17 Sep

LA LÍRICA DESDE 1940 A LOS AÑOS 70 Acabada la guerra española, y aunque el régimen se empeñó en ‘normalizar’ la situación, lo cierto Es que el país no solo estaba dividido en dos bandos, sino que también su cultura estaba en ruinas. Esta Situación se dejó sentir de forma especial en la poesía, que había vivido una época de esplendor desde El Modernismo. La guerra no solo propició la pérdida de uníón entre los poetas, sino incluso la de estos Con su país. Habían muerto Antonio Machado o García Lorca; y en el exilio se encontraban Juan Ramón Jiménez, Alberti, Cernuda, León Felipe… Entre estos poetas en el exilio encontramos diversas actitudes: algunos, como Juan Ramón Jiménez, continuaron su línea poética anterior; otros, como Alberti, optaron por un compromiso político (Coplas de Juan Panadero, 1949) que poco a poco fue diluyéndose en la nostalgia (Retornos de lo vivo Lejano, 1952; Roma, peligro para caminantes, 1968); o bien, como Cernuda, hicieron de la patria un Símbolo de la infancia y las ilusiones perdidas (Las nubes, 1940-1943; Como quien espera el alba, 1947); Aunque un lugar especial hay que reservarle a León Felipe por la expresión de impotencia y rabia ante el Despojo de una tierra y un futuro, expresado en un estilo directo e inmediato, casi urgente, que preludia La poesía social de los años cincuenta (Español del éxodo y del llanto, 1939; Ganarás la luz, 1943). En esta situación, la poesía de los AÑOS CUARENTA conoce dos tendencias fundamentales: por Un lado, los poetas que intentaron proporcionarle al género nuevos planteamientos en la España Franquista, con un grado de implicación más o menos directa con el llamado «Nuevo Estado». Es lo que Se dio en llamar en su momento la poesía arraigada, esto es, aquella que aceptaba el orden franquista y Cuyos representantes se identificaban en distintos grados con él. Entre sus rasgos comunes destacan su Defensa del orden establecido, su fidelidad a la tradición y su catolicismo, y en general una idea del Hombre y de la existencia deudora de ideas morales conservadoras. Sus dos grandes órganos de Expresión fueron las revistas Escorial y Garcilaso, en las cuales encontramos a su vez dos líneas solo Aparentemente distintas de poesía arraigada: por un lado, la poesía neoclasicista, fuertemente Formalista y de deuda clásica, que hizo del endecasílabo y del soneto su molde más extendido. Dios, la Naturaleza, el amor y el paisaje constituyen algunos de sus temas predilectos. En esta línea destacan Poetas como Dionisio Ridruejo, Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco (ligados a Escorial) y José García Nieto (director de Garcilaso). Pero también hubo una poesía rehumanizada, que en gran medida surgíó De la anterior cuando se libró de la rigidez de la estrofa y la medida, haciéndose más introspectiva, más ROMántica, más dirigida hacia el interior del propio poeta, y acercándose a veces a la poesía Desarraigada. En esta línea sobresale especialmente el poeta granadino Luis Rosales, ligado igualmente A la revista
Escorial. Su poesía fue tanto modelo de planteamientos neorrománticos y sentimentales (Abril, 1935), como de clasicismo formal y pensamiento católico-nacionalista (Retablo Sacro del Nacimiento del Señor, 1940). Pero en su producción domina una línea de rehumanización intimista que Se exprésó en verso libre, como demuestra en La casa encendida (1949), uno de sus libros Fundamentales. En una línea parecida podemos recordar a Rafael Morales, que expresa en metros Clásicos su sentimiento de angustia existencial en libros como Poemas del toro (1943) y Los desterrados (1947). Desde esta actitud, se acercó a ciertos tintes sociales en los años cincuenta (Canción sobre el Asfalto, 1954). Por su lado, la que se llamó poesía desarraigada era en realidad una poesía existencialista Fuertemente marcada por un sentimiento de angustia del que, sin embargo, no siempre estaba DiosLa lírica desde 1940 a los años 70 2 Ausente. Esta tendencia está ligada a una nueva revista poética: Espadaña, que nace en León en 1943, y Entre cuyos fundadores encontramos a algunos de los mejores representantes de este tipo de poesía: Victoriano Crémer, Eugenio García de Nora y Antonio García de Lama. Desde ella se defendía una Poesía más directa, más humana, y de lenguaje expresivo, a veces un tanto bronco, y en cualquier caso Más preocupada por el contenido que por los elementos estéticos. Dos libros fundamentales, ambos de Representantes de la Generación del 27, marcan el inicio en 1944 de esta poesía «desarraigada»: se Trata de Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, y de Sombra del paraíso, de Vicente Aleixandre. Aparte de estas manifestaciones, debemos referirnos a dos tendencias minoritarias. De un lado, Surge el Postismo, movimiento de carácter vanguardista, abreviatura de «postsurrealismo» y título de Una revista, de un solo número, fundada en 1945 por Carlos Edmundo de Ory. Se trata de un Resurgimiento del Surrealismo, aunque con un aspecto lúdico, antisocial y antiacadémico del que había Carecido en los años treinta y que consagran poetas como Juan Eduardo Cirlot y Ángel Crespo. De otro Lado, en Córdoba aparecen en 1947 la revista y el grupo Cántico, que propugna una poesía intimista, Sensual y neobarroca, encabezada por poetas como Pablo García Baena y Ricardo Molina, y cuyas Aportaciones serán muy tenidas en cuenta en la lírica posterior a los setenta. La expresión angustiada de la realidad hizo posible que, a partir de esta poesía existencialista, se Fuera introduciendo una visión del mundo circundante que progresivamente fue incluyendo ciertos Tintes críticos. De este modo, estos poetas enlazaron con la llamada poesía social de los AÑOS CINCUENTA. Los temas tratados son un humanismo desgarrado, la angustia existencial y el drama del Hombre y de España (la injusticia y la solidaridad, la reflexión política sobre la sociedad y, cerca ya de los Años sesenta, motivos internacionales como el anticapitalismo, el antibelicismo, la mitificación de la Guerrilla…). Rechazan el esteticismo y en su lugar intentan practicar el eticismo desde el compromiso Sociopolítico, a veces con componentes religiosos. Igualmente, rechazan la literatura para minorías y Pretenden llegar a un público amplio una poesía del «nosotros». Se trata de una poesía de urgencia, a Veces contemplada desde una óptica revolucionaria como instrumento para la transformación de la Sociedad. En 1952 publica Francisco Ribes la Antología Consultada de la joven poesía española, en la que Incluye, entre otros, a los poetas Gabriel Celaya, José Hierro y Blas de Otero, además de otros que Habían ensayado esa ‘vuelta a lo humano’, como Rafael Morales, Crémer y Nora. Gabriel Celaya (su Verdadero nombre era Rafael Múgica) mantuvo contactos con el Surrealismo de los años treinta, cuando Además se dejó influir por el posromanticismo de Bécquer. Tras la guerra, su poesía se vuelca en la Preocupación social, siendo considerado el principal autor del Realismo social de los cincuenta. Para Celaya, la poesía no es un fin en sí; es un instrumento, entre otros, para transformar el mundo. Entre sus Obras sobresalen Tranquilamente hablando (1947), Las cartas boca arriba (1951) y Cantos iberos (1955), Quizá su mejor obra.
Por su lado, Blas de Otero, uno de los poetas sociales más populares, presentaba la Realidad muy mediatizada por cuestiones existenciales, morales y religiosas, con una decisiva presencia De Dios, además de incluir en su obra recuerdos de la guerra. Su lenguaje aparentemente sencillo Abunda en figuras literarias de uso popular (aliteraciones, paralelismos, juegos de palabras…). Entre sus Obras destacan Ángel fieramente humano (1950), Redoble de conciencia (1951) y Pido la paz y la palabra (1955), donde acaso mejor se desarrollan sus ideas. Por fin, José Hierro sobresale como un poeta de Expresión sencilla y directa, casi bronca. Encarcelado hasta 1944, comenzó a colaborar con revistas Literarias y en 1947 ganó el premio Adonais por Alegría, siendo el primero de una larga serie de Galardones (el Nacional de las Letras Españolas, el de la Crítica, el Príncipe de Asturias y el Cervantes). Sus mejores libros de estos años son Quinta del 42 (1952) y Cuanto sé de mí (1957), en los que comienza A incorporar un tono personal, casi autobiográfico, pero al mismo tiempo resumen de su generación, Que va a tener honda repercusión en otros autores. La lírica desde 1940 a los años 70 3 Y es que, en efecto, durante los AÑOS SESENTA la lírica española conoce la superación de lo Social, aunque el punto de partida es la plena vigencia de ese compromiso que había caracterizado a los Poetas de la generación anterior. Ahora bien, los llamados «niños de la guerra» (que no habían Participado directamente en el conflicto), aunque no rechazan las formas realistas ni el compromiso Social de la poesía anterior, sí pretenden superar su intención política para volver a hacer de la poesía Un medio de expresión personal con el que buscar nuevos caminos poéticos. Para ello se abren a muy Diversas influencias: tanto poetas extranjeros (Elliot, Ezra Pound o Cavafis, y poetas clásicos) como Españoles (Cernuda, Aleixandre, Guillén, Machado). Entre sus rasgos carácterísticos están su concepción de la poesía como conocimiento y como Experiencia, por lo cual sus temas provienen de una indagación de su subjetividad: la evocación de la Infancia como paraíso, que se solapa a veces con las escenas de la guerra; su presentación poco Convencional del amor, sin desdeñar en ocasiones el erotismo; la importante presencia de la amistad; y La utilización del poema como motivo de reflexión sobre la propia poesía («metapoesía»). Otro rasgo Consiste en su peculiar sentido del Realismo, que desemboca en su apreciación de lo cotidiano: aunque Comparten con los poetas sociales su visión crítica de la realidad, no hacen de ello motivo político, sino Para la sinceridad y la actitud cívica, a veces con dosis de compromiso. Esto tiene que ver con su Distanciamiento de la realidad, con un cierto escepticismo que motiva el uso de la ironía y del humor, y Su vuelta a la dignificación del poema, entendiendo que lo coloquial no está reñido con la naturalidad y La elegancia, pudiendo encontrarse nuevamente versos como el endecasílabo y el heptasílabo. Entre los representantes de esta poesía destaca Ángel González, representante de la poesía Social de los sesenta, pues continúa en cierta medida los temas y las preocupaciones de Celaya o Blas de Otero (Áspero mundo, 1955); pero ya con su libro Sin esperanza, con convencimiento (1961), y partiendo De sus recuerdos de la Guerra Civil, introduce la ironía, que se convertirá en uno de los rasgos más Destacados de su poesía, que en estos años tiene en Tratado de urbanismo (1967) otro de sus títulos Fundamentales. Mencionemos también Palabra sobre palabra (1965), magnífico cancionero amoroso. Otros dos poetas importantes son los barceloneses José Agustín Goytisolo y Jaime Gil de Biedma, Integrantes, entre otros autores en diversos géneros, de la llamada «Escuela de Barcelona», muy Importante en la vida cultural de estos años. Goytisolo tiene en el amor, la sociedad y la política sus Temas fundamentales, todos ellos contemplados desde la ironía y el sarcasmo. Sus obras más Significativas en esta línea son Claridad (1961), una reflexión sobre el ser humano y su función en el Mundo; y Algo sucede (1968), análisis de la sociedad española. En cuanto a Gil de Biedma, es un poeta Sincero y honesto que deja lugar en su obra para las preocupaciones cotidianas y un lenguaje coloquial. Su poesía, de gran claridad y finamente irónica, es un auténtico retrato de su generación y de la Burguésía barcelonesa, con el que critica toda de posibilidad de cambio social. Así se deja ver en sus dos Grandes obras de estos años, Compañeros de viaje (1959) y Moralidades (1966), esta última escrita bajo La clásica y serena influencia de Cernuda y de los poetas anglosajones, razón por la que su poesía va Decantándose por temas como el amor y el paso del tiempo, con claras referencias a su homosexualidad Que no siempre fueron bien entendidas. Junto a ellos podemos recordar al jerezano José Manuel Caballero Bonald, en cuya poesía tiene Un peso fundamental su propia biografía (Vivir para contarlo, 1969), y que introduce un estilo Neobarroco muy cuidado, influido quizá por García Baena, del grupo Cántico. También a José Ángel Valente, poeta variado, de estilo renovador y audaz, y que se centra siempre en el hombre y sus Circunstancias (Poemas a Lázaro, 1960). Y a Claudio Rodríguez, con sus libros Don de la ebriedad (1953) Y Conjuros (1958).

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