20 Sep

Maison Carree


Se trata de un templo corintio y hemiperíptero elevado sobre un podio con escalera con una única nave y columnas adosadas a la cella a modo de peristilo. En el frontón no hay decoración escultórica, seguramente se ha perdido, y en el friso aparecen adornos florales que nos recuerdan a la ornamentación del Ara Pacis. Estas carácterísticas son muy comunes en las provincias romanas en tiempos de Augusto.
El templo fue construido por Agripa -sobrino de Augusto y legado superior de la Galia- y dedicado a sus dos hijos Caius y Lucius, herederos de Augusto que fallecieron muy jóvenes.

Panteón

Fue construido por Apolodoro de Damasco, el gran arquitecto del siglo II quien realizó para este templo uno de los primeros proyectos de planta compuesta. En la imagen vemos el interior de la parte circular. La rotonda mide 43,30 metros de diámetro, la misma medida en altura a la que se sitúa la cúpula del templo cubierta de casetones que se han vaciado escalonadamente, concedíéndole un valor estético además del estructural. Un óculo cenital de 8,82 metros de diámetro permite la entrada de la luz. El pesado casquete de ésta descansa en un muro cilíndrico, que a su vez se apoya en un anillo de cimentación. La distribución de las cargas permite que puedan abrirse en la rotonda ocho nichos. En el pavimento se representan cuadrados y círculos que hacen referencia a la planta del templo.

Augusto de prima porta

Imagen apoteósica de Augusto en la que aparece triunfador ataviado con su uniforme militar y descalzo, tal y como se representaba a los héroes. En la coraza, se muestran escenas alegóricas de las campañas militares del emperador. En contraste con el hermetismo y rigidez de la coraza, el paño tiene una gran textura y un sentido muy libre. Esta obra es una copia de un original anterior que debía estar realizada en bronce o en oro, y que era la representación del emperador que más apreciaba su esposa Livia. Por ello, al enviudar y retirarse a Prima Porta, un lugar a las afueras de Roma, la emperatriz mandó realizar esta réplica.

Pórtico de la gloria

:Las obras de la catedral de Santiago de Compostela se finalizan en 1168 con la contratación, por parte de Fernando II, del Maestro Mateo, el arquitecto que diseña la cripta sobre la que se asienta el último tramo de las naves y el pórtico entre las dos torres. La cripta servirá para salvar el desnivel del terreno, y sobre ella se alza la gran fachada occidental, tras la que se encuentra el famoso Pórtico de la Gloria. El Pórtico de la Gloria es la culminación de la escultura ROMánica en España, situándose a un paso ya del Gótico. Su construcción duró casi medio siglo, por lo que el Maestro Mateo recibíó una renta vitalicia de manos del rey Fernando II. La obra se finalizó en el año 1211, fecha de la consagración del templo. El Pórtico consta de una gran puerta central y dos laterales más pequeñas. En el tímpano de la gran puerta se encuentra el Salvador, levantando las manos para mostrar las llagas, acompañado por el Tetramorfos; la fila inferior está constituida por los ángeles que portan instrumentos de la pasión, mientras que la superior se ordenan dos filas de elegidos. En las arquivoltas se representan, de manera radial, los veinticuatro ancianos del Apocalipsis. Las 16 estatuas de las jambas, que ocupan el lugar del fuste de las columnas, aparecen los profetas y los apóstoles, representados con una naturalidad que anticipa estilos posteriores. Entre las esculturas más importantes de todo el conjunto destaca el llamado Pilar de los Profetas.

Claustro cluniacense

La estructura de los monasterios del ROMánico mantiene el esquema básico que aparece en el plano de Sankt Gallen en el siglo IX. Tan sólo introduce la codificación definitiva de la panda de los monjes, donde se instala ya la sala capitular bajo el dormitorio. Los grandes monasterios de los cluniacenses difundieron su forma por toda la geografía del ROMánico. Moissac y Silos, por lo conocido en la actualidad, son las primeras manifestaciones de la aplicación de escultura monumental en la decoración de sus arcadas, aunque hay noticias documentales de ejemplos anteriores. Los cistercienses, que tuvieron su gran período de esplendor en plena época ROMánica, realizarán alguna de las más monumentales fábricas claustrales medievales. A diferencia de los cluniacenses, sus claustros carecerán de decoración monumental. Siguiendo planteamientos muy tradicionales y conservadores prohibían las figuras de animales y vegetales que, en boca de san Bernardo, «no servían más que para distraer la atención de los monjes». Este tipo de programas historiados, seguía diciendo el santo, eran útiles en los templos del clero secular para enseñar a los indoctos. Desde el punto de vista funcional, el claustro cisterciense sólo introducía dos pequeñas variantes con respecto al benedictino tradicional, los refectorios se dispónían perpendicularmente sobre la panda correspondiente, y se organizaba la panda de la cilla con la articulación de un pasillo cerrado para uso de los conversos. En esta época tuvieron su origen las cartujas, pero no tuvieron la más mínima trascendencia en la arquitectura coetánea.

Maeistas domini o cristo en majestad

Este formidable fresco del Pantocrátor ocupaba gran parte del ábside de la iglesia de San Clemente de Tahúll; surgiendo de un fondo azul, Cristo sujeta con la mano izquierda el libro de las Escrituras en el que se puede leer «Ego sum lux mundi» y con la mano derecha hace la señal de bendición. El rostro de Jesús presenta sus hieráticos rasgos estilizados, dividiendo la nariz su faz en dos partes simétricas; sus ojos negros se remarcan tanto por los párpados como por las cejas, mientras que los curvos bigotes enmarcan los labios, dirigíéndose hacia las ondulaciones de la barba que repiten las formas del cabello. El Pantocrátor está inscrito en la mandorla mística y aparecen la primera y última letra del alfabeto griego (alfa y omega) como símbolo del principio y el fin de todas las cosas. El resto de la pared está decorado con un fondo estructurado en tres zonas: en el superior, rodeando a la mandorla, se sitúa el tetramorfos, los cuatro evangelistas encarnados en ángeles para sostener sus símbolos, acompañados de un serafín y un querubín; en la zona intermedia aparecen cinco apóstoles y la Virgen bajo unos arcos figurados; en el inferior quedan restos de decoración ornamental. Junto con el tímpano de Vézelay, es una de las representaciones más grandiosas de lo divino en el ROMánico.

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