27 Nov

Capítulo 4
La utilidad
si se busca en la historia del pensamiento económico, se encontrará que las gestación de la teoría de la utilidad fue primero que
la teoría de las curvas de indiferencia.
La teoría de la utilidad, en su
versión más elaborada, nace a fines del Siglo XIX, teniendo a Jevons,
como uno de sus principales exponentes, aunque existen otros ante-
cedentes que son más rudimentarios. Sin embargo la utilidad como
categoría económica fue siendo dejada de lado porque no se podía
medir la utilidad subjetiva que cada persona recibía al consumir un
bien o servicio. “Debido a estos problemas conceptuales, los econo-
mistas han abandonado la anticuada idea de la utilidad como medida
de la felicidad y han reformulado totalmente la teoría de la conduc-
ta del consumidor en función, ahora, de sus preferencias” (Varían,
1999, p. 55). La utilidad, se nos dice, no se puede medir, por eso
se utiliza actualmente sólo pará dar cuenta de las preferencias. Se
prefiere una cesta a la otra porque tiene una mayor utilidad pero no
porque se pueda medir en qué grado o magnitud es mayor, Varían
acepta que la utilida no se puede medir, pero enseguida nos da una
definición que implica una medición de la utilidad: “Una función de
utilidad es un instrumento para asignar un número a todas las cestas
de consumo posibles de tal forma que las que se preberen tengan un
número más alto que las que no se prefieren” (Varían, 1999, p. 55).
¿Cómo se va asignar un número a una cesta si la utilidad no se puede
medir en términos cardinales? ¿Cómo se va a constituir una función
de utilidad sin darle números a la utilidad de cada bien? Enseguida,
Varían expone un cuadro con tres cestas de bienes donde aparecen
las utilidades (p. 56), U , U, y U, con números que uno entiende que
miden, en números, la utilidad de cada cesta. Y uno se pregunta ¿se
puede medir o no la utilidad? ¿De dónde sacó esos números? Bueno,
pero lo que importa. Según Varían, no son los números sino el orden
de las cestas, por lo que la teoría que va a exponer se refiere a la
utilidad ordinal, es decir, al orden en que el consumidor prefiere las
cestas. “Dado que la utilidad cardinal no es necesaria para describir
las elecciones de los consumidores y que, de todos modos, no existe
ningún método para asignar utilidades cardinales, nos quedaremos
con el modelo de utilidad puramente ordinal” (Varían, 1999, pp. 58
y 59). De este moda, regresa a las curvas de indiferencia del capitu-
lo anterior, donde las curvas más elevadas representan una mayor
utilidad, Al suponer que existe un mapa de curvas de indiferencia
(«supongamos que se nos da un mapa de indiferencia”), lo que sigue
es encontrar la función de utilidad que está detrás de ese mapa. Para
ello traza una diagonal desde el origen y de esa recta, al cortar sólo
una vez a cada curva de indiferencia, es posible obtener una función
de utilidad que nos dice que las cestas que se encuentran en las cur-
vas de indiferencia más alejadas del origen, tienen un valor más alto
y por tanto una utilidad más alta. Claro que esto supone una cua-
lidad matemática: que las preferencias tienen que ser monótonas,


Una vez hechas estas definiciones, el camino para trabajar me-
diante las fórmulas matemáticas, está despejado. Aunque Varían
manifiesta todavía algunas dudas, “Esta no es, en todos los casos,
la forma más natural de hacerlo, pero, por lo menos, muestra que la
noción de “función de utilidad ordinal” es bastante general: casi to-
dos los tipos de preferencias “razonables” pueden representarse mo-
diante una función de utilidad” (Varían, 1999, p. 59). No nos explica
qué quiere decir con preferencias “razonables” pero uno supone que
son las que manifiestan las personas que prefieren tener más a tener
menos, pero cuando menos nos dice que ésta que ya a presentar
no es la forma más natural, Y enscpuida pasa a matematizar la fun-
ción de utilidad con lo cual se pueden tener resueltos los problemas
más importantes para la teoría del consumidor, Con las matemáticas
se puede jugar con estas funciones de utilidad para observar que se
pueden asignar valores a las curvas de indiferencia y demostrar con
ellas que los consumidores preferirán estar en una curva más alejada
del origen; se puede obtener la pendiente de una curva de indife-
rencia para observar el valor relativo que el consumidor le asigna a
los bienes aunque su utilidad no se puede medir; y se puede hasta
medir la utilidad marginal de un bien, aunque, según Varían, ésta
magnitud no está relacionada con la conducta del consumidor. “La
utilidad marginal depende de la función de utilidad específica que
utilicemos para reflejar la ordenación de las preferencias y su mag-
nitud no tiene ningún significado especial” (Varían, 1999, p. 67). Y
entonces, con esta medición de la utilidad marginal, se puede obser-
var que su comportamiento es decreciente conforme se aumente el
consumo del bien en cuestión. Por todo esto se puede concluir que
entre más se consume de un bien menos utilidad marginal se obtén-
drá del mismo, por lo que estará dispuesto a pagar menos. ¿Por qué
la curva de demanda tiene pendiente negativa? Porque la utilidad
marginal es decreciente. Por lo tanto la cantidad consumida sólo se
incrementará si el precio del bien se reduce conforme se aumenta la
cantidad comprada.
De esta manera, se consigue lo que se quería demostrar. Que
la curva de demanda individual tiene pendiente negativa y que la
suma de cada demanda individual, al ser casi todas negativas, va a
dar como resultado una curva de demanda del mercado con pen-
diente negativa.

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