05 Feb

LA NOVELA POSTERIOR A LA Guerra Civil.

La Guerra Civil española supuso un empobrecimiento de la vida cultural española; la censura, los tabúes morales y políticos y el exilio de muchos literatos contribuyeron a la degradación de dicho ambiente cultural.

Autores españoles tuvieron que publicar su obra en el extranjero. A esto hay que añadir el llamado “exilio interior”, es decir, el aislamiento de España con respecto al mundo político y cultural europeo y la exaltación maniquea de los literatos adeptos al régimen (Gironella, García Serrano…).

 La novela del 98 estaba agotada y los narradores recurrieron a la tradición realista española para reconstruir y relanzar la novela.

Cela, Carmen Laforet, Delibes, Torrente Ballester…

 evolucionarán a lo largo de la segunda mitad del Siglo XX y serán el modelo para generaciones posteriores.

En la década de los 40, Camilo José Cela y Carmen Laforet inauguran una corriente denominada tremendismo. Los seres marginados reflejan el malestar dominante. Novelas como La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela, o Nada de Carmen Laforet hacen que predomine un enfoque existencial, producto de la posguerra.

-La obra de Cela ilustra una concepción del hombre: criatura arrastrada por la doble presión de la herencia y del medio social.


Nada
 es la historia de una muchacha que ha ido a estudiar a Barcelona, donde vive con sus familiares en un ambiente sórdido de mezquindad. Por primera vez tras la guerra, la realidad contemporánea, lo cotidiano, quedaba recogida implacablemente.

La preocupación existencial está también presente en la primera novela de Miguel Delibes, La sombra del ciprés es alargada
.

Tras 1952, con la entrada de España en la ONU la censura se flexibilizó, excepto en temas políticos y sexuales, y el mundo literario se enriquecíó con las traducciones de los novelistas americanos e italianos, la proliferación de premios literarios nuevos y el despliegue de las editoriales. Surge así un nuevo tipo de novela, más humana y con más contenido social, una novela comprometida en la que los autores realizan una denuncia social, aunque leve; es el Realismo social de la década de los 50 y los 60. El estilo es sobrio, la técnica es objetivista  y se incrementan los diálogos, que reflejan el lenguaje popular. Son autores nacidos en la guerra, que militan en la izquierda clandestina  No son del gusto del gran público y la censura los ignoró por inofensivos. En esta línea están novelas como Fin de fiesta de Goytisolo .


La primera novela que inauguró el Realismo social y marcó el camino a los demás autores, fue La colmena, de Camilo J. Cela. En 1946 la censura la rechazó y tuvo que publicarla en Buenos Aires (1951). Esta novela es una auténtica obra maestra que marcará el inicio de una nueva etapa en la narrativa española. Su construcción es novedosa y arriesgada. Hay casi 350 personajes, aunque el auténtico protagonista de la novela es el Madrid de la época. No hay orden cronológico sino técnica caleidoscópica. La cohesión estructural viene dada por la interrelación entre los personajes  que organiza el aparente caos del Madrid de posguerra, la colmena en la que sobreviven los personajes en un día a día gris y difícil. Sin embargo, no todo es desesperación, también hay ternura y lirismo.

Miguel Delibes publica, en esta década, El camino, en donde describe un pueblo y sus gentes y Las ratas, sobre la vida de un misérrimo pueblo castellano. Posteriormente escribe una de sus obras esenciales, Cinco horas con Mario, soliloquio de una mujer que mantiene un diálogo imaginario con su marido muerto.

 Carmen Laforet publica La isla y los demonios (1952) y Una mujer nueva (1955), protagonizada por una mujer, Paulina. La última novela que publica es La insolación, primera de una trilogía de la que solo se publicó un título más, Al volver la esquina
.

 Al final de la década de los 60 y durante los 70, la novela social y realista se fue agotando autores reivindican otro tipo de novela, con más fantasía, más cuidado del lenguaje y la introducción de nuevas técnicas narrativas. Los narradores de esta época tratan de dinamitar la narración tradicional con puntos de vista cambiantes, frecuentes digresiones, uso de la 2ª persona,omnisciencia multiselectiva… El argumento y la acción dejan de ser importantes en favor de lo onírico, lo imaginativo, lo simbólico. Disminuye el diálogo tradicional y aumenta el monólogo interior y el estilo indirecto libre. La sintaxis se retuerce, no se respeta la puntuación tradicional, se introducen elementos extraños a la novela (anuncios, encuestas, informes…); en consecuencia, el lector debe recrear e interpretar el material que se le ofrece.

 Tras la muerte de Franco en 1975 y la supresión de la censura, las editoriales tratan de lanzar la “nueva novela española”. Tras una época de estancamiento, en la década de los 80 se acentúa la influencia de los narradores del boom hispanoamericano. Los novelistas mayores, Cela , Delibes  y Torrente Ballester ( siguen publicando.
Goytisolo continúan con su tarea renovadora y experimental;
Juan Marsé alcanza notable éxito con La muchacha de las bragas de oro y Rabos de lagartija  y Eduardo Mendoza sitúa su universo narrativo en Barcelona, La verdad sobre el caso Savolta


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