió su alimento y alegría en comidas de diversos tipos, con diferentes motivos y circunstancias. Tal es así, que el hecho de compartir el pan con otras personas, aparece como constitutivo de la experiencia que tuvieron las primeras comunidades de la eucaristía 

            Hoy es una opción generalmente admitida, vincular el origen de la celebración de la eucaristía a las comidas que Jesús celebraba con la gente en su tiempo, a la cena que precedió a su muerte en la cruz y a las comidas del Resucitado evocadas en el Nuevo Testamento.  

A) Las comidas de Jesús


Para un oriental, incluso en nuestros días, acoger a una persona e invitarla a la mesa, representa una muestra de respeto. Además, significa una oferta de paz, confianza, fraternidad y perdón. La comunión de mesa expresa la comunión de vida.

            En este horizonte hay que situar las comidas de Jesús que nos narran los evangelios y también las parábolas de banquetes y bodas que Jesús utiliza para expresar la realidad del Reino.

 Jesús, mediante sus comidas, anticipa el Reino definitivo en el que Dios llama a unirse a Él a todos los seres humanos. Sentados en torno a la misma mesa, compartiendo el pan, los comensales se convierten en familia de hermanos, prefigurando la fraternidad a la que la historia está destinada por voluntad de Dios.

B) La última cena


En los textos de la institución de la eucaristía, la cena de Jesús con sus discípulos, está referida a su muerte a favor de los hombres.

Por esta referencia que tiene el banquete eucarístico, el partir el pan y beber de la misma copa, son dos gestos que han de estar siempre en el corazón de la comunidad cristiana. Con estos gestos, Jesús, expresa la actitud de servicio con que se presentó entre los hombre. Un servicio que fue una constante en su vida y que tiene en la entrega de la propia vida la mejor garantía de seriedad y autenticidad. 

El Evangelio de Juan se ocupa largamente de la eucaristía, pero no nos narra su institución. Sin embargo, deja en su lugar dos hechos que nos ponen en contacto con su significación fundamental.

  • Jesús toma una jofaina y en actitud de siervo se pone a lavar los pies de sus discípulos. Es el gesto anticipado de su muerte como servicio a la humanidad.
  • Jesús proclama un único mandamiento: el del amor mutuo, pero al estilo de su amor, es decir, hasta el sacrificio de la propia vida. 

C) Las comidas de Jesús resucitado


Fueron la cruz y la resurrección de Jesús la ratificación de sus palabras de la última cena.

Tras la Pascua, Jesús se aparece a sus discípulos comiendo con ellos. Camino de Emaús, Jesús explica la Palabra, iluminando los acontecimientos que cegaban la esperanza de los dos discípulos acongojados. Al partir el pan, ellos le reconocen, se les abren los ojos y este gesto adquiere para siempre el sello de la alegría definitiva.

            Se comprende que tanto las comidas del Jesús histórico, como la última cena y las comidas del Señor resucitado, están bajo el signo del Reino futuro de Dios.

D) La comunidad cristiana


Nacida en el espíritu, la comunidad cristiana se configura esencialmente como comunidad eucarística. Es el dinamismo del espíritu el que la conduce a ese término. En este sentido, es interesante observar como el capítulo II de los Hechos de los Apóstoles, donde se nos da un resumen de la vida comunitaria de la Iglesia de Jerusalén: “los que habían sido bautizados perseveraban en la enseñanza de los apóstoles y en la unión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones. Todos estaban impresionados porque eran muchos los prodigios y señales realizados por los Apóstoles. Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común, vendían sus posesiones y haciendas y las distribuían entre todos, según las necesidades de cada uno. Unánimes y constantes acudían diariamente al templo, partían el pan en las casas y compartían los alimentos con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y se ganaban el favor de todo el pueblo. Por su parte, el Señor agregaba cada día los que se iban salvando al grupo de los creyentes”. (Hch 2, 42-47)          

En este texto observamos que la celebración eucarística se integra en la vida de la comunidad, estableciendo con ella una estrecha relación. La celebración lleva a la vida, y la vida en la que todo se comparte, se celebra y cobra sentido en el gesto de partir el pan.

            La comunidad cristiana es eucarística porque comparte un mismo pan y también porque comparte sentimientos y bienes entre los hermanos. A esto se siente conducida por el hecho de comer de un mismo pan: Cristo, asimilado, unifica a todos los miembros hasta el punto de que “los creyentes pensaban y sentían lo mismo y nadie consideraba como propio nada de lo que poseía, si no que tenían en común todas las cosas”.

            La significación profunda de la eucaristía está estrechamente vinculada a la experiencia de la comunidad, de la nueva familia, de la fraternidad, nacida del sacrificio de Cristo. Pablo tiene esta vivencia de la eucaristía y la expresa con la imagen del cuerpo: “El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no nos hace entrar en comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no nos hace entrar en comunión con el cuerpo de Cristo? Pues sí, el pan es uno solo y todos participamos de ese único pan, nosotros, con ser mucho, somos un solo cuerpo” (1 Cor 10, 16-17)          

Aquí nos dice Pablo que “el pan que compartimos” es participar y estar en el cuerpo de Cristo. La eucaristía comporta por tanto el hecho y la experiencia consiguiente de lo que es “el cuerpo de Cristo”, la puesta en práctica del amor mutuo expresado en el servicio y en la disponibilidad hacia los demás.

Precisamente por eso, Pablo recriminó a la comunidad de Corinto por sus divisiones y diferencias que estaban invalidando la cena del Señor. Con su advertencia les viene a decir que no basta con hacer el rito de partir el pan, sino que es preciso vivir con la unidad y solidaridad que el gesto eucarístico significa.

Significado de la eucaristíA

La nueva Pascua


En los evangelios se establece una estrecha conexión entre la cena eucarística y la fiesta de la Pascua. Esto nos indica que para los evangelios, la Eucaristía es la nueva Pascua de los cristianos.

En la tradición del Antiguo Testamento, el acontecimiento de la Pascua se pone en estrecha relación con la salida de Egipto. La celebración de la Pascua estaba dedicada a conmemorar, lo que Dios hizo con su pueblo al liberarlo de la esclavitud.

En la Pascua de Jesús se vence la esclavitud de la muerte y el pecado, abriéndose el camino hacia la salvación. Si la eucaristía viene a sustituir para los cristianos lo que era la antigua Pascua para los judíos, el sentido de la eucaristía es también el de celebrar la liberación integral que nos consigue Jesús.

La eucaristía aparece así como la gran fiesta de los hombres libres que se comprometen a generar en el mundo la misma libertad de la que ellos gozan.

Actualización del Sacrificio de Jesucristo


La cena pascual consistía en el sacrificio de un cordero. El paralelismo que existe entre Jesús y el cordero pascual nos hace ver que, la eucaristía es la actualización del auténtico sacrificio en el que Jesús se entrega por los demás.

El carácter de sacrificio de la eucaristía se haya claramente indicado en las palabras que Jesús pronuncia sobre el cáliz según el evangelio de Mateo: “esta es mi sangre, la sangre de la alianza, que se derrama por todos para el perdón de los pecados”. Mateo, 26,28 

Esta frase evoca el relato en el que Moisés rocía con sangre del sacrificio del Sinaí al pueblo, al tiempo que dice: “esta es la sangre de la alianza que el Señor ha hecho con vosotros”.  

Los profetas del Antiguo Testamento fueron profundizando en sentido del sacrificio desvinculándose de las meras ofrendas exteriores y conectándolo con una vida coherente con la Alianza.

En este sentido es, en el que la Carta a los hebreos, pone en boca de Cristo las palabras de Salmo 40: “No has querido sacrificio ni ofrenda, pero me has formado un cuerpo. No has aceptado holocaustos ni sacrificios expiatorios. Entonces yo dije: -aquí vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad. Así está escrito de mí en el capítulo del libro” (Heb 10, 5-7)

Por consiguiente la ofrenda de Jesús no es algo exterior a Él, sino que ofrece su cuerpo entregado a su sangre derramada.

Siguiendo el encargo del Señor “haced esto en memoria mía”, cuando la Iglesia celebra la eucaristía, actualiza el sacrificio único de Jesucristo. Por la palabra y los signos eucarísticos, se hace presente el sacrificio de la cruz de un modo incruento.

La nueva alianza

            La carta a los Hebreos, para explicar la novedad de la Alianza que se establece con la muerte de Cristo, cita textualmente un pasaje de Jeremías en el que Dios anuncia una nueva Alianza. 

            Los años de la Alianza sellada en el Sinaí han concluido, la relación con Dios seguirá siendo básica: “yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”. 

            La Alianza antigua estaba basada en la ley escrita exterior al hombre. Por el contrario, la alianza nueva se basa en una ley inscrita en el corazón del hombre, es decir, en lo más intimo de su ser.  

Esto quiere decir que, la nueva relación con Dios tiene como fundamento una experiencia profunda, directa e inmediata que vive el creyente en su intimidad. Al no existir ya una ley exterior sino la ley que Dios mete en el corazón, la novedad de esta situación se define por la autonomía y la espontaneidad en el comportamiento.

La presencia real de Cristo

            Cuando Jesús instituyó la Eucaristía tomó un pan, pronunció la bendición, la partió y la dio a sus discípulos diciendo: “tomad, comed, esto es mi cuerpo…”. En esta frase sorprende el realismo con que se identifica al sujeto “esto” (el pan), con el predicado “mi cuerpo” (la persona de Jesús). Las palabras de Jesús no dejan lugar a dudas, no se trata de una comparación: esto es como mi cuerpo, sino de una afirmación real “esto es mi cuerpo” 

            La comunidad cristiana ha afirmado siempre esta presencia singular de Jesucristo al tiempo que la definía como Misterio de Fe.  Por ello, la fe en la presencia real de Jesucristo en la eucaristía no tiene relación con el substrato accesible al estudio científico, sino a un ámbito no accesible a la experiencia humana. 

El pan y el vino pierden en la eucaristía su sentido natural como alimento corporal y reciben un nuevo ser y un nuevo sentido. Son signos simbólicos reales de la presencia real y de la entrega personal de Jesucristo. En los signos sensibles de pan y de vino, se hace presente realmente Jesucristo, que se entrega por nosotros.

Prenda de la Gloria Futura

La Eucaristía es prenda de la gloria que esperamos. En la última cena, el Señor mismo atrajo la atención de sus discípulos hacia el cumplimiento de la Pascua en el Reino de Dios: “os digo que yo no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que lo beba con vosotros, nuevo en el reino de mi Padre”. 

Cada vez que la Iglesia celebra la eucaristía recuerda esta promesa, la recibe como prenda y su mirada se dirige hacia “el que viene”. En su oración implora su venida: “Maranatha (ven señor Jesús)”, “que tu gracia venga y que este mundo pase”.

La celebración de la eucaristía

Los cristianos nos congregamos para celebrar la Eucaristía presididos por los sacerdotes, es decir, por los obispos o los presbíteros. Los sacerdotes son signos de Jesucristo, supremo y único sacerdote, que es quien realmente nos preside. La celebración de la Eucaristía consta esencialmente de las siguientes partes:

    • Ritos iníciales


      En ellos, presentándonos ante Dios, como Padre, Hijo y Espíritu Santo, se realiza el acto penitencial y se proclama un himno de alabanza a Dios, el “Gloria”.
    • Liturgia de la Palabra


      En la liturgia de la Palabra se leen los textos del Antiguo y del Nuevo Testamento, seleccionados por la Iglesia que nos recuerda las maravillas del Señor, en favor de los hombres de todos los tiempos. La proclamación de los textos bíblicos, actualizan el misterio de nuestra salvación que se celebra en el transcurso del año litúrgico. Termina la liturgia de la Palabra con la oración universal (las peticiones).
    • Liturgia Eucarística


      Se inicia con la ofrenda del pan y del vino que el sacerdote presenta a Dios Padre y pone sobre el altar. Después el sacerdote recita la plegaria eucarística, que es una oración de acción de gracias y de alabanza que se dirige a Dios Padre. También es una oración de consagración por la que el Señor Jesucristo se hace presente en el pan y en el vino eucarístico. La plegaria eucarística se completa con unas suplicas e intercesiones a Dios Padre por medio de Jesucristo.
    • La comunión Eucarística


      La recitación de la plegaria Eucarística, unida a la comunión del pan y del vino consagrados, constituyen el momento culminante de la Eucaristía. El cuerpo y la sangre de Cristo están destinados a ser recibidos por los cristianos como comida y bebida espiritual.
    • Ritos de despedida


      La bendición y la despedida concluyen la celebración.

TEMA 7: EL MATRIMONIO

El hecho del significado del sacramento del matrimonio

En la vida del varón y la mujer,  se da un momento en que brota el amor. Llevados de ese amor, deciden entrar en una comunión estable de vida y formar una familia. A esta decisión y compromiso de vida y amor se le llama, Matrimonio.

 El matrimonio y la familia, se cuentan entre los bienes más valiosos de la humanidad. Son la célula fundamental de la comunidad humana: “El bienestar de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligado a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar” (Gaudium et Spes, nº 47). 

El matrimonio se ha ido configurando de diversas maneras a lo largo de la historia. Ya en los pueblos antiguos encontramos normas y costumbres que regulan la unión estable del hombre y la mujer para constituir una familia. Matrimonio y familia, son considerados en estas sociedades como la base de la comunidad humana, no dejándose por tanto, en manos del capricho o del interés de los hombres. Por ello, aunque a lo largo de los siglos han existido diversas formas de contraer matrimonio, siempre se ha rodeado su celebración de ritos sagrados, de un ambiente festivo y gozoso que expresa un compromiso público. 

Este compromiso público que se llama matrimonio tiene una serie de características que le distinguen de otras formas de relación interpersonales. Son:

  • El matrimonio es una relación interpersonal que se sitúa en una profundidad diferente a toda otra relación. Esto hace que toda otra comunicación interpersonal anterior quede plenificada por el amor matrimonial y que toda posterior quede necesariamente impregnada por ella.
  • El amor matrimonial abarca a toda la persona, no siendo sólo sentimiento, ley, obligación, realidad que se da a tiempo parcial. Por el contrario, este amor promueve a toda la persona y su mundo de relaciones y actividades.
  • La relación de amor matrimonial es una unión que se abre al futuro con esperanza, radicando aquí la fidelidad. Una fidelidad creativa, abierta, enriquecedora, que es ejercicio de la libertad y de la responsabilidad de la persona.
  • Es una unión que provoca vida; es creadora. Sí es cierto que no puede identificarse más sexualidad y provocación, sería absolutamente ingenuo negar que ambas están estrechamente unidas. Por otro lado, la fecundidad matrimonial que se manifiesta normalmente a través de los hijos, puede desarrollarse en otros terrenos como la acogida, la promoción de las personas, el arte…
  • El matrimonio está llamado a su publicidad, es decir, a que sea expresado públicamente la relación de amor entre las dos personas a las que atañe, lo que implica una cierta institucionalización. 

La concepción cristiana del matrimonio

            La concepción cristiana del matrimonio se nos ha revelado a lo largo del Antiguo y Nuevo Testamento, perfilándose más detalladamente en las cartas de San Pablo. 

            La Iglesia de nuestro tiempo se ha pronunciado frecuentemente sobre el matrimonio y la familia; la Encíclica Casti Connubii (1930), de Pío XI; la Constitución Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II; la Encíclica Hamanae Viatae (1968) de Pablo VI y la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio de Juan Pablo II (1981). 

           Una de las páginas más bellas del Génesis es aquella en que el hombre se encuentra solo en medio de la creación. A pesar de poner nombre a todos os animales y cosas, se siente mudo, incapaz de pronunciar una palabra porque nadie le da respuesta. En esos momentos de soledad existencial y de pobreza vital, Dios le presenta a la mujer. A partir de esos momentos, se inicia el diálogo y el encuentro de amor en la historia y el matrimonio se perfila poco a poco, hasta queda plenamente clarificado en la persona de Cristo.

            A lo largo del A.T. la alianza de amor entre Dios y su pueblo ha sido simbolizada en diferentes ocasiones por el amor matrimonial. Los libros sapienciales, a su vez, trataron de explicar en diferentes ocasiones el último sentido del matrimonio en la alianza.  

            Sin embargo, si los cristianos consideramos a Cristo como revelación plena del misterio de Dios, es preciso que Él sea quién nos desvele también el sentido profundo del matrimonio en el plan de salvación.

            Jesús estuvo presente en una boda en Canaán, reconociendo con su presencia el valor humano del matrimonio.

             Además, recogiendo la imagen matrimonial de la alianza que sugieren los profetas, compara el Reino de Dios con un banquete de boda en el que se identifica con el esposo. Durante este banquete, los amigos del novio no ayunan; son invitados los que están en los caminos, mientras que algunos rechazan la llamada y es preciso estar alerta para participar en la fiesta. 

            En Mt 19, 3-9, Jesús reafirma el ideal originario de La Creación (Gn 2, 24) al defender la indisolubilidad de la alianza matrimonial, Jesús en este momento supera la Ley, manifestando la profunda relación que existe entre el orden de lo creado y la Alianza. Aquí está el origen del sacramento del matrimonio: Jesús le reconoce como instituido desde la creación, cobrando para él una dimensión especial. Esta significación particular será claramente expresada por San Pablo en la carta a los Efesios “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos un solo ser. Este símbolo es magnífico; yo lo estoy aplicando a Cristo y a la Iglesia; pero también vosotros, cada uno en particular, debe amar a su mujer como a sí mismo, y la mujer debe respetar la marido” (Ef 5, 31-33) 

            Para los cristianos, la mutua entrega de un hombre y una mujer bautizados, es sacramento, es decir, un signo que expresa y realiza la alianza de amor y fidelidad de Cristo con su pueblo, la Iglesia.

            Todo bautizado está unido con Cristo para siempre. Cuando el varón y la mujer bautizados se unen, es Cristo quien los une, y su mutuo amor es una participación del amor de Cristo. El matrimonio cristiano es alianza por la que un varón y una mujer bautizados se comprometen a unir sus vidas para siempre, en indisoluble comunión de amor 

            “El matrimonio de los bautizados, es así un símbolo real de la nueva y eterna alianza que se estableció en la sangre de Cristo” 

El matrimonio es signo de Cristo

            La alianza de Dios con los hombres va a significarse a través del matrimonio en el A.T. Jesucristo es plenitud de esa alianza; en él Dios pronuncia aun sí irrepetible al ser humano, haciéndose carne esa alianza de Dios con el hombre. El amor matrimonial de los que se unen en el Señor es símbolo que actualiza el amor de Dios aparecido en Jesucristo, siendo el matrimonio una realidad en la que se vive, de forma peculiar, la muerte y la resurrección, La Pascua. 

            Así la donación, el perdón, los conflictos, las deficiencias… todo lo que es y significa una vida en común, está integrado en el triunfo pascual del amor de Dios 

El matrimonio sacramento de la Iglesia

            El Concilio Vaticano II, en la constitución sobre la Iglesia “Lumen Gentium” (Luz de las Gentes) dice que el matrimonio y la familia son como una iglesia en pequeño, una iglesia doméstica (LG nº 11). 

            Los cónyuges poseen dentro de la comunidad cristiana una carisma (regalo, don) que le es propicio, una vocación y una misión singular: ser testigos en el mundo del amor de Dios y transmitir y educar a sus hijos en la fe. 

            “En virtud del sacramento del Matrimonio se ayudan mutuamente a santificarse en la vida conyugal y en la procreación y educación de la prole y por eso tienen su propio don dentro del pueblo de Dios en su estado y en su forma de vida” (LG nº 11)

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