20 Mar

12.1. EL REINADO DE ISABEL II. LA OPOSICIÓN AL LIBERALISMO: CARLISMO Y GUERRA CIVIL. LA CUESTIÓN FORAL


El origen del conflicto se remonta al reinado de Fernando VII, cuando en la corte los más radicales absolutistas forman un grupo en torno a Don Carlos, hermano de Fernando, puesto que el monarca, a pesar de sus tres matrimonios hasta el momento no había tenido hijos. En 1829 Fernando VII se casa con su cuarta mujer, Mª Cristina de Nápoles. El año siguiente, 1830, la reina dio a luz una niña, Isabel. Antes de la muerte de Fernando VII acaecida en 1833, se desencadena una lucha entre los partidarios de Don Carlos y los de Mª Cristina y su hija Isabel. Puesto que los partidarios de Don Carlos estaban ya bien definidos (absolutistas radicales) a la reina no le queda otro remedio que buscar apoyos entre los liberales más moderados.
El conflicto se justificaba por la confusión existente en España en cuanto a la sucesión al trono. Las leyes de Partidas, vigentes en Castilla durante la Edad Media y bajo la monarquía de los Habsburgo, permitían el acceso al trono a las mujeres, aunque daban preferencia al varón, pero fueron derogadas por la ley Sálica con la llegada de los Borbones a España en el siglo XVIIII. Sin embargo habían sido puestas de nuevo en vigor por Carlos IV en 1789 mediante una Pragmática Sanción, votada en Cortes, pero no publicada, lo que le impedía entrar en vigor. Esta confusa situación hizo que tanto los partidarios de Carlos como los de Isabel se consideraran con legítimos derechos. Fernando publicó la Pragmática Sanción pero eso no hizo que el partido carlista cejara en sus pretensiones. En 1833, al la muerte del rey, Isabel era reconocida como heredera y su madre asumía la regencia. Los carlistas no aceptaron la situación y para defender sus pretensiones desencadenaron una guerra civil.
El carlismo, por tanto, era un movimiento político que no aceptaba los cambios que se habían producido en España tras la entrada de las ideas ilustradas, la invasión napoleónica y la revolución liberal de Cádiz. Pretendían una vuelta al Antiguo Régimen, al poder absoluto dado por Dios que debía ejercitarse para la «Gloria de Dios y el esplendor de su Sagrada Religión»; al control del Estado por parte de una aristocracia que acaparaba los altos cargos políticos, eclesiásticos y militares; al control del pensamiento por parte de la Iglesia, etc. El gobierno de Fernando VII había sido para ellos una decepción pues había continuado en la línea de los déspotas ilustrados, contando, incluso, con algunos ilustrados para gobernar. La Iglesia apoyo al carlismo como forma de evitar la pérdida de su poder político y de su control social.
Por otro lado estaba el problema de los fueros. Tras la Guerra de Sucesión, con los Decretos de Nueva Planta tanto Aragón como Cataluña habían perdido sus fueros y habían tenido que aceptar las leyes castellanas. Navarra y el País Vasco, en agradecimiento al apoyo dado al candidato Borbón, conservaron los suyos. El carlismo, al apoyar la restauración de los fueros tradicionales, triunfó en aquellas zonas donde existía una preocupación por la cuestión foral, tanto por miedo a perder los fueros como en el caso de Navarra o el País Vasco, como por interés en recuperarlos, en Aragón y Cataluña, especialmente en las zonas rurales, donde mayor era el descontento con las nuevas formas de vida que iban apareciendo en las ciudades ligadas a la industria y al comercio. Por su carácter rural, el carlismo no pudo conseguir el apoyo de las clases ilustradas que veían en el liberalismo un sistema político más apro­piado para sus intereses y su modo de vida. La mayoría de las ciudades eran liberales (Bilbao, San Sebastián, Pamplona y Vitoria). Primera Guerra Carlista (1833-40) se desarrollo principalmente en el Norte. En otras zonas de España se formaron algunas partidas guerrilleras que actuaban casi como bandoleros asolando la región donde actuaban, dirigidas por hombres como Cabrera en Aragón o el Cura Merino, héroe de la guerra de la Independencia.
El gobierno isabelino, carente de recursos, no fue capaz de enviar un ejército bien equipado al norte con rapidez. El retraso en el envío de tropas permitió al dirigente carlista, Zumalacárregui, militar de carrera y experto en la guerra de guerrillas, adiestrar un ejército de 20.000 hombres. Cuando las tropas isabelinas llegaron se vieron acosadas por constantes emboscadas y escaramuzas sin conseguir un enfrentamiento en campo abierto. En 1835 Zumalacárregui controlaba la mayor parte de las Provincias Vascongadas. Animado por esos éxitos (y por la necesidad de conseguir dinero y apoyos internacionales), don Carlos le ordena en 1835 tomar Bilbao, a pesar de la opinión contraria de Zumalacárregui. La operación comenzó con éxito, abriéndose paso hacia Bilbao y venciendo al general liberal Espartero, pero poco después Zumalacárregui era alcanzado por una bala enemiga muriendo días después, lo que dejo a los carlistas sin su mejor general. El sitio de Bilbao fue levantado y durante los dos años siguientes la guerra se mantuvo en una situación de equilibrio entre los dos bandos.
Para salir de esa situación que perjudicaba más a los carlistas que a los liberales, pues agotaba a la población campesina que mantenía a las tropas carlistas, Don Carlos decidió emprender una gran expedición para salir de la base del Norte, aunque los militares más expertos estaban en contra. La Expedición Real de 1837 fue un fracaso: el ejército carlista cruzó toda Cataluña y Valencia llegando a la vista de Madrid. Los carlistas esperaban que el pueblo se sumara a su ejército, pero no ocurrió así, y ante la falta de los efectivos suficientes para atacar la capital dieron la vuelta y retrocedieron a su base del Norte. En 1838 el general Espartero, que dirigía el ejército liberal, recibió por fin los recursos necesarios para contar con un ejército numeroso y bien equipado, iniciando una nueva campaña en el Norte. Mientras, en el bando carlista la situación se había ido haciendo más difícil debido a los enfrentamientos entre los propios dirigentes que desembocaron en conspiraciones y traiciones. Don Carlos había dado a Maroto el mando supremo de la región Norte. En febrero de 1839 se desencadenó una crisis entre Maroto y un grupo de de militares rivales, representantes de la facción más absolutista, que acabó con el fusilamiento de seis de ellos. Maroto recibió el apoyo de sus hombres pero no el de Don Carlos. Finalmente, cansado y decepcionado por la incapacidad del pretendiente y las intrigas de su corte, inició las negociaciones de paz con Espartero.
Finalmente, el 29 de agosto de 1839, Maroto firmó el Convenio de Vergara que reconocía a Isabel como reina legítima y respetaba los fueros. Navarra, donde la cuestión foral era secundaria, y donde se luchaba por el trono y el altar no acepto este acuerdo. Para ellos Vergara fue la gran traición, y se convirtió en el centro de la resistencia en el Norte, pero, cuando los vascos renunciaron, Navarra no pudo seguir luchando sola. Don Carlos cruzó la frontera francesa abandonando la lucha.
El carlismo siguió conservando alguna fuerza en las provincias vascas y sobre todo en Navarra, y solo en algunos momentos de crisis volverá a resurgir en las llamadas Segunda y Tercera Guerras Carlistas: en 1846 cuando cumple Isabel su mayoría de edad, al fracasar el proyecto de unir en matrimonio a la reina con el heredero de Don Carlos, y tras la revolución del 68 y la salida de España de Isabel II, que terminó con el regreso de Alfonso XII en 1875. Sin embargo el carlismo siguió vivo en la sociedad vasca, muy ligado a la cuestión foral, y en Navarra.

12.3. ISABEL II (1843-1868): EL REINADO EFECTIVO



La muerte de Fernando VII, en 1833, abrió un largo periodo de transformación en la vida española, dando lugar a nuevas estructuras políticas, económicas, sociales y culturales. Durante el reinado de su hija, Isabel II, se produjo el paso definitivo del Antiguo Régimen al liberalismo burgués. Se configuró una monarquía constitucional inspirada en los principios del liberalismo político, se sentaron las bases de una economía capitalista y desapareció la vieja sociedad estamental, dando paso a una nueva sociedad de clases.
La minoría de edad de Isabel II transcurrirá bajo dos regencias, primero la de la reina María Cristina, su madre, (1833-
1840) y después la del general Baldomero Espartero (1840-1843).
En 1843 se inició una revuelta militar encabezada por Narváez que hizo caer al gobierno de Espartero que se exilió en Londres. No regresó a España hasta 1849.
Las Cortes para evitar una nueva regencia, adelantaron la mayoría de edad de Isabel II, que de esta forma fue coronada reina a los trece años.
Educada por su madre, María Cristina, en un ambiente de desconfianza hacia los sectores progresistas del liberalismo, contrajo matrimonio en 1864 con su primo, el infante Francisco de Asís, cuando su matrimonio resultó ser un fracaso su conducta privada hizo que sus enemigos la acusaran constantemente de tener favoritos y de ser una mujer frívola lo que debilitó su posición política. A pesar de los rumores Isabel II conservó su popularidad como soberana hasta la década de los 60. Pero su parcialidad política a favor de los moderados colocó a la reina en una posición cada vez más debilitada. Cuando en 1868 estalló la Revolución Gloriosa, la reina que estaba en San Sebastián tuvo que cruzar a toda prisa la frontera e instalarse en París, ciudad en la que murió en 1904.
Tras la caída de Espartero se inició la llamada Década moderada, (1844-1854):
Isabel II encargó la formación de gobierno al partido moderado, liderado por el general Narváez. El partido moderado apoyado por los sectores burgueses más conservadores gobernará durante diez años. Derogó la Constitución de 1837 y redactó otra nueva:
· La Constitución de 1845, en la que la Soberanía nacional fue sustituida por la soberanía conjunta del rey y las Cortes y se otorgaban más poderes a la Corona como el nombramiento de ministros, la designación de los miembros del Senado, y la disolución de las Cortes y se recortaban los del Parlamento. Las Cortes siguieron siendo bicamerales (Congreso y Senado) y los diputados del Congreso seguían siendo elegidos por sufragio censitario que no llegaba al 1% de la población. · En este periodo se firmó con la Santa Sede el Concordato de 1851, por el que quedaba zanjada la ruptura que se había producido como consecuencia de la desamortización eclesiástica, la Iglesia aceptó la desamortización y España reconocía la confesionalidad católica del Estado y reconocía su intervención en la enseñanza.
Los moderados configuraron un régimen basado en el centralismo político- administrativo. A ello responden: · La creación de la provincia como nueva demarcación territorial.
· La ley de ayuntamientos de 1845, que reservaba a la Corona la designación de los alcaldes de ciudades con 2000 o más habitantes.
· La reforma del sistema tributario, de Alejandro Mon, que implantó un sistema de impuestos más equitativo. · La creación del Banco de España.
· La creación de la Guardia Civil por el duque de Ahumada en 1844, con el que se pretendía resolver el problema de la seguridad de los caminos y de las vías férreas.
Pero las divisiones internas del partido moderado y las denuncias de corrupción y escándalos financieros, relacionados en ocasiones con la propia familia real y miembros destacados del gobierno hicieron que las clases populares dieran su apoyo a un pronunciamiento liberal de carácter progresista, liderado por el general Leopoldo O´Donnell, en junio de 1854 en las cercanías de Madrid en los cuarteles de Vicálvaro, por lo que se le denomina: La “Vicalvarada», la declaración de intenciones por medio del “Manifiesto de Manzanares”, redactado por Cánovas del Castillo, determinó la movilización de los grupos progresistas.
Aunque el movimiento no pretendía destronar a la reina sino forzarla a admitir las reformas democráticas interrumpidas en 1844.
En medio de la confusión general, la reina decidió llamar a Espartero, comenzando así el: Bienio progresista (1854-1856).
· Volvieron a adoptarse medidas radicales como en la época de la regencia de Espartero; Los jesuitas fueron expulsados bajo la acusación de conspirar con los antiliberales y se prohibieron las procesiones y las manifestaciones externas del culto católico.
· Se elaboró un texto constitucional en 1856 que, aunque aprobado por las Cortes no llegó a ser promulgado.
· Un hecho relevante fue la Ley de Desamortización General de 1855, elaborada por Pascual Madoz, que venía a completar la obra de Mendizábal. Afectaba sobre todo al clero secular y a los bienes municipales. Esto, junto con las medidas anteriormente nombradas, suscitó la ruptura con la Iglesia, mientras que la medida de desamortizar los bienes municipales, encontró una fuerte oposición no sólo de los moderados, sino también de algunos diputados progresistas. · Se establecieron también leyes relacionadas con la banca, la minería y la más destacable: la ley general de Ferrocarriles de 1855.
Pero las presiones de la Corona y la Iglesia provocaron la reacción de los liberales moderados que provocaron la caída de Espartero y la vuelta de los moderados al poder. Comienza así la:
Segunda Década liberal conservadora (1856-1868)
En este periodo se sucedieron los gobiernos de los generales Narváez y O´Donnell: · Bienio moderado de Narváez (1856-1858).
· Gobierno de la Unión liberal de O´Donnell. (1854-1863)
· Gobiernos moderados de Narváez y González Bravo (1863-1868)
Este periodo estuvo caracterizado por el predominio de tres sectores sociales: los terratenientes, los militares conservadores y la Iglesia. Se paralizó la desamortización, se le reconocieron a la Iglesia muchas prerrogativas.
El periodo de mayor prosperidad coincidió con el Gobierno de la Unión liberal de O´Donnell., este gobierno se benefició de una época de buenas cosechas y de expansión comercial, gracias a las bases coloniales de Cuba y Filipinas. En este periodo también se inició una activa política exterior. Se enviaron tropas a la Conchinchina (hoy parte de Vietnam), se hicieron expediciones militares al norte de África, lo que acabó en una guerra abierta contra el Sultán, se ocupó militarmente Santo Domingo, aunque después se perdió, etc.;
Paralelamente crecían en España las aspiraciones políticas de mayor libertad y derechos civiles. Se desarrollaba el partido demócrata y aparecía el republicanismo, al tiempo que se creaban las primeras organizaciones obreras y se producían agitaciones entre el campesinado jornalera, que en ocasiones fueron duramente reprimidas por la Guardia civil.
En 1864 volvió Narváez al gobierno, entregando el Ministerio de Gobernación a González Bravo.
Tras la destitución de los profesores universitarios republicanos Castelar y Sanz del Río, y las protestas estudiantiles que siguieron, el ejército actuó con gran violencia (Noche de San Daniel). Hubo nuevos pronunciamientos progresiatas que llevaron a una dura represión y los fusilamientos del cuartel de San Gil.
La reina se desprestigiaba día a día y esto llevó a una alianza entre progresistas y demócratas, que firmaron un pacto en la ciudad belga de Ostende, 1866, que incluía el acuerdo para destronar a Isabel II. (Pactos de Ostende)
Dos años después, en septiembre de 1868 la armada española atracada en Cádiz y dirigida por el almirante Topete se sublevó, con el apoyo de los generales Prim y Serrano. Comenzó así la Revolución Gloriosa.


12.4. EL SEXENIO DEMOCRÁTICO (1868-1874): INTENTOS DEMOCRATIZADORES. LA REVOLUCIÓN, EL REINADO DE AMADEO I Y LA PRIMERA REPÚBLICA.


El desprestigio del régimen de Isabel II llevó a una alianza entre progresistas y demócratas, que firmaron un pacto en la ciudad belga de Ostende, 1866, que incluía el acuerdo para destronar a Isabel II. (Pactos de Ostende)
Dos años después, en septiembre de 1868 la armada española atracada en Cádiz y dirigida por el almirante Topete se sublevó, con el apoyo de los generales Prim y Serrano. Comenzó así la Revolución Gloriosa. El movimiento se extendió con levantamientos populares que ocuparon las plazas de sus localidades al grito de “Mueran los borbones” y se organizaron juntas revolucionarias locales. Serrano venció al ejército gubernamental en Alcolea, Córdoba, e Isabel II huía a Francia. La revolución había triunfado.
En un primer momento el poder político fue ejercido por la Junta Revolucionaria de Madrid, que confió el poder al general Serrano quien tomó medidas para estabilizar la revolución como la convocatoria de Cortes constituyentes. Las elecciones dieron la mayoría a la coalición de unionistas, progresistas y demócratas. Elegidas por sufragio universal, (masculino) confirmaron en su cargo a Serrano y comenzaron a elaborar un nuevo texto constitucional. La Constitución de 1869
Es considerada la primera Constitución democrática de la historia de España, destaca por sus siguientes características: · Incluye una amplia declaración de derechos: sufragio universal masculino, libertad de imprenta, derechos de reunión y asociación, la inviolabilidad de la correspondencia…
· Reconoce la soberanía nacional, de la que emanan los demás poderes.
· La división de poderes. Con gran protagonismo de las Cortes que no sólo legislan sino que también controlan al gobierno.
· La forma de gobierno será la monarquía, aunque el poder del rey está limitado.
Una vez aprobada (Sancionada) la Constitución, el general Serrano fue nombrado regente y el general Prim se convirtió en jefe de gobierno.
Era preciso encontrar un candidato para el trono español, se barajaron varios nombres, Prim puso como condición que debía ser demócrata y no Borbón. Finalmente propuso a Amadeo de Saboya, duque de Aosta e hijo de Víctor Manuel, rey de Italia. Gracias a las gestiones llevadas a cabo por Prim, Amadeo acepto el trono de España. El nuevo monarca tuvo que hacer frente a una difícil situación. El principal apoyo del rey, el general Prim fue asesinado en un atentado poco antes de que el rey llegase a España. El rey se encontró con la abierta oposición de los republicanos, de los carlistas que se levantaron en armas en mayo de 1872, desencadenando la tercera guerra carlista y de los partidarios del príncipe Alfonso, el hijo de Isabel II.
Tuvo que apoyarse en dos grupos políticos muy distintos:
· El Partido constitucional, liderado por Práxedes Mateo Sagasta, más conservador y partidarios de detener los avances democráticos.
· El partido Radical, de Ruiz Zorrilla, en el que se encuadraron progresistas y demócratas, partidarios de reformas audaces.
Además tuvo que enfrentarse a otros dos graves problemas, aparte de la Guerra carlista:
La agitación social ligada al desarrollo del movimiento obrero que llegó a alcanzar un alto nivel de organización, gracias a la libertad de asociación.
La guerra de los Diez Años (1868-1878) en Cuba.
En tales circunstancias, y tras dos años de reinado, el 11 de febrero de 1873, Amadeo presentaba el acta de abdicacion a la corona la Corona española, regresando a Italia. Ese mismo día, Congreso y Senado, en sesión conjunta proclamaban la República. Primera República transcurrió entre el 11 de febrero de 1873 y el 3 de enero de 1874. En tan corto espacio de tiempo se sucedieron cuatro presidentes. Además el contexto en el que se desarrolló era muy problemático.
· Estanislao Figueras fue el primer presidente de la República, en su mandato el desorden aumentó: intentos de golpe de Estado, constante actividad del movimiento obrero… se celebraron elecciones a Cortes Constituyentes, en las que triunfaron los republicanos federalistas, aunque nunca se llegó a promulgar una Constitución republicana. En junio abandonó el cargo y le sucedió:
· Francisco Pi i Margall, que tenía el propósito de instaurar una república federal, pero de forma ordenada, sin embargo el proyecto no se realizó sobre todo porque hubo que atender a otros graves problemas, la guerra carlista, alentada por el pretendiente Carlos VII y la insurrección cantonal promovida por los republicanos federales más exaltados. La rebelión comenzó en julio con la proclamación del cantón de Cartagena, el movimiento se extendió y se organizaron cantones por toda la Península, en especial por Levante y Andalucía. Estos hechos le obligaron a dimitir y le sucedió:
· Nicolás Salmerón, con él la República dio un giro conservador, con el apoyo de generales monárquicos. Los cantonalistas proclamaron entonces un gobierno provisional de la Federación española en Cartagena y declararon la guerra a Madrid. Salmerón empleó a fondo la fuerza militar y fueron cayendo uno a uno los diferentes focos, a mediados de agosto la insurrección estaba prácticamente sofocada, sólo el cantón de Cartagena resistió hasta enero de 1874.
Resulta difícil establecer la ideología y las pretensiones de los distintos focos cantonalistas, parece que se trataba de impulsar una revolución social con métodos radicales, apoyándose en una mezcla ideológica: republicanismo, federalismo, socialismo utópico y anarquismo.
Salmerón dimitiría en septiembre por negarse a confirmar dos penas de muerte impuestas por la autoridad militar.
· Le sucedió Emilio Castelar que actuó con firmeza: aplicó la pena de muerte, llamó al ejército para imponer el orden, reforzó el poder del Estado y suprimió el principio federal. Para poder llevar esto a cabo solicitó a las Cortes, y estas se lo concedieron, poderes especiales para gobernar por decreto durante tres meses. Cuando las Cortes se volvieron a reunir, el 2 de enero de 1874, el gobierno fue sometido a un voto de confianza y lo perdió. posibilidad de que el poder recayera de nuevo sobre los federalistas radicales ofreció el pretexto para el golpe de estado de Pavía, capitán general de Madrid, que al día siguiente invadió el hemiciclo del Congreso y disolvió las Cortes.
Tras el golpe de Pavía, la junta de Capitanes Generales nombró jefe de gobierno al general Serrano, que mantuvo las formas republicanas pero aplicó una política represiva con un claro protagonismo del ejército.
La inestabilidad del periodo provocó un viraje de la burguesía a posiciones conservadoras y el fracaso de la república despertó el deseo de una restauración monárquica.
Los partidarios de la restauración borbónica habían emprendido una activa labor diplomática con el fin de lograr apoyos internacionales para el hijo de Isabel II, el futuro Alfonso XII, frente a otros posibles candidatos. El principal defensor de la candidatura del príncipe fue Cánovas del Castillo, que intentaba que la vuelta a la monarquía fuera el resultado del deseo del pueblo español y no de un nuevo pronunciamiento militar. Para ello había hecho firmar a Alfonso el Manifiesto de Sandhurst –nombre de la localidad inglesa donde estudiaba- en el que exponía al pueblo español sus propósitos conciliadores. Sin embargo y en contra del parecer de Cánovas, el 29 de diciembre de 1874, el general Arsenio Martínez Campos proclamó rey a Alfonso XII, tras un pronunciamiento en Sagunto, la monarquía borbónica había sido restaurada mediante un golpe militar.

12.5. Reinado de Alfonso XII: el sistema canovista y la Constitución de 1876


La inestabilidad del periodo anterior (1868-74) provocó un viraje de la burguesía a posiciones conservadoras y el fracaso de la I república despertó el deseo de una restauración monárquica.
Los partidarios de la restauración borbónica habían emprendido una activa labor diplomática con el fin de lograr apoyos internacionales para el hijo de Isabel II, el futuro Alfonso XII, frente a otros posibles candidatos. El principal defensor de la candidatura del príncipe fue Cánovas del Castillo, que intentaba que la vuelta a la monarquía fuera el resultado del deseo del pueblo español y no de un nuevo pronunciamiento militar. Para ello había hecho firmar a Alfonso el Manifiesto de Sandhurst –nombre de la localidad inglesa donde estudiaba- en el que exponía al pueblo español sus propósitos conciliadores. Sin embargo y en contra del parecer de Cánovas, el 29 de diciembre de 1874, el general Arsenio Martínez Campos proclamó rey a Alfonso XII, tras un pronunciamiento en Sagunto, la monarquía borbónica había sido restaurada mediante un golpe militar.
En enero de 1875 Alfonso XII llega a España iniciándose la Restauración, periodo que se extiende hasta 1902 en que su hijo, Alfonso XIII, alcanza la mayoría de edad.
Al régimen político de la Restauración se le denomina Sistema Canovista ya que fue Cánovas del Castillo su creador tomando como modelo el sistema británico: consistía en una monarquía parlamentaria en la que dos partidos se turnarían pacíficamente en el poder. Sin embargo, este fue un falso régimen parlamentario ya que los dos partidos turnantes, liberales y conservadores, solo representaban los intereses de la burguesía, quedando los demás grupos fuera del juego político, y porque las mayorías parlamentarias eran artificialmente creadas gracias a la práctica común del fraude electoral.
El sistema Canovista se basaba en el turno pacifico de partidos pero dentro de un régimen bipartidista, solo dos partidos, el conservador y el liberal, entran en el juego en un primer momento. El resto de los partidos (republicanos, socialistas o nacionalistas) formaban la oposición al sistema.
• El Partido Conservador. Fue creado por el propio Cánovas. Integraba a los miembros del antiguo partido moderado y de la Unión Liberal. Partidario de una monarquía parlamentaria que fuera controlada por una oligarquía financiera (sufragio restringido), con libertades limitadas (prensa, asociación, cátedra), apoyo a la iglesia y un proteccionismo económico.
• El Partido Liberal. Lo forma Sagasta en 1880, aglutinando a los progresistas y radicales. Difería muy poco del conservador, ya que representaba los intereses de la misma clase social, la burguesía, aunque su base social era más amplia. Defendían la soberanía nacional, el sufragio universal, unas libertades más amplias, incluida la de asociación y culto, eran anticlericales y defendían el librecambismo (A. Smith).
La alternancia pacífica en el poder de los dos partidos se convirtió en cambios de gobierno pactados de antemano entre ellos. Una vez acordado el cambio de gobierno, se convocaban elecciones y se amañaban para que arrojaran resultados favorables al nuevo partido era la práctica del caciquismo.
Los dos partidos tenían su propia red organizada para asegurarse los resultados electorales adecuados. En Madrid estaba la oligarquía integrada por altos cargos políticos y personajes influyentes. En las capitales de provincias la figura clave era el gobernador civil. Y en las comarcas, pueblos y aldeas estaban los caciques locales, con poder económico e influencias.
Cuando un partido consideraba que le había llegado el turno de gobernar o de pasar a la oposición lo pactaba con el otro partido y con el rey. El rey, entonces disolvía las Cortes y convocaba elecciones. Desde Madrid los oligarcas transmitían instrucciones a los gobernadores civiles de cada provincia, estos elaboraban la lista de los candidatos que habian de salir elegidos en cada localidad-los eacasillados – que se lo comunicaban a los caciques. Este sistema fue regulado por la Constitución de 1876, la de mayor vigencia de nuestra historia pues se mantendrá hasta 1923, en que Primo de Rivera la suspende. En general mantiene el carácter de la constitución moderada de 1845 pero incluyendo algunos avances de la de 1869. Pero lo más característico de ella es su carácter ambiguo, que deja la regulación de muchas cuestiones fundamentales a decretos posteriores, pues Cánovas quería evitar que cada cambio de gobierno supusiera un cambio constitucional como había ocurrido en época de Isabel:
El Régimen Político era una Monarquía Parlamentaria en la que la soberanía estaba compartida por el rey y las cortes,:
– El ejecutivo quedaba en manos del rey, que nombra sus ministros al margen de las mayorías parlamentarias.
– El legislativo quedaba en manos de unas cortes bicamerales. El Senado se forma con miembros designados por el Rey, por lo que no había una autentica separación de poderes. El Congreso se formaba con diputados elegidos por sufragio, que en los primeros años es censitario pero que en 1890 se convierte en universal masculino gracias a la ley electoral de Sagasta.
– El judicial queda en manos de los jueces.
La declaración de Derechos es ambigua pues en general los derechos se regulan por decretos posteriores que los conservadores tienden a limitar y los liberales a ampliar.
– Los derechos sociales tardan en reconocerse pero en 1883 Sagasta elabora la ley de asociaciones lo que permite la organización del movimiento sindical.
– La libertad de expresión, opinión, imprenta, cátedra,…se va a mantener con más o menos limitaciones según los momentos.
– No se permite el culto público de los no católicos, no habiendo total libertad religiosa.
El reinado de Alfonso XII, interrumpido por su temprana muerte a los 28 años de edad, representa la fase de consolidación del sistema canovista.
El gobierno lo ejerció básicamente el Partido Conservador, salvo de 1881 a 1884 en que, con el primer gobierno del Partido liberal, se inició la práctica del turnismo.
Durante el periodo se acabó con el tradicional protagonismo de los militares y con la práctica del pronunciamiento; se liquidaron las dos guerras heredadas del periodo anterior, la carlista y la de Cuba; e incluso se disfrutó de una buena coyuntura económica internacional, que favoreció la consolidación del deficiente capitalismo español.
Tras la temprana muerte de Alfonso XII, María Cristina de Habsburgo, su viuda asumió la regencia hasta la mayoría de edad del futuro Alfonso XIII, del que estaba embarazada a la muerte de su esposo.

12.7. GUERRA COLONIAL Y CRISIS DE 1898



Durante el reinado de Fernando VII (1808-33) la mayor parte de las colonias españolas en América habían obtenido la independencia formándose una serie de repúblicas independientes gobernadas por la minoría de los descendientes de españoles, los criollos. Tras el movimiento independentista España solo poseía como colonias en América las islas de Cuba y Puerto Rico, que junto con las Filipinas en Asia, constituían los últimos restos del gran Imperio Español de la época de los Austrias. En 1823 el presidente norteamericano Monroe había respaldado este movimiento de independencia en un famoso discurso donde, mediante la frase “América para los americanos” formuló la política de su país respecto al resto de los territorios del continente, que fueron considerados como territorios de interés para Estados Unidos.
Desde mediados del siglo XIX la economía cubana tenía mayores relaciones comerciales con EEUU que con España, a pesar de que se mantenía el monopolio comercial tradicional. Existía en la isla un movimiento que solicitaba una liberalización económica y una mayor autonomía en lo político. El estallido de la Revolución de 1868 en España alentó este movimiento, pero lo único que se ofreció desde España fueron unas medidas liberalizadoras que los independentistas cubanos, criollos y mestizos, consideraron insuficientes y exigieron constituirse en una República independiente. Pero los españoles residentes en la isla, que se beneficiaban de la situación de monopolio, se negaban a aceptar cualquier medida liberalizadora y exigían a Madrid una política más dura frente a los independentistas. El conflicto degeneró en una guerra de diez años, la llamada Guerra Grande (1868-78) que concluyó con la Paz de Zanjón
(1878) firmada por el general Martínez Campos tras conseguir la pacificación de la isla. España, además de conceder el indulto a los insurgentes, se comprometía a permitir cierta intervención de los cubanos en el gobierno interior de la isla. Algunos líderes del independentismo, como Maceo, rechazaron la Paz y siguieron trabajando por la independencia desde el exilio con el apoyo más o menos encubierto de Estados Unidos, pero la calma se mantuvo en Cuba hasta 1895.
Pero la paz solo fue una tregua porque en la isla la sociedad seguía estando dividida entre los españoles, que querían la unidad, el monopolio y el proteccionismo; los criollos, que querían la autonomía dentro de la soberanía española y el libre cambio; y los mestizos que querían la independencia de España. Cualquier intento de reforma en uno u otro sentido chocaba con los intereses de algún sector de la sociedad española: así Maura, ministro de Ultramar en 1892, presentó un proyecto de autonomía de Cuba y Puerto Rico que pusiera a los criollos de parte de España, pero el presidente del gobierno, Cánovas, presionado por los hombres del partido conservador, no saco adelante el proyecto.
Ante esta situación en 1895 la guerra vuelve a estallar. Estará dirigida por José Martí, ideólogo y líder del independentismo cubano, deportado en España durante el anterior conflicto, tras el cual se había trasladado a EEUU donde fundó el Partido Revolucionario Cubano y entró en contacto con otros líderes del independentismo cubano como Gómez y Maceo. Tras su muerte en un enfrentamiento con los españoles ese mismo año, la guerra va a continuar dirigida por Gómez y Maceo (este último muere en 1896 en un enfrentamiento). Estos van a optar por una táctica de guerrillas en las zonas rurales evitando el enfrentamiento con el ejército español, muy superior. Nuevamente fue enviado Martínez Campos a sofocar la rebelión, pero ante su fracaso fue sustituido por Weyler, que lleva a cabo una durísima represión que logra reducir la guerrilla. Cánovas aprovecha esta mejor posición para introducir algunas reformas, pero ya insuficientes (1897).
Este mismo Cánovas es asesinado y Sagasta asume el gobierno, el cual decide conceder la autonomía en Cuba. Pero el clima de tensión en la isla aumentó por la oposición de los españoles residentes en Cuba a estas medidas. Es entonces cuando EEUU decide intervenir directamente en Cuba enviando al acorazado Maine para, según ellos, proteger los intereses de los residentes americanos. Cuando el Maine fue volado, sin que se sepa hasta el día de hoy que sucedió, se desato una violenta campaña de prensa a favor de una guerra con España. El presidente americano McKinley exigió a España la entrega de la isla previo pago de 300 millones de dólares. Ante la negativa de España Estados Unidos declaró finalmente la guerra en 1898.
En España tanto la opinión pública como la mayoría de los almirantes ignoraron el hecho cierto de que la escuadra americana era muy superior a la española, y se lanzaron a esta guerra con un optimismo inconsciente. El gobierno, más consciente de la realidad, no podía entregar la isla, considerada por la mayoría de los españoles como una parte de la nación, sin luchar. El Almirante Cervera, encargado de dirigir la flota, denuncio públicamente este hecho, pero atacado de cobarde y traidor, se dirigió a Cuba convencido de que la destrucción esperaba a la flota.
Así fue. La flota española era aniquilada en Santiago de Cuba, mientras tropas estadounidenses invadían Cuba y Puerto Rico.
El otro escenario colonial fueron las Islas Filipinas, donde también habían aparecido movimientos de carácter independentista y donde también los norteamericanos se presentaron como sus libertadores.
En Filipinas la escuadra fue destruida en una hora aunque la ciudad de Manila resistió unos meses). España, ante el desastre, pidió la paz. Por el Tratado de París (10 de diciembre de 1898) España perdía Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que de forma más o menos velada, pasaron a depender de EEUU.
En el ámbito económico aunque se perdieron los mercados coloniales, la industria nacional se recuperó pronto y la repatriación de los capitales americanos permitió un gran desarrollo de la banca española.
Pero en el ámbito ideológico el desastre supuso un terrible desencanto y levanto las voces de los regeneracionistas, corriente política que consideraba el sistema de la Restauración como un sistema viciado y enfermo. Existían dentro de esta ideología dos tendencias: un regeneracionismo crítico dentro del sistema, representado por Silvela o Maura, ministros del Partido conservador, que aceptaban la validez general del sistema pero criticaban los aspectos más negativos y un regeneracionismo fuera del sistema con figuras como Joaquín Costa que criticaban el sistema en su totalidad.
También el desencanto fue reflejado en la actitud pesimista de los intelectuales de la llamada generación del 98.

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